Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni (La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni) Kapitel 3 – Der Endgültige Kurs (Capítulo 3 – El Rumbo Definitivo) Teil 19 – Der Schlüssel zum Tirol (Parte 19 – La Llave del Tirol) En el Tivoli Neu, Innsbruck, Austria. La reunión había sido intensa. Tras la bomba de la "Revolución Tirolesa" y la aceptación del irrisorio presupuesto, el directivo Peter Magreiter había llegado con el contrato estándar, redactado en apresurada legalidad dominical. La letra pequeña no era relevante: las cláusulas clave eran las condiciones innegociables que Matthias había dictado a Gerarld Stocker —paciencia, libertad, apoyo total—, las cuales habían quedado registradas en un apéndice verbal y un apretón de manos de hierro. La firma se ejecutó sin dilación. El trío argentino se había convertido, oficialmente, en la nueva dirección técnica del FC Wacker Innsbruck. Matthias salió de la oficina junto a Daniel Iril y Fernando Pino, la adrenalina reemplazada por una euforia silenciosa y profunda. La sonrisa en su rostro era la de un hombre que había completado una misión y había impuesto su voluntad. Daniel y Fernando lo seguían, aliviados y exultantes; el trabajo que creían perdido en Viena estaba ahora en sus manos, bajo sus propias reglas, aunque con un salario precario. El grupo cruzó la recepción. Matthias se desvió de la salida y se acercó a saludar afectuosamente a Clara, la secretaria cubana que había sido la llave maestra de todo el proceso. —¡Mi niña! El trato está hecho. Gracias por el timing perfecto —dijo Matthias, con una familiaridad que seguía sorprendiendo a sus amigos. Clara, su rostro moreno radiante de alegría, le devolvió el afecto. Le tendió la mano, y en la palma de Matthias, dejó caer un pequeño manojo de llaves. Eran unas llaves de aspecto antiguo, metálicas y sólidas. —El Tivoli Neu es el corazón del club, Matthias, y a veces hay que empezar por el corazón —dijo Clara, con un tono enigmático. Luego, inclinando la cabeza con esa dulzura caribeña que contrastaba con la frialdad alpina, añadió—: Nos vemos en la noche. El enigma de la reunión nocturna, sumado a las extrañas llaves, quedó suspendido en el aire mientras Matthias guardaba el manojo en su bolsillo. Daniel y Fernando observaron el intercambio con una mezcla de curiosidad y la certeza de que el pasado de Matthias con la misteriosa secretaria era mucho más profundo de lo que habían imaginado. Mientras salían de las oficinas del club, Daniel Iril no pudo contenerse. La intriga pudo más que el decoro. —Matthias, ¿qué pasa con Clara? No es normal ese nivel de confianza con la secretaria de un presidente. Te trata como si fueran novios de toda la vida. ¿Te ha dado las llaves de su casa? —preguntó Daniel, con la ceja levantada y una sonrisa pícara. Matthias detuvo su marcha justo en la salida, sintiendo la fresca brisa de la tarde tirolesa. Miró a Daniel, su sonrisa se amplió, pero la respuesta fue extrañamente seria. —No, Daniel. Nos ha dado la llave de nuestra casa. Daniel se quedó inmóvil, sin entender en absoluto. —¿Qué? —preguntó, la simple interrogación reflejando su confusión total. Matthias miró las cimas de las montañas, el lugar donde su familia y su proyecto convergerían. —Esta mañana, cuando llamé a Clara para agendar la reunión con el presidente, también le hice un pedido adicional. Le dije que alquilara una casa, en realidad, es un complejo habitacional. Una casa principal para mí y Angeles; un departamento cómodo para mi madre y mi hermana, que llegarán en las próximas semanas; otro departamento completo para ustedes dos; y un último departamento que será nuestra oficina de trabajo y centro de operaciones. Todo está a pocas cuadras de aquí. —Matthias levantó el manojo de llaves—. Clara me dio las llaves del complejo. Daniel parpadeó, absorbiendo la increíble previsión de Matthias. Pero el enigma personal seguía picándole. —Entiendo el complejo. Pero, ¿quién y qué es ella, Matthias? ¿Por qué una secretaria tiene ese poder y esa familiaridad contigo? Matthias se puso en marcha hacia la camioneta, el sol alpino brillando en sus ojos. Dejó caer el misterio como un susurro al aire. —Ella es Clara. Un ángel en mi pasado, nada más que eso.
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