Diario de Tomasz Hajto: Entrada 1 - La Última CaladaMe llamaron. Sí, a mí. Supongo que todos los candidatos con un historial limpio y un PowerPoint lleno de gráficos bonitos dijeron que no. O quizás, solo quizás, en la directiva del Schalke 04 queda alguien con memoria. Alguien que recuerda que para salir de un pozo no necesitas un estratega con un máster en finanzas, sino a un tipo que sepa usar una pala. Y yo, créanme, he cavado muchos hoyos en mi vida, tanto dentro como fuera del campo. Busquen mi nombre en internet, adelante, no me ofendo. Verán "homicidio involuntario" al lado de una foto mía con cara de idiota. Verán "contrabando de cigarrillos". Mi vida ha sido una colección de malas decisiones y peores titulares. Pero aquí estoy, de vuelta en Gelsenkirchen, el único lugar del mundo donde la gente te juzga por cuánto sudas, no por los fantasmas que te persiguen. Esta no es una oportunidad de trabajo; es la última calada de un cigarrillo que se apaga, mi redención personal. Miro la plantilla que he heredado y veo el reflejo de mis propios errores: jugadores blandos, con sobrepeso de ego y faltos de carácter. Viven del escudo, pero no entienden el carbón que lo forjó. Pues se acabó. La filosofía a partir de ahora es simple, tan simple que hasta el más tonto de los delanteros modernos puede entenderla: se corre. Se corre hasta que los pulmones ardan, y luego se corre un poco más para que el de al lado no te llame cobarde. El único contrabando que voy a permitir en este vestuario es el de carácter y cojones. Llamadlo "Malocherfußball", llamadlo como os dé la gana. Para mí, es fútbol de verdad. La Knappenschmiede, nuestra cantera, será nuestra mina. Dejaremos de buscar diamantes pulidos fuera y empezaremos a picar nuestra propia piedra hasta sacar acero. ¿Los objetivos? Son tan claros como el vodka polaco. Primero, salimos de este lodazal llamado 2. Bundesliga. Segundo, nos asentamos en la élite para que nadie vuelva a reírse de nosotros. Y tercero, el único objetivo que realmente me quita el sueño: borrar esa sonrisa de superioridad de la cara de los payasos de amarillo y negro de Dortmund. Quiero que cada vez que jueguen contra nosotros, sus jugadores pidan el cambio en el minuto 60. Mi redención no consiste en convertirme en un buen hombre, eso es para las películas. Consiste en hacer del Schalke 04 el equipo más bastardo y difícil de enfrentar de toda Alemania. Pónganse cómodos. Esto no va a ser bonito. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 2. Fin de la Temporada 1Se acabó. La temporada ha terminado. Los jugadores celebran en el vestuario, se echan champán barato por encima y se hacen fotos para sus estúpidas redes sociales. Les dejo cinco minutos de gloria. Es todo lo que tendrán. Yo estoy en mi despacho, con la puerta cerrada, una botella de Zubrówka a medio empezar y el cenicero lleno. Miro por la ventana y no veo una ciudad celebrando, veo el próximo campo de batalla. Hemos ascendido. Campeones de la 2. Bundesliga. 81 puntos. 18 de ventaja sobre el segundo. Enhorabuena. Hemos hecho exactamente lo que nos pagaban por hacer, nada más. ¿Quieren una medalla por cumplir con su trabajo? Que se la compren. La afición está feliz, la directiva me da palmaditas en la espalda... sonrisas falsas. No se dan cuenta de que esto no ha sido una victoria, ha sido una huida. Hemos escapado de un pozo de segunda división, solo para darnos cuenta de que estamos al pie de una montaña llamada Bundesliga, y no tenemos ni cuerdas ni oxígeno. Nuestro presupuesto para fichajes era de un millón de euros. Nuestra deuda neta es de 191 millones. ¡CIENTO NOVENTA Y UN MILLONES! Ascender no era una opción, era la única forma de que este club no acabara vendido por piezas como un coche robado. Miro el calendario y no recuerdo las goleadas. Recuerdo el 0-3 contra el Werder Bremen en la Copa, una lección de humildad que nos vino de perlas. Recuerdo las derrotas por 1-0 contra Hannover y Dresden, partidos que demostraron que un mal día nos convierte en un equipo vulgar. Y sobre todo, recuerdo la última jornada, perdiendo 1-0 contra el Darmstadt cuando ya éramos campeones. ¿Relajación? Odio esa palabra. Es un veneno. Les demuestra que no están listos. La Bundesliga huele esa sangre y te devora. Tuvimos suerte de que esta liga estuviera llena de equipos mediocres. El año que viene no tendremos esa suerte. No todo ha sido un desastre, claro. Hubo soldados. Bryan Lasme, con 25 goles, hizo su trabajo: meter la pelota en la red. Es un animal, una bestia que entendió que su primera tarea era presionar como un loco. Nikola Katić, con 14 goles siendo central, ha sido el verdadero capitán de este equipo; un puto general en el área rival y en la nuestra. Anton Donkor, con 14 asistencias, ha sido un puñal incansable. Y el motor del centro del campo, Schallenberg y Bachmann, han corrido hasta quedarse sin aliento, como les pedí. El chico argentino, Sena, llegó en invierno y probó el barro alemán. Un gol y dos asistencias. No está mal. Ha aprendido más sobre lo que es el fútbol en estos seis meses que en toda su vida en Argentina. Aún es blando, pero tiene la mirada correcta. Tiene futuro, si sobrevive a mis entrenamientos. Pero seamos honestos. La cruda realidad está en los números que no salen en los titulares. Loris Karius, nuestro portero estrella, ha encajado 33 goles y sus estadísticas (xGP de -3.65) confirman lo que mis ojos veían: nos ha costado goles. Ha parado menos de lo que un portero decente debería. Con ese sueldo y ese rendimiento, ir a la Bundesliga con él como titular es un suicidio. Es mi primer problema a resolver. Este ascenso no es el final de un libro; es el puto prólogo. El trabajo de verdad, la batalla por la supervivencia, empieza ahora. Se acabaron las celebraciones. Mañana, a las 8 en punto, quiero ver a mis ojeadores. La guerra por no volver a este infierno acaba de comenzar. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 3. Fin de la Temporada 2 - El Sabor del "Casi"La última botella de Zubrówka está vacía. El cenicero, a rebosar. Miro por la ventana de mi despacho y la ciudad duerme. No hay celebraciones. No hay cánticos. Solo el silencio pesado de una oportunidad perdida, de un sueño que se nos ha escapado entre los dedos como arena. Miro la clasificación final y me río. Una risa amarga, seca. Quintos. Europa League. Y se siente como una puta derrota. Quintos. 61 puntos. Cualquiera diría que es un éxito. Un recién ascendido, con un presupuesto de mierda, clasificándose para Europa. La prensa habla de hazaña. El nuevo presidente, Fleger, me sonríe y me da palmaditas en la espalda, hablando de "un paso en la dirección correcta". Idiotas. Todos. ¿No lo ven? Estuvimos ahí. Tocamos la Champions con la punta de los dedos. A falta de unas pocas jornadas, éramos cuartos, por delante del puto Dortmund y del Leverkusen. Y nos caímos. Nos pudo el vértigo. Miro el calendario y veo la historia de dos temporadas. Una primera vuelta de ensueño, donde éramos segundos, corriendo como lobos, defendiendo como si cada partido fuera el último. Ganamos 4-1 al Bayern en casa. ¡4-1! Ese día, por un momento, creí que éramos invencibles. Que el espíritu de la mina podía conquistar el mundo. Pero luego llegó el invierno. El parón. Y algo se rompió. La segunda vuelta ha sido una sangría. Derrota tras derrota contra los de arriba: Union, Stuttgart, Bremen, Frankfurt, Bayern, Leverkusen, Leipzig... Nos tomaron la medida. Descubrieron que si nos presionaban arriba, nuestro castillo de naipes se venía abajo. El 1-6 contra el Eintracht fue una humillación que no olvidaré. Me demostró que aún somos un equipo de segunda con un traje de primera. Los héroes de la primera vuelta se convirtieron en hombres. Bryan Lasme ha terminado con 23 goles, el segundo máximo goleador de la liga. Un animal. Ha demostrado que tiene nivel para esto. Pero ha estado demasiado solo. Marius Müller ha sido el mejor fichaje que he hecho en mi vida. Un muro. Un líder. Ha evitado goleadas que nos habrían hundido en la miseria. Tristan Osmani, el niño, ha explotado: 6 goles y 11 asistencias. Ha sido la única luz en la oscuridad de la segunda vuelta. Se ha echado el equipo a la espalda con 20 años. Tiene el carácter que exijo. El resto... han cumplido. Han corrido. Han luchado. Pero les ha faltado calidad. Nos ha faltado fondo de armario. Cuando los titulares se cansaban, los que salían del banquillo no mantenían el nivel. Y ahora, Europa. La directiva está contenta. "Más ingresos", dicen. No entienden nada. No estamos preparados. Jugar jueves y domingo con esta plantilla es un suicidio. Es la receta perfecta para luchar por el descenso en la liga y hacer el ridículo en Europa. Y esa deuda, esos 192 millones, sigue ahí, como un ancla atada a nuestro cuello. El objetivo era la salvación. Lo hemos conseguido con creces. Pero el sabor de boca es amargo. Hemos probado el caviar y ahora tenemos que volver al pan duro. He demostrado que puedo construir un equipo competitivo de la nada. Ahora tengo que demostrar que puedo gestionar las expectativas, el cansancio y la presión de ser un equipo europeo. El trabajo de este verano será el más difícil de mi carrera. Necesito más soldados. Necesito más profundidad. Necesito que los niños como Osmani se conviertan en generales. No hay tiempo para descansar. La próxima temporada empieza hoy. Y será, si cabe, un infierno aún mayor. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 4. Fin de la temporada 3 - El Eco de BerlínLa temporada ha muerto. Larga vida a la temporada. En la ciudad hay un murmullo de satisfacción. Sextos en la liga. Otra vez en Europa. La directiva me da palmaditas en la espalda, esta vez con un poco más de convicción. Hablan de "crecimiento sostenible" y "consolidación del proyecto". Palabras. Palabras vacías que se dicen en despachos con aire acondicionado. Yo prefiero el lenguaje del barro y la sangre. Sextos. 55 puntos. Ser sexto es como ser el invitado más guapo en la boda de otro. Nadie te recordará. Solo significa que el año que viene tendremos que volver a luchar en dos frentes, con el mismo cansancio y el doble de expectativas. Esta temporada no se define por ese sexto puesto. Esta temporada se define por dos noches. Una de vergüenza y otra de un orgullo amargo, casi doloroso. La vergüenza tiene nombre búlgaro: Ludogorets. Fuimos a su pocilga en la Europa League y nos creímos los reyes de la Bundesliga. Nos metieron cuatro. Cuatro. Fue una lección de humildad que algunos necesitaban. Les ganamos en casa, claro, cuando la presión ya se había ido, pero fue tarde. Nos enseñaron que en Europa, si te relajas un segundo, te desnudan y se ríen de ti delante de todo el continente. Lección aprendida. A golpes, como debe ser. Luego está el orgullo. La DFB-Pokal. La Copa. Ese camino sí fue nuestro. Eliminamos a rivales, sudamos en prórrogas, luchamos como perros hasta llegar a la final. A Berlín. El Olympiastadion. Un mar de azul y blanco. Por un momento, solo por un momento, el fantasma de la gloria pasada de este club pareció volver. Pero al otro lado estaba el Bayern. Y la realidad es una puta apisonadora. 0-2. Luchamos, pero no fue suficiente. Ver a esos millonarios de Múnich levantar el trofeo mientras mis jugadores miraban con el alma en los pies... ese es el combustible que necesito para el año que viene. Ese dolor es más útil que cualquier medalla. Miro los números que importan. Bryan Lasme. 26 goles. Un animal. Una bestia a la que solo le tienes que señalar la portería. Su trabajo no es jugar bonito, es ejecutar. Y ha sido nuestro verdugo. Marius Müller. Qué portero. Los listillos de los datos dicen que nos ha salvado casi 9 goles más de lo esperado. Yo digo que nos ha salvado el culo una y otra vez. Es el único hombre tranquilo en un tiroteo. Un muro. Los niños siguen creciendo. Tristan Osmani, con 8 goles y 12 asistencias, ya no es una promesa, es una realidad. Le falta mala leche, pero la aprenderá. El argentino, Fabricio Sena, con 11 goles y 10 asistencias, ha demostrado que el frío alemán no solo curte, sino que también afila. Y en las bandas, Sead Hakšabanović ha sido un puñal silencioso con 14 asistencias. No hace ruido, solo hace daño. ¿Lo mejor de todo? Miro el informe financiero. Cuando llegué, este club debía 191 millones. El año pasado, 120. Ahora, la deuda neta es de menos de 60 millones. ¡SESENTA! Los contables deben estar teniendo orgasmos en sus hojas de cálculo. Para mí, solo significa una cosa: el ancla que nos ahogaba ahora es solo una cadena. Seguimos sin ser libres, pero al menos podemos nadar. Pero no todo es vodka y sonrisas. Recuerdo marzo. Una bofetada de 6-1 contra el Bayern. Una derrota en casa, en nuestro Revierderby, contra esos payasos de amarillo y negro. Una derrota contra el Union Berlin. Tres partidos que nos enseñaron cuál es nuestro sitio. Todavía no estamos listos para sentarnos en la mesa de los mayores. Somos el pariente pobre al que invitan por compromiso. Se acabó. El eco de la final perdida en Berlín resonará en el vestuario cuando volvamos. Lo usaré como un látigo. La próxima temporada no vamos a Berlín como turistas. La próxima temporada, vamos a la guerra. Y esta vez, pienso ganarla. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 5. Fin de la Temporada 4 - Los Cimientos de un Nuevo DomEl último sorbo de Stauder, la cerveza de nuestra tierra, sabe a metal y a tierra. Amargo. Como esta temporada. El despacho está en silencio, solo se oye el zumbido de la ciudad ahí fuera, una ciudad que duerme satisfecha. Idiotas. Se conforman con tan poco. Levanto la vista y veo el resumen del año en la pantalla. Quinto puesto. La misma puta marca en la pared de la mina que el año pasado. Hemos picado y picado durante meses para acabar exactamente en el mismo nivel, sin ver la luz del sol. Atrapados en el purgatorio de la Europa League. La temporada ha terminado y el sentimiento no es de alegría, es de impaciencia. De una rabia sorda. Cualquiera que mire la clasificación dirá que hemos cumplido. Quintos. Nos hemos asentado. Pero yo no vine aquí para asentarme. Yo vine para conquistar. Miro el calendario y es la historia de un equipo con dos caras. Un Dr. Jekyll que juega en casa y un puto Mr. Hyde que se arrastra por el barro ajeno. En nuestro Veltins, con el rugido de nuestra gente, hemos sido gigantes. Le ganamos al Bayern. Sí, 2-0. Vieron lo que es el Malocherfußball de verdad. Le ganamos al Dortmund, nuestro Revierderby. 2-1. Esa noche, la ciudad olía a victoria y a Currywurst, y por un momento, todo pareció tener sentido. Y luego está Europa. Echamos a la Juventus. A la Vecchia Signora. Le ganamos en Turín y le ganamos en casa. Demostramos que este escudo todavía pesa en el continente. Les recordamos lo que es Schalke. Pero esa es la cara bonita. La que sale en las postales. La otra cara es la que me revuelve el estómago. La del 1-4 en Dortmund, una herida que todavía supura. La del 1-5 contra el Leipzig, o la del 1-5 en St. Pauli. Humillaciones. Partidos donde nos desnudaron y nos recordaron que todavía somos un equipo en construcción, un gigante con pies de barro. Y la Copa... caer en segunda ronda contra el Stuttgart. Una Blamage. Inaceptable. Una mancha en nuestro honor. Y la eliminación contra el Niza en Europa... 180 minutos para no meter un solo puto gol. Impotencia. Frustración. Entonces, ¿qué hemos ganado este año? Miro otro informe. La deuda. 63 millones de euros. Cuando llegué, este club era un moribundo con 191 millones de deudas. Ahora... ahora respiramos. Ya no llevamos el ancla atada al cuello, solo una cadena. Y con esa cadena hemos aprendido a nadar. Y entonces llega la noticia. La que lo cambia todo. El presidente Fleger quiere construir un nuevo estadio. Un nuevo hogar. Un nuevo Dom para nuestro pueblo. De repente, todo este sufrimiento, cada punto perdido, cada entrada a ras de suelo en el barro, cobra un nuevo significado. No estábamos solo luchando por sobrevivir. Estábamos poniendo los cimientos. El Veltins-Arena es historia, es nuestro hogar. Pero el futuro exige más. Y nosotros, con nuestro sudor y nuestra sangre, le hemos dado a este club la oportunidad de soñar con un futuro. Hemos pasado de ser un club en venta a uno que se atreve a construir un nuevo coliseo. Este quinto puesto ya no me sabe a fracaso. Sabe a trabajo a medio hacer. Sabe al último turno en la mina antes de empezar a construir algo nuevo en la superficie. El año que viene, no jugamos solo por la Champions. Jugamos por merecer las llaves de nuestra nueva casa. Glück auf. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 6. Fin de la Temporada 5 - El Peso del AceroDejo el vaso sobre la mesa, el líquido ámbar apenas se mueve. El despacho está en silencio, solo roto por el zumbido lejano de una ciudad que celebra. Una celebración que no comparto. No todavía. En la vitrina, dos nuevas piezas de metal reflejan la luz de la lámpara. La DFB-Pokal y la Europa League. Pesan. Huelen a esfuerzo. A trabajo hecho. Miro los titulares de los periódicos esparcidos sobre la madera. "Doblete histórico". "El renacer del Schalke". "Hajto, arquitecto de un campeón". Palabras. Bonitas, pero vacías. Prefiero la fría honestidad de los números y de los recuerdos. Lo conseguimos. Hemos traído dos trofeos a Gelsenkirchen. La Copa Alemana, ganada con una autoridad aplastante en Berlín. 4-0. Un trabajo limpio, una obligación cumplida. Y la Europa League. La conquistamos en el lugar más improbable, en el corazón del territorio enemigo, en el Westfalenstadion. Un 2-0 contra el Newcastle. Sentir el silencio de ese estadio mientras levantábamos una copa europea... ese recuerdo vale más que el propio metal. Y en la liga, segundos. Directos a la Champions League. A la mesa de los hombres, donde se cena con cuchillo y tenedor, no con las manos. La prensa me da premios. Los jugadores me dan premios. He alcanzado los 200 partidos en este banquillo. Dicen que es un hito. Yo digo que son 200 batallas, algunas ganadas, otras perdidas, todas sufridas. Reviso el rendimiento de mis soldados, especialmente el de los nuevos reclutas que llegaron este verano para cambiarlo todo. Maximiliano Gómez: El pistolero. Futbolista del Año en Alemania. 36 goles. No hay más que decir. Se le fichó para ser un asesino, y ha sido un verdugo. Gerard Rebollo: El niño de la Knappenschmiede. Mejor Jugador de la Europa League con 18 años. Anotó 12 goles. Le dimos la oportunidad y ha demostrado que el futuro de este club está en nuestra propia mina. Ya no es una promesa, es un líder. Alidu Seidu, Alexandro Bernabéi, Ruslan Litvinov, Nihad Mujakić: La nueva muralla. La defensa ha sido una fortaleza. Han traído la solidez y la mala leche que nos faltaba. Se acabaron los regalos. Santiago Ascacíbar y Matvey Kislyak: Sangre y cerebro para la medular. El argentino ha sido el perro de presa que esperábamos, y el joven ruso ha demostrado tener la visión de un veterano. Han sido el equilibrio perfecto. Enzo Kana-Biyik y Pablo Solari: Pólvora fresca para el ataque. Han sido revulsivos de lujo, cuchillos afilados que han cambiado partidos desde el banquillo. Han entendido su rol y han esperado su momento. Pero la memoria es una amante cruel, y yo no la olvido. No olvido el 1-4 en Múnich. No olvido el 1-4 en Dortmund en liga. No olvido el 1-5 en casa contra el Leipzig. Noches oscuras donde nos recordaron que, aunque tengamos copas en la vitrina, ellos siguen teniendo la corona. Ganar batallas no te convierte en rey. Y la guerra por el Meisterschale la hemos vuelto a perder. Este doblete no es un destino, es una estación de paso. Es la prueba de que el método funciona, de que el acero que forjamos es real. Pero la cima de la montaña sigue ahí, dominada por los mismos de siempre. Y nosotros seguimos abajo, mirándola. La celebración ha terminado. La próxima temporada no empieza en agosto. Empieza ahora. La Champions League nos espera, y el Bayern sigue en el trono, sonriendo con suficiencia. El año que viene, no vamos a defender nuestros títulos. Vamos a arrebatarles el suyo. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 7. Fin de la Temporada 6 - El Sabor Agridulce de BerlínHay un trofeo nuevo en la vitrina. Uno que ya conocemos, pero que sabe diferente. Más pesado. Más real. La DFB-Pokal. Otra vez nuestra. Miro los recortes de prensa. "Hajto forja su leyenda". "El Schalke vuelve a reinar en Berlín". Palabras. Solo palabras que intentan describir una noche de locura. Yo prefiero los hechos. Y el hecho es que el trofeo está aquí, frío y brillante. Lo hemos hecho. Otra vez. Hemos vuelto de Berlín con la DFB-Pokal bajo el brazo. Pero esta vez ha sido diferente. Esta vez no ha sido un paseo. Ha sido arrancada de las fauces del puto dragón. 4-3 en la prórroga contra el Bayern de Múnich. Una batalla épica. Un partido de hombres. Ver a mis soldados levantar esa copa, exhaustos, sangrando, con la mirada de los que han ido al infierno y han vuelto con el tridente del diablo... ese momento. Ese puto momento lo justifica todo. Pero la resaca de Berlín es amarga. Miro la clasificación de la liga. Cuartos. Un puesto de Champions League. La directiva está contenta, el objetivo está cumplido. Para mí, es un fracaso. Un fracaso de 19 puntos. Esa es la distancia que nos separa del Bayern. Hemos sido los mejores del resto. Un título para los mediocres. Hemos perdido partidos estúpidos, como ese 0-1 en casa contra el propio Bayern, o el 2-3 contra el Leipzig. Ahí se nos fue la liga. No hemos tenido la consistencia. No hemos tenido el hambre para aguantar 34 jornadas. Y Europa... la Champions League. El baile de los reyes. Hemos llegado, hemos visto y nos han pintado la cara. Nos eliminó el Manchester City en octavos. Les ganamos en su casa 2-1, una noche de orgullo, pero la derrota en nuestro Veltins-Arena nos condenó. Nos enseñaron que en esa mesa no se puede ir de farol. O tienes la mejor mano, o te despluman. Y a nosotros nos desplumaron. La temporada ha tenido héroes, por supuesto.Bertuğ Yıldırım. El turco. La millonada que pagamos por él. Y los ha devuelto. 27 goles. Torschützenkönig. El máximo goleador de la Bundesliga. Ha sido nuestro martillo, nuestro cañón. Ha demostrado que el dinero, a veces, si lo gastas en un guerrero y no en una estrella de porcelana, merece la pena. El resto... han cumplido. Han sudado. Han luchado. Pero no ha sido suficiente. Así que aquí estamos. Con un pie en el cielo, celebrando una Copa heroica, y el otro en el barro, lamentando una liga que ni siquiera hemos disputado. Con un billete para volver a la Champions, sabiendo que todavía no somos reyes, solo invitados con una buena armadura. La celebración se ha acabado. El sabor de la victoria en Berlín ya se desvanece. Solo queda el regusto amargo de la distancia que nos separa del trono. El trabajo para la próxima temporada empieza ahora. Y esta vez, no quiero ser el mejor del resto. Quiero ser el puto rey. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 8. Fin de la Temporada 7 - El Último Baile en el Trono de CarbónLevanto la vista. Sobre la mesa, reflejando la luz tenue de la lámpara, descansa el Meisterschale. Es más pesado de lo que imaginaba. Pesa más que el metal del que está hecho. Pesa 66 años de sequía, de esperas, de "casi". No lo miro con alegría. Lo miro con el respeto que se le tiene a un enemigo formidable al que, por fin, has vencido. La ciudad celebra ahí fuera. Que lo hagan. Se lo han ganado. Yo, esta noche, solo necesito el silencio y el frío contacto con este escudo de plata. Y la certeza de que el final de mi camino aquí está cerca.Lo hemos hecho. Esas tres palabras resuenan con un eco extraño. Campeones de la Bundesliga. Hemos derribado al gigante de Baviera. Hemos devuelto este escudo a la cima de Alemania. La prensa habla de hazaña, de un cuento de hadas, del primer título desde 1958. Cuentos. Esto no ha sido magia. Ha sido la consecuencia inevitable del sudor, la sangre y la disciplina. Ha sido picar piedra, día tras día, hasta que la montaña se vino abajo Miro la clasificación final. 83 puntos. Por encima del Bayern, por encima del Dortmund, por encima de todos. Recuerdo las batallas, no los paseos. El 4-0 a esos payasos de amarillo y negro en nuestro Revierderby. El 6-1 al Leipzig. El 8-4 al Gladbach. Noches en las que este equipo no jugó al fútbol, desató una puta tormenta. Llevo 300 partidos en este banquillo. 300 noches de insomnio, de dudas, de rabia. Dicen que he hecho historia, que soy de los mejores entrenadores polacos. Chorradas de periodistas que nunca han olido el barro de un vestuario. Mi único legado está en el campo. Y en el campo, mis soldados han sido gigantes: Bertuğ Yıldırım. El turco. El cañón por el que pagamos una fortuna. 37 goles. Torschützenkönig. Ha devuelto cada céntimo con intereses de sangre y sudor. No es una estrella, es un martillo pilón. Tristan Osmani. El maestro. A sus 25 años, ha dejado de ser el niño prodigio para convertirse en el cerebro de la operación. 14 asistencias, 8 goles. Cuando él tiene el balón, el equipo respira. Patrick Wimmer. El "Perfeccionista". Pagamos 36 millones por él, y ha demostrado por qué. Un puñal incansable, un dolor de muelas para cada defensa que se ha cruzado en su camino. Luís Maximiano. El muro portugués. Llegó para darnos seguridad y nos ha dado un título. Sus paradas nos han mantenido vivos cuando la lógica decía que estábamos muertos. Ha sido el general que necesitábamos en la retaguardia. Pero la memoria, esa vieja puta, no me deja disfrutar del todo. Me susurra al oído nuestros fracasos. La Supercopa, perdida contra el Bayern. La Copa, eliminados en tercera ronda por el mismo verdugo. Y la Champions League... ah, la Champions. Llegamos a cuartos, sí. Y el Inter de Milán nos metió cinco en nuestro propio estadio. Un 0-5. Nos enseñaron, con una crueldad exquisita, que para cenar en la mesa de los reyes de Europa, no basta con llevar una corona de cartón. Hay que tener un trono de acero. Así que aquí estoy. Rey de Alemania, pero un plebeyo en Europa. Con el trofeo más deseado en mis manos, pero con el sabor amargo de la humillación europea todavía en la boca. Y siento el peso de estos años. Siento el cansancio en los huesos. Vine aquí buscando una redención, no la inmortalidad. Y la he encontrado. He devuelto a este club a la cima. Mi trabajo, mi promesa, está casi cumplida. La temporada que viene será, casi con toda seguridad, mi último baile. Un último turno en la mina. Defender el trono de la Bundesliga y un último asalto a esa puta corona europea. Dejaré a este club en la cima, o moriré en el intento. Pero después... después, necesitaré silencio. Necesitaré un lugar donde el único eco sea el del viento, no el de 60.000 gargantas coreando mi nombre.Esta victoria no es un final. Es una advertencia. Ahora somos la presa. Ahora todos querrán nuestra cabeza. La celebración se ha acabado. El trabajo, el último trabajo, empieza ahora. Diario de Tomasz Hajto: Entrada 9. Fin de la Temporada 8 - El Sabor Agridulce de BerlínSe acabó. Mi última temporada. Mi último turno en la mina. Y nos vamos con una última cicatriz... y una última venganza. Hemos ganado la DFB-Pokal. Sí. En Berlín. Contra ellos. Contra los payasos de amarillo y negro. Y no ha sido una victoria. Ha sido una puta humillación. Un 4-0. Ver sus caras descompuestas, ver a sus aficionados abandonar el estadio en el minuto 70... ese momento. Ese momento en el Olympiastadion, con nuestra gente rugiendo, ha lavado muchas de las heridas de este año. Es la despedida perfecta. Pero la resaca de Berlín es amarga.Porque esa copa no esconde la verdad. La Bundesliga se nos ha escapado. Segundos. A un puto punto del Dortmund. Nos han robado la corona por un suspiro, por un mal partido, por un gol encajado en el último minuto en algún campo de mierda. Y duele. Duele como un puñal en las costillas. Y la Champions League. La Orejona. La olimos. Semifinales. Contra el PSG. Empatamos en casa, y caímos en París. 2-1. A un solo gol de la final. A un puto palmo de la gloria eterna. El "casi" más doloroso de mi carrera.Miro a los soldados que han luchado esta última guerra. Bertuğ Yıldırım: El Sultán. 25 goles. Nos ha llevado en volandas hasta donde hemos llegado. Un guerrero. Osmani y Rebollo: Los cerebros. 14 y 15 asistencias. La magia que ha alimentado a la bestia. Tom Rothe y El Chadaille Bitshiabu: Mis nuevos generales. Han convertido la defensa en un muro. Han valido cada céntimo. He dirigido mi partido número 300. He traído títulos a este club. Pero me voy con la sensación del trabajo inacabado. Dejo un equipo campeón de Copa, sí. Un equipo que ha asustado a los reyes de Europa. Pero dejo un equipo subcampeón de Alemania. El despacho está casi vacío. Solo quedan los fantasmas de ese punto que nos faltó. Es hora de irse. Dejo las llaves y dos trofeos sobre la mesa: la Supercopa que ganamos en agosto y esta última Pokal. Un buen botín. Pero no es el que yo quería. Mi tiempo aquí ha terminado. El silencio, por fin. Glück auf, mein Schalke.