Capitulo 4. ENTREVISTA — “¿Puede un español entender el alma de Akureyri?” Por Einar Jónsson Akureyri Poco antes del amanecer, subimos los escalones de la Akureyrarkirkja con Alberto Ansodi. Treinta y dos años, español, exportero de paso breve por la Segunda RFEF, y ahora entrenador de nuestro club. Su llegada ha sido vista por algunos como una bocanada de aire fresco. Para otros, una incongruencia con la política localista que ha defendido el club durante décadas. Yo tenía preguntas. Y Ansodi, para bien o para mal, no rehuyó ninguna. —Einar Jónsson: Empecemos sin rodeos. El club ha defendido públicamente que los nuevos jugadores deben ser nacidos en Akureyri. ¿Cómo encaja esa visión con un entrenador español que lleva menos de cuatro meses en la ciudad? —Alberto Ansodi: No encaja… si uno solo mira el pasaporte. Pero yo no vine aquí como turista, ni como figura externa que impone ideas. Vine con una mochila, un contrato por meses, y una intención sincera de aprender. En ese tiempo he compartido turnos de madrugada con jugadores que ahora entreno, he pasado horas en la nieve marcando ejercicios en islandés con acento imposible, y he escuchado más que hablado. Akureyri no me debe nada. Yo me debo a ella. Y si me he ganado estar aquí, no es por ser extranjero, sino por haberme comportado como alguien que quiere quedarse. —Einar: Pero lo cierto es que no tienes experiencia. Ninguna. Ni como primer entrenador, ni como técnico en Islandia. ¿Qué vio el club que otros no vieron? —Ansodi: Vieron lo que no aparece en los currículums: compromiso, presencia, la capacidad de escuchar y adaptarse. La experiencia importa, claro. Pero lo que importa más, en un club que se sostiene por gente que va a entrenar después de una jornada de fábrica, es que el entrenador respete cada minuto que los jugadores le ofrecen. Mi trabajo empieza en el césped, pero no termina ahí. Termina cuando el equipo siente que entrenar vale la pena, aunque no haya reflectores. —Einar: ¿No crees que los aficionados tienen derecho a preguntarse si esto no es un experimento? ¿Un riesgo innecesario, cuando había técnicos islandeses disponibles? —Ansodi (tras una pausa): Lo entiendo. Yo también me lo preguntaría. Pero hay una diferencia entre ser improvisado… y ser inesperado. Yo no me ofrecí. El club me eligió. Y ahora es mi responsabilidad demostrar cada día que fue la decisión correcta, no con palabras, sino con hechos. Con sesiones que tengan sentido, con once jugadores que compitan como uno, y con una grada que pueda sentirse parte de lo que está viendo. —Einar: ¿Aceptarás limitarte a fichar solo jugadores nacidos en Akureyri? —Ansodi: No solo lo aceptaré, lo defenderé. ¿Sabes por qué? Porque esa limitación se convierte en identidad. Nos obliga a mirar mejor, a formar mejor, a cuidar lo que tenemos en lugar de comprar lo que no entendemos. Es más difícil, sí. Pero también más puro. Y para ser sincero… yo tampoco nací aquí. Pero si un chico de 18 años se gana el dorsal sudando en el barro de este campo, ¿por qué yo no voy a ganarme también mi sitio? —Einar: Última pregunta. ¿Qué crees que pensará Akureyri de ti en junio? —Ansodi (mirando al fiordo): Espero que no piense en mí. Espero que piense en el equipo. En el chaval que debutó con 16. En el portero que volvió a creer. En los cinco partidos sin perder en casa. Si para entonces todavía me preguntan de dónde vengo… es que no hemos trabajado lo suficiente. Y así, bajo el perfil imponente de la iglesia que domina la ciudad, un entrenador forastero se juega algo más que puntos. Se juega el derecho a ser parte de esta historia.
Únete a la conversación
Puedes publicar ahora y registrarte después. Si ya tienes una cuenta, accede ahora para publicar con tu cuenta.