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El eco de los aplausos en el Ennio Tardini de Parma era un recuerdo lejano, casi un murmullo fantasma que de vez en cuando asaltaba la mente de Giacomo Arzani da Silva. A sus cuarenta años, la agitación del césped, donde había sido un lateral izquierdo modesto pero respetado, había sido reemplazada por la frialdad de una pizarra táctica. El balón que antes obedecía a sus órdenes en el campo, ahora lo hacía solo en los dibujos meticulosos de sus cuadernos. Sentado en su apartamento de Milán, con la ciudad zumbando bajo su ventana, Giacomo contemplaba las cartas de presentación cuidadosamente redactadas. Su Licencia Continental C, recién obtenida en el prestigioso Centro Tecnico Federale di Coverciano, era más que un diploma: era el pasaporte a una nueva vida, una que esperaba que lo ayudara a conectar las dos mitades de su alma. Esa parte italiana, refinada y táctica, y esa otra, la paraguaya, que vibraba en su sangre pero que apenas había tenido la oportunidad de conocer.

Sin embargo, junto a la esperanza, la sombra del miedo se proyectaba con fuerza. Los currículums sobre la mesa eran un testimonio de su ambición, pero también un recordatorio punzante de sus demonios internos. Giacomo siempre había luchado con la derrota. En el campo, esa incapacidad de procesar el fracaso había frustrado más de una oportunidad de dar el salto de calidad fuera de Parma, y lo había carcomido en sus participaciones con la Selección Paraguaya. Dos campañas en las eliminatorias mundialistas nefastas, donde la Albirroja había dado una imagen lamentable, se grabaron a fuego en su memoria, amplificadas por la crítica voraz. Especialmente dolorosas fueron las voces que señalaban a los 'naturalizados' como él. No era por su ego herido; era el eco de la decepción que intuía en su padre, con quien había mantenido una relación a distancia toda su vida. Esa herida profunda de una paternidad ausente en el día a día, marcaba a ambos, y la vergüenza de no haber estado a la altura con la camiseta de Paraguay era un peso que cargaba en silencio.

Un timbre insistente, vibrando sobre la mesa de café, lo sacó bruscamente de sus pensamientos. Era el tono de llamada de su agente, Quinto Cornaggia. Giacomo deslizó el dedo por la pantalla, el corazón latiéndole con una mezcla de ansiedad y expectación.

—Giacomo, ¿está lista esa carta de presentación? La estoy esperando para lanzarla. Tengo ya un par de contactos muy interesados —la voz de Quinto era enérgica, sin rodeos, como siempre.

—Sí, sí, Quinto. La estoy revisando por última vez. Estoy… solo pensando —respondió Giacomo, intentando sonar más seguro de lo que se sentía.

— Pensar es bueno, Giacomo. Pero ahora es momento de actuar. Escúchame bien: vas a tener que estar dispuesto a tomar desafíos, y no me refiero a la Serie A. Las primeras opciones que llegarán a mi escritorio, y por ende al tuyo, serán clubes que estén sufriendo para evitar el descenso, o con grandes problemas económicos. Esa es la realidad para un técnico que, por muy importante que haya sido como jugador, es un novato en el banco. ¿Estás preparado para eso? ¿Para barro y no para alfombra roja?

Giacomo respiró hondo, la imagen de un vestuario desolado de la Albirroja, después de una derrota humillante, parpadeando en su mente. — Tengo miedo, Quinto. Mucho miedo. No solo por la categoría. Me preocupa que el 'peso' de mi historia como futbolista, mi paso por el Parma y la selección incida en que algunos equipos tengan sus reservas. Pensarán que mis aspiraciones salariales serán altas, que vengo de un mundo diferente. Y lo peor, Quinto... que mi falta de experiencia real en el banco termine saboteando mis primeros pasos. Sabes cómo soy con las derrotas. Remontar una carrera con una mala primera experiencia, arrastrando mi nombre y mi pasado, sería… sería demasiado pesado. Justamente por todo lo que te he contado de mi historia. No puedo permitirme fallar de nuevo de esa manera.

La línea se quedó en silencio por un instante, un silencio que Giacomo temió que fuera de decepción. Pero entonces, la voz de Quinto resonó, más firme aún, cortando el aire con la agudeza de un bisturí. — Giacomo, tú piensas demasiado y actúas poco. A un hombre se lo mide por sus acciones, no por sus ideas preconcebidas. El miedo, espanto, horror…se los mira a los ojos, se les sonríe y se los enfrenta con los pies en el barro de las ligas pobres. Olvídate de Parma, olvídate de la Selección. Piensa en tu padre. ¿No crees que él estará orgulloso de ver a su hijo encarar esta etapa nueva, buscar sus revanchas? ¿De verte con la ilusión de, por qué no, dirigir en Paraguay alguna vez? Esa conexión que buscas, esa herida que tienes, se cura con pasos, no con fantasmas.

Giacomo se quedó en silencio al otro lado de la línea, asimilando cada palabra. La mención de su padre y la posibilidad de Paraguay le tocaron una fibra sensible, resonando más allá de la lógica fría de los mánager. Una chispa, algo parecido a la determinación, encendió su mirada. Con una voz que aún sonaba un tanto tentativa, pero con un matiz nuevo de resolución, respondió: — Mira tú mail, Quinto. Te acabo de enviar mi currículum y mi carta de presentación. En cinco idiomas. Vamos a buscar un equipo… en todo el globo.

 

  • Autor

Buenas tardes amigos. Este es un intento mas de escribir una historia, no dejarme golpear por las derrotas y evitar matar la partida. Lo intentaré jugar de manera tranquila y sobre todo, ir dejando mis pasos para que ustedes puedan ir ayudando a Giacomo a crecer como entrenador.

Característica de la partida:

  • Casi todas las ligas europeas cargadas, todas las de Sudamérica y algunas de Asia. La idea es hacer un journeyman.

  • Se juega "mi mundo" y con la skin de MustermannFM. La idea es intentar jugar de manera mas realista, donde primen las estadísticas como factor de medición de calidad y no los atributos. Se busca que el nivel de detalles sea el máximo, por lo que mi computadora parece una turbina de avión.

Ahora, Giacomo verá que clubes se interesan en el y con eso, les traeré novedades del italoparaguayo en búsqueda de la tierra sin mal.

  • Autor

Resumen de Entrevistas y el Llamado Inesperado de Argentina.

El teléfono de Giacomo Arzani da Silva no había dejado de sonar en los últimos días. Quinto Cornaggia, su agente, había movido cielo y tierra, y las respuestas no se hicieron esperar. Nuestro mánager italiano-paraguayo había pasado por un maratón de videollamadas, cada una planteándole un desafío diferente y tentando su ambición de redención:

  • Bryne FK (Noruega): Un reto pragmático y helado en la Segunda División noruega, luchando por el descenso, con barrera de idioma y recursos mínimos. Una inmersión total en la supervivencia táctica.

  • La Equidad (Colombia): La oportunidad de debutar en Primera División sudamericana, con un equipo enfocado en juveniles, pero también peleando el descenso. Una conexión más cercana con sus raíces latinas.

  • Inter de Palmira (Colombia): Un proyecto a largo plazo en la Segunda División colombiana, con menos recursos, pero una visión clara de crecimiento y la necesidad de un compromiso total.

  • Casertana FC (Italia): Un debut Serie C italiana, con la presión de revertir un mal inicio y alcanzar los playoffs de ascenso. Un ambiente conocido para implementar su método.

  • AZ Picerno (Italia): El desafío más arriesgado en la Serie C, levantar al peor equipo del grupo y, contra todo pronóstico, meterlo en puestos de playoffs.

Cada opción era una balanza entre la prudencia de empezar de abajo y la ambición de probarse. Sin embargo, justo cuando Giacomo pensaba que había sopesado todas las posibilidades, una llamada de Quinto cambió todo el panorama.

El Gigante Dormido: Club Atlético Huracán (Argentina)

La noticia lo tomó por sorpresa: el Club Atlético Huracán de Argentina, un histórico del fútbol mundial, estaba interesado en una entrevista. La Primera División argentina, la tierra del reciente campeón del mundo, con una afición pasional y una liga extremadamente competitiva. Giacomo sabía que esta oportunidad era un "favor político" de Quinto, una jugada maestra de su agente para sentarlo frente a un club de semejante calibre, aunque su experiencia en el banquillo fuera nula.

La videollamada con el presidente de Huracán, David Garzón, se realizó al día siguiente. Giacomo, a pesar de sus 40 años, se sintió como un novato en su primer día de escuela. Garzón era un hombre curtido, con el rostro marcado por años de gestión en el fútbol argentino, una mezcla de escepticismo y pragmatismo en su mirada.

Arzani da Silva — comenzó Garzón, su voz grave y sin rodeos, con el inconfundible acento porteño—. Gracias por su tiempo. Para serle sincero, no suelo entrevistar a técnicos sin experiencia en primera. Esto es Huracán, no un club cualquiera. Estamos peleando el descenso, la situación es delicada y quedan pocas fechas. Necesitamos un milagro, no un experimento.

Giacomo asintió, las palabras de Quinto sobre el "barro" resonando más fuerte que nunca. — Lo entiendo, presidente garzón. La situación es clara, y mi falta de experiencia al mando de un equipo profesional también.

Garzón hizo una pausa, sus ojos estudiando cada gesto de Giacomo. — Pero no puedo ignorar su currículum como jugador. Parma, la Selección Paraguaya… usted sabe lo que es la presión de la alta competencia. Y sus credenciales teóricas, su formación en Coverciano… Eso me dice que no es un improvisado, que tiene conocimiento. La pregunta es: ¿Puede trasladar eso al banquillo de un equipo que se está ahogando? ¿Puede manejar el ambiente de una hinchada como la de Huracán, el periodismo argentino, la presión de no caer a la B?

Giacomo se armó de valor. Este era el reto definitivo, lo que ponía a prueba todo su ser. — Presidente, mi vida siempre fue fútbol. Mi formación en Italia me preparó para la estrategia y la organización. Sé lo que es la presión. Y sé que este equipo, con un trabajo táctico intenso, una defensa férrea y un orden que hoy quizás no tiene, puede revertir la situación. No vengo a prometer milagros, sino trabajo y método.

Garzón no sonrió, pero su expresión se suavizó un ápice. — Bien. Escuche, vamos a tomarnos un tiempo para evaluar. Es una decisión muy importante. Mientras tanto, me gustaría que, si sigue interesado en nosotros, deje de buscar otras opciones. Esto sería una apuesta muy fuerte, para usted y para nosotros.

Giacomo dudó. Tenía ofertas concretas en Italia, oportunidades seguras para empezar. Pero la idea de debutar en la Primera División de Argentina, el país de Messi, el campeón del mundo, era una llamada que superaba cualquier precaución. Era el tipo de escenario que, de salir bien, escribiría su nombre en los libros.

Presidente  — dijo Giacomo, la voz un poco más firme de lo que esperaba —, mi interés es genuino. Entiendo la importancia de esta espera. Dejaré de buscar otras opciones mientras esperamos su respuesta. Es una oportunidad que… que no se presenta todos los días para un profesional novel. Es el sueño de cualquier técnico.

La llamada finalizó. Giacomo colgó, su mente en un torbellino. Había aceptado la condición, había puesto todas sus fichas en una mano arriesgada. Había dejado pasar las ligas menores de Noruega y Colombia, e incluso la familiar Serie C italiana, por la posibilidad de un debut de ensueño... o una caída devastadora. Ahora, solo quedaba esperar la decisión del "Globo".

 

  • Autor

 El Sí del Globo y el Inicio del Proyecto 2024

La espera después de la entrevista con Garzón fue, para Giacomo, una tortura. Cada minuto parecía una hora, cada sombra en su apartamento, un fantasma de sus fracasos pasados. Había rechazado ofertas más seguras en Europa, había dejado en suspenso su anhelo de conocer el fútbol colombiano, todo por la posibilidad de dirigir en el país campeón del mundo. La apuesta era alta, quizás temeraria, pero la voz de Quinto resonaba en su cabeza: "A un hombre se lo mide por sus acciones, no por sus ideas".

La llamada decisiva llegó a primera hora de una mañana fría de finales de noviembre, cuando la Serie C italiana ya estaba en plena ebullición y el fútbol sudamericano se preparaba para cerrar el año. El número de Quinto Cornaggia apareció en la pantalla, y Giacomo sintió un escalofrío que le erizó la piel.

Giacomo… Prepárate para el fuego, amigo — la voz de Quinto sonaba inusualmente solemne, pero con un matiz de triunfo —. Huracán ha dicho sí.

Un suspiro de alivio, mezclado con un temor helado, escapó de Giacomo. —¿Huracán? ¿Estás seguro? Pero ¿y mi falta de experiencia? ¿La situación del club?

—El presidente ha sido convencido. Mis favores políticos del pasado han rendido frutos, sí, pero también tu discurso, tu conocimiento del juego y tu ambición —explicó Quinto —. No te voy a mentir, la directiva está haciendo una apuesta enorme. Y tú vas a tener que justificarla con cada decisión, cada entrenamiento, cada punto.

 Quinto procedió a detallar las condiciones del acuerdo:

  • Sueldo Mensual: USD 13.000, una cifra modesta para la Primera División argentina, pero un buen inicio para un técnico novel.

  • Presupuesto de Fichajes: USD 600.000. Una suma considerable, pero que en el mercado argentino no permitiría grandes lujos, exigiendo ingenio y ojo clínico.

  • Presupuesto de Sueldos: USD 522.000. Limitado, lo que forzaría a Arzani a construir un plantel con equilibrio, sin grandes estrellas.

  • Condición: Trabajar en estrecha colaboración con el Director Deportivo actual, Daniel Vega.

  • Visión: La directiva era ambiciosa. El objetivo no era solo evitar el descenso, sino acabar en la parte alta de la Liga Profesional. Una meta que, para un equipo recién salvado y con un técnico sin experiencia, sonaba casi utópica.

Giacomo escuchó atentamente, la complejidad del desafío pintándose con claridad en su mente. Era la oportunidad de su vida, pero también un salto al vacío. La parte racional le gritaba que la Serie C italiana era más segura, que podía construir una carrera paso a paso. Pero la otra parte, la que anhelaba redención y conexión con sus raíces latinoamericanas, la que había sentido el aguijón de las críticas y la distancia con su padre, le imploraba que aceptara.

Acepto, Quinto — dijo Giacomo, con una voz que, por primera vez, sonaba plena de convicción—. Dile a Huracán que Giacomo Arzani da Silva es su nuevo entrenador. Estaré allí a principios de diciembre para empezar la pretemporada.

Así, contra todo pronóstico y a finales de noviembre, el Club Atlético Huracán anunció la contratación de Giacomo Arzani da Silva como su nuevo director técnico. La noticia cayó como una bomba en el ambiente futbolístico argentino. Un ex-jugador de Parma, un naturalizado paraguayo, un técnico sin ninguna experiencia en el fútbol profesional, al frente de un club histórico. Las redes sociales y los medios explotaron con escepticismo y preguntas. La mayoría no entendía cómo un hombre así había llegado al banquillo del "Globo".

Pero Giacomo sabía la verdad. Parte de esa llegada se debía a la astucia de Quinto Cornaggia. Pero otra parte, y la más importante para él, se debía a su propia audacia. Ahora, la carga recaía sobre sus hombros. Tendría que ser extremadamente creativo no solo en la cancha, sino también en la sala de prensa, para justificar una contratación que muchos ya calificaban de locura. El proyecto 2024 de Huracán comenzaría de cero, y Giacomo estaba listo para mancharse los pies en el barro, tal como Quinto le había exigido. La redención comenzaba en Parque Patricios.

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