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El experimento Serchenko


zeusitos

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PRÓLOGO

Diciembre 2004.

Una moto se desliza a gran velocidad sobre la nieve de la vasta Siberia. La estrecha pista entre la maraña de árboles pronto deja paso a un mar blanco. Una gruesa chaqueta resguarda al conductor de las inclemencias climáticas, llegándole a cubrir casi todo el protector de la cabeza. Los copos que caen sobre el casco le dificultan la visión, aunque no haya nada para mirar. Lleva más de cinco meses haciendo el mismo trayecto y cree que podría hacerlo casi con los ojos cerrados. Reduce la velocidad y detiene la moto frente a una pequeña edificación de acero, medio oculta en la nieve. El frío es intenso y se dirige con premura a la puerta, donde un teclado numérico le demanda un código de doce dígitos. Echa un vistazo alrededor pero no ve más que una inmensidad blanca, fusionando el cielo con la tierra. Al introducir la clave, la puerta se abre con un leve zumbido que queda ahogado por el fuerte viento. El interior es un rectángulo de seis por cuatro metros, con un teclado embebido en una de las paredes de aluminio. Pulsa un nuevo código, esta vez más corto, y toda la sala vibra, iniciando el descenso hacia el interior de la tierra. Quince pisos, casi cincuenta metros bajo la nieve de Siberia.

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Cuando el ascensor se abre le recibe un amplio laboratorio, lleno de mesas con tubos de ensayo, cables y herramientas quirúrgicas. En la pared del fondo, una pantalla enorme proyecta vídeos de grandes estrellas del fútbol: Yashin, Pelé, Maradona, Cruyff, Di Stefano, Platini, Zidane, Shevchenko, Ronaldo… A pocos metros de distancia, dos cunas metálicas sostienen a dos bebés a más de metro y medio de altura. Están recubiertos de cables que controlan las constantes vitales y otros que conectan con sus pequeños cerebros. Además, una vía profana el brazo derecho que cada niño. El hombre se acerca y los mira con compasión.

─Buenos días, Sergei ─dice una voz a su espalda.

─Hola, Victor. ¿Todo bien?

─Sin novedades.

El recién llegado se despoja de la ropa de abrigo, mientras el otro se coloca una bata blanca y empieza a trastear probetas y matraces. Sergei se acerca a las mesas de pruebas, ataviado ya con su sempiterno uniforme militar. Observa al doctor trabajar unos instantes y éste se incomoda al ver la pistola tan cerca. Llevan más de ciento cincuenta días trabajando juntos en el laboratorio oculto y se consideran casi amigos, pero Victor no soporta las armas. El militar se aparta y vuelve a acercarse a las cunas. En la pantalla se está reproduciendo el gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial del 86. Uno de los bebés parece sonreír. Tienen apenas seis meses de edad, casi lo que llevan ellos trabajando allí. Las dudas vuelven a asaltarle pero su fidelidad al ejército logra apartarlas de su cabeza. Pasea entre los niños, sin dejar de mirarlos. Uno de ellos le alza una manita. Sonríe, estira un poco el dedo, aunque lo retira al instante. Sabe que no puede tocarlos. Son órdenes. Sólo puede hacerlo Victor.

─¿Por qué niños? ¿Por qué fútbol si es una operación militar? ─le pregunta al doctor volviendo a acercarse a él.

─Ni idea, Sergei. Sé lo mismo que tú.

─¿Pero…?

─Ya sabes las órdenes. Tú haces tu trabajo y yo el mío, sin preguntas.

El militar empieza a dar vueltas entre las mesas, observado atentamente por el doctor. Éste piensa que es demasiado joven aún, pero sabe que es fiel a los suyos. Por el contrario, su voluntad se resquebraja día a día, como un lago helado al llegar al final del invierno. ¿Está bien lo que están haciendo con esos niños? No puede estarlo de ninguna manera, pero todo es por un bien global. Por el bien de Rusia. O eso le han dicho…

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BIENVENIDA

¡Hola a tod@s!

Aquí estoy de nuevo, trasteando el FM21, después de dejar a medias la historia de Les Verts por mi ruptura con el FM20. xD Algunos tendrán un  déjà vu con esta historia, pues ya hice un "experimento" previo aunque no llegó muy lejos. En esta ocasión, mientras me acostumbro a la nueva versión del juego y busco equipo (no encuentro uno que me convenza para iniciar una historia), voy a tratar de llegar más lejos con esta aventura, en la que la trama será tan importante como la parte deportiva.

He creado con el editor a dos hermanos gemelos, dos jóvenes delanteros rusos de 16 años, que iremos conociendo más adelante. Evidentemente son dos wonderkid y la gracia de la partida es ver dónde llegan. He creado dos entrenadores, ambos en el paro, pero no tendrán incidencia alguna en la partida y solo estarán para poder seguir a los chavales y ver sus partidos. Aunque son dos hermanos gemelos, el carácter de cada uno es muy diferente y esa será otra de las gracias de la historia, ver si el temperamento afecta a la carrera de cada uno. Para que influya en la partida, he dotado de diferentes valores a algunos atributos de los jugadores, tratando de reflejar el carácter de cada uno de ellos.

Para que los hermanos sean lo más antagonistas posible, les he asignado dos equipos opuestos, el CSKA Moscú (el equipo del ejército) y el Spartak Moscú (el equipo del pueblo). A la larga, esta circunstancia no tendrá valor alguno, si los jugadores se desarrollan adecuadamente y dan el salto a otros equipos. La idea es hacer un post trimestral para ver los progresos deportivos de cada jugador, al menos en principio. Cuando vayan creciendo quizás sea preferible un post mensual, ya veremos... La trama seguirá de forma paralela y puede no seguir el curso de los post trimestrales.

Creo que no me dejo nada en el tintero. Espero disfrutéis de la lectura. ;) 

¡Saludos!

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CAPÍTULO 1

Junio 2020.

Sergei circula entre los verdes bosques de Siberia, casi pasea con su moto de montaña. La nieve ya se fue y puede ver el paisaje que le ha maravillado. Lo observa todo con el detenimiento que el trote del vehículo le permite. Los pájaros abandonan los gigantes abetos a su paso, como si presintieran el miedo que lleva en el cuerpo. Sabe que algo pasa. Las órdenes eran breves pero concisas. Un simple mensaje de texto en el móvil: “Debes llegar al laboratorio antes que Victor”. Más de quince años llegando después del médico. Deja atrás los grandes signos de interrogación en su mente y disfruta del aire puro de la madrugada siberiana. Ha salido antes de tiempo para disfrutar del paseo y para evitar llegar tarde, pues nunca se había preguntado a qué hora solía llegar Victor al trabajo.

Tras la media hora de paseo llega frente a la edificación de acero, que oculta el ascensor a las entrañas de la tierra. El nerviosismo crece proporcionalmente al descenso. Cuando las puertas se abren al laboratorio lo primero que le sorprende es ver el gigante monitor apagado. Era una de las grandes premisas del proyecto: mantenerlo siempre encendido. Las imágenes de los grandes futbolistas de la historia, a los que se habían sumado con los años los Messi, Cristiano, Mbappé, Neymar, Buffon, Ibrahimovic, etc…, siempre llenaban las retinas de los niños. Al menos mientras él estaba allí. La señal de alarma de su cabeza se enciende al instante. Los niños…

Se acerca a grandes zancadas a los dos sillones ergonómicos de piel negra. Están vacíos. No puede ser. Como un poseso empieza a buscar por todo el laboratorio. Todo está intacto, igual que cuando se fue ayer. Sólo faltan los niños y el doctor. De repente el miedo deja paso a otra sensación: angustia. En su cabeza empiezan a formarse de forma muy clara las directrices del proyecto. Sobre todo una. La prioritaria. Sabe lo que tiene que hacer en caso de la desaparición de los niños, sea por el motivo que sea. Empieza a temblar, contra natura. Saca instintivamente su vieja Makarov del cinto pero se ve incapaz de apuntar siquiera. Echa la vista en todas direcciones, hasta que sus ojos se centran en las cámaras web que penden del techo. Se había acostumbrado tanto a ellas que ni siquiera recordaba que existían. Pero ahora las ve, hasta cinco esferas oscuras repartidas por todo el laboratorio. Las siente clavadas en él. Le observan. El mensaje de texto. Ya lo saben, es una prueba, la prueba definitiva de su fidelidad.

─¿Qué ha pasado, Sergei? ─pregunta una voz a su espalda.

El militar se da la vuelta sobresaltado y apunta con la pistola a la cara de Victor. El doctor. Su amigo.

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─¡Eh! ¡Aparta eso de mi cara! ¿Qué ocurre? ─El médico se preocupa al ver el rostro de su compañero, desencajado, como si no estuviera allí con él.

Sergei no reacciona, tan sólo busca soluciones alternativas en su cabeza. Mientras tanto, el doctor revisa los sillones de piel, donde hace unas horas descansaban plácidamente los dos adolescentes. No entiende nada. Nadie sabía de sus actividades, sólo el ejército. ¿Quién ha podido secuestrar a los chavales?

─Victor, apártate de ahí…

Cuando el médico se da la vuelta observa que Sergei sigue apuntándole con la pistola. Ni siquiera ha reconocido su voz, es fría y distante, nada que ver con la calidez habitual del militar. Las dudas parecen haber desaparecido de sus ojos, que ahora son dos agujeros oscuros de determinación. El protocolo era claro. En sus manos dejaron la responsabilidad de un gran proyecto, siente el peso pero no puede permitirse dudar. La mano ha dejado de temblar y el pulso mantiene el arma firme, entre los ojos de Victor. El protocolo es claro. Primer paso: acabar con el doctor…

─Amigo, baja el arma y hablemos ─trata el médico de devolver a la realidad al militar.

─No puedo…

─Soy yo, Victor, tu amigo. ¡Por el amor de Dios, llevamos juntos aquí abajo más de quince años!

─No puedo, amigo… ─El fiel soldado siente cómo las lágrimas acuden a sus ojos pero amartilla la Makarov.

─Por favor, hazlo por mis hijos… ─El médico se arrodilla y suplica piedad con sus ojos.

─Todo lo que hago, lo hago por Rusia, Victor ─dice convencido, mientras tensa el dedo sobre el gatillo.

Los dos amigos dejan resbalar la angustia por sus mejillas. Ambos sollozan con la mirada clavada uno en el otro. Recuerdan buenos momentos, risas, también tristezas y alguna disputa, aunque pocas. Han sido quince años de convivencia diaria. Se conocen mejor que sus respectivas parejas, mejor que sus familias, de las que saben ya hasta el más mínimo entresijo.

─Sergei, te han metido toda esa mierda en la cabeza. No les hagas caso, esto no es por Rusia. Sólo hay en juego dinero y poder. Siempre es lo mismo, dinero y poder. Tú y yo siempre seremos unos simples subordinados, mientras otros vivirán de nuestro sudor. Unas simples marionetas danzando por las manos de los de arriba.

─No puedo, Victor… ─Pero el pulso le vuelve a temblar, primero ligeramente, luego de forma más visible.

─Sí que puedes. Rusia no está aquí, en este laboratorio, sólo estamos los dos. Tú y tu amigo ─El doctor se levanta, viendo la vacilación del soldado.

─No te muevas… ─Las lágrimas nublan los ojos de Sergei y los cierra con fuerza, como si así pudiera borrar todas las órdenes grabadas en su cabeza.

─Por favor, amigo… ─El médico da un paso más al frente.

─No te acerques, Victor… ─advierte el militar después de abrir los ojos. Mira al techo y vuelve a ver las cámaras clavadas en él. La luz roja parpadea en ellas y dice alto y claro: Te estamos vigilando.

─Por fa…

El estruendo seca las palabras del médico. El cuerpo cae inerte al suelo, con los ojos aún suplicando al cielo. Un poco por encima de ellos, un agujero oscuro mancilla el centro de la frente, mientras un hilo se sangre brota de él.

─Lo siento…

Sergei susurra la sincera disculpa, al tiempo que observa el cuerpo sin vida de su amigo. Sabe que no tenía que haberlo hecho, pero es exactamente lo que debía hacer. Se odia, odia a Rusia. La odia del mismo modo en que la ama. Deja caer el arma al suelo y mira con arrogancia a las cámaras que nunca dejan de vigilar. El protocolo es claro. Primer paso, acabar con el doctor; segundo paso, destruir el laboratorio…

Con los ojos anegados en lágrimas coge un extintor y golpea todo lo que está a su alcance. El gran monitor queda inservible, el equipo de vídeo queda reducido a pedazos, los vasos de precipitados estallan, los matraces se hacen añicos… Cuando ha vaciado toda la adrenalina tira el extintor a un rincón y camina despacio hacia una pequeña puerta. Un pequeño almacén se esconde tras ella y saca del interior dos garrafas repletas de combustible para las motos. Rocía de gasolina todo el laboratorio, el cuerpo de Victor y reserva el último chorro para él mismo. El protocolo es claro. Primer paso, acabar con el doctor; segundo paso, destruir el laboratorio; tercer paso…

Rebusca entre los escombros la caja de cerillas, toma una y la enciende, para después lanzarla al aire. En cuanto toca suelo el combustible prende y se enciende el infierno. Recoge la Makarov del piso y la introduce en su boca. Quiere que sus últimos pensamientos sean para Sveta, su mujer, y Dmitry, su hijo. Los recuerda con media sonrisa en los labios. No sabe qué les dirán, cómo les contarán lo ocurrido. Sólo espera que no sufran demasiado. Esos pensamientos resbalan por sus mejillas en forma de lágrimas, mientras la mano le tiembla alrededor del mango del arma. Las llamas alcanzan el cuerpo del médico y empieza a consumirse por la alta temperatura. Se van acercando sin prisa al soldado, pero de forma inexorable, y pone el dedo sobre el gatillo. Antes de apretarlo, cierra los ojos. El último pensamiento es el de su cuerpo envuelto en llamas, junto al de Victor. Nadie volverá a saber de ellos. Dos cuerpos desaparecidos muchos metros bajo la vasta Siberia. Su Siberia. Su Rusia.

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Ya decía yo que el arranque me resultaba extrañamente familiar... Y brillante. 

Hasta donde llegarán estos dos "mejorados"? Ansiosos estamos por conocerlo

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Vamos a ver, que me gusta un buen misterio, con su buena dosis de muertos y eso, pero coño, no hemos empezado la historia y ya nos hemos cargado mínimo a dos :o

A este ritmo, la población mundial en 2050 será de 400 personas, todas ellas aisladas de las demás por miedo a que las maten :help:

Gran inicio, espero poder seguir de cerca las aventuras y quien sabe si la llegada a la vejez de alguno de los gemelos :silb:

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@Javi_Coso

¡Hola, compañero!

Justo, desde 2016. ¿Tienes buena memoria o usas bien el buscador? xD  

¡Saludos!

 

@ruben88fisio

¡Hola, compañero!

Gracias por tus palabras. Espero que podamos llegar mucho más lejos que el otro intento, que me pilló con la historia del Inter a medias y me enganchó más la partida nerazzurra. 

La idea es que lleguen bastante lejos, pues tienen atributos y potencial para hacerlo. Al ser carácteres diferentes, veremos si esto les hace llegar más o menos lejos en su carrera.

¡Saludos!

 

@jdbecerra

¡Hola, compañero!

Cuando escribes, siempre te dicen que el primer capítulo debe sorprender, animarte a seguir leyendo. A ver, ¿qué son dos muertos en medio de esta pandemia? Vete tú a saber los muertos que se esconden bajo las calles de Moscú... xD  Entre la pandemia y esta historia, vamos a hacer el trabajo del malo del libro de Dan Brown, "Inferno". xD 

Esperemos que lleguen a la vejez, si no los mato antes... :silb:

¡Saludos!

 

@dankerlot

¡Hola, compañero!

Como le he dicho al compañero, es una de las bases de escribir novela. Siempre dejar con ganas al lector, siempre dejar preguntas por responder en su cabeza. Si es que sois manipulables... xD 

¡Saludos!

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CAPÍTULO 2

Julio 2020.

El sol desciende sobre la ciudad de Moscú, escondiéndose de las impertinentes miradas de los humanos. El cielo se tiñe de un color anaranjado y las nubes recortan silueta sobre un campo de fútbol amateur. Es un rectángulo asimétrico de tierra, con las líneas de que delimitan el perímetro casi invisibles y tres listones de madera en cada extremo, que hacen las veces de portería. Está vacío, la mayoría de los chavales que juegan allí ya están en sus casas, cenando. Sólo uno sigue con un balón en sus pies. No mide más de metro setenta, una media melena rubia cubre su cabeza y en su rostro, de pómulos marcados, unos ojos azules brillan en la incipiente oscuridad. Se encuentra extenuado pero continúa lanzando faltas directas sobre la precaria portería. Al no tener mallas, debe ir a buscar el esférico tras cada disparo. Pero sigue con el entrenamiento, incansable e impasible al sudor que empapa su camisa.

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─Déjalo estar. Nunca serás mejor que yo en las faltas directas.

No le hace falta darse la vuelta para saber quién es. Vuelve a tirar, con más potencia esta vez, y el balón se estrella en el travesaño con furia, tanta casi como la que siente él mismo. El larguero de madera se tambalea unos instantes y acaba cayendo al suelo. El joven jugador se gira y se encuentra con un calco de él mismo.

─Hola, Ivan.

─Hola, hermanito. ¿Practicando? ─pregunta el recién llegado con una sonrisa en el rostro.

─¿Qué haces aquí? ─responde con brusquedad.

─Tranquilo, Oleg. Sólo he venido a verte. La semana pasada fue tu cumpleaños y se me olvidó felicitarte. No todos los días se cumplen dieciseis años.

─Se te olvidó… Ya… Qué curioso olvidar también tu propio aniversario. Pero yo tampoco te felicité, así que estamos empatados ─escruta los ojos azules, casi gélidos, de su hermano.

─¿Te ayudo? ─pregunta Ivan, haciendo un gesto con la cabeza hacia el travesaño.

─Sí, gracias.

Entre los dos hermanos colocan el larguero en su lugar, olvidando viejas rencillas que nublan sus mentes. Oleg mira a Ivan y cree aún en una posible reconciliación. Trata de borrar de su cabeza recuerdos del pasado, que afloran en ese instante. Cierra los ojos con fuerza, dejando en lo más profundo del subconsciente a su madre y a su padre. Con la portería de nuevo entera, recogen el esférico y se lo pasan entre ellos en silencio, primero con pases cortos y luego con desplazamientos en largo. Cuando la oscuridad les impide seguir jugando se sientan en la tierra y beben agua de la botella de Oleg.

─He firmado por el CSKA ─dice Ivan Serchenko tras un buen trago.

Su hermano no lo puede creer. Cómo ha podido enrolarse en el equipo del ejército, después de lo que le hicieron a su padre. Es increíble. Siente como la rabia le brota de lo más profundo de su corazón. Quiere gritarle, decirle que es un insensato, que no debería jugar con ese equipo, que ya no es su hermano… Pero se calla, se muerde la voz y se traga las palabras. Coge el balón y se levanta para marcharse. La reacción de Oleg no agrada a Ivan. También se levanta y empieza a irse en dirección contraria, pero no puede dejar las cosas así, es más impetuoso y se detiene para hablar.

─Siento que se hayan fijado en mí y en ti no ─dice con soberbia.

─Nunca jugaría en ese equipo… ─contesta el hermano.

─Bueno, tampoco te lo han pedido, ¿no?

─He firmado por el Spartak ─sentencia Oleg Serchenko.

Ivan se siente traicionado. Mira a su hermano con indignación, la ira le nubla la vista. Tira con desprecio la botella de agua al suelo y da dos pasos en dirección a su pariente. Sus ojos azules como el hielo parecen irradiar calor. Los dos se ponen en posición de defensa, esperando en cualquier momento el ataque del otro. Pero no ocurre nada. Ivan sonríe con desprecio y se da la vuelta para marcharse. Tras dar dos pasos, echa la cabeza atrás.

─Oleg, nunca, escúchame bien, nunca, serás mejor que yo.

─Nos veremos pronto, Ivan. El terreno de juego hablará por nosotros.

Los dos muchachos inician el retorno a sus respectivos hogares bajo la noche de Moscú. Los campus de entrenamiento de los dos grandes equipos de la ciudad les esperan, junto a cientos de chavales que buscan una oportunidad en el mundo del fútbol.

Oleg marcha con la cabeza gacha, pensando por qué su hermano ha sido capaz de firmar por el equipo que odiaba su padre. Por un momento había pensado que podrían llevarse bien, pero ahora ve claro que va a ser imposible. Le entristece, aunque pensar en que él también tuvo la culpa en la muerte de su madre le ayuda a tratar de odiarlo.

Ivan se va con la cabeza bien alta, sin comprender el porqué del fichaje de su gemelo por el Spartak. Su padre nunca lo habría permitido. Había venido en son de paz, pero estaba claro que la cortesía nunca podría mediar entre ellos. Cada vez tenía más claro que su hermanito era su Némesis, su gran rival futbolístico, a pesar de que no le llegara ni a la suela del zapato. Además, él fue el culpable de la muerte de su madre, algo que nunca podría perdonarle.

Los dos chicos tratan en vano de dormir esa noche, envueltos en viejos recuerdos y rencillas. Toda la noche en vela, sin siquiera imaginar que todo aquello que creen saber es falso. Ninguno de sus recuerdos es real, tan sólo los de la última semana. Ni siquiera saben que estuvieron juntos el pasado 25 de junio, el día de sus aniversarios. Sólo tienen clara una cosa: quieren ser mejores que su otro gemelo.

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