Después de leer varias de las historias, decidí contarles la mía. Una historia escrita con dolor y desencanto, pero también con esperanzas y deseos de superación.
Nací en el seno de una familia muy futbolera, mi abuelo paterno, un elegante “n° 5” que deleitó a cientos de personas en varias ligas de la región. Por el lado materno, un “tano” de los de antes, un central de los que si pasaba la pelota, no pasaba el jugador. Mis tíos fueron arqueros, el más chico, a quien yo admiraba, partió del pueblo siendo muy joven, y se destacó en torneos de ascenso de Argentina y Chile. Y claro, yo quise seguir sus pasos.
Prometía mi carrera, con algunas personas opinando que tal vez podría superarlo, y porqué no, ser el futbolista de Villalonga (un pequeño pueblo de 7000 habitantes al sur de la provincia de Buenos Aires, República Argentina) qué más lejos podría llegar.
A los 14 años y con mi 1.83 mts de estatura aún en desarrollo, me llegó la hora de debutar en el arco de mi querido Deportivo Villalonga, el único equipo de la localidad que en ese momento jugaba en la Liga Rionegrina de Fútbol. El titular de ese entonces había sufrido una luxación en la muñeca, lo que me permitiría disponer de unos cuantos minutos en el primer equipo.
Fueron tres partidos con el arco en cero.
El técnico, a pesar de mi juventud, confió en mis condiciones y ese semestre permanecí en el arco, llegando a ser una de las figuras y la valla menos vencida del torneo.
Al siguiente año, llegó la oportunidad de continuar mi carrera en una liga mas competitiva, así que acepté la propuesta del club Liniers de Bahía Blanca, justamente el club donde mi abuelo y mi tío se formaron cuando eran jóvenes.
Pase los siguientes 2 años alternando en el banco de 1ª, ocupando la portería de los reservas y la 4ta división formativa. Hasta que cerca de cumplir mis 17, volví a tener la chance de estar con la "1” de la mayor.
Fue un amistoso de pre-temporada. El rival Olimpo, equipo de la ciudad que disputaba la primera división del país. Fue un empate en 0, donde mis paradas fueron una grata sorpresa para el cuerpo técnico aurinegro, que post-partido me invitó a una prueba en el club.
Estaba muy cerca de llegar.
Después de una larga negociación Liniers aceptó cederme a Olimpo por una temporada, y según el técnico arrancaría el año como 3er arquero.
El primer mes transcurrió con normalidad, la exigencia era muy superior a lo que yo conocía de antaño, pero tenía la meta clara, y era llegar a primera, por lo que el esfuerzo extra no me importaba en absoluto.
Hasta que un día pasó. Haciendo un trabajo de reflejos con mis compañeros, sentí de repente que toda la luz se apagaba. Algo no estaba bien, cada vez era más difícil respirar, hasta que todo se volvió oscuridad.
Estuve todo el trayecto desde el complejo deportivo al hospital inconsciente, y el diagnóstico del doctor cayó como una bomba ante mis oídos. Una afección al corazón. Hipertrofia Cardíaca, algo bastante común en los deportistas que no representa riesgo para la salud salvo en caso de evolución brusca, como claro, era mi caso. “Tenes que dejarlo, Ivan” fueron las palabras del médico, pero yo ya no lo escuchaba.
Sentí de repente que mi mundo se caía a pedazos, todo por lo que había trabajado, ese esfuerzo puesto en mi sueño de ser profesional y llegar a primera, las ilusiones de la gente de mi pueblo. Todo desaparecía.
Cuántas cosas pasaron esos días por mi cabeza, trataba de buscarle un lado positivo pero claro, a los 17 años y con toda la ilusión en conseguir “el sueño del pibe” truncada, no habia mucho positivismo que digamos.
Volví al pueblo donde crecí, empecé a recorrer las calles del barrio y los recuerdos de la infancia pateando con mis amigos, con los buzos haciendo los arcos, salían a flote. Como si me persiguieran, sentía que me estaba volviendo loco.
Llegué a la iglesia del centro, y ¿saben? Nunca fui un tipo creyente, pero aun así entre a buscar mis repuestas. Salí de ese lugar de la misma forma que entré, con la angustia quemándome por dentro.
Llovía torrencialmente y camine los casi 2km que separan el centro del pueblo del complejo deportivo, quería despedirme del lugar que me había dado mis mejores horas.
Me senté en las tribunas, esos tablones de madera que había sabido pisar con mi abuelo cuando era apenas un niño, cuando descubrí mi amor por el balón.
Abajo un grupo de críos, de unos 9 o 10 años trataban de entrenar bajo el diluvio.
- ¿Qué pasa Ivan?- Alguien se sentaba a mi lado y me palmeaba la espalda. Él era Hugo, el técnico que había confiado en mÍ para defender el arco de la 1ª cuando no era mas que un mocoso.
- Me entere lo que pasó, un garronazo. ¿Qué vas a hacer ahora? - Me preguntó.
-Que se yo Hugo, mi vida era esto y ya no lo tengo más. Y aunque lo intento no le encuentro ningún sentido.
- ¿Por qué no te quedas el semestre en el pueblo? Terminás el colegio acá con tus amigos de toda la vida, y de paso a la tarde me venís a dar una mano con los pibes y te tiro unos mangos. Les vendría bien que alguien les enseñara el oficio de la portería, y vos para muchos de ellos sos como un ídolo. Además creo que te hará muy bien.
-¿ídolo yo? ¿Qué decís Hugo? ¡No jodas! ¿Que voy a ser ídolo? Si acá apenas jugué un par de meses y me fui a un club de barrio de Bahía donde fui titular un puñado de partidos, y cuando me llega la oportunidad de ser profesional me tengo que retirar.
La expresión de Hugo cambio, había como un dejo de enojo en su mirada.
-¿Ves esos pibes? Su entrenamiento está pautado para dentro de media hora. Eso lo aprendieron de vos, llegar una hora antes e irte una hora después. Decime Ivan ¿Cuántos en este pueblo consiguieron llegar donde vos llegaste?- Hugo apretaba los puños. – Vos nos diste una motivación a todos, demostraste que con trabajo y esfuerzo se puede llegar. Estos chicos no quieren ser como Abbondanzieri o Casillas o Buffon, quieren ser como vos. Si vieras cuando un pibito de estos saca algún bochazo y grita “ATAJOOO FIBIGERRR”. Acá festejamos todos cuando firmaste con Olimpo, y creeme que lloramos cuando salió en el diario que te retirabas.
En ese momento no podía ya contener mis lágrimas.
-No seas boludo. Venite mañana, te va a hacer bien, y a ellos también.
Hugo me palmeó otra vez la espalda y se fue rumbo a los vestuarios. Yo me quedé un rato más viendo a los chicos correr tras el balón.
Ese año me quedé en Villalonga, con mi familia, con mis amigos. Repartí mi tiempo entre la escuela y entrenando a los arqueros del club. Fue difícil, reconozco que no poder pisar el verde césped el domingo me hacia sentir incompleto, pero el entusiasmo que los chicos le ponían a los entrenamientos de alguna manera me contagiaba energía.
No podía renunciar a lo que amaba. En ese momento, mientras terminaba el secundario y recuperaba mis fuerzas para continuar, decidí que iba a seguir en el mundo del fútbol, porque era mi pasión, y no imaginaba mi vida sin él.
Tenía dos opciones, seguir la profesión de mi padre y ser periodista, en mi caso deportivo, o convertirme en preparador.
Y eso último fue lo que decidí. Volví a Bahia Blanca, 170km me separaban de casa y tras 4 años de estudios, me recibí de profe de educación física y luego de trabajar en algunas escuelas, conseguí un puesto en el Club Pacifico (BA) como preparador físico de las categorías juveniles.
Pero no estaba bien para mí, no me sentía satisfecho viendo los partidos desde las tribunas, y opte por tomar el curso de entrenador, logrando luego la Licencia Nacional C.
Eso me permitió, conseguir varios empleos como entrenador en categorías formativas. Hasta que finalmente un viejo conocido de la dirigencia del Club Liniers se contactó conmigo para ofrecerme el puesto de entrenador del primer equipo, liderando un nuevo proyecto que buscaba fortalecer al club en los torneos de ascenso.
Y así arranca mi nueva historia, mi renacimiento futbolístico.
Mi nombre es Ivan Fibiger, tengo 28 años y oficialmente soy el nuevo Manager del Club Liniers de Bahía Blanca, equipo que actualmente se desempeña en el Torneo Federal B de Fútbol, cuarta categoría del ascenso del interior.
INFORMACIÓN DE LA PARTIDA:
Versión del Juego: Football Manager 18, V18.3.4
Base de Datos Pequeña
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