Hace muchos años que juego Football Manager, y para mí siempre fue más que un juego. Es una especie de ritual, una costumbre que mezcla paciencia, estrategia y emoción. Uno no solo dirige un club: arma historias, se encariña con jugadores que inventa el propio juego, sufre eliminaciones absurdas y celebra títulos como si fueran reales. Por eso, cada nueva versión siempre la espero con ganas, pero también con cierto miedo. Con el Football Manager 2026 me pasa algo raro. Por un lado, el salto técn
				
				
			 
			
			
			
						
		
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