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Palermo, 5 de julio de 2010

Mirando por la ventana empañada y con las gotas de agua de la lluvia que azotaba torrencialmente sobre la ciudad me encontraba en mi casa. En realidad no es mi casa, es la casa de mi padre. Vivo con él desde que tenía 15 años. En ese momento, mi madre abandonó a mi padre por otro hombre. Todavía recuerdo las acaloradas discusiones que mantenían en el living de la casa, en la cocina, en el patio, en fin, en todas partes. Como verán no solían llevarse muy bien (al menos no últimamente). Mi madre siempre le recriminaba a mi padre las amistades que tenía, y solía mostrarse muy asustada con el “negocio de la familia”. Finalmente, ella se cansó de vivir de esa manera, siempre a la expectativa de que algo podía llegar a pasar, de no poder sentirse segura ni en su propia casa. Así que, luego de hablar con mi padre, llegaron a la conclusión de que lo mejor para ambos (y para mí) era separarse. Parecía una pesadilla, digna de algún cuento de Sthephen King (pero sin los detalles escabrosos y sangrientos). 17 años de convivencia, de acostumbrarse al otro, a su forma de ser, de quererlo, habían llegado a su fin.

Todavía recordaba la expresión de terror que tenía el rostro de aquella persona, anticipando su destino fatal, mientras observaba a sus asesinos. Habían pasado exactamente 14 horas de aquel suceso, y tenía todos los detalles grabados a fuego en mi mente. Recordaba como a esta persona la golpeaban sin piedad hasta hacerla desangrar, empapando su remera blanca ahora teñida de un rojo furioso. Recordaba como uno de ellos sacaba un revólver, y apuntándole al pecho, disparaba, no una, ni dos, sino tres veces, cada estruendo martillando mi cabeza como si fuera a explotar de la rabia e impotencia de no poder haber hecho nada para ayudar a aquel individuo que ahora se encontraba en el suelo de esa solitaria y fría calle, muerto, sin vida. Luego de eso, miré a los otros dos hombres y reconocí a uno de ellos. Era un amigo de mi padre, un “compañero” del trabajo. Recuerdo como Benito (así le llamaban) observaba para ambos lados de la calle, y como en una fracción de segundo, sus ojos se clavaron en mi. Sabía que me había metido en problemas. Seguramente Benito le iba a ir con el cuento a mi padre. Así que no tuve idea más brillante que salir corriendo de ese lugar hasta la seguridad de mi casa, en medio de esa tormenta que amenazaba con inundar todo.

“…… Dante a comeeeerrr!!! La cena está listaaaaaaaaaaaaa!!!!!” gritaba mi padre

“ya voy pa!!”

Me alejé de la fría y húmeda ventana para dirigirme a la puerta de mi habitación, rodeada de afiches y posters de mi equipo de fútbol favorito, el Palermo, el club de mi ciudad, el club de mis amores, el club de los recuerdos más lindos que he tenido durante mi corta existencia. Mi fanatismo por esta entidad vino desde que yo era muy pequeño. Al momento de nacer, mi padre me hizo socio del club. A medida que iba creciendo, solía ir con él casi todos los días para pasar unos buenos momentos con personas que sentían ese mismo cariño por el club que los vio nacer. Me juntaba con chicos de mi edad y jugábamos a un montón de juegos, hacíamos competencias de todo tipo; quien corría más rápido, quien marcaba más goles de penal, de tiro libre, quién lograba mantener por más tiempo la valla invicta, etc. Como verán, el fútbol fue un compañero más en mi vida, y en los últimos años, antes de que mi madre dejara a mi padre, se convirtió en una vía de escape a las batallas campales que se libraban en mi propio hogar entre los susodichos.

Al salir de mi habitación cerré la chirriante puerta (tengo que recordar de decirle a mi padre que la arregle, los sustos que me habré dado de noche, en medio de la oscuridad y el silencio que reinaba en esa parte de la ciudad, escuchando ese sonido estremecedor, que lograba ser mucho más eficaz que mi propio despertador, dado que me despertaba al instante, pensando que era un ladrón o el asesino de la película Psicosis). Bajé las escaleras y entré al comedor, para encontrarme con mi padre, que estaba terminando de colocar la mesa para los dos, mientras olía el riquísimo aroma que provenía del horno de la cocina.

Terminé de ayudar a mi padre a colocar los cubiertos y las servilletas, y mientras yo me sentaba en mi lugar, observaba como mi padre que, con su rostro cansado, sus pocas arrugas, y su pelo dominado en las puntas por el nacimiento de las canas que, recordando haber visto fotos suyas de antes, anunciaban una inminente calvicie, traía una fuente de la cual provenía el delicioso aroma que había notado apenas entrando al comedor. Había cocinado carne al horno con papas, condimentada con una salsa de morrones, cebollas, zanahorias y pimienta. Se habrán dado cuenta de que cocina muy bien, una de las ventajas de vivir acá. Una vez colocada la fuente en la mesa, nos dispusimos a comer.

Mientras degustaba esa deliciosa carne, observaba a mi padre en silencio. Se le notaba mucho el paso de los años. Él se llama Donatello y tiene 53 años. Conoció a mi madre cuando tenía 36 en el club de la ciudad. Ella había ido con sus amigas a pasar el día y mi padre se encontraba ahí, en una reunión con la gente con la cual trabajaba. Él se alejó de su grupo para ir a comprar una cerveza. Fue ahí cuando, al doblar una esquina, y sin darse cuenta, choco con una chica de cabello castaño ondulado, a la altura de sus hombros, de ojos celestes y mirada penetrante, que llevaba en su mano un vaso lleno de jugo de naranja, que terminó manchando la camisa de mi padre. A partir de ahí comenzó un intercambio de palabras nada agradable para el observador imparcial de esa escena. Es curioso que mis padres se hayan conocido y separado finalmente a partir de una discusión. Se ve que era su forma de comunicarse.

Luego de ese “singular” encuentro, mis padres comenzaron a frecuentarse y a los pocos años se casaron en una iglesia del centro de la ciudad, algo venida a menos(de las tantas que se pueden encontrar acá, si hay 3 cosas que los italianos solemos hacer con frecuencia, esas son, jugar al fútbol, cocinar pastas, y construir iglesias). Mi padre, durante la convivencia con mi madre, nunca dejó el “negocio familiar”.

Él trabaja para la “Cosa Nostra” (la Mafia siciliana). Su cargo es el de “Consigliere”. Se dedica a realizar trabajo de asesoramiento y elaboración de informes que luego dirige al “Capofamiglia” (el jefe de la mafia). El nunca participaba en forma directa de las matanzas y asesinatos que se llevaban a cabo. Muchos a esta altura pensarán que mi padre era una persona despreciable, pero en realidad la culpa no era de él (al menos no del todo). Los cargos en la Cosa Nostra se conceden a los familiares por regla general, y el padre de mi padre, o sea mi abuelo, era el “Capofamiglia” en su época. Al morir mi abuelo, mi padre no tuvo otra opción que entrar en el círculo. El sabía que toda persona que entra ahí, nunca puede salir (al menos, no con vida).

Al ver a mi padre sirviéndose su segunda ración de comida, me doy cuenta de que no es un hombre feliz. Tal vez se pregunten qué fue lo que lo motivó a ingresar a la mafia. Al día de hoy, a mis 30 años no sabría responder esa pregunta con seguridad. A lo mejor, tuvo miedo de que lastimen a su reciente esposa si les decía que no (el ingresó a la mafia cuando llevaba apenas unos meses de casado). O tal vez lo convenció la suculenta paga que le ofrecían. Lo único cierto es que viendo a mi padre en estos momentos, sé que ésta no es la vida que él hubiera querido.

Al terminar de cenar, y luego de comer el exquisito flan con crema, me disponía a regresar a mi habitación, cuando mi padre me detuvo diciéndome “Hijo, espera un momento, quiero hablarte de algo”. Por la forma de hablar, sabía que quería hablar de algo serio conmigo, e intuía que ese “algo” tenía que ver con lo sucedido anoche.

-¿Qué sucede pa?

-Hijo, vos ya sos un adulto, tenés toda la vida por delante, y tenés la posibilidad de hacer con ella lo que vos quieras. Mi vida no ha salido exactamente como yo hubiese querido. Ojalá Dios me perdone por todas las cosas que hice. Cometí muchos errores, pero vos no sos uno de ellos. Sos la única posibilidad que tengo de dejar algo bueno en este mundo. No quisiera que te metieras en el ambiente donde terminé metiéndome yo. Es un camino de ida, que no tiene una vuelta segura, y una vez que lo tomás, no hay posibilidad de echarse atrás. No quiero eso para vos. Vos estás para cosas mucho mejores. Por eso, cuando yo ya no esté en el mundo de los vivos, quiero que te alejés de todo esto y no mires atrás. Por favor hijo, no cometas los mismos errores que yo!! Sé feliz, disfrutá de la vida, conseguite una esposa que te quiera, y amala con toda la fuerza de tu corazón, como yo una vez hice con tu madre. Si lográs esa vida, tendré el consuelo de haber hecho algo bueno, y podré sentirme orgulloso de vos, hijo!!!

Mi padre terminó su discurso bañado en lágrimas, haciendo que sus ojos brillaran con una intensidad que no recuerdo haber visto. Al escuchar esas palabras, quedé impactado. Pensé que iba a hablarme sobre lo que presencié la noche anterior, la muerte de aquel sujeto, y que iba a pedirme que guardara silencio y no comentara nada a nadie, por mi propia seguridad. Pero en lugar de eso, dijo esas palabras propias de un hombre que ha sufrido mucho en su vida, un hombre que ve como ahora su hijo podría ser el próximo integrante de la “familia” y como él no quiere que eso suceda.

Pensando en aquello, subí las escaleras y me disponía a entrar a mi habitación para luego tirarme en la cama y dormir profundamente. Mañana será otro día, un día más en la existencia de cualquier mortal, pero para mí, será un día de cambios.

Bienvenidos a lo que va a ser mi primera historia en el foro

Les comento los detalles de la partida

Juego: FM 2011

Versión: 11.2.1

Ligas cargadas:

eng.png (Championship y superior)

fra.png (Ligue 2 y superior)

ger.png (2.Bundesliga y superior)

ita.png (Seconda Divisione y superior)

ned.png (Jupiler League y superior)

por.png (Liga Orangina y superior)

esp.png (Liga Adelante y superior)

Base de datos: grande

Si bien no me voy a plantear objetivos demasiado estrictos para esta partida, ya que lo que busco es básicamente divertirme y divertirlos a ustedes en la medida de lo posible, me gustaría que en algún punto de la historia, Dante pueda dirigir a su equipo favorito (el Palermo).

Por eso, va a quedar abierta la posibilidad de dirigir equipos de otros países, si considero que hace falta un cambio de aire en la historia y en el desarrollo del protagonista

Como ya les comenté, es mi primera historia, y por eso todavía no sé con cual ritmo de posteo me voy a sentir más cómodo.

En un principio voy a hacer posts partido a partido, pero me reservo el derecho de hacer cambios.

Si veo que llevo un buen ritmo en la partida, probablemente comente en un post los partidos que jugué, pero respetando siempre el formato original de posteo.

Bueno, por ahora eso es todo.

En el próximo post voy a comentar los detalles del equipo elegido para empezar esta historia

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