Jump to content
FMSite en modo aplicación

Una mejor manera de navegar. Saber más

Football Manager Español - FMSite.net

Instala FMSite en modo App en tu dispositivo para mejorar la experiencia, recibir notificaciones nativas, premios y más!

Para instalar esta aplicación en iOS o iPadOS
  1. Tap the Share icon in Safari
  2. Scroll the menu and tap Add to Home Screen.
  3. Tap Add in the top-right corner.
Para instalar esta aplicación en Android
  1. Tap the 3-dot menu (⋮) in the top-right corner of the browser.
  2. Tap Add to Home screen or Install app.
  3. Confirm by tapping Install.

Taller de Literatura

Respuestas destacadas

  • Autor

Te equivocas,yo me lo leí xD,y ahora vamos a "criticar":

Me gusta el estilo, pero tienes que pulir algunos detalles, como por ejemplo utilizar de vez en cuando alguna frase más larga, que diga lo suficiente como para que el lector esté deseando saber que pocas palabras vienen antes del punto.

Otro tema son las faltas de ortografia o algun error pequeño con alguna palabra...pero eso no tiene importancia ninguna, sinceramente.

Después creo que abusas del "Jake,el,el,Jake,Jake...". Se sabe perfectamente que te refieres al protagonista sin tener que estarle nombrando,directa o indirectamente.

Y poco más se puede decir...me gusta el posible "argumento" con esa desaparición repentina de la realidad que Jake dice conocer. Amnesia? Magia? Retraso mental agudo? realidad paralela?...me gusta que en el primer capitulo se me plantee una duda como lector, que me lleve a querer leer el resto para aclararlas :banani

P.D. Me acabo de acordar que tenia que escribir unas cosillas para ti...se me olvidó xD. A ver si hoy por la noche lo hago.

Un saludo

Ya te dije, me he criado con las influencias de Scott Card (La saga de Ender, ¿suena?) y de Wilson (Testigos de las estrellas, Mysterium (me encantó, me fascinó, me chifló) y muchas más) y ellos son autores de frases muy cortas, concisas, aunque sí, quizás tenga que pulir eso y currarme un poco más la frase.

Faltas de ortografía... eso me ha dolido como una patada en los huevos. ¿Faltas? ¿Dónde? Si siempre me he caracterizado por una ortografía magnífica... :banani

Y sí, en eso sin duda que fallo. Pero poco a poco lo voy mejorando y voy nombrando menos al sujeto.

Ahora pongo el segundo capítulo que lo hice esta tarde. Has acertado en una de esas ''predicciones''' xD xD

PD: A ver si me llega un día de estos xD xD

Capitulo 2. Trabajo.

     Estaba nervioso. El salpicadero de aquella roñosa camioneta azul que tantas veces había visto partir de pequeño y en la que ahora se sentaba, hacía ruidos bastante molestos y que aumentaban aún más las ganas que tenía por llegar a su nuevo lugar de trabajo. Allí, en Gold Lake, los jóvenes a los que no se les daba bien los estudios, eran destinados al Centro de Investigación de Gold Lake, situado, como su nombre indica, en aquella ciudad. Cuando terminaban los estudios obligatorios de secundaria, los alumnos menos aventajados, por nombrarles de alguna manera no ofensiva, eran reclutados por un profesor y educados en la reparación de todo tipo de artilugios mecánicos. Muchos bromeaban con que algunos de ellos debían proceder del mismísimo espacio exterior por su rareza arquitectónica. A Kane eso le fascinaba. Criado por su madre solitaria, lo único que recuerda de su padre es verle partir, una mañana fría de invierno, en aquella camioneta azul hacia la Reserva para trabajar. Quien era mandado allí, pocas veces podían volver, y las cartas que podían mandar eran bastante pocas, y debían ser muy escuetas. Gold Lake era una ciudad prácticamente fantasma. Una ciudad que hasta hace unos 20 años no existía en los mapas de los Estados Unidos de América, pero de que buenas a primeras, fue creada y puesta a las afueras de Connecticut. Casas de color pastel prefabricadas, árboles jóvenes y aún atados, intentando echar raíces, un gigante centro comercial donde se reunía toda la actividad de la ciudadanía, y los edificios de la Centro de Investigación de Gold Lake, que se reunían apelotonados dentro de una verja eléctrica que los rodeaba.

Aquellos edificios eran la razón de la implantación de aquella ciudad, que recibía su nombre por un lago que pocos creían que existía. El profesor de Kane decía que era una especie de marisma. << Tiene su lógica >> pensó << tampoco existe una ciudad >>. Las interminables llanuras repletas de pequeños arbustos y de aquellos árboles jóvenes hacían de esta una ciudad seca, sin vida. Y hacían de los edificios de investigación lugares aún más misteriosos y siniestros. Si bien es cierto que a allí se dirigen cada año una camioneta que traslada a nuevos reparadores, nada se sabe de en qué gastan su tiempo allí, o qué tema tratan los científicos que allí se encuentran. Sólo se conoce que está bajo los gastos federales, y que lo que allí encierran es de alto secreto. En los últimos años Gold Lake ha sido centro de reunión de muchos ufólogos, creyendo que allí se tocan los temas alienígenas, y que muchos de los científicos que llegan a esa base militar proceden de la Base militar a las afueras de México, conocida como el Área 51. Los simples reparadores se jugaban la vida en aquellos trabajos; no todos lograban entrar. Quizás un simple rumor, pero que argumentaría muy bien el hecho de que cada año se lleve a 10 nuevos reparadores, dice que no todos llegan a entrar a trabajar, y que quizás los que entran, pese a tener una vida bastante restringida, son los que corren suerte en esa situación. Kane daba un repaso a su vida mientras el conductor de la camioneta intentaba sortear los baches que encontraba en su camino. Un cartel le hizo volver al mundo real. Un cartel que rezaba: << TERRITORIO PRIVADO PERTENECIENTE AL GOBIERNO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA >>. Por lo tanto, al pasar de ahí, ya era alguien especial. Un privilegiado.

La furgoneta se paró ante un edificio pequeño, de ladrillo color amarillo que le hacía parecer una construcción de la época victoriana. Allí un militar hizo el ademán de que se bajasen todos los reclutas nuevos que llegaban. El conductor intercambió unas breves palabras con él, quizás lo típico que cada vez hace, y se alejó. Con indumentaria militar, lo que le delataba, y aspecto serio, se puso ante los chicos.

- ¡Firmes! –gritó mientras él mismo se ponía invariable- Vosotros diez sois los posibles nuevos reparadores de la Centro de Investigación de Gold Lake. Debéis sentir un tremendo orgullo al tener esta tremenda oportunidad. A continuación, cinco de vosotros seréis elegidos y destinados a vuestros nuevos puestos de trabajo, donde os designarán una función que deberéis cumplir por los próximos diez años. Los otros cinco que queden fuera, deberéis seguir al soldado Myers, quien os dará una nueva identidad, con la que viviréis por el resto de vuestras vidas –el ¿soldado? Brooks, como indicaba la pequeña chapa de su camiseta, prosiguió diciendo los cinco nombres de los elegidos, ante la atenta y atónita mirada de los chavales, que apenas podían asimilar la información- Las personas que nombre, que den un paso al frente. Ian Carlton. Drake Parker. Jeff Hill. Josh Bowen. Kane Graff. Vosotros, seguidme. Los demás, dirigíos hacia el oeste, donde os encontraréis con el soldado Myers.

Había sido elegido. Kane sonreía levemente, siempre sin perder el porte serio y firme que exigían por esos lares. El señor Brooks les introdujo en una pequeña habitación oscura, sin mesas ni sillas. Sin nada, totalmente vacía. Indicando la ruta a cada uno, se fue por el mismo lugar por el que había llegado, y dejó a los cinco jóvenes mirándose entre sí, asombrados. Nunca habrían pensado que aquello fuese de esa manera. Tan fácil. Tan extraño. Tras unos segundos de incertidumbre y silencio, todos volvieron en sí y se dispusieron a dirigirse a allá donde les habían dicho. Volvía a sonreír levemente: su destino era el edificio principal del Centro de Investigación de Gold Lake.

Mientras caminaba por uno de los caminos de piedras que hacían el ademán de decorar el entorno de los tristes edificios, pensaba en qué sería lo que le depararía su trabajo. ¿Extraterrestres? ¿Viajes al centro de la Tierra? ¿El conocimiento de la mente de Dios? La puerta automática se abrió ante sus ojos. Aquel era el principal edificio de Gold Lake, donde se suponía se tocaban los temas más candentes. Los más importantes. O quizás sólo uno, quizás sólo el más importante. Su primer paso en el interior fue bastante accidentado. Había chocado con un hombre de mediana edad que corría con su maletín, el cual por suerte no se abrió.

- Lo siento –se intentó excusar Kane- Lo siento mucho.

- No pasa nada hijo –le tranquilizó aquel hombre- Tú… ¿eres nuevo aquí, no? ¿El nuevo reparador de los ascensores?

- Pues… me acaban de mandar, sinceramente no sé qué es lo que haré.

- Ah, tranquilo, tranquilo… hoy mismo te dirán lo que tienes que hacer –dijo el hombre mientras por fin se reincorporaba- Si eres el nuevo tipo de los ascensores, debes ser bastante especial.

El hombre se recuperó, y sacudiendo sus rodillas con las palmas de las manos, se fue con prisa hacia donde se dirigía. Kane se quedó pensando, en estático, sobre aquel hombre y sus ascensores. << ¿Reparar ascensores? ¿Eso es lo misterioso de este sitio? Quizás todo sea un invento más de la gente… >> Dio un paso más, y una joven chica le sonrío y le hizo gestos para que fuese hacia ella. Con curvas suaves y formas marcadas, le extendió la mano a Kane.

- Hola, soy Britanny Miller –se presentó hacia la cara de sorpresa de Kane- Soy tu profesora.

- Mucho gusto…

Las babas hacían una carrera bajo el labio inferior de Kane con el objetivo de ser la más rápida en llegar al mentón del joven chaval, que asombrado seguía observando la belleza deslumbrante de la joven muchacha. Además, sería su profesora. << Si son ascensores… ¡al menos es con ella! >> pensaba el chico. Britanny le señaló el camino, y con ella delante, Kane la siguió… y con mucho gusto. Subieron unas cuantas escaleras y llegaron a una puerta. Tras esa puerta, unos increíbles mecanismos se elevaban hasta alturas de verdadero vértigo. Un amasijo de hierro y metal servía de pilar para subir y bajar todos aquellos ascensores. De cada uno de ellos salía una extraña luz brillante, en algunos amarillos, en otros rojos, en pocos verdes. Se alcanzaba a divisar en cada uno un paisaje diferente cada vez que se abrían. Palmeras en plena playa. Inviernos nevados. Lluvia veraniega tranquilizadora y reconfortante. También se llegaba a ver, desde su situación, las diferentes personas que llegaban o salían de ellos. Enchaquetados, vestidos con vaqueros, hombres mayores, mujeres de mediana edad, jóvenes. Con maletines, papeles, sin nada, con lo puesto… Kane no daba crédito a todo aquello que veía. Habría allí como mínimo 20 ascensores, y todos ellos parecían dar a un destino distinto. Se percató de un ascensor que estaba llegando a la especie de estación en el que había un joven de pie, inmóvil, y otro chico de rodillas, con cara de velocidad y susto. En la parte inferior, aún más debajo de donde estaba situada la puerta por la que habían entrado hacía poco, se encontraban 4 científicos vestidos con bata blanca pulcra con sus manos sobre unos tremendos ordenadores que formaban parte de aquel amasijo de hierros y luces electrónicas. Poco observador se debía ser para ver que aquello no era normal. No era algo propio del ser humano. La chica, al ver la cara de incredulidad que tenía el joven, creyó oportuno resumirle brevemente qué era aquello ante lo que se encontraba. Era algo mucho más complejo y que aún nadie había sido capaz de averiguar exactamente, pero probablemente esas palabras que diría sería lo que más cerca estarían a la realidad. A la verdad:

- Este es el legado de Dios en el Planeta Tierra.

Editado por PioPio

Puuuufffff Pio, excelente!!!! Quiero el 3er capitulo YA!!!!...

La verdad, muy buena forma de narrar, muy atrapante. Además, las movidas estas misteriosas me encantan.

Aplausos para vos.

Saludos

:o

Capitulo 3.

    Jake se encontraba más perdido que aquella vez que se vistió de Darth Vader para acudir a una convención de Star Trek. Ese fue el último día de su historia con amigos. Sin embargo, aquella voz que salía de la oscuridad de un callejón, a la vez que le ponía aún más nervioso, de algún modo le reconfortaba, le hacía sentir más cerca de casa. Tras unos segundos en silencio, un joven salió de entre las sombras y rápidamente le puso la mano sobre el hombro:

- ¡Jake! –exclamó con agrado- ¿Qué haces por aquí?

- Tú…

Cabizbajo y en su mundo, difícilmente se quedaba con alguna cara que otra, por lo que esta vez no era diferente. Intentaba recordarle mirándole a los ojos, de color azul claro. La cara en general era bastante característica: ojos claros, nariz redondeada, boca casi torcida, orejas pequeñas, y un extraño pelo color marrón que recorría la frente de aquel muchacho, que sin duda parecía conocerle a él. Su cabeza maquinaba a marchas forzadas para acordarse de dónde o de qué lugar le conocía. Porque, aunque no recordase eso, tenía claro que aquel joven le era familiar. Después de varios instantes de agotador intento de recuperación de la memoria, Jake se dio por vencido.

- ¿Quién eres? –preguntó.

- ¡Vamos! –los brazos formaban una especie de arco, como preparados para abrazarle- ¿No me recuerdas?

- Si te recordase… -Jake estaba a punto de demostrar el por qué de sus malas relaciones sociales… o al menos costosas- no te estaría preguntando.

- ¡Ah cierto es! –reía estrepitosamente- Soy Matt, ¿me recuerdas?

- ¿Matt…?

Un nombre era un avance. El pequeño gusano de la cabeza de Jake trabajaba en la sección de memorias intentando buscar a alguien que respondiese por ese nombre. Le gustaba pensar que, allí arriba, en la soledad de su cabeza, de su mente, se encontraba un pequeño gusano que era el que se afanaba en pos de encontrar lo que necesitaba. En cualquier ocasión, en cualquier momento. Le podías pedir a ese gusano tuyo que te ayudase, porque él siempre estaría ahí. Archivos y papeles se acumulaban sobre su gusano, que desesperadamente intentaba buscar a ese tal Matt… hasta que la luz se hizo. Matthew Holmes, chico de aproximadamente… edad joven, que tenía alquilado el piso contiguo a su casa desde hacía unos meses. Casi todos los días se lo cruzaba por la calle de camino al Campus. Él no iba. No sabía nada de su vida, tan sólo que siempre llegaba a altas horas de la madrugada con su Chevrolet arcaico y descolorido, cuyo motor pareciera pedir la pena de muerte cada vez que subía una cuesta con cierta pendiente.

- Sí, ya te recuerdo. Tú eres mi vecino, Matthew.

- ¡Exacto! ¿Te ha costado, eh?

Su coche no le hacía justicia. Matt demostraba ser un chico hablador, simpático, muy social y fácilmente amigable. Algo que le parecía muy extraño a Jake, pues siempre recordaba haberle visto completamente sólo, sin amigos ni novias. Se iba temprano por la mañana y volvía bien entrada la noche. Era un tipo misterioso, como aparentaba serlo él. Tras los recuerdos referentes a su vecino, volvió a la inquietud de saber que no estaba en su lugar. Nadie le recordaba y su familia había desaparecido. Se acordó súbitamente de lo que le había preguntado en primera ocasión << ¿Qué haces tú por aquí? >> ¿Por aquí?

- Matt… -no estaba para nada seguro de si la pregunta que iba a formular tenía un mínimo de coherencia, pero tenía que hacerla- ¿dónde demonios estamos?

- ¿Con que ya te has dado cuenta, eh? –bajó los brazos y se preparó para explicarle de la manera más simple posible aquello a Jake- Estamos en otro mundo –sí, quizás demasiado simple.

- ¿¡En otro mundo!? –gritó alterado, lo que hizo atraer las miradas de algunas personas que pasaban por allí, bien fuese haciendo ejercicio o paseando al perro.

- Quizás te lo haya soltado muy de golpe… -ahora era el gusano de Matt quien trabaja a marchas forzadas para explicar todo lo que él sabía, todo lo que le había costado aprender años y años- Veamos, te intentaré aclarar todo, pero tendrás que escuchar atentamente.

- Por supuesto –asintió con la cabeza.

- Trabajo para la Compañía CIGL, siglas de Centro de Investigación Gold Lake. Probablemente no te suene ese lugar… porque en tu mundo no existe. Hará unos 25 años, un anciano granjero que vivía a las afueras de Connecticut hizo el descubrimiento más importante de la historia de la humanidad. Mientras cumplía con su rutina diaria, se encontró un pequeño artefacto esférico debajo de la estéril tierra del lugar. Apretó un círculo de color verde que brillaba en el centro, y después, en cuestión de segundos, salieron de la nada 5 edificios que parecían sacados de cualquier película de ciencia ficción –Jake permanecía absolutamente callado. Quizás escéptico- El gobierno rápidamente puso sus manos en aquellas raras construcciones, y para no llamar la atención, los camuflaron con ladrillos normales y corrientes. Miles de científicos pasaron por aquellas instalaciones durante las siguientes semanas, pero sólo uno averiguó, o quizás fue el único que se atrevió, a decir qué era aquello. El Dr. Evans Hawkins formuló una pregunta que aún investigan muchos hoy en día, en esas investigaciones: ¿Qué haríamos con la mente de Dios?

- ¿La mente… de Dios? ¿Qué diablos significa?

- Hawkins pensaba que aquel artefacto circular que había encontrado un pobre granjero de las afueras de Connecticut era, de alguna manera, un mensaje de Dios. Algo que él mismo, o eso mismo, había colocado en aquel lugar. ¿Para protegernos? ¿Para enseñarnos el camino? Nadie lo sabe –dejó rápidamente el tono misterioso con el que había contado la historia para pasar a un tono despreocupado- ¡Incluso quizás Hawkins simplemente desvariaba! Lo que sí es cierto, es que lo que hay dentro de esos edificios, es bastante sorprendente.

- A ver –a duras penas podía con tanta pesquisa, pero intentaba hacerse a la idea para enunciar una pregunta adecuada- ¿por qué este no es mi mundo? Hoy me desperté como cualquier otro día, con mi familia en mi casa… ¿entonces, dónde estoy? ¿Y mi familia?

- Hay muchos mundos en un solo planeta. A distinta hora, a distinta época, y sobre todo, a distintas decisiones. El edificio principal del CIGL recrea todos esos mundos. Que existen, claro, pero que no son los nuestros, aún más seguro. Sin embargo, desde el mismo día del descubrimiento de la sala principal de los ascensores, también descubrimos que alguien… o algo, intenta destruir el mayor número de mundos. Y con ellos, las personas que habitan en él.

- Insinúas –sabía que no lo insinuaba, pero es la típica frase que debes decir para intentar aferrarte a lo que más quieres- ¿qué mi mundo ha sido destruido?

- También era el mío… de cierta forma.

De rodillas sobre el duro cemento de la acera, la cual ya ni reconocía, Jake se agarraba fuertemente las piernas, como intentando rasgar sus vaqueros. Le vino a la cabeza todos aquellos momentos agradables con su familia; de pesca con su padre, peleándose con su hermano, agradando a su madre para sacarle algo de dinero. Todo aquello que, finalmente, no vale nada. Absolutamente nada en este nuevo y solitario mundo. Matt seguía de pie, observando como las lágrimas oscurecían, puntito a puntito, el cemento gris de la calle. Esperó un poco hasta que se levantó del suelo.

- Hey Jake, quizás te sirva de consuelo el saber que yo siempre he estado sólo –intentó consolar.

- Es más duro haber tenido algo y perderlo, que nunca haber tenido nada.

Matt sabía que tenía razón, pero eso no restaba importancia a la dura infancia que había vivido. Burlas de los compañeros de escuela, maltratos por parte de sus padres adoptivos, todo eso que se había quedado atrás desde su ingreso en el CIGL.

- Puedes quedarte aquí, en un mundo que no es el tuyo –inquirió, reformándose ante ese duro golpe que pensaba Jake que le había dado- o puedes venir conmigo, a intentar detener a ese algo que destruye sin piedad familias enteras. Tú decides.

Antes de esperar una respuesta, le cogió del brazo y se lo llevó al edificio alto más cercano. Jake no sabía lo que pasaba, pero en su casi catatónico estado pareciera no importarle nada, por lo que se dejaba llevar hasta donde Matt le guiase. Este entró en un centro comercial de unos diez pisos de altura, y buscó rápidamente algo en su interior. Lo encontró: era un ascensor. Frente a él, y mirando a cada lado, asegurándose de que nadie le viese, sacó un extraño aparato circular de su bolsillo. Jake reaccionó levemente; ¿era ese artilugio encontrado por el granjero en Connecticut? Sin embargo no depertó demasiado su interés, y siguió auto compadeciéndose en su oscuro y solitario interior. Mientras, el chico de pelo marrón le metía en el elevador. Una vez dentro, ubicaba aquel extraño aparato pegado a la puerta del mismo, e introducía un código compuesto de números. El panel del ascensor indicaba una subida de pisos que cada vez se producía más rápido. Tanto que, de seguir así, pronto se quedarían sin edificio que subir. Cuando llegó al número 10, el ascensor se paró, y bruscamente bajó a una velocidad endiablada. Jake se puso de rodillas mostrando signos de mareo, mientras que Matt permaneció de pie, inmóvil. Era perro viejo en esto. De repente, todo se paró. De rodillas, levantó la cabeza, la cual tenía pegada al suelo enmoquetado del ascensor, y Jake pudo ver algo increíble. Vio la refrescante y tranquilizadora lluvia de verano.

Este capítulo no me ha gustado mucho... no he sido capaz de plasmar las ideas que tenía en mente, pero con las apariciones de otras podré suplir ese fallo.

Mandril, gracias por tus elogios ;) ;)

Pio, un groso. Me lograste enganchar, y lo digo en serio.

Una pregunta. Ya tenés todo el libro en mente?? Digamos, tenés alguna idea de cuantos capitulos son o estás escribiendo a medida que surgen ideas??

Quizas la pregunta sea tonta, pero ni idea de como se "hace" un libro ;)

Saludos

;)

Me alegro bastante de que a alguien le guste tanto mi intentona de libro ;) ;)

De cuantos capítulos son no, pero de cómo va a ser y cómo se va a desarrollar sí. Aunque en un principio iba a hacer sólo el primer capítulo pero... supongo que lo seguiré, que ideas tengo.

Tampoco es que yo sea un escritor ;)

Saludos, mañana pongo el cuarto capítulo, que ya lo tengo empezado.

Editado por PioPio

Yo estoy intentando empezar un libro de fanstasía medieval, género que me atrae mucho...

Capitulo 4.

    El frío golpeaba a los viejos huesos de Rodney. El viento hacía lo mismo con la ventana. El señor Hamilton se había quedado haciendo horas extras en la oficina. Por el día tenía que estar pendiente de todos los becarios jóvenes inexpertos que pululaban por su espacio de trabajo, evitándole hacer eso mismo, trabajar. Rod amaba revisar y revisar todos los aparatos técnicos de la Silver Place, el segundo edificio más grande de todo Gold Lake. Él no entendía nada referente a esos complicados mecanismos o de dónde procedían y por qué funcionaban así. Él simplemente los hacía marchar. No se preocupaba de más. En su casa sólo su viejo –casi como él- sabueso Buddy le esperaba, pero muy lejos no iría, y comida tenía de sobra. Así que, otro día más, se había quedado de noche en su oficina. Como casi todas las veces, se levantó de su oxidada silla, de la cual se había quejado en varias ocasiones a los altos cargos, y se dirigió a la sala de estudios de los ascensores, que estaba conectada directamente con el edificio central. Allí estarían Ted y John haciendo bolas de papel y tirándolas a la papelera, esperando a que su turno de noche se terminase de una vez. En el camino las paredes acristaladas minaban un poco más la moral de Rod. La imagen delataba que su edad no era ya la mejor para tener una segunda oportunidad y que dentro de poco debería dejar todo aquello para dedicarse íntegramente a cuidar a su viejo sabueso. El flequillo canoso recortaba su cara de color oscura, heredada de su madre de origen sudaní. Había llegado al país en busca de una vida mejor, y su padre se la había dado. Recordaba mirando a aquel espejo su cincuenta y ocho cumpleaños de hacía pocas semanas. Ya ni recordaba la fecha exacta. Se daba cuenta de que, en ese momento, se parecía más que nunca a su difunto padre.

Tras pasar por varios pasadizos oscuros y silenciosos, en los que sólo sus pisadas retumbaban una y otra vez ante las paredes de hormigón de color verde amarillo, llegó a la puerta que daba a la sala de estudios de los ascensores. Aquella sala era probablemente una de las más importantes de todo el complejo, de todos los cinco edificios. Desde el día del extraño descubrimiento esa amplia habitación se convirtió en una especie de recinto de oración hacia los ascensores. Dos sillas y veinte pantallas de unas quince pulgadas esperaban ansiosas a que alguien pusiese sus traseros y sus ojos en ellas. Ahí se controlaba todas las salidas, las llegadas, la velocidad, y, desde relativamente poco tiempo, el destino. A Rod le aterraba la idea de tener que viajar sin conocer el destino. << Puedes aparecer en medio de la selva amazónica o en el mismo Polo Antártico >> pensaba. Por suerte para él, aunque sobre todo para los agentes, eso ya no era así debido al descubrimiento de Ed McAine. Al abrir la puerta se encontró más actividad de la esperada. A esas horas Ted y John deberían estar ya por el tercer cuarto de su partido de baloncesto en la oficina, pero no era así. Ambos estaban mirando atentamente la llegada del ascensor Nº14, y detrás de ellos un novato.

Él odiaba a los novatos. Y si eran becarios sabelotodo que pensaban que aquello era un parque de atracciones futurista, más todavía. No entendía el empeño del gobierno en mandar “savia nueva” a un complejo que ya estaba totalmente lleno. Además, en cualquier momento podría producirse alguna fuga de información, y dudaba mucho que eso gustara en las altas alturas del país. Pero se había resignado hacía mucho, y cuando hablaba con ellos, intentaba recordarse a él mismo en su primer día de trabajo. Sólo John se percató de su llegada, y se limitó a un taciturno saludo con la cabeza. Detrás estaba Amanda, jefa de aquel departamento.

- Joder Rod, ¿todavía por aquí?

- Ya me estaba yendo.

- ¿Por este camino? –no era precisamente el camino de salida.

- Venía a por un poco de café –tornó la cabeza hacia las pantallas- ¿Qué ha pasado con el ANº14?

- ¿Y tú qué crees? –su tono era de resignación. Levantó la cabeza tras mantenerla mirando al suelo un momento- Este Holmes algún día nos costará un disgusto serio.

- ¿Otra vez Holmes? –la relación de Rod con ese chico no era muy buena- ¿Qué demonios más tiene que hacer para que le echen?

- Pues –suspiró- por mucho que sea irregular… siempre cumple con sus misiones, ¿no?

Le vino a la cabeza aquella ocasión en la que tuvo que ir vestido al trabajo con una blusa hawaiana que había sido una compra en unas de sus vacaciones. Sólo a los trabajadores de mayor antigüedad de veinte años les dejaban salir cada año un máximo de dos meses. Si nombraban lo más mínimo de su desempeño en aquel complejo sería condenado con la pena de muerte. Para ello colocaban un microchip en una zona un tanto compleja de todos los miembros que salían, y escuchaban todo tipo de conversaciones que entablaban. Aquel día tuvo que ir con la camisa de colores extravagantes porque un pequeño demonio recién llegado le había arruinado todas sus blancas y perfectas camisas de botones. Le había caído la mayor desdicha posible: tener que convivir y cuidar a un niño. Cómo había aparecido allí no se sabía, pero lo que era seguro era que a sus once años tenía la maldad de un ogro del Señor de los Anillos. Desde esos años de convivencia guardaba con él una relación, cuanto menos, especial.

- ¿Qué ha hecho ahora?

A la pregunta de Rod saltó aquel novato que permanecía sentado sobre la papelera, con la bolsa de basura extendiéndose como buscando un sitio de paz y libertad.

- ¡Ha traído a alguien nuevo de su último viaje! –estaba entusiasmado- ¡Es único!

- Graff –gruñó la jefa- guarda un poco de respeto y silencio.

- Lo siento mucho.

- ¿Dónde está la profesora que te había sido asignada?

- Se ha tenido que ir. Su turno se ha acabado.

- ¿Quién coño es este? –preguntó amargamente Rod.

- Oh, nadie importante –respondió Amanda- Sólo un novato azul más.

- ¿Novato azul? –así se les denominaban a los que habían llegado en la famosa camioneta de color azul apagado- ¿Me tocará lidiar con él?

- No te amargues. Ha sido destinado al edificio central.

- ¡Kane Graff, mucho gusto! –el tronco del muchacho casi tocaba el suelo en señal de reverencia.

- Sí, sí, ahórrate toda esa pachotada. ¿Acaso no has oído que no trabajarás para mí?

- Rod, así sólo maleducas a los nuevos –le reprochó Amanda, que luego, con tono irónico, se volvió a dirigir a él- Luego te quejas de que son odiosos…

- En fin… veo que tienes trabajo Amy –señal que delataba cierta complicidad quizás pasada entre ellos dos- así que no te molesto más.

- Ya… muy caballeroso por tu parte. ¿No será que no quieres vierte con Holmes?

- No tengo nada de qué hablar con ese muchacho…

Haciendo un gesto con la cabeza y moviendo ligeramente su mano fría, Rod se despidió mientras daba media vuelta. Aquella conversación le había refrescado la memoria. Y ver a aquel novato azul, aunque le costase admitirlo, le recordó a sí mismo cuando acababa de entrar en el complejo. Volvió por los mismos pasadizos oscuros y silenciosos por los que había llegado, y una vez en su oficia, agarró su bufanda y sombrero, ordenó todo, y despidió un nuevo día de trabajo.

Creo que con este capítulo ya están los principales personajes mostrados. Quizás falte otro, pero con el tiempo saldrá :hello:

Yeah, se está poniendo caa vez mas interesante.

Aunque leerlo asi medio separado me haga perder un poco el hilo xD

Pero bue, está barbaro.

Espero el 5to.

Saludos

:D

Uf, me encanta escribir, pero siempre empiezo mil relatos y no los termino. Hala, voy a postear un capitulo de un libro que jamas termine hará como diez años, tremendamente influido por el señor de los anillos, como puede verse.

CAP. 1

El viajero llegó a la posada de Darffik en una noche sin luna.Hacía pocos minutos que había dejado de caer aquella lluvia tan fina y constante que le mojaba continuamente el rostro y su larga melena.Llamó a la puerta, y cuando apareció el viejo posadero le ordenó que le preparara una habitación y un buen baño caliente, y que le indicara donde estaba la cuadra porque quería dejar personalmente a su caballo.

Mientras el viajero se encaminaba al establo, el viejo posadero ordenó a Mahjwel que fuera preparandole la habitación.

-Recuerda preparar también un baño caliente.Y cuidado con ese tipo, no me gusta ni un pelo. Cuando suba, mántente atento, porque cada vez tenemos más rufianes por la zona.

-De acuerdo, le vigilaré.

Aún no había terminado Mahjwel de encender las velas y hacer la cama cuando el viajero asomó por la puerta.Parecía cansado, y tenía las botas, la capa, e incluso una parte del rostro manchados de barro.Se sentó sobre la cama, se quitó las pesadas botas que dejó en un rincón, y entregó la sucia capa a Mahjwel.

-Toma muchacho, ponla a lavar, pero ten cuidado, pues es muy valiosa, y si me la estropeas, responderás de ella con tu vida ¿me has entendido?

En aquel momento, se aflojó el cinturón y dejó cinturón y espada a un lado de la cama, apoyados contra la pared.

-Claro, señor, la trataré como si fuera mía

-Creo que no lo has entendido...-Le recorrió el cuerpo con una mirada de superioridad.- No te estoy pidiendo que la trates como si fuera tuya, lo cual me parece más una amenaza que una garantía, si no que la trates como si fuera la capa de un rey  ¿lo has entendido mejor ahora?

-Si, claro, por supuesto...-Y se retiró haciendo una reverencia-

-Espera...¿hay mucha gente en el comedor?

-Pues...ahora mismo..debe haber unas 6 o 7 personas...

-Demasiada gente.Anda, cuando acabe el baño, quiero ver sobre esta mesa la cena y una buena jarra de cerveza.Si te portas bien, puede que te de unas monedas.

-Claro Señor.

Al pie de las escaleras estaba el posadero mirando a Mahjwel con un aire interrogativo según bajaba.

-¿Qué te parece?¿Qué opinas de él?

-Bueno, va armado con una espada bastante grande.Por lo demás parece normal, un poco engreído, pero no creo que sea peligroso..

-Mmmm...de todos modos creo que a tipos como esos es mejor no darles la espalda si uno ama a su cabeza..¿entiendes a que me refiero?

-Claro que si.Tendré cuidado, ahora voy a servirle la cena...

Estaba Mahjwel colocando los platos y la jarra de cerveza sobre la mesa del cuarto del viajero cuando éste apareció por la puerta, ahora ya limpio, y con un aire más sobrio. Llevaba una capa de un color blanco inmaculado, con multitud de estrellas de color azul bordadas en ella, y la larga melena aún humeda colgando sobre los hombros.

En ese momento, Mahjwel quedó convencido que aquel tipo no era un simple bandido, ni un asaltador de caminos, pues aquella esxtraña capa no podía ser robada, ya que le sentaba perfectamente.

-¿Qué miras muchacho? ¿No sabes que la curiosidad mató al gato? A ver, trae aquí esa cerveza...

Le dio un largo sorbo y al acabar se quedó mirando de nuevo a Mahjwel, aunque ahora ya no rezumaba aquel aire de superioridad.

-Y bien ¿Que esperas para marcharte? Ah, es verdad! ya casi lo había olvidado. Supongo que querrás las monedas-Rebuscó entre su equipaje y encontró un par de monedas de bronce que dió a Mahjwel.-Y si mañana en cuanto salga el sol estás aquí con el desayuno, y otra jarra de esta espléndida cerveza, te daré dos más.

-Oh, gracias, señor....

-Déjalo en señor. No creo que necesites saber mi nombre para servirme el desayuno.

Dos horas más tarde cuando Mahjwel y el viejo posadero hubieron echado al último borracho de la taberna, y limpiado todas las jarras y platos, Mahjwel se retiró a su pequeño cuarto a dormir.Pero estuvo dando vueltas en la cama, y no podía dormir, y tras mucho intentarlo, se levantó y miró por la ventana.Desde su ventana no se veía nada más que un pequeño recodo del camino que viene de Ferrdil, y el cielo, que le pareció a Mahjwel excesivamente luminoso, para tratarse de una noche sin luna. Sigilosamente salió de su habitación, pasó por delante del cuarto del posadero, quien roncaba sonoramente y bajó de nuevo a la cocina.Allí hastiado y aburrido, se sentó sobre uno de los taburetes, y empezó a roer un mendrugo de pan duro, más por aburrimiento que por hambre.Cuando se hubo cansado del mendrugo, salió al jardín.Se dio cuenta, que a pesar de que el verano ya se acercaba, tenía frío.El viento del sureste era mucho más frío de lo habitual.Llevado por el insomnio que le corroía durante los últimos meses, fue al establo,a ver que tal le iba a su viejo pony Tros.Cuando llegó, estuvo un rato con Tros, y al salir recordó al viajero.Miró a su alrededor buscando al caballo, pero se dio cuenta que allí no había más caballos que Tros, y la yegua del posadero.Pensó que como aquel extraño viajero se diera cuenta que su caballo había desaparecido, se enfadaría, y quizás tendría razón el posadero, y perderían todos sus cabezas.Angustiado por la pérdida del caballo, al que suponía valioso, vistos los aires que se gastaba su amo, salió del establo, cerrando la puerta con un sonoro chirriar.

Cuando se encaminaba de nuevo hacia la posada, le pareció oir ruido de hojas pisadas con estrépito a su espalda.

Cielos! A estas horas, solo pueden ser asaltadores de caminos.Muy bien, Mahjwel, ahora te encontrarán, y como no llevas nada de valor, acabarán con tu vida.Bonita manera de morir ¿no te parece? A manos de unos rufianes sin escrúpulos.Bueno, piensa que si te matan ellos te ahorras lo que te hará el viajero en cuanto se entere que su caballo ha desaparecido...

Paralizado por el terror a encontarse frente a un orco, un atracador o algo peor, Mahjwel se sentía incapaz de darse la vuelta y dirigirse hacia el bosque, donde los pasos y el ruido de hojarasca, era cada vez más cercano.Finalmente, cuando ya los pasos eran tan cercanos que podía sentirlos en su espalda, se giró lentamente.

Releyendolo me parece tremendamente infantil e ingenuo, especialmente en el redactado, y demasiado directa en el desarrollo de los acontecimientos, pero no me desagrada. quien sabe, quizás algun día lo corrija y continúe.Diez años de lecturas y escrituras dan para ampliarlo, mejorando las descripciones y los dialogos, demasiado artificiales.

Archivado

Este hilo está archivado y por tanto cerrado a incorporar nuevas respuestas.

viendo esta sección 0

  • Ningún usuario registrado viendo esta página.

Configure browser push notifications

Chrome (Android)
  1. Tap the lock icon next to the address bar.
  2. Tap Permissions → Notifications.
  3. Adjust your preference.
Chrome (Desktop)
  1. Click the padlock icon in the address bar.
  2. Select Site settings.
  3. Find Notifications and adjust your preference.