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Taller de Literatura

Respuestas destacadas

¿Cuál fue tu propuesta? ;)xD

Al parecer durante este verano Xabi organizará un Mundial de textos o algo así... qué sé yo... y luego haremos un libro entre todos los foreros... algo así era, ¿no?

A mi lo del relato guiado que comentaba Shircko me mola, tanto puedo colaborar para ofrecer ideas como puedo animarme y escribir, ya que este verano se presenta tedioso y me animo a cualquier cosa. Por otra parte, lo de escribir una novela entre todos sería más complicado, ya que cada uno querrá dar unos matices a sus personajes y quedará muy poco homogéneo. Aun así, si sale la idea, contad con un capítulo mío también.

  • Autor

Shircko,la propuesta está aí, en nitrogeno,como Walt Disney ;). Estoy esperando un poco para empezar con las 2 cosas, para que la gente acabe los examenes y la propuesta salga con toda la fuerza que debería, y no se quede en un intento vacío.

Yo ya he avisado, el Lunes acabo los examenes, y anadiendo dos o tres dias mas en los que mi estado sera demasiado bajo para saber lo que es un ordenador, calculo que sobre el 21-22 estare disponible para lo que propongais.

Les quiero poner un texto que escribí hace poco... tengo intención de realizar algo mas importante con él... Escucho criticas:

Velatorio


A veces fantaseo con mi muerte… No se que tiene de atractivo que me imagino recostado dentro de un ataúd viendo desfilar a personas delante mio… Me pregunto… paseo con la mirada y veo a mis invitados… estas son todas las personas que les dejé algo en la vida? Se acordarán de mi después de que me pongan una tapa encima y me impidan volver a ver por el resto de la eternidad?


Allá puedo ver a mis padres… qué será de su vida después de esto? Nadie sabía lo que planeaba, nadie sospechaba nada. Solo lo transmití a una sola persona, una persona que ni siquiera me conocía personalmente. Esos amigos que uno se crea por Internet, en esos momentos grandes de soledad y desamparo, donde le comienza a contar sus historias de vida y que poco a poco le va ganando afecto.


Pero me sigo preguntando lo mismo, qué será de mis viejos? Veo a mi madre muy mal. Shockeada diría yo… Seguro que su presión esta altísima. Pobre vieja… no se merecía esto. Mi viejo trata de contenerla. Están solos en esa salita esperando la llegada de alguien para darme el último adiós.


Supongo que ellos se juntarán más. Sus lazos, esos lazos tan frágiles que tenían mientras estaba con vida, se atarán de una manera impresionante. Lástima que no serán por mucho tiempo. Mi madre vivirá de médico en médico, y la terminarán internando por un pozo depresivo. Mi padre la acompañará en ese período y se enfermará. Gastará todas sus fuerzas para tratar de ayudar a mi vieja, pero no le ganarán a esas voces que nadie puede controlar… 


Silencio! Allá viene mi primer invitado… Era de esperar, mi mejor amigo. Sus viejos y su hermano. Más atrás están los tíos; ellos si que me querían. Nunca me sentí tan cómodo en una casa como en esa. Me consideraban un miembro más de su familia. Qué pena que nunca se los dije. Se sentirá con culpa por no haberse dado cuenta de que me quería suicidar? –“Che! Negro! No te preocupes!”- no me oye… claro está… ya es tarde para explicar…


Le habré dejado algo en su vida? Se acordará de mi? Supongo que de vez en cuando recordará mi persona. Creo que fui un buen amigo y siempre lo ayude en todo lo que pude. Me apena no haberme confesado puramente frente a él.


De quién es ese llanto? Mi mejor amiga… la que se quería matar… vino… ojala que no haga lo que hice yo. No es la mejor solución, ni la única salida. Pero a quien vamos a engañar! Tantas veces traté de solucionar mis problemas, tantas veces quise reparar los daños, tantas veces trate de conseguir la felicidad, para toparme con una pared de contención, una pared que no pude saltar jamás.


Che… y los otros compañeros? Los de la facu? Nadie más viene?... ahí llega la última chica que me gustó. A ella le avise gracias a mi amigo de Internet. No recuerdo las palabras justas que empleé, pero era algo así: “Me gustaste mucho. Está bien puesto el tiempo verbal. A estas horas estoy muerto. Me quite la vida con pastillas. No soportaba más todo lo que me rodeaba. No estaba preparado para esta vida. Disculpa que no te doy yo esta nota, pero la verdad que temía que me convenzas de no hacer una locura. Te quise mucho y me hubiera gustado conocerte un poco más. Suerte, cuídate”


Las últimas horas con vida las pasé conectado a Internet hablando con mi amigo. Él no podía creer lo que le decía, pero al final lo convencí. Como última voluntad le pedí que le envíe un mensaje a mi vieja y le cuente el motivo de mi muerte, de mi soledad. Le pasé el teléfono y le dije un simple “adiós”. Tomé unas diez pastillas y lentamente mis ojos se cerraron. Mi cuerpo no me respondía y mi alma subía. Ya veía todo de otra perspectiva. Qué lastima que no me di cuenta de cambiar mi concepción de la vida cuando aun la tenía. Un velatorio solitario, sin gente, esto es lo que sembré en mi vida. Esa es la huella que dejo marcada a todos los que me conocieron. Nadie me recordará más de unos días…


Dios mío… me acabo de dar cuenta lo solo que estaba en esta vida… la falta de amor que tenía… cada vez dejaba menos huellas, cada vez mis pisadas eran más y más suaves, pisadas que pronosticaban el fin de una historia sin recuerdos, sin ganadores ni vencidos…

  • Autor

Me encanta el texto, ademas tienes una forma de escribir que se parece a la mía, hablando de sentimientos y sensaciones..me encanta.

Por hacer alguna critica constructiva, quizas repites alguna idea demasiadas veces y el texto no tiene una estructura clara, pero está muy bien.

Me encanta el texto, ademas tienes una forma de escribir que se parece a la mía, hablando de sentimientos y sensaciones..me encanta.

Por hacer alguna critica constructiva, quizas repites alguna idea demasiadas veces y el texto no tiene una estructura clara, pero está muy bien.

Se agradece, intentaré pulir lo q me dices :D::D

Con este relato he ganado el concurso de cuentos de mi instituto este año:

Cinco días de vida

En medio del mar mediterráneo. Dos barcos frente a frente, disparando cañonazos, muriendo a diestro y siniestro jóvenes marineros. En el barco más grande, “Oscuro Diamante” se llamaba, allá en el camarote del capitán, donde apenas se oían los cañones, ahí nací. Nada más escapar del cuerpo de mi madre fui alistado en la gloriosa Armada inglesa de nuestro rey, de nombre cual sea, pues ya lo he olvidado. Con mi trabuco, casi más grande que yo, disparaba a las sombras lejanas del barco. Eran franceses según me han contado. Malditos.

La lucha continuaba y nuestro barco se acercaba al otro. De pronto un hombre me cogió en sus brazos mientras gritaba “¡Al abordaje!”. Y a ello fuimos. Nada más aterrizar en el barco francés el hombre me soltó, dejándome solo y desamparado. No me asusté sin embargo, cogí un cuchillo del suelo y ataqué a todo lo que vi. Tras percatarme de que había matado a cinco de los míos pensé que era mejor dejarlo y me fui a dormir en un rincón.

Desperté veinte años después, vestido de militar francés. El barco había desaparecido. Me encontraba en una especie de trinchera, rodeado de compañeros que gritaban “Por el Pueblo unido francés” mientras saltaban al campo de batalla. Acurrucado en mi rincón pregunté a un soldado cercano contra quien luchábamos. No estaba muy seguro, pero pensaba que eran ingleses. Malditos.

Desde luego era más seguro quedarse en la trinchera, pero, ¡qué diablos! No se es joven toda la vida. Así que salté mientras gritaba “par le peuple français séparé”. Como había olvidado el fusil por la emoción de la salida, puse mis manos como una pistola, apreté el gatillo, el dedo corazón, y la bala salio disparada por mi dedo anular. Los ingleses cayeron impotentes ante mis balas imaginarias. La fuerza de los disparos me elevaba en el aire. Todo el campo de batalla ante mis ojos, dos ruinosas trincheras enfrentadas defendiendo un viejo puente. Ninguno de los dos ejércitos había descubierto que cien metros al oeste había un nuevo puente. Yo lo veía y reía de su estupidez hasta recordar que yo mismo formaba parte de aquel cúmulo de idiotas. Sentados a la entrada del puente dos viejos observaban la batalla con cierta emoción. Cuando un hombre caía gritaban de júbilo y silbaban cuando alguien fallaba un disparo. En sus ojos, solo odio a la vida. Su sombra, recuerdo de todos los horrores que han vivido. Uno de ellos me vio y gritó algo a un soldado inglés. Al instante apareció un tanque que disparo hacia mi. El proyectil me alcanzó de lleno y volé hacia las estrellas.

La caída de las estrellas fue tranquila y larga, pero de pronto choqué de lleno contra la tierra. Mi cuerpo dolorido, ya cuarenta años después de nacer en aquel viejo barco, se sorprendió en una mesa rodeado de agotados ejecutivos, unos vestido de negro grisáceo a la izquierda y a la derecha los vestidos de negro impoluto. Me sentía extraño. No había soldados enemigos a mi vista, ni armas, ni posibilidad de luchar. Y sin embargo, allí se mascaba el ambiente de combate. En silencio todos, mirando papeles, subrayándolos con esmero. Nadie gritaba. Nadie se fijaba de mí. Sin querer moví un papel. El ejecutivo levantó la mirada con furia mientras decía “¡Esto es la guerra!”. Los ejecutivos saltaron unos a por otros. Los puñetazos volaban y todas iban hacia mí. Cansado de tanto dolor levante los brazos. No paso nada. Mi mente intentó crear algo que me salvara pero tanta tristeza pudo conmigo. En silencio me arrastré fuera de la mesa, abrí un armario cercano, cogí un traje, no vi siquiera si era negro o negro grisáceo y levante con furia los puños. Unos a otros nos matábamos. No había alegría, ni emoción, ni miedo, ni valentía... solo la locura de pegar a un espejo. Fui perdiendo la conciencia. La lucha seguía pero yo no estaba allí.

Veinte años me costó escapar de aquella patética lucha. La imaginación volvió a mí y salí  de aquel lugar cabalgando en un caracol gigante. El caracol, al que cariñosamente llamaba Jimmy, me llevó al país de los sueños, donde combatían diariamente Inglaterra y Francia, los niños nacían en barcos de batalla y el sol se oculta cuando le apetece. ¿Y si todo aquello fuera verdad? Tenía derecho a soñar como cualquier otro ciudadano de aquel país. En la frontera, en el país de las pesadillas, los viejos de la maligna sombra me esperaban sentados en su tanque. No les miré y volé a otro lugar. Muy lejos fui, más allá del fin del mundo y cerca del principio.  Jimmy agotado, me dejó en una caverna, marchándose a una mejor vida. En la caverna, unos gusanos recién nacidos luchaban por escapar de la sequedad interior y acercarse a la humedad de la laguna que seguro que está tras el recodo de la cueva. Sin aviso, mil gusanos aparecieron. Se abalanzaron a mí. Gusanos, todo mi cuerpo lleno de ellos, devorando mi cerebro cada vez más rápido, mis ojos, mi piel... La oscuridad me sobrevino de nuevo, y sabía que esta vez no desaparecería.

Lamentablemente desperté de nuevo. Y esta vez ya no era un sueño. Estaba sólo en la habitación del hospital. La cama era pequeña aunque agradable. El monitor con mis constantes vitales ocupaba toda la ventana tapando la luz. La puerta se abrió y apareció mi hija. Intentaba sonreírme, pero no pudo aguantar y empezó a llorar. Entre sollozos me explicó que el médico no tenía esperanzas. El tumor, silencioso y mortal acabaría pronto conmigo. Si no hoy, quizá mañana. Lo habían detectado demasiado tarde.

Cerré mis ojos, llorosos, y olvidando el miedo me recordé de niño, luchando contra los franceses en el “Oscuro Diamante”. En voz alta gritaba la historia, oyendo como mi hija reía mientras lloraba. Y de pronto, silencio.

FIN

Muy buen relato, me ha gustado mucho, no me esperaba algo así ;)

  • 1 mes más tarde...

Refloto este gran topic para poner el primer capítulo de una especie de ''libro'' que estoy intentando escribir. El aburrimiento es lo que hace. Si alguien ha leído a los grandes Orson Scott Card o Robert C. Wilson notarán que mi forma de escribir está claramente influenciada por estos dos cracks de la ciencia ficción:

Capítulo 1. Desconocidos.

    El sol brillaba con luz propia desde el cielo, en el que tan sólo 2 pequeñas nubes jugaban ante la presencia del rey. Los rayos no llegaban a la cara de Jake, que siendo precavido, se había puesto en un banco situado debajo del porche del campus universitario. Callado y tímido, se encontraba sólo, mirando el ir y venir de los alumnos, profesores, y demás personas a las que nada educativo les atraía a la zona. Jake siempre había sido un chico bastante misterioso, quizás no tanto como lo era en realidad, o no tanto como quisiese él, siempre absorto pensando en su propio mundo y en cómo en él, era siempre el que mandaba sobre los demás. Sudoroso, pues el calor lo dominaba todo, se frotó el brazo contra la frente, y luego se puso la muñeca ante sus ojos. Eran las 15:48, y en poco más de 10 minutos daba comienzo la clase de Informática aplicada a la naturaleza en la Universidad de Wesleyan en Connecticut. Una clase de la que él no tenía muy buena impresión. << ¿Informática aplicada a la naturaleza? Puede que provengamos de los monos, pero necesitan dedos más pequeños para poder teclear cualquier cosa >>. Siempre se lamentaba por no poder decirle a nadie esas frases tan ingeniosas que se le ocurrían. Llegado el ecuador del último semestre de su segundo año, Jake seguía con su impecable expediente académico en el que todo era inmaculable. No así sus relaciones sociales. Le costaba mucho entablar una conversación seria con otro chico, y cuando se acercaba a una chica, aunque fuese utilizada de exposición en un circo por su ausencia de belleza, su cuerpo reaccionaba como si fuese una fuente de aguas termales que no han sido filtradas anteriormente. Su boca se tropezaba como un tipo con las zapatillas amarradas entre sí, y sus manos danzaban al son de la música del viento. Quizás no le hacía falta amigos. De eso era de lo que se intentaba convencer cada día, en al menos una ocasión. Pensando precisamente en eso, llegó al umbral de la puerta del aula y, con la cabeza a gachas, se sentó en su silla, en primera fila y pegada a la ventana. Como siempre, miraba al árbol solitario al que daba aquella ventana mientras la profesora nombraba, uno por uno, a los alumnos. Nunca se había fijado en sus compañeros –hasta ese punto llegaba su mínima integración social-, pero aquellos nombres no le eran familiares. Jake, al ver que la profesora dejaba de decir nombres, giró la cabeza, y sus ojos se toparon con lo más sorprendente que jamás había visto. << Soy el centro de atención >> pensó cuando vio que los allí presentes, incluso la profesora, le miraban atentamente.

- ¿Eres un alumno nuevo? –inquirió la profesora, frunciendo ligeramente el seño, preguntando con curiosidad.

- No… -respondió Jake, que mientras soltaba esas dos letras conjuntas, se daba cuenta de que aquella no era su clase- creo que me he confundido. ¿Esta es la clase de Informática aplicada a la naturaleza?

- Así es. Tú eres…

- Jake Morrison. Pero –continuó tras decir su nombre- … llevo desde el principio del curso viniendo a esta clase…

- ¿Jake Morrison? –se preguntó a sí misma, en voz baja, la profesora mientras ojeaba de arriba abajo la lista de alumnos de aquella clase –Debes estar confundido chico, porque en esta clase no hay ningún Jake Morrison. Ni lo ha habido desde principios de curso.

Jake estaba extrañado. ¿Cómo que no lo había habido? Desde principios de curso había acudido a esas clases totalmente innecesarias para su futuro laboral. A esas clases en las que se veían los organismos de plantas y animales, y se hacían cualquier cosas relacionadas con todo salvo con la informática y sus ordenadores. Sin embargo se detuvo a mirar las caras de todos sus compañeros, y ninguna le parecía ni tan siquiera conocida. Luego se fijó detenidamente en la profesora, con gafas sobre la nariz y el pelo recogido, y tampoco se le pareció a su profesora de todas las semanas. Entre asustado y excitado, Jake se levantó, cogió sus cosas, y se marchó de aquel extraño lugar. Asustado por el hecho de no conocer a nadie, y de que tampoco le conocieran. Excitado porque las posibilidades en una clase con gente nueva eran ilimitadas. Pero era demasiado raro, hasta para él, por lo que se fue a su casa, que quedaba a unos minutos a pie del campus.

En su interior se quejaba amargamente del telefonillo roto que había en el portal del edificio donde vivía. << Esta es una de esas cosas de poca importancia que, a la larga, te ponen de los nervios >> decía él, o al menos lo pensaba. Un señor llegó no mucho más tarde de lo que lo había hecho él, y con su llave abrió la puerta. Él aprovechó para meterse, y subiendo las escaleras, llegó al cuarto piso, donde él vivía. Aquel timbre, su timbre, sí funcionaba, y cuando lo tocó esperó a que su madre le abriese la puerta.

- ¿Qué quiere? –la mujer que le recibió distaba mucho de ser su madre.

- Esto… -no daba crédito… ¿quién era aquella anciana mujer?- ¿no es la residencia de los Morrison?

- ¿Morrison? No, aquí vivo yo sola desde hace unos años, cuando mi querido marido se reunió con el santísimo allí arriba –la nostalgia se hacía dueña de su demacrada mirada –Tú eres un joven muy apuesto al que nunca había visto por aquí. ¿Quieres algo?

La cabeza de Jake no paraba de dar vueltas. Seis horas antes había salido de aquella misma casa, como todos los días lo hacía, para dirigirse a la Universidad. Su madre le había deseado suerte en una frase que ya era una coletilla, y le había dado dos besos, uno en cada mejilla, mientras le sacudía levemente en el trasero con su manopla de cocina. Un gesto muy cariñoso que realizaba desde que Jake no levantaba un palmo del suelo. Y ahora una anciana mujer era la que había vivido allí desde hacía años. ¿Cómo era eso posible?

- Lo siento señora… he debido de equivocarme de edificio –dijo Jake mientras bajaba las escaleras.

Una mentira le parecía mejor que aceptar la verdad. ¿Aceptar? No, la mentira era mejor que ni tan siquiera contemplar la verdad. En su universidad no le conocían, en su casa… no, ya no era su casa. Se sentía sólo y tremendamente asustado. Caminaba sin destino por una de las calles contiguas a su casa, esperando quizás a ver algún rostro conocido, cuando una voz que salía de un oscuro callejón le puso aún más nervioso:

- ¿Tú por aquí? ¿A quién has enfadado?

Dudo que alguien lo lea, pero me parece adecuado que este topic se mantenga siempre en la primera página de este subforo.

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