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Wexford F.C.

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Esa noche, el frío parecía colarse por las ventanas de mi habitación. Me recosté en la cama, mirando el techo, tratando de calmar mi mente antes de enfrentar al equipo por primera vez. Mañana sería el día en que comenzaría todo, pero antes de que el sueño me alcanzara, mis pensamientos me llevaron a lo que realmente quería hacer como entrenador. A lo que, en el fondo, siempre había soñado.

El fútbol siempre había sido mucho más que un simple deporte para mí. Para algunos, el objetivo era ganar a cualquier costo, pero yo lo veía diferente. Me fascinaba la idea de un fútbol donde el balón tuviera vida propia, donde los jugadores lo movieran con paciencia, inteligencia, y lo más importante: con propósito. Un estilo de posesión, sí, pero no de esa posesión estéril que solo cuenta los pases. No, lo que yo quería era que cada pase tuviera un significado, que construyera algo más grande, algo que solo se revelaría después de haber trabajado con paciencia.

Respiré profundamente, pensando en cómo había llegado hasta aquí. Me inspiraba el juego colectivo, ese tipo de fútbol donde no importa quién marque los goles, sino cómo se llega a ellos. Cada jugador como una pieza clave, conectados en un entramado que debía fluir con naturalidad, como si fuera una obra de arte.

Pero sabía que no bastaba con una idea romántica. Tenía que haber una base, y para mí, esa base siempre fue el desarrollo de los jóvenes. Recordé cómo mi abuelo entrenaba a los chicos en el Wexford, enseñándoles más allá de los trucos y las fintas. Él les hablaba de cómo el fútbol debía ser una extensión de uno mismo, un reflejo de la paciencia y la persistencia en la vida. "No es el que más rápido corre o el que más fuerte chuta el que siempre gana, Aidan. Es el que piensa antes de hacerlo."

Sabía que esos ideales se reflejarían en mi trabajo. No solo quería ser un entrenador que exigiera resultados inmediatos. Quería ser alguien que diera oportunidades a los jóvenes, que les dejara cometer errores, porque esos errores serían los que, en el futuro, construirían sus carreras. Lo importante era el proceso, el crecimiento. Si lograba hacer que mis jugadores comprendieran eso, ya estaría un paso más cerca de cumplir con el legado que me dejó mi abuelo.

Mi estilo no estaría atado a un dibujo táctico rígido. Sabía que las formaciones eran importantes, claro, pero también entendía que el fútbol debía ser flexible, adaptarse a las situaciones. No me importaba cambiar de esquema si eso significaba mantener la esencia del equipo: controlar el balón, trabajar en equipo y, sobre todo, ser pacientes.

Paciencia. Esa palabra resonaba en mi mente mientras el sueño empezaba a invadir mis pensamientos. Sabía que el éxito no llegaría de la noche a la mañana, pero no me importaba. Lo único que quería era que, pase lo que pase, mi equipo nunca perdiera esa esencia de juego colectivo, de creer en el proceso.

Con esos pensamientos, me fui quedando dormido. Mañana empezaría la verdadera prueba, pero esta noche, me aferré a mis ideales. Sabía lo que quería, y estaba listo para intentarlo.

 

Knowing Dreams - Coming Soon..

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Pues vamos a ver qué tal se le da la toma de contacto a Aidan con la plantilla y si puede conseguir ese sueño de llevar al equipo de su ciudad a lo mas alto.

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El hace 10 horas, Zeodus dijo:

Pues vamos a ver qué tal se le da la toma de contacto a Aidan con la plantilla y si puede conseguir ese sueño de llevar al equipo de su ciudad a lo mas alto.

Bienvenido!! 

Aidan Trabajará como un"Dream Maker" para cumplir a su Abuelo. 

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Llegué al club temprano, más temprano de lo usual, cuando aún había silencio en el aire y apenas comenzaba a despuntar la luz del día. Al cruzar la puerta, ahí estaba Harold, el recepcionista, como siempre, con su sonrisa cálida y su taza de café en la mano. Era una especie de guardián del lugar, un rostro conocido que hacía que todo se sintiera más familiar.

—¡Ahí estás, Aidan! —dijo, alzando la mano en señal de saludo—. ¡Puntual como siempre, muchacho! No hay forma de que falles hoy.

Le devolví una sonrisa, aunque sentía los nervios retorciéndome el estómago.

—Eso espero, Harold. Hoy es un gran día. —Respondí, intentando que mi tono no reflejara la inquietud que llevaba dentro.

Harold tomó un sorbo de su café, mirándome como si pudiera leer mis pensamientos.

—No te preocupes. Todos empiezan con dudas, pero vas a hacerlo bien. Este club corre por tus venas, lo sabes. Y recuerda, tu abuelo siempre confió en ti.

Aquellas palabras me reconfortaron un poco, como un bálsamo sobre el fuego que ardía en mi pecho.

—Gracias, Harold. Eso significa mucho para mí.

Me despedí con un gesto y seguí caminando por los pasillos vacíos del club, los cuales me resultaban familiares, pero que ahora se sentían más grandes, más pesados. Como si cada paso que daba me acercara a un abismo desconocido. Al llegar a mi oficina, me senté detrás del escritorio y miré alrededor. Todo estaba tal como lo había dejado, pero esa calma exterior no reflejaba el caos en mi mente.

El club no era desconocido para mí, pero ahora estaba en una posición diferente. Era el entrenador. El que debía guiar al equipo. Y aunque conocía a algunos de los chicos desde pequeños, no sabía cómo reaccionarían al ver a un hombre sin licencia de entrenador, sin experiencia, intentando darles órdenes. ¿Qué pensarían de mí? Un perdedor, tal vez. Un novato sin credenciales.

Mis ojos se desviaron hacia el periódico local que había dejado sobre el escritorio. "Aidan Murphy, nuevo DT del Wexford" se leía en grandes titulares. Mi nombre, mi rostro, expuestos ante la ciudad. Fue en ese momento que me invadieron los nervios. No pude contener la ansiedad. Tomé las llaves de mi viejo coche y salí de la oficina, conduciendo hacia el teatro de la ciudad donde había citado a los jugadores para el primer encuentro.

Al llegar, estacioné en una esquina y me tomé un momento para respirar. A lo lejos vi a algunos de los jugadores dispersos en pequeños grupos, conversando entre ellos. No había ni rastro del segundo entrenador ni del cuerpo técnico, solo yo. Tomé aire y, aunque mis piernas temblaban un poco, caminé con pasos seguros. Noté cómo poco a poco los jugadores comenzaban a prestarme atención, los murmullos se fueron apagando hasta que todo quedó en silencio.

Me detuve frente a ellos y, sin titubear, hablé.

—Buenos días a todos. Sé que esto es inesperado para algunos de ustedes, pero estoy aquí por una razón —comencé, intentando que mi voz sonara firme—. Estoy aquí porque este club es parte de mí, como lo es para muchos de ustedes. Quiero que todos comprendan que tenemos un objetivo: hacer algo grande. No me importa lo que piensen sobre mi falta de experiencia. Lo que me importa es lo que haremos juntos desde hoy.

No sabía qué esperar después de esas palabras. Tal vez incomodidad, tal vez desconfianza. Sin embargo, lo que sucedió me tomó completamente por sorpresa. Ethan Boyle, el capitán del equipo, dio un paso al frente y me miró directamente.

—Aidan —dijo con una voz firme y respetuosa—, todos aquí sabemos quién eres. Sabemos lo que este club significa para ti. Tienes nuestro respeto, y estamos contigo. En nombre del equipo, bienvenido.

Esa declaración, ese gesto de bienvenida, fue más de lo que podía haber esperado. Los nervios que sentía comenzaron a desvanecerse lentamente. Después de aquello, les hablé brevemente sobre la ambición que debíamos tener como equipo, sobre el esfuerzo colectivo. No era necesario prolongar el discurso; fui directo, conciso. Les dejé claro que todos debíamos remar en la misma dirección, o nada funcionaría.

Los jugadores, después de eso, se marcharon a sus casas, y yo volví al club. Me encerré en mi oficina, donde había dejado todas las carpetas con los informes de los jugadores ordenadas por posición. Tenía mucho que estudiar.

Empecé con Alex Moody, nuestro único portero en el primer equipo. Apenas lo revisé, supe que no necesitaríamos a nadie más. Un chico maravilla, con un futuro brillante. Pero sabía que pronto los grandes equipos de Irlanda lo buscarían.

Luego pasé a los centrales: Ethan Boyle, el capitán, clave en mi proyecto; Carl Lenox, un joven cedido con mucho que aprender; y Robbie O'Toole, un viejo conocido que mi abuelo admiraba y que ahora buscaba su momento para brillar.

Los laterales también prometían. Reece Webb, ambicioso y clave para mi estilo de juego; Cian O'Malley, siempre dispuesto a sumar desde cualquier posición; y Mark Imren, una joya del club. En la izquierda, Ben Lynch, fundamental para plasmar el estilo que quiero imponer, y James Crawford, un chico con potencial y una conexión especial con mi historia familiar.

El mediocampo, por otro lado, era sólido. Aaron Robinson, uno de los corazones del equipo; Darragh Levingston, polifuncional y clave en la recuperación; Luka Lovic, con la experiencia de haber jugado en segunda división; y Mikie Rowe, un talento local que espero explote su potencial. Por último, Kian Corbally, nuestro cerebro creativo, aunque todavía lejos de su mejor forma.

Finalmente, revisé los extremos y delanteros. Thomas Oluwa, la estrella del equipo, con una calidad sobresaliente. Mark Hanratty, prometedor pero con dudas sobre su conducta fuera del campo. Y Aaron Dobbs, un delantero que debía ser clave, aunque no estaba seguro de cuántos goles podía asegurarnos.

Cerré las carpetas, las guardé en un cajón y apagué las luces de la oficina. Sabía que lo que venía sería duro, pero estaba listo. Mañana sería otro día, y con él vendría el primer paso de este viaje.

 

Project "Dreams" - Coming Soon..

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