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Il capitano nella città degli innamorati


Bakero

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El amor trágico llevó a la eterna fama a esta ciudad el día que William Shakespeare la inmortalizó en su Romeo y Julieta. La historia de amor más grande jamás contada se esconde tras sus murallas. Ese aire romántico la envuelve para siempre. En la casa de Julieta Capuleto atraerás el amor si le tocas el pecho a su estatua del jardín y dibujas un corazón atravesado por una flecha en el muro de la entrada. Otro lugar idílico es también la casa de Romeo Montesco.

                                                                                                                                       

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                                                                                                                                        La casa de Romeo Montesco en Verona

Se cuenta que en la cripta del edificio religioso más importante del lugar, la basílica de San Zenón, se casaron los dos amantes.

                                                                                                                                         

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                                                                                                                                          La basílica de San Zenón fue testigo de la boda

 En el corazón de Verona se sitúa la plaza Bra, donde puedes disfrutar de una cena a la luz de la luna en sus bellas terrazas o pasear impregnando el alma con su magia. Allí, la Arena del siglo I, construida en mármol rosa, acoge sus óperas al aire libre. Ambos lugares están conectados por Portoni della Bra, la puerta construida a lo largo de la muralla y única vía de acceso a la ciudad hasta el siglo XV.

                                                                                                                                         

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                                                                                                                                          La resplandeciente belleza de la Piazza Bra

Las aguas del Río Adigio abrazan dulcemente a Verona y esta le acaricia con sus bellos puentes. El Puente de Piedra es testigo de la historia desde el siglo I d.C., y el puente de Castelvecchio, formado con  piedras rojizas, resplandece con la luz del atardecer.

                                                                                                                                            

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                                                                                                                                              El Puente de Piedra y el Río Adigio                              

La ciudad invita a los paseantes solitarios a recorrer sus plazas y a admirar sus palacios. Los edificios elegantes y las avenidas señoriales se encuentran en cualquier parte.

En la avenida dei Signori contemplamos en su armonía a un pétreo Dante Alighieri, que espera impertérrito la llegada de su amada Laura.

                                                                                                                                            

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Dante espera a su amor platónico: Laura

Sin duda, el paseo más gratificante es cuando el cielo está cubierto por el misterio hechizante de la noche, con las farolas iluminando con su luz tenue calles y edificios en un paisaje de sombras y de silencios errantes. En aquel momento llega a nuestros oídos aquellas frases de la emblemática obra del dramaturgo inglés: “¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida muerte!”

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                                                                                                                           La magia nocturna de la hechizante Verona

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Trescientos ochenta y ocho años después de la magistral obra shakesperiana, el fútbol situaba de nuevo en la cúspide a la bella ciudad de Verona gracias al modesto Hellas, que alcanzaba la gloria en 1985 con su título liguero en la serie A. Es el único equipo que ha obtenido el Scudetto sin ser capital de provincia. Al igual que los dos amantes, la historia de este equipo sufrió su tragedia tan solo cuatro años antes de lograr el mayor hito de su historia. En 1981 estuvo a punto de descender a tercera división, pero después de salvar la categoría, la entidad depositó su confianza en Emiliano Mascetti como director deportivo y en Osvaldo Bagnoli como manager del equipo. En su primer año ascendieron a la serie A. Apostaron por jugadores jóvenes con talento que no tenían minutos en los equipos grandes. Ambos tenían la ilusión de llevar al equipo en unos años a niveles europeos.

                                                                                                                            

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                                                                                    Bagnoli (izda.) y Mascetti (dcha.) formaron la mejor dupla técnica de la historia del Hellas Verona

No era un club bien organizado, no había vestuarios acondicionados, no había gimnasio, cuatro o cinco jugadores dormían en una casa que les ponía el club… Pero de todas estas adversidades se creó un grupo que salía todas las noches a cenar juntos; una gran familia unida. Esta unión se veía luego en el campo, cosechando temporadas de un fútbol espectacular con jugadores no muy conocidos que marcaron su huella para siempre en la historia del fútbol italiano.

Tras el ascenso a la serie A, el objetivo en esa temporada, 1982/83, era la permanencia. El equipo lo hizo muy bien y superó todas las expectativas, acabando cuartos y siendo subcampeones de la copa de Italia. En la temporada siguiente, 1983/84, finalizaron sextos y fueron de nuevo subcampeones de la copa de Italia, con un equipo bastante joven al que le faltaba dar el salto de calidad a lo más alto tras dos años de un gran fútbol. Entonces, Bagnoli y Mascetti viajaron por Europa en busca de extranjeros. El deseo predilecto de Bagnoli era fichar al mítico Lothar Matthäus, que cumplía su último año en el Borussia Mönchengladbach y que acabaría fichando por el Bayern München. Descartada esa opción, se fijaron en el segundo de la lista, el también alemán Hans-Peter Briegel, un portento físico de gran técnica, con unos muslos que medían entre 83 y 84 centímetros de circunferencia y campeón de 400 metros, que acostumbraba a practicar triatlón. Este fichaje sí fue consumado y se convirtió en una de las piezas clave. Este centrocampista internacional tenía 28 años y procedía del Kaiserslautern. El otro extranjero fichado y también clave en el equipo fue el danés Larsen, delantero de 26 años procedente del Lokeren belga, que completó una gran Eurocopa en 1984. Sus características principales eran la técnica, la fuerza y la velocidad. Ambos eran las estrellas de aquel conjunto italiano, pero a su alrededor había jugadores de mucho nivel: el delantero Galderisi, el extremo Fanna o el organizador Di Gennaro. En la parte defensiva, otros tres jugadores completaban la columna vertebral: el portero Garella, el líbero Tricella y el centrocampista defensivo Volpati, de la máxima confianza de Bagnoli, un jugador rápido que iba muy bien de cabeza. Era un jugador completo.

                                                                                                                                 

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                                                                                                        Larsen (izda.) y Briegel (dcha) eran los dos brillantes extranjeros      

En aquella época, el Hellas Verona tenía una contribución importante de jugadores a la selección italiana. El equipo jugaba un fútbol bonito y de memoria. Ningún jugador actuaba como una estrella y todos estaban al servicio de los demás, con Osvaldo Bagnoli ejerciendo como un clásico padre de familia. El guardameta Garella recordó la gran importancia de su técnico con estas palabras: Si no hubiera estado el míster para convencernos de que podíamos ganar el Scudetto, no lo hubiéramos logrado. Recuerdo un gran enfado suyo tras un empate a cero contra la Sampdoria, que era un buen resultado. Pero él no permitió que nos conformásemos y nos hizo entrar en la historia.

En aquella temporada inolvidable, 1984/85, jugadores como Platini, Maradona, Rummenige, Falcao, Sócrates o Zico convertían la máxima división italiana en el campeonato más exigente del mundo, de ahí que la conquista final de la liga por el Hellas Verona sea vista como una hazaña prácticamente irrepetible, una heroicidad y un milagro. El equipo llegó al parón invernal sin haber perdido un solo partido y con solo cuatro goles en contra. Los rivales esperaban el bajón del equipo en la segunda vuelta. Finalmente, solo perdió dos partidos en toda la temporada y ninguno contra los grandes. Llegaron el 12 de Mayo de 1985 a Bérgamo para enfrentarse al Atalanta. Un vendaval de aficionados “gialloblú” acompañó al equipo para presenciar un hito histórico. En el último minuto de la primera parte el Atalanta se adelantó en el marcador y la tensión se palpaba en el ambiente. Al poco tiempo de comenzar la segunda parte, Larsen estableció el empate a uno final y la consecución del único título que reposa en las vitrinas del Hellas Verona, en una escuadra que dejó una huella imborrable en la historia del fútbol mundial, tocando el cielo con un dedo. En la Piazza Bra, cerca de 120.000 aficionados esperaron a su equipo para celebrar la apoteosis final.

                                                                                                                               

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                                                                                                                       Imagen histórica: Bagnoli celebrando en hombros el Scudetto

Después de esa temporada, el equipo se desmontó. Varios jugadores ficharon por los grandes de Italia, pero todos mantuvieron un fuerte vínculo con Verona. Veinticinco años después todos acudieron a un partido homenaje para conmemorar aquel título. Para la mayoría es el mejor recuerdo de sus carreras.

En la temporada 2011/2012 el equipo acaba de ascender a la serie B y espera volver en pocos años a la máxima categoría, con la aspiración de ir creciendo poco a poco. ¿Será posible volverlo a ver como uno de los grandes de Italia? La respuesta está en el paso del tiempo.

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                                                                                                      La histórica plantilla de la temporada 1984/85 que vivió la hazaña

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