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Mundial de Relatos.

Respuestas destacadas

  • Autor

Una historia ya es un relato. Para escribir un artículo, ya tienes la revista.

Pero y ningún tema en especial o alguna espcificación?. O quien es nuestro rival, nada de eso?

  • Autor

El rival será, todo aquel que se apunte. Y el tema, el que quieras, donde la imaginación te lleve.

  • 2 semanas más tarde...
  • Autor

Hueones culiaos gilipollas putotehs, enviarme los putos relatos de una puta vez.

Saludos.

Me apunto. En cuanto me lea las reglas, pienso en algo...xD

Me apunto. En cuanto me lea las reglas, pienso en algo...:P

A los relatos de Salva y de bakanly se une el mío.

Enviado. ¡Y animaos, coño! :P

Editado por Shircko

  • Autor

Si, ya hay dos relatos, el de Shircko y Salva.

El mío todavía esta en fase beta.

Espero hacer algo este fin de semana o el que viene. Lo siento por la tardanza.

  • Autor

Da igual. Tu si puedes escribes algo, sino, no pasa nada.

Editado por bakanly

  • 2 semanas más tarde...
  • Autor

Bueno, viendo la vista de la gran alegria que supuso este mundial, pongo las dos obras que se han mandado para que se vote la mejor.

Solo se puede votar una, y hay que dar una razón. Gracias.

salva_bs v/s Shircko.

Carolina by salva_bs

Cada mañana me levanto a regañadientes, como todo el mundo, esclavo de la rutina.. A continuación, me doy la habitual ducha fría, desayuno, me cepillo los dientes y salgo de casa. Llego a la parada del autobús, y al ver que quedan cinco largos minutos para que pase el transporte, enciendo un cigarro, cinco minutos de fuego, como diría un anuncio de una conocida marca española de tabaco. Como cada mañana, está a mi lado el hombre trajeado y ojeroso al que el maletín le pesa más que un domingo sin fútbol, esperando, con la vista perdida en el horizonte.

Al subirme al bus, veo las mismas caras de casi todas las mañanas. La mujer sonriente que se baja en la parada de la oficina de correos, el hombre rechoncho que degusta cada mañana el mismo tipo de dulce, o el triste treintañero, que, como todas las mañanas desde hace unos cuatro meses, se dirige a la oficina de empleo. Y finalmente, allí está ella. Pese a no conocer su nombre, he decidido llamarla Carolina, pues tiene alma de aventura, de rebeldía, de peligro. Cada mañana procuro que nuestras miradas se crucen, pero cuando sucede, es sólo durante escasos segundos, y siempre dudo de que ella lo haya advertido.  Sus ojos son penetrantes, estrellas diurnas que resplandecen con todo su fulgor, de las que no consigo apartar la vista. Una vez me senté a su lado, pues no quedaban plazas libres, y, a decir verdad, nunca había estado tan nervioso. Percibía el suave aroma desprendido de su pelo, eterno paraíso, o el calor que contagiaba su cuerpo al mío. Ese fue el viaje más largo de toda mi vida, quince inmortales minutos, en los que mi mente, perdida entre los nervios y la imaginación, sabiendo que algunas palabras son difíciles de encontrar, buscaba la frase perfecta, con que sorprender a la desconocida hipnotizante. Me sudaban las manos, mis rodillas temblaban. Sin embargo, el único fruto que surgió, fue un soso “claro” para contestar el deseo de la chica de salir del lado ventanal para abandonar el bus.

Cada mañana la veo, y si no, al día siguiente aparece con un pañuelo en la mano y la nariz enrojecida. En todos estos viajes, mi imaginación echa a volar al tiempo que mis ojos se clavan en ella. Imagino escenas en las que nos conocemos, por ejemplo un accidente de tráfico, y yo soy su salvador, o un día en que no tengo suelto para pagar el transporte y ella accede a prestármelo. A partir de ahí, la invito a cenar una noche, dos, tres, y la llevo al restaurante más exótico de la ciudad, donde nos contamos nuestras efemérides, o mejor,  donde comenzamos a entablar un perpetuo romance. Me imagino a los dos juntos, cogidos de la mano, vagando por el paseo marítimo de una ciudad tan bella como es Cádiz, o por los nevados bosques de los Alpes. Me imagino alcanzando la posible felicidad a su lado, o estando arrodillado enfrente de ella con una cajita roja, en la que hay un diamante incrustado en un anillo, simbolizando nuestro amor, a continuación, ella da brincos de alegría, sembrando mi cara de besos, mi cuerpo de abrazos, y mi mente de te quieros. Me imagino también la boda, ahora la veo vestida de blanco, radiante como el sol, los labios rojos, o esos ojitos verdes, lúcidos de alegría, y cómplices de su desmesurada belleza. Carolina “in my mind” como diría una canción de James Taylor, o “…la dulce niña Carolina, no tiene edad para hacer el amor...” como diría otra de un grupo murciano. En fin, se me pasan por la mente las ideas más bonitas y fantásticas que se le puedan ocurrir a uno. Ella conociendo a mi madre y a mi padre, o nuestros hijos conociendo a sus abuelos.

Sin embargo, hoy al verla, diviso dos caras extrañas a su lado, un apuesto joven, de su edad más o menos, y un crío en los brazos de ella. Ahora advierto la dorada alianza que lleva en uno de sus dedos, al igual que él. En ese momento, mi imaginación da un vuelco y duerme, mi estómago se revuelve, no sé si estoy en un bus, o en una nube tormentosa. Me conquista la desagradable impresión de que todo el mundo me esta observando. Comprendo que ella tiene su vida, y que mi imaginación me la ha jugado, como tantas otras veces.

Velando El Sueño by Shircko.

Pasan cuatro horas de la medianoche. Dormiste tres horas profundamente. El sueño corto e intenso del que nada debe y del que nada espera. Tu descanso es el mío. Llego a la conclusión más absurda posible: te quiero y no espero nada a cambio. Ya lo sabía. Poco consuelo para el que busca en su interior conclusiones novedosas que la situación requiere. Triste vanidad la nuestra. Nada te debo porque tú nunca esperaste nada de mí. Concluyo también que no sólo de la mala conciencia padece el hombre. La buena, la del deber cumplido desinteresadamente, puede doler más.

Me doy cuenta que mirándote mecido a los brazos de Morfeo soy mejor persona. Asumo también, que observándote en tu sueño, ausente, soy consciente de lo que puedo llegar a quererte. Apenas un metro me separa de ti, con la frialdad tierna del que duerme y pierde la noción del tiempo y el lugar, y por ende, de la compañía, siento que he aprendido de golpe a valorarte por lo que eres y por lo que me haces ser. La luz tenue y ámbar de la entrada deja entrever tu figura. Se respira intimidad forzada, sosiego maldito en el hostal de los enfermos. Sigo comunicándome contigo, pero tú sigues en tu merecida pausa, ajeno a todo. Siento que nunca estaré tan cerca. Tu inconsciente ausencia me remueve el estómago unos segundos. Respiro profundamente y maldigo la dependencia mezquina, cruel y a destiempo del que aprende a necesitar a la fuerza. ¿Por qué será que sólo nos acordamos de Rita cuando llueve?. Más allá de la sangre, me une a ti la normalidad rutinaria de tu presencia. Siempre he sabido quién eras, qué clase de persona has sido, eres y serás, y dónde podía encontrarte. Siempre ha sido así y así debería seguir siendo. Bendita monotonía del despreocupado. Veo tu vena conectada a un suero vulgar, frío, como tantos otros…y te siento desubicado, duele y tira la sangre, fuera de sitio, en un lugar donde no deberías estar si la vida fuese justa y el destino no fuera para ti un esbozo escrito plagado de desencantos...

La nostalgia puede ser una buena aliada cuando se nos presenta acompañada de la necesidad de recordar y no del anhelo de olvidar. Precisamente los recuerdos contigo son los que te reubican en la cotidianidad de mi vida. Encuentro un motivo valiente. Acepto la situación, tu nuevo rol y mi nuevo papel. Respiro hondo, mi cuerpo vuelve a templarse, el tenue ámbar que antes intuía tu figura y te perfilaba el rostro con la crueldad del paciente anónimo se torna en un ámbar que acaricia tu cara y se convierte en el color de la oportunidad del semáforo que reta al peatón; en nuestra mano está cruzar en cuanto asome el verde esperanza o esperar, con el resignado espíritu del paciente abatido, a que sea el macabro destino el que coarte nuestro caminar y decida por nosotros. Crucemos. Arriba un cielo ennegrecido amenaza tormenta. Atrás ha empezado a chispear. No tendría sentido darse la vuelta. No habría tiempo para ello. Bostezo y asiento para mis adentros con orgullo y hombría, con la valentía del soldado inexperto que recibe su primera orden en el campo de batalla. Sin discernir entre la delgada línea que separa al iluso del entusiasta, cambio de postura, trago saliva y me abandono al sueño obligado del que espera el nuevo día. Trataré de conectarme al tuyo, intentaré de alguna manera u otra contagiarte el optimismo del que se resigna a izar la bandera blanca sin haberse enfrentado cara a cara al enemigo antes. Le venceremos, porque somos más y mejores, y porque nuestra lucha es justa. El enemigo se alzó primero. Vamos a pararle los pies, eliminémosle con la misma dureza con la que él se ha rebelado. Le ganaremos y con su huída volverá nuestra rutina, la bendita monotonía del que nada debe y del que nada espera.

Y eso es todo, gracias a los participantes.

Lo mismo te lo chapan :P

Voto a shircko, ninguno de los dos relatos me apasionan, pero me gusta como esta redactado.

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