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Respuestas destacadas

  • Autor

Atendiendo al aficionado

Lakasito: Creo que el doctor estaba más flipado que nuestro protagonista :D

Elessar: Jajaja, vaya hombre... ¡¡Escritor tenía que ser!! Quién sabe si la vecina era su reina o una de sus muchas amantes. ¿Sabías que Ramsés llegó a tener más de 100 hijos? xD Creo que en los siguientes capítulos sabremos como está la vecina...

Gracias a los dos por pasar y postear!

  • Autor

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Capítulo IX: "Se conocieron en Luxor"

La cara del doctor emanaba una felicidad extrema. Por fin, después de tantos años, había encontrado un paciente interesante. No paraba de apuntar cosas y escribir ampliaciones en color rojo. Ramsés, que aún estaba atónito por lo sucedido en la hipnosis, comprendió que lo mejor era esperar a que Luigi terminase de apuntarlo todo.

Casi treinta minutos después, el médico levantó la mirada.

- Ramsés, ¿eres consciente de lo que acabamos de vivir?

- Estoy muy confundido, Luigi. ¿Qué opinas tú?

- Aún es demasiado pronto pero creo que estamos ante un caso de reencarnación. O quizás, ante un "profeta".

- ¿Un profeta? - A Ramsés no le gustó esa palabra. A pesar de que creía en Dios, nunca había sido un fiel seguidor de la iglesia.

- Sí, Ramsés. Un profeta. Puede que te llames de esa forma porque así lo quiso el destino. Has podido ser el elegido para transmitir las vivencias y enseñanzas de uno de los faraones más grande el Egipto Antiguo.

Ramsés se quedó perplejo. Aquellas palabras que el doctor le decía no parecían tener pies ni cabeza. Pero... Tampoco era tan descabellado.

- Dime, Ramsés. ¿Sabes si alguna persona de tu árbol genealógico tuvo sangre egipcia? ¿O algún miembro emigró desde aquellas tierras?

- Mi madre...

- ¿Tú madre, Ramsés? - El doctor no pudo ocultar su impresión por aquellas palabras.

- Nunca la conocí. Murió durante el parto, cuando me tuvo a mí. Pero mi padre me contó que ella era egipcia. La conoció durante su viaje de fin de carrera. Él era historiador; se conocieron en Luxor una noche, junto al templo edificado por Amenhotep III y...

A Ramsés se le secó la garganta. Acababa de recordar el porqué de su nombre.

- ¿Y quién? Vamos, no me dejes con la intriga.

- Por Amenhotep III y Ramsés II. Mi padre me contó que me puso ese nombre como tributo al hombre que construyó el templo donde conoció a la mujer de su vida.

A medida que Ramsés iba contándole detalles al doctor, se iba dando cuenta que aquello era espectacularmente raro. Sabía que acababa de empezar un largo camino hacia la verdad. Pero no se asustó. Quería llegar hasta el final. Después de una larga charla, el paciente se dispuso a abandonar la consulta. Cuando estaba junto a la puerta, leyó algo que lo dejó petrificado.

- Luigi, ¿qué es esto? - Ramsés se había detenido ante un diploma de la Universidad Italiana.

- Ah, eso. Antes de estudiar psicología paranormal, me licencié como fisioterapeuta. Pensé que ese era mi futuro profesional. Pero la vida, a veces, nos tiene preparado otro destino.

- ¿Fisioterapeuta? ¡Es genial! Oye, ¿qué te parece si trabajaras para mí? Bueno, no para mí exactamente; pero sí conmigo.

- ¿Trabajar como fisio? - Luigi no parecía muy contento con aquella proposición.

- Solo lo harías por las mañanas. Te prometo un buen sueldo. Además, podrás compaginar ese trabajo con nuestras sesiones perfectamente. Vamos, es una gran oportunidad.

El doctor se lo pensó durante unos minutos. Hacía muchos años que dejó aparcada esa profesión para dedicarse a lo paranormal. Pero la idea de seguir de cerca la evolución de Ramsés le sedujo profundamente.

- Está bien, acepto. Pero... ¿Dónde voy a trabajar?

- Eso es cosa mía, Luigi. Mañana por la mañana te llamaré para que vengas a firmar el contrato.

Ambos se despidieron con un apretón de manos. Aunque ninguno quiso decirlo, sabían que había surgido una gran amistad entre ellos.

Editado por lk2_89

Espero el siguiente capitulo con ansia.. ;)

  • Autor

Atendiendo al aficionado

volveremosaprimera: Me alegro de que te esté gustando la historia ;) Gracias por pasarte!

  • Autor

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Capítulo X: "Quería llegar más allá de sus fuerzas; no flaquearía jamás"

Otra mañana radiante se abría ante Ramsés. Aquella noche había descansado perfectamente. Por primera vez en mucho tiempo, no tuvo ningún sueño intrigante. No sabía si era por los nervios de lo que viviría al día siguiente o por la magnífica primera sesión con el doctor Luigi. Lo cierto era que se había levantado sobre las siete y media de la mañana bastante descansado y nervioso por lo que se le venía encima. ¿Cómo reaccionaría la prensa? A fin de cuentas, era un entrenador novato en la élite. A pesar de que su nuevo jefe le había confesado personalmente que confiaba en él y el proyecto a desarollar, sentía que era muy débil para los afilados dientes de la prensa deportiva. Una prensa que deseaba encontrar el mínimo atisbo para morder la yugular de cualquier inféliz que quisiese jugar a los entrenadores.

Mientras observaba el amanacer de Milán, recordó las palabras que el gran Faraón Seti decía en su sueño: "un verdadero hombre llega al final de sus fuerzas. Un rey, más allá de ellas; si no eres capaz de ello, no reinarás y no volveremos a vernos. Ninguna prueba debe hacerte flaquear." No llegaba a comprender el porqué, pero aquellas palabras hicieron que aceptara el reto. Quería llegar más allá de sus fuerzas; no flaquearía jamás.

A las nueve menos cinco de la mañana se acercó a la parada de taxis que había junto a su casa y puso rumbo a su nuevo lugar de trabajo.

- A la vía dei Piccolomini, por favor. - Dijo Ramsés mientras cerraba su puerta.

Fué un trayecto agradable donde charló con el conductor casi todo el camino. Intercambiaron formas de ver el fútbol, tanto nacional como internacional. Al llegar a su destino, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Por fin había llegado el gran día.

Nada más salir del coche un hombre muy trajeado esperaba a Ramsés. El saludo se basó en un fuerte y firme apretón de manos.

- Buenos días, Ramsés. ¿Preparado para el principio de tu aventura?

- Por supuesto, Marco.

Marco Branca era el director técnico del nuevo club al que entrenaría. Ambos sabían que por el bien del equipo, tenían que entenderse. Pero aquellos hombres se respetaban y admiraban mutuamente.

- Por cierto Marco, tengo que comentarte algo. Me gustaría incoporar a un grandísimo profesional a nuestro staff técnico; más concretamente, a la parte de fisioterapia.

- No creo que haya ningún problema. Cuentas con total libertad para confeccionar tu equipo técnico. Solo hay un inconveniente: aún no te hemos encontrado un segundo entrenador válido. El tiempo se nos viene encima y nos gustaría contar con él antes de empezar la pretemporada.

- ¿No hay un solo candidato que satisfaga nuestras necesidades?

- Ramsés, ¿sabes cuanto cuesta encontrar un segundo entrenador que sea joven y tenga los atributos que exigiste? Hay poca gente con esa preparación.

- Bueno, seguro que encontramos una solución. ¿A que hora es...?

Ramsés se quedó plantado. Acababa de ver algo que lo dejó boquiabierto. No podía ser. No era posible. ¿De verdad era quien él pensaba?

Editado por lk2_89

No me jodas! mira que dejarme con la intriga ahora... jajaja!

  • Autor

Atendiendo al aficionado

volveremosaprimera: Jajajaja. Ahora mismo posteo el siguiente capítulo

  • Autor

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Capítulo XI: "Quizás fuese una locura, pero había que intentarlo"

- ¡Paolo! ¡Eh, Paolo! ¿De verdad eres tú? - Ramsés esperaba la confirmación para estrechar la mano de aquel misterioso individuo.

Paolo era un muchacho no mayor que Ramsés, de unos 28 años. Moreno, media estatura y con un aspecto físico bastante demacrado. Tenía la presencia de un trabajador incansable.

- ¡Santa Madonna, madre de Dios! ¡Ramsés! Qué alegría y cuanto tiempo, viejo amigo.

Ambos se fundieron en un profundo abrazo.

- ¡Muchísimo tiempo! ¿Qué haces aquí? ¿Te sacas el abono?

- ¿El abono? Que va. ¡No te lo vas a creer! Me han preseleccionado para entrenar alguna de las categorías inferiores. Seguí tu consejo y me animé para sacarme el título de entrenador. Y mírame, aquí estoy. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? ¿También vienes a la preselección?

Tras escuchar esas palabras, Ramsés soltó una atronadora carcajada. ¿Como podía decirle a su mejor amigo que él era el nuevo manager del primer equipo? Resultaría incomodo cruzarse con él conociendo la diferencia de poder que separaría a ambos. Y de repente, algo se iluminó en su cabeza. Quizás fuese una locura, pero debía intentarlo. Se volvió y miró fijamente al hombre que estaba detrás suya.

- Marco, acabamos de encontrar a nuestro hombre.

- ¿Estás seguro, Ramsés? - El director deportivo dudaba que una persona que se presentaba al cargo de entrenador de categorías inferiores pudiese desarrollar correctamente el puesto de segundo entrenador de la primera plantilla.

- Lo estoy, querido Marco. Quiero que Paolo sea mi segundo entrenador. Se que juntos formaremos una dupla ganadora para nuestro equipo.

Aunque Marco seguía estando indeciso, acató la decisión de Ramsés. Tuvo el presentimiento de que aquella no era una decisión errónea, sino todo lo contrario. Una vez hecha las presentaciones, los tres se dirigieron al interior del estadio, mientras que Ramsés le revelaba a su mejor amigo la verdad de aquella situación.

Una vez traspasaron la recepción, Marco se despidió.

- Bueno, caballeros. El deber me llama. Ramsés, recuerda que debes estar presente en la rueda de prensa, dentro de una hora. ¿Qué tal si esperais mientras en la sala de reuniones? Yo mientras redactaré los contratos para Paolo y Luigi.

- Perfecto, Marco. Vamos, Paolo, tengo que ponerte al corriente de mis ideas para este equipo. También me gustará escuchar tu opinión sobre fichajes.

Mientras que el director deportivo se marchó a su despacho, los dos entrenadores se dirigieron a la sala de juntas. Allí improvisaron una pizarra táctica en algunos folios y se pusieron a evaluar las ideas generales del equipo.

Faltaba poco más de una hora para que su nueva vida comenzara.

Editado por lk2_89

  • Autor

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Capítulo XII: "El Inter se lo merece"

La sala de juntas se había convertido en un improvisado horno de tácticas y mentalidades de juego. Tanto Ramsés como Paolo exponían ideas y soluciones a las carencias del equipo. Habían confeccionado incluso un borrador sobre posibles fichajes a hacer. Aunque primero, querían evaluar a la actual plantilla. Además, no sabían de cuanto dinero dispondrían para acometer la entrada en el mercado. Dos toques en la puerta indicaban que alguien quería entrar.

- Adelante - Dijo Ramsés, extrañado ya que faltaban aún casi 30 minutos para la rueda de prensa.

Luigi, el doctor que estaba tratando los sueños de Ramsés entró en la habitación.

- Ah, Luigi. Ya te esperábamos. Mira, este es...

- Se quién es, Ramsés. Aunque por lo que veo, Paolo no se acuerda de mí. ¿No piensas saludar a tu ex cuñado?

En ese momento, Paolo se dió cuenta de quién era.

- ¡Maldito Luigi! ¿Qué demonios haces tú aquí? ¡Cuánto me alegro de verte!

Ramsés se quedó atónito. No entendía como su mejor amigo y el doctor que estaba siguiendo sus extraños sueños se podían conocer.

- Ramsés, no te asustes. Aquí tu amigo Paolo estuvo saliendo casi cuatro años con mi hermana. Pero de eso hace mucho tiempo y no nos hemos vuelto a ver desde entonces.

Aquella situación no podía ser más extraña. Aunque ninguno en ese momento se había parado a comprenderlo, el destino quería que aquellos hombres fueran los elegidos para comenzar una nueta etapa en aquel club de Milán. Siguieron charlando durante unos diez minutos. De repente, Ramsés se desmayó. Aunque Paolo quiso ir a buscar ayuda, Luigi le rogó que no lo hiciera.

- Ramsés, soy Luigi. ¿Puedes escucharme? Se que estás sumido en uno de tus sueños; cuéntamelo.

Setaú había cambiado. Mal afeitado, sin peluca, vestido con una túnica de piel de antílope con múltiples bolsillos, no se parecía mucho al estudiante admitido en la mejor universidad del país. Si uno de los guardias de palacio no lo hubiera reconocido, habría sido expulsado sin contemplaciones.

-¿Qué ha sucedido?

-Ejerzo mi oficio y mantengo mi palabra.

-¿Dónde piensas llevarme?

-Ya lo verás... A menos que el miedo haga de ti un perjuro.

La mirada de Ramsés llameó.

-Vamos.

Encaramados en unos asnos, cruzaron la ciudad, salieron por el sur, bordearon un canal, luego se desviaron hacia el desierto, en dirección a una antigua necrópolis. Era la primera vez que Ramsés abandonaba el valle para entrar en un mundo inquietante, en el que la ley de los hombres no tenía vigencia.

-Esta noche habrá luna llena -precisó Setaú con ojos golosos-. Todas las serpientes irán a la cita.

Los asnos siguieron una pista que el príncipe habría sido incapaz de identificar; con paso seguro, y a buena marcha, penetraron en el cementerio abandonado.

A lo lejos, el azul del Nilo y el verde de los cultivos. Allí, la arena estéril hasta donde alcanzaba la vista, el silencio y el viento. Ramsés comprendió en su carne por qué las gentes del templo llamaban al desierto «la tierra roja de Seth>, el dios de la tormenta y del fuego cósmico. Seth había quemado el suelo en aquellas soledades, pero también purificado a los humanos del tiempo y de la corrupción. Gracias a él

habían podido construir moradas de eternidad en las que las momias no se pudrían.

Ramsés respiró el aire vivificante.

El faraón era el amo de aquella tierra roja, así como de la tierra negra, fértil y limosa, que daba a Egipto abundantes alimentos. Debía conocer sus secretos, utilizar su fuerza y dominar sus poderes.

-Si lo deseas, aún estás a tiempo de echarte atrás.

-Que la noche llegue rápido.

La noche caía; el sol se volvía anaranjado; el desierto, una extensión dorada recorrida por velos dearena que el viento transportaba de una duna a otra.

-Desnúdate -ordenó Setaú.

Cuando el príncipe estuvo desnudo, su amigo lo untó con una mixtura a base de cebolla que él había triturado y diluido en agua.

-Las serpientes sienten horror por este olor -explicó-. ¿Qué función te han confiado?

-Ninguna.

-¿Un príncipe ocioso? ¡Una jugarreta mas de tu ayo!

-No, es una orden de mi padre.

-Se diría que has fracasado en la prueba del toro.

Ramsés se negaba a esta evidencia; sin embargo, ella aclaraba su alejamiento.

-Olvida la corte, sus intrigas y sus golpes bajos; ven a trabajar conmigo. Las serpientes son enemigos terribles pero al menos no mienten.

Ramsés se sintió conmovido. ¿Por qué su padre no le había dicho la verdad? Así pues, se había burlado de él, sin dejarle la menor posibilidad de probar su valor.

-Ahora viene una verdadera prueba; para estar inmunizado, debes tomar un brebaje desagradable y peligroso, hecho a base de tubérculos de plantas urticantes. Aminora la circulación de la sangre, a veces hasta el punto de detenerla... Si vomitas, estás muerto. Esta experiencia no se la propondría a Ameni; tu robusta constitución debería soportarla. Luego, resistirás la mordedura de algunas serpientes.

-¿No de todas?

-Para las más grandes hay que inyectarse cada día una pequeña dosis de sangre de cobra diluida. Si te conviertes en un hombre del oficio, te beneficiarás de ese tratamiento de favor. Bebe.

El sabor era horrible.

El frío se insinuó en sus venas, Ramsés sintió las náuseas al borde de los labios.

-Resiste.

Vomitar el dolor que le roía, vomitar, tenderse y dormir...

Setaú tomó la muñeca de Ramses.

-¡Resiste, abre los ojos!

El príncipe se recobró; Setaú nunca lo había vencido en la lucha. Su estómago se distendió, la sensación de frío se atenuó.

-Eres muy robusto, pero no tienes ninguna posibilidad de reinar.

-¿Por qué?

-Porque has confiado en mi; podría haberte envenenado.

-Tú eres mi amigo.

-¿Qué sabes tú?

-Lo sé.

-Yo sólo confió en las serpientes. Obedecen a su naturaleza y no la traicionan. Con los hombres es diferente. Se pasan la vida haciendo trampas y sacando provecho de sus timos.

-¿Tú también?

-Yo he abandonado la ciudad y vivo aquí.

-Si mi existencia hubiera estado en peligro, ¿no me habrías cuidado?

-Ponte esta túnica y salgamos, eres menos estúpido de lo que pareces.

En el desierto, Ramsés vivió una noche maravillosa. Ni las risas siniestras de las hienas, ni los ladridos de los chacales, ni los mil y un sonidos extraños procedentes de otro mundo turbaron su embeleso.

Setaú caminaba delante, golpeando el suelo con un largo bastón. Se dirigía hacia un montículo depiedras que el resplandor de la luna llena transformaba en castillo encantado. Siguiendo a su guía, Ramsés ya no pensaba en el peligro. En la cintura, el especialista llevaba amarrados unos saquitos que contenían medicamentos de primeros auxilios, en caso de mordedura.

Se detuvo al pie del montículo.

-Mi maestro vive aquí -manifestó Setaú-. Quizá no aparezca, pues no le gustan los extraños.

Seamos pacientes y roguemos al invisible que nos conceda su presencia. Setaú y Ramsés se sentaron como hacían los escribas. El príncipe se sentía ligero, casi aéreo,

gustaba del aire del desierto como de una golosina. El cielo con miles de estrellas había sustituido los muros de la sala de clases.

Una forma elegante y sinuosa se destacó del centro del montículo. Una cobra negra, de un metro y medio de largo, con escamas brillantes, salió de su cubil y se enderezó, majestuosa. La luna la adornaba con un aura argentina, mientras su cabeza oscilaba, dispuesta al ataque.

Setaú se adelantó y la lengua de la cobra negra emitió un silbido. Con un ademán, el encantador de serpientes le indicó a Ramsés que se pusiera a su lado. Intrigado, el reptil se balanceó; ¿a qué intruso atacaría primero?

Avanzando dos pasos, Setaú se colocó a sólo un metro de la cobra. Ramsés lo imitó.

-Tú eres la señora de la noche y fecundas la tierra para que sea fértil -dijo Setaú con su voz más grave, muy lentamente, separando cada sílaba.

Repitió el encantamiento unas diez veces, y pidió a Ramsés que salmodiara a su vez.

La música de las palabras pareció calmar a la serpiente. En dos ocasiones se adelantó para morder, pero se detuvo muy cerca del rostro de Setaú. Cuando éste posó la mano en la cabeza de la cobra, ésta se inmovilizó.

Ramsés creyó ver un fulgor rojo en sus ojos.

-Tu turno, príncipe.

El joven tendió el brazo; el reptil se abalanzó sobre él.

Ramsés creyó sentir la mordedura, pero la boca no había vuelto a cerrarse, tanto le incomodaba el olor a cebolla del agresor.

-Pon tu mano sobre su cabeza.

Ramsés no tembló. La cobra pareció retroceder. Los dedos juntos tocaron la cabeza de la serpiente negra. Durante unos instantes, la señora de la noche se había sometido al hijo del rey.

Setaú tiró a Ramsés hacia atrás; el ataque de la cobra se perdió en el vacío.

-Exageras, amigo; ¿acaso olvidas que las fuerzas de las tinieblas jamás son vencidas? Una cobra, el ureus, corona la frente del faraón; si ella no te hubiera admitido, ¿qué habrías hecho?

Ramsés soltó el aliento y contempló las estrellas.

-Eres imprudente, pero tienes suerte: contra la mordedura de esta serpiente no existe antídoto alguno.

Ramsés tardó en recuperarse. Mientras Luigi sostenía un vaso de agua para su paciente, Paolo permanecía petrificado en el sofá de la sala. Mientras Ramsés se recuperaba, el médico le explicó al tercero en discordia lo sucedido. Si Paolo iba a acompañarles en la aventura, debía conocer la verdad. Pero la explicación fue interrumpida:

- Os esperan en la sala de prensa.

El momento de la verdad había llegado. No podían echarse atrás.

- Ramsés -dijo Paolo- ¿estás seguro de lo que vas a hacer? ¿Te sientes capacitado para esto?

El joven entrenador no se pensó la respuesta.

- Si el caminar se demuestra andando, hoy empiezo mi camino, Paolo. Vamos a demostrar que estamos capacitados para llevar este equipo a lo más alto. El Inter se lo merece.

  • Autor

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Capítulo XIII: "Football Club Internazionale Milano"

Ramsés iba con paso decidido hacia la sala de prensa. Intentó ocultar su nerviosismo, pero no pudo. Sabía que se estaba acercando demasiado a la boca del lobo. Le encantaría poder echar a correr y desaparecer para siempre. Pero se había prometido a sí mismo que lo podía conseguir. El staff técnico confiaba en él al igual que sus tres amigos que lo escoltaban. No, no sucumbiría ante la presión.

En el pasillo anterior a la sala de prensa se encontró con el pasado inmediato del club. Jose Mourinho miraba su reloj impaciente. Cuando se percató de que su sustituto se acercaba intentó ser lo más amable que su personalidad le dejaba.

- Vaya, así que tu eres Ramsés, mi sustituto. Tienes una árdua tarea, muchacho.

- ¿Por qué dice eso, señor Mourinho? - Ramsés miraba al luso de forma desafiante. Quería demostrarle que su charlatanería no servía ante él.

- Lo digo por mí. Tienes que superar la huella que he dejado en este club, muchacho. No me gusta decir que soy el mejor entrenador del mundo, pero no hay nadie que me supere.

Ambos entrenadores se miraron fijamente a los ojos. Aunque Ramsés le sacaba casi dos cabezas, Mourinho no se acobardó. En ese momento el director deportivo -Marco Branca- aparecía al final del pasillo junto al presidente, Massimo Moratti.

- Vaya, vaya. Mira esta situación, Marco. El pasado y el presente de nuestro club frente a frente. Bien caballeros, acompáñenme. - El presidente ya entraba a la sala de prensa, donde se empezaron a escuchar los flashes y los bolígrafos escribiendo.

Tras el presidente, irrumpieron en la sala el director deportivo, Mourinho y Ramsés. Tanto Paolo como Luigi se habían sentado en primera fila para asistir a la presentación del nuevo técnico.

- Bien. Muy buenos dias a todos los presentes. Hemos convocado esta rueda de prensa para anunciar dos cambios importantes en nuestro club. En primer lugar, anunciamos la marcha de Mourinho. Agradecemos los éxitos logrados en esta temporada junto a él y le deseamos muchísima suerte en su nueva andadura.

Mourinho tuvo que responder a numerosas preguntas. Después de confirmar su fichaje por el Real Madrid, dejó paso nuevamente al presidente.

- Una vez anunciada la marcha de nuestro ex entrenador, queremos darle la bienvenida a la familia Nerazzurri al nuevo manager del equipo. Señoras y señores, este es Ramsés Pazzani. Como ya sabran, viene de hacer una espectacular temporada con el UC Albino Leffe, de la Liga B. El señor Pazzani ofrecerá una escueta rueda de prensa. Sentimos comunicar que la profunda entrevista que muchos de ustedes quisieran realizar se llevará a cabo a través de nuestro portal web.

Por primera vez, Ramsés se enfrentó a los afilados dientes de la prensa. Exceptuando las dos primeras preguntas, muchos periodistas fueron a matar. Demostrando una gran temple, capoteó el temporal y supo salir airoso del primer round. Pero, ¿cuanto aguantaría? ¿Sería capaz de soportar esa presión inhóspita?

Gracias a la pronta intervención de la responsable de prensa, la rueda de prensa acabó pronto. Ya era oficial: Ramsés era el nuevo entrenador del Football Club Internazionale Milano.

Casi nada, manager del Inter! jajaja.

No me extrañaría nada que a nuestro amigo Ramses le pueda la presión en algún momento pero esperemos que me equivoque!

bueno, mucha suerte y animo que ahora empieza lo bueno!

PD: lo siento por no aparecer estos días pero es que estuve fuera, aun así sabes que te leo!

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