La Pizarra y el Primer DiagnósticoLa mañana siguiente a su llegada, Giacomo Arzani da Silva se negó a ceder un minuto más a la inactividad. A pesar del cansancio del viaje y la tensión de la rueda de prensa, había pasado la noche en vela, inmerso en grabaciones de partidos y hojas de estadísticas. Ahora, era el momento de volcar todo ese análisis. Reunió a todo su cuerpo técnico en la sala de conferencias de La Quemita. Las caras que lo observaban eran una mezcla de curiosidad, escepticismo residual y una creciente admiración. Estaban los dos segundos entrenadores, los preparadores físicos, el de arqueros, y a su lado, con una expresión de interés genuino, Eduardo Papa, el jefe de ojeadores, y el prometedor encargado de desarrollo de juveniles. Giacomo tomó la tiza y se colocó frente a una pizarra blanca inmaculada, mientras el proyector ya mostraba diapositivas con gráficos y números. La luz fría de la sala resaltaba las ojeras bajo sus ojos, testigos de las horas invertidas. Buen día a todos. Sé que el tiempo es poco y la tarea es inmensa — comenzó Giacomo, su voz tranquila pero cargada de autoridad —. Quería aprovechar estas primeras horas, antes de conocer personalmente al plantel, para compartirles mi diagnóstico inicial. Con la valiosa ayuda de Eduardo Papa y su equipo, hemos analizado más de veinte partidos de la temporada. Créanme, he mirado tanto que siento que voy a quedarme ciego. Pero la información está ahí. Hizo una pausa, dejando que la seriedad de sus palabras calara hondo. — En defensa, fuimos de cal por un lado y por otro, de arena. Los números son claros: tuvimos una media de 5,81% más porterías imbatidas que los rivales de la liga. Eso es positivo, nos dice que somos capaces de ser sólidos. Sin embargo, tenemos un 0.09% más de goles esperados en contra. ¿Qué significa esto? Que, a pesar de no encajar tanto, dejamos jugar demasiado al rival en nuestra área. Nunca salimos a tiempo a presionar. Un punto a favor, paradójicamente, es que fuimos, por lejos, el equipo que más ganó posesión… pero también de los que más despejó. Es decir, recuperamos el balón, pero no pudimos retenerlo. La pelota nos quemaba. También cometimos pocas faltas, pero quizá, debemos ser más agresivos en el duelo. Se jugó con línea adelantada, sí, pero en vez de presionar con intensidad, se dejó al rival jugar siempre con espacios en nuestra área, especialmente entre líneas. Giacomo trazó un diagrama rápido en la pizarra. — Mis primeras ideas para subsanar estas situaciones son: quizá jugar con un bloque medio para densificar los espacios en nuestro campo, o salir jugando desde la defensa con pases cortos para retener más la pelota, jugar de manera más paciente cuando la recuperamos, no despejar a la primera de cambio. Luego, pasó a la fase ofensiva, sus ojos brillando con el mismo rigor. — En ofensiva, estuvimos mejor de lo que los resultados pudieron reflejar. Tenemos buenos disparos y eso nos convierte en un equipo que convierte de mediana distancia, un recurso importante. Hemos anotado muchos goles de balones parados y, crucialmente, hemos recibido pocos por esa vía. Eso es un acierto de lo que ya se venía haciendo. También contabilicé muchas faltas en contra, lo que nos puede ayudar a explotar aún más el juego aéreo. Disparamos 0,83% más que la media de la liga, y se espera que hayamos realizado un 0,10% más de goles que la competencia. Además, metemos 1,22% más centros que los demás. Sugiero que, en ataque, busquemos el balón parado como un arma principal y trabajemos disparos con nuestros mejores goleadores, de manera individual, enfocándonos en la media distancia. Finalmente, abordó el que parecía ser el gran talón de Aquiles de Huracán. — Pero nuestro gran dilema fue en la posesión. Hicimos pocos pases y, además, fuimos poco precisos. Siempre dejamos que nos peloteen mucho tiempo. Además, somos de dar pocos pases en el tercio final, es decir, no tenemos paciencia con la pelota. Aquí, la buena noticia es que tenemos buenos regateadores, jugadores que provocan faltas. Otro gran problema es que recuperamos balones, ni tantos, y los perdemos rápidamente. No logramos consolidar esa recuperación. Giacomo miró a los ojos a cada miembro de su staff. — Por lo tanto, mis sugerencias iniciales, lo que quiero que tomen nota y practiquemos en los próximos días son: jugar en corto para mejorar la precisión del pase y la retención, presionar un poco más para evitar que nos peloteen, y trabajar los regates con nuestros extremos para explotar esa cualidad y generar faltas en zonas peligrosas. El cuerpo técnico quedó en un silencio atónito. La sorpresa era mayúscula. En apenas dos días en el club, y sin haber conversado siquiera con los jugadores, Arzani tenía la película increíblemente clara. Se armó un debate, con algunas preguntas sobre matices tácticos y la viabilidad de ciertos cambios con la plantilla actual, pero nadie se animó a objetar al técnico. A grandes rasgos, creían que el diagnóstico era el correcto. La autoridad de Giacomo se había establecido no por su nombre de ex-jugador, sino por la contundencia de su análisis. Arzani, antes de cerrar la junta que había durado casi cuatro intensas horas, exhaló. — Bien. Mañana les pido día libre. Necesito recuperarme de esta maratón de análisis. El lunes, será el día. El lunes, por fin, conoceremos al plantel. La reunión terminó. Giacomo se quedó un momento solo en la sala, mirando la pizarra llena de diagramas y números. La cabeza le zumbaba, pero una extraña sensación de satisfacción lo recorría. Había comenzado el trabajo. El Ducó lo esperaba, y sus jugadores, por fin, estarían frente a él.
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