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Poco (o más bien nada) sabía de mi terapeuta, la persona que llevaba soportando mis idas y venidas estos últimos cinco años, la persona que sabía mis más oscuros secretos y como no, mis más profundos traumas. ¿Su nombre? Patricia y, aunque pueda parecer insólito no se nada más que eso de ella, no se cómo se apellida, de donde es, qué bebe…nada y, no es porque no haya preguntado sino porque ella está más que aburrida de repetirme que a la terapia voy a hablar de mi y que ella solo escucha.

Hace cinco años que caí en una fuerte, fortísima depresión y por medio de otra persona de mi entorno acabé en el diván de Patricia. Ella me ha escuchado día sí y día también hasta el punto de caer en una amistad rara a ojos externos. Ella escuchaba y me guiaba y yo callaba y no pagaba…ventajas de cliente VIP lo llamaba ella sarcásticamente.

Al término de mi primer año de terapia y conocidos mis gustos por el fútbol me invitó a sacarme el título de entrenador. A lo primero no lo vi con buenos ojos pero al final terminé cediendo. Aun recuerdo sus palabras: “estudias en la universidad, tienes un cociente intelectual de 130, alumno de matricula y apasionado del fútbol…Tienes talento para lo que te propongas Marcos, tan solo deja de ponerte límites.” Acertó, y me lo estuvo repitiendo hasta la saciedad, yo tenía un título inservible y ella una victoria más en su cuaderno de notas. La odiaba.

Recientemente terminé mi carrera en la universidad, psicología, algo realmente irónico para alguien que, a pesar del tiempo aun sigue visitando la consulta de Patricia. Aun así la cosa no ha cambiado mucho, ella sigue escuchándome pacientemente con la única salvedad de que ahora me permito el registro de debatir sus decisiones. La consulta se ha convertido en un plató y el diván en una especie de mesa de debates muy animada.

¿Ahora? Pues soy un simple chico de tan solo veinticuatro años con una carrera que no ayuda a encontrar trabajo, un título de entrenador colgado en el salón de un piso compartido cogiendo polvo, un compañero de piso al que a veces estrangularía y una terapeuta que algún día terminará hasta el gorro de mí. En resumen, una persona muy normal.

Editado por de_la_fuente

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- ¡Despierta Marcos!- Un golpe en la frente hizo que me incorporase de golpe.- Te has vuelto a quedar dormido en el sofá. ¿Cuánto tiempo llevas sin ir a terapia? Patricia te dijo que nada de alcohol. Mírate, estás hecho un desastre.

- Buenos días, yo también te odio Marcos.

Marquitos, Marcos Garrido, mi compañero de piso. Compartíamos todo, desde el nombre, pasando por la edad, infancia y desde hacía 5 años, piso.

Me independicé de manera forzosa al empezar la terapia, a mi padre no le debió de hacer mucha gracia que su hijo cayese en una depresión y me buscó un piso en pleno centro de Madrid para “refugiarme en la soledad, aprender a vivir con ella y madurar como persona.” Debido a ello y como es de suponer, mi relación con mi padre no es especialmente buena aunque hay algo que sí tengo que agradecerle, su dinero.

Marquitos apareció una semana más tarde alegando que no podía dejarme solo en mis momentos de zozobra pero más tarde me confesó que varios problemas personales aderezados con el fallecimiento de su padre le habían obligado a buscarse la vida y que no tenía donde ir por lo que comenzamos a vivir juntos pero no revueltos.

- Deja de odiarme tanto y muévete. Tenemos que irnos ya mismo. Ha llamado tu madre y tenemos muchísimas cosas que hacer.- Marquitos no paraba de correr por toda la casa arrastrando una maleta enorme y rellenándola como si fuese un pavo navideño.

- ¿Qué haces con una maleta? ¿Qué tenemos que hacer? Dios…me da vueltas todo y tú me estás poniendo peor.- Resaca, la peor de las cosas con la que te puedes despertar.

- No hay tiempo para explicaciones, coge tu maleta y hazla. Te contaré las cosas en su debido momento.

- Está bien, de acuerdo. Deja que haga una llamada antes ¿vale?- Cogí mi móvil y busqué el nombre de mi terapeuta. No hubo suerte, su contestador me contestó primero.- Maldita sea…

- ¿Sigues sin localizar a tu loquera?- Marquitos me miró con sorna.

- Primero, no es loquera, es psicóloga y segundo, no, debe de haber perdido el móvil pero es muy raro, me habría mandado un e-mail.- Saqué mi maleta de debajo de la cama y comencé a meter ropa sin ton ni son.

- No te preocupes, ya te llamará ella. Venga, aligera compañero, que hay prisa.- Marquitos cerró su maleta y empezó a llenar una mochila con sus llaves, cartera, teléfono móvil, sus auriculares y una botella de agua.

- Ya voy, ya voy. No entiendo a qué tanta prisa, la verdad.- Metí la mayor cantidad de ropa posible en mi maleta imitando a Marquitos y ambos salimos por la puerta de mi casa. Un taxi nos recogió en la puerta diez minutos más tarde.

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- ¿Se puede saber qué diablos hacemos en el aeropuerto? Sigo sin entender nada Marquitos y estás consiguiendo enfadarme.- Me gustaban los aviones pero la última vez que me subí a uno terminé con depresión al volver.

- Trabajo Marcos, nos vamos por trabajo, tu madre llamó esta mañana para que yo te acompañase. ¿Te acuerdas de Rafael Pascual, el amigo de tu madre? Pues al parecer ha hecho algunas gestiones y te ha conseguido trabajo, el único problema es que es fuera de Madrid, por eso estamos aquí.

- ¿Y donde nos vamos?- Tenía la boca seca, me costaba articular palabra alguna…odiaba los efectos de la resaca.

- Tú no te preocupes por eso, ponte música y espera, igual que yo.- Marquitos me tendió su mp3 con una sonrisa.

- Menos mal que la jaqueca en mis resacas no está presente…En fin, espero que sea un buen trabajo o te juro que tú y yo tendremos más que palabras.

- Hay que ver lo pesado que te pones a veces. Ten, bebe agua anda, que jaqueca no tendrás pero lengua de trapo ahora mismo sí.- Marquitos sacó la botella de agua de su mochila.- Ale, bebe y calla, a ver si puedes estar callado un par de horas, protestón.

- ¿Sabes qué? Que te den.- Me coloqué los auriculares y subí la música al máximo.

Al cabo de quince minutos de espera en los incómodos bancos del aeropuerto Marquitos comenzó a tirar de mí para que le siguiese y tras recorrer algo más de la mitad de la terminal T4 entramos por la puerta de embarque J41. Marquitos sacó su DNI y me hizo señas para que yo hiciese lo mismo por lo que le imité mientras seguía sumergido en música, la azafata comprobó ambos documentos y me hizo señas para que me deshiciese de la botella de agua por lo que la abrí, me bebí lo que quedaba de un trago y la tiré, sacando la lengua a la azafata al entrar en el túnel de embarque.

Que tal compañero @de_la_fuente / @jaxx767. Como debes saber, en las normas está especificado claramente, el multinick está prohibido en este foro por lo que procedo a cerrar la historia.

-Cerrada-

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