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Hola!

Inicio aquí mi historia. La historia en si no tendrá que ver con Football Manager, simplemente se soporta en él para crear ambiente futbolístico, y algo de seguimiento del juego habrá. No obstante, la información estará en los capítulos. La historia está hecha con personajes totalmente ficticios. El personaje principal es Mikel Lobo, un exjugador de Osasuna que se lesionó con 20 años y tuvo que retirarse del mundo del futbol. Diez años después (uso FM2010), tendrá un reencuentro con un antiguo compañero de vestruario que le cambiará la vida por completo.

Decir también que es la primera vez que me tiro a escribir algo, así que espero que no defraude demasiado :silb:

Ahí va el primer capítulo:

 

CAPÍTULO I:

EL REENCUENTRO

CCAA.jpg

Eran las 6 de la mañana y sonó el despertador. Como cada día, Lobo dejó que sonase durante cinco atormentadores minutos y finalmente lo detuvo. Quería morirse. El día que le venía encima iba a ser muy duro, y él lo sabía. Pese a no ir sobrado de tiempo, decidió darse una larga ducha y desayunar tranquilamente. Cuando llegó a la mesa del comedor, se encontró con su café con leche y sus galletas dispuestas elegantemente sobre la mesa, y a su querida mujer sentada leyendo el diario mientras tomaba un té verde. En cuanto notó su presencia, ella se incorporó rápidamente y le dijo con la mejor de sus sonrisas:

-          ¡Buenos días, amor mío! ¿Has dormido mejor hoy?

-          Algo he conseguido… Esas pastillas que me recomendó Lozano me dejaron realmente desvalido.

Miguel Lozano, su socio y amigo desde la infancia, le recomendó usar estas pastillas tras ver como Mikel era incapaz de gestionar emocionalmente la situación económica de la empresa. Tras retirarse del mundo del futbol a los 20 años por culpa de aquella fatídica lesión, Mikel y Miguel vieron una gran oportunidad en el mercado de la construcción, y de ella nació MiLo S.L, su pequeña empresa. Lamentablemente no disponían del capital suficiente para su fundación, por lo que tuvieron que recurrir a un antiguo compañero de clase, al cual no soportaban ninguno de los dos. No obstante, Mikel siempre había sabido equilibrar la balanza entre Lozano y Darias, que así era como se hacía llamar.

La empresa tuvo un buen inicio, y todo parecía que iba a marchar sobre ruedas, pero los pocos años de superávit que tuvieron no fueron suficientemente aprovechados, y cuando la burbuja inmobiliaria estalló todo se fue al garete. Se quedaron con miles de construcciones a medias, miles de contratos incumplidos… La empresa iba a quebrar, y Mikel era muy consciente de ello, razón por la que su desolación se hacía más patente hacia los demás.

Mikel cogió las galletas y las mojó en el café, para luego metérselas inmediatamente a la boca, siguiendo el ritual de cada mañana. Observó una noticia del diario abierto que había dejado sobre la mesa su mujer y se fijó en un titular que hablaba sobre la crisis. “La mayor quiebra de la historia pone en jaque el sistema bancario de Wall Street”. Mikel sintió un terrible escalofrío a lo largo de toda su espalda. Veía como su empresa caía, y él no podía hacer nada para evitarlo.

Se preguntaba cómo sacaría adelante su familia. Eva, su mujer, y su hija de cuatro años, Naroa, no tenían ninguna culpa de la estupidez y la torpeza de su padre en el mundo de las finanzas. Además, Mikel notaba como su relación con Eva estaba cada vez más deteriorada, y temía que estuviera teniendo encuentros con algún otro hombre.

Eva llegó de la cocina con un cesto lleno de frutas y vio la pesadumbre de su marido. Se le venía el mundo encima cada vez que lo veía sufrir por ellas, y se sentía impotente ante lo difícil que le suponía encontrar trabajo. Era por eso que siempre intentaba forzar un carácter lo más afable posible, pero no parecía ayudar a su marido. No sabía qué hacer para ayudarlo, pero debía encontrar una solución lo antes posible.

-          ¿Quieres un plátano, cariño? Los compré ayer en el mercado y tienen muy buena pinta.

-          Eva… ¿Eres feliz? – preguntó Mikel con voz temblorosa. No podía evitar sentirse desprotegido en la situación en la que se encontraba.

-          ¿A qué viene esa pregunta? ¡Claro que soy feliz!

Mikel calló. Se terminó su desayuno y se despidió con un simple “adiós”. Sentía que debía ir ya al trabajo y decidir con Darias y Lozano como afrontar esta situación. Cogió el autobús que le dejaba a dos calles de la oficina, y por el camino intentó pronosticar cómo iría la reunión. Miguel era muy optimista y confiaba en que podrían sacar adelante la empresa, pero Mikel notaba como en Darias cada día que pasaba crecía más la desmotivación. Además, Darias era un hombre de negocios, si no veía billetes, no veía razón para invertir en nada. Por lo tanto, una vez más, recaería en él la decisión final de mantener viva la empresa u olvidar este negocio y seguir adelante con nuestras vidas.

Odiaba esta enemistad entre Darias y Lozano, y su situación intermedia le había supuesto constantes discusiones con ambos. Pero Mikel creía que en el fondo los tres formaban un gran equipo y estaba orgulloso de ellos. Y por esa razón le surgían tantas dudas para afrontar dicha decisión. Su corazón le decía que debía seguir adelante con la empresa, pero la cabeza le decía lo contrario. Si la empresa seguía operando y no cerraba, la deuda, al menos en los próximos dos años, crecería sustancialmente, y claramente acabarían teniendo más problemas; mas si cerraban, ¿cómo sacaría adelante su familia? Era, claramente, una de las decisiones más duras que había tenido que tomar en su vida.

Cuando Mikel entró por las puertas de la oficina, se encontró con María, su secretaria, quien sin siquiera saludar dijo:

-          Mikel, llegas tarde. Lozano te espera en la sala de reuniones, Darias está en el balcón fumando un cigarro y despotricando contra todo lo que se le antoja. Además, a las tres tiene una reunión con los delegados de OpenIron, confirmaron anoche que lo querían. ¿Quiere que le reserve una mesa en un restaurante, señor?

-          Por el amor de dios, María, déjeme respirar un poco. Primero hablaré con Darias y Lozano, es mucho más urgente. No haga nada respecto a los malditos delegados de OpenIron, ¿confirman anoche y encima esperan que les trate como a reyes?

-          Todo anotado señor. ¿Les dejo algún tipo de mensaje a los delegados?

-          Que vengan aquí a las dos. Si quieren comer que se traigan ellos su comida.

-          Entendido.

Mikel había estado borde deliberadamente. Odiaba cuando María le atosigaba a preguntas. Parecía como si no tuviera  trabajo suficiente que hacer que necesitaba saber todo sobre la vida de su superior, y a veces incluso intentaba organizarle su vida personal. Sin lugar a dudas era una gran profesional, pero personalmente Mikel no la soportaba.

Pasó por el balcón para avisar a Darias, quien respondió con un gruñido y le siguió malhumorado, y por el despacho de Lozano, quien parecía atareado con una enorme cantidad de papeles sobre la mesa, que a simple vista parecían desorganizados pero que Lozano dominaba con absoluta destreza gracias al uso de pequeñas etiquetas de distintos colores.

Los tres entraron a la sala de reuniones principal de la oficina. Era una sala rectangular y amplia, muy bien acomodada. Disponía de una mesa en el centro de ella, con cómodas sillas alrededor de ella, y una televisión de plasma en uno de sus extremos. Una de las paredes era una enorme pecera, que contenía peces de todos los colores. “Vaya una oficina alquiló Darias…”, se dijo Mikel.

Los tres tomaron asiento y comenzó el intercambio de opiniones. Darias fue el primero en expresar su opinión, con su característico tono agresivo y burlesco:

-          Señores, la reunión de hoy es una reunión inútil, y espero que compartáis mi opinión tras mi exposición, aunque sé de alguno que va a hacer oídos sordos a lo que pueda decir – Lozano fue a saltar pero Mikel le lanzó una mirada fulminadora y decidió callar. Darias prosiguió - . En España, durante los años 90, se decidió invertir masivamente en el ladrillo. Todo parecía bonito, y por ello nosotros nos lanzamos a invertir también. Pero todo acabó. La burbuja estalló. Los pisos se están quedando vacíos. La gente se está quedando sin dinero. ¿Cómo diablos pretendemos vender pisos a gente que no tiene dinero? ¿Me lo explicas, Lozano?

-          Déjate de tanta palabrería, Darias, hemos venido aquí a solventar una crisis y a tirar adelante esta empresa – saltó a la defensiva Lozano-. Todo de lo que tú hablas son tus pronósticos, yo te puedo enseñar los míos, y verás que los números son diferentes.

-          Tus cálculos no responden a la realidad, Lozano. Esta empresa va a quebrar, y los tres lo sabemos. ¡No sabemos ni si vamos a poder cobrar nuestro propio sueldo el mes que viene!

-          En eso tiene razón, Miguel – dijo Mikel-. Señores, y ahora dejadme hablar a mí. Fundé esta empresa con ilusión, ganas y esfuerzo. Por aquel entonces venía de pasar un mal momento y gracias a esta empresa mi vida volvió a su cauce. Por ello creo que nadie más que yo desea que esta empresa viva, crezca y se haga grande. A nadie más que a mí me interesa ganar a esta crisis, decirle a todo el mundo que dudó de mí que estaba equivocado. Pero, Miguel, a veces la vida nos gana. A veces la vida planta delante de ti a un tío de casi dos metros con la pierna levantada justo a la altura de tu rodilla y te la parte en mil pedacitos. Y a veces estas heridas duran toda la vida… – Mikel pensó en su cojera crónica-.  Y ahora, Miguel, nos han plantado a un tipo de 2 metros que nos está dando una patada en el corazón de la empresa. Esta crisis va a acabar con la empresa, pero no debe acabar con nosotros. Si seguimos adelante, caeremos. Con mucho pesar, MiLo S.L. es historia.

-          Pero Mikel, ¿y todo nuestro trabajo? ¿No ha servido para nada?

-          Todo nuestro trabajo lo llevaremos siempre encima. Es hora de seguir adelante.

-          Supongo que Darias gana. Supongo que ganáis todos. ¡Que os jodan! ¿Me has oído bien, Mikel? ¡Qué te jodan a ti también! – Y se marchó pegando un portazo-.

Mikel se quedó desolado. Se decisión iba a separarle del mejor amigo de su infancia. Pero en el fondo era lo mejor para todos, y Mikel se convenció de que sería un rebote esporádico. Esto no podía separarlos para siempre.

Salió de la oficina tras decirle a María que anulara la reunión, y se dirigió sin rumbo alguno por la ciudad. Sin planearlo llegó al casco antiguo. Ese lugar le parecía mágico, y siempre imaginaba todo lo que había sucedido a lo largo de la historia en las piedras que estaba pisando en ese momento concreto. Pensó que ahora que tendría tiempo, si Eva encontraba trabajo él se dedicaría a estudiar la carrera de historia. Siempre le había apasionado. Mientras caminaba chutó una piedra que se encontraba en el suelo, y fue a parar a los pies de un hombre mayor.

-          Disculpe, señor. No pretendía darle a usted con la piedra.

-          No se preocupe hombre, ni siquiera me he enterado. No obstante, estamos en paz si me invita a una cerveza, ¿qué le parece?

Mikel no pudo declinar la oferta, así que invitó al viejo a una cerveza. Se pasaron dos horas bebiendo y charlando, explicándose cada uno las penas y consolando al otro. Pasadas estas dos horas, Mikel había perdido ya la cuenta de las cervezas que había tomado, y se había dado cuenta que su pequeño grupo se había visto ampliado a un gran número de personas, que se disponían a jugar al juego de los personajes. Mikel se levantó, totalmente desorientado, y sintió unas náuseas terribles, por lo que se dirigió directamente al baño.

Lo siguiente que Mikel pudo recordar de esa noche fue aquel hombre, despertándolo en el baño del bar. Mikel se había quedado dormido tras vomitar en el baño, y tenía toda la ropa manchada de vómito y orín. “Debo tener un aspecto terrible”, pensó Mikel, pero por lo menos ya era capaz de caminar sin darse golpes con todo lo que le rodeaba y articular más de dos palabras seguidas.

-          Disculpe, ¿qué hora es? Que dolor de cabeza…

-          Son las 2 de la madrugada. Y su dolor de cabeza es comprensible. Permítame que me presente, me llamo Iosu Gómez, ¿y usted es…?

-          Mikel Lobo – dijo sin reconocer a su interlocutor.

De pronto, Mikel recordó quién era el hombre con el que casualmente estaba hablando.

-          ¡Iosu, soy Mikel! – exclamó-, ¿te acuerdas de mí?

-          ¡Ostia, Mikel! Que mal aspecto que me traes. Claro que me acuerdo de ti. ¿Qué diablos te ha pasado? Das asco.

-          Tú siempre tan directo… Pues por lo visto me quedé dormido en el retrete de lo borracho que iba, como seguramente habrás ya deducido – Iosu soltó una carcajada muy sonora.

-          Sí, sí, ya lo había deducido. ¿Qué es de ti, cómo va la vida?

Iosu era un antiguo compañero suyo cuando jugaba en el Osasuna. Iosu era mayor que él, pero lo acogió y ayudó a asentar en el primer equipo. El mismo años, en el 2000, ambos dejaron el club, Mikel por la lesión y Iosu para ir a jugar al Al-Ain de Emiratos Árabes Unidos. Mikel le explicó cómo había fundado su empresa y los avances que habían realizado, omitiendo la terrible crisis por la que actualmente pasaban. No quería que Iosu se enterara de su fracaso, puesto que él parecía seguir viviendo la vida como cuando era joven. Mikel le preguntó por su periplo por tierras árabes:

-          Bien, bien… Es curiosa la vida allí. Sin lugar a dudas, cuando llegué a Emiratos Árabes Unidos no sabía la que se iba a armar por aquella zona, pero la verdad es que si encuentras un sitio apacible donde descansar se está muy bien allí. Ahora mismo me dedico a entrenar por ahí, y parece que cada vez voy cogiendo más prestigio.

-          Anda, ¿y no pretendes volver a Europa?

-          Tengo responsabilidades allí que no me lo permiten – Iosu zanjó el tema.

Mikel pensó en aquel título que se sacó dos años después de la lesión, que le acreditaba como entrenador de fútbol profesional. Nunca se lo había tomado en serio, pero ahora pasaría a estar en el paro y todas las opciones debían ser válidas. Así que decidió tantear a Iosu:

-          Y, ¿en qué equipo trabajas?

-          Verás, acabo de dimitir como mánager del Esteghlal FC, de Irán. No me acabo de acostumbrar a vivir en un país como Irán. Ahora barajo varias ofertas, pero no quiero hablar del tema, ya sabes…

-          Sí, sí, claro…

-          Escucha, no puedo estar mucho más tiempo aquí. Te dejo mi número. Llámame un día de estos y tomamos una caña tranquilamente, así nos ponemos al día, ¿quieres?

-          Perfecto, dalo por hecho.

 

 

 

 

Editado por Franfrs
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