Jump to content
FMSite en modo aplicación

Una mejor manera de navegar. Saber más

Football Manager Español - FMSite.net

Instala FMSite en modo App en tu dispositivo para mejorar la experiencia, recibir notificaciones nativas, premios y más!

Para instalar esta aplicación en iOS o iPadOS
  1. Tap the Share icon in Safari
  2. Scroll the menu and tap Add to Home Screen.
  3. Tap Add in the top-right corner.
Para instalar esta aplicación en Android
  1. Tap the 3-dot menu (⋮) in the top-right corner of the browser.
  2. Tap Add to Home screen or Install app.
  3. Confirm by tapping Install.

Respuestas destacadas

Publicado

Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni
(La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni)

0 - Vorwort. Die Geschichte von Matthias
(0 - Prólogo. La historia de Matthias)

nB6wfq6.jpegC3Tv8we.jpeg

En algún lugar de Argentina.

Me desperté esta mañana mientras me preparaba para ir a trabajar, con el café aún tibio en la mano, y sentí que tenía que contar una historia. Era un impulso que no podía ignorar, una urgencia que se había vuelto casi obsesión. Al mismo tiempo, mi señora me recordaba con una mezcla de paciencia y reproche que tenía demasiadas tareas y obligaciones acumuladas. Sin embargo, aquel deseo insistente no se apagaba; me llamaba, reclamando atención.

Hay cosas que uno no puede dejar de hacer, aunque la vida esté llena de compromisos. Para algunos, es trabajar; para otros, estudiar; para mí, siempre fue el fútbol. No como espectador, sino como jugador: correr detrás de la pelota tres veces por semana, sentir el césped bajo los pies, escuchar los gritos de los amigos y las risas que acompañan cada gol.

Tengo 48 años, soy médico, y gran parte de mi tiempo está dedicada a cuidar a otros, a tomar decisiones que importan, a poner todo mi conocimiento al servicio de la vida. Pero cuando el silbato final suena en la cancha de fútbol amateur, algo en mí se libera y me recuerda que todavía hay espacio para la alegría simple, para la pasión pura.

Soy padre de tres hijos, y cada uno de ellos me obliga a aprender nuevamente cómo mirar el mundo, cómo escuchar con atención y cómo compartir momentos sin prisas. El fútbol con ellos no es solo un juego: es un lenguaje secreto, una forma de conexión que no se desgasta con los años.

Pero hay otra pasión que acompaña mis días y mis noches: Football Manager. Allí, en ese mundo virtual, puedo explorar tácticas, entrenar jóvenes promesas, planear ascensos imposibles, sufrir derrotas y celebrar victorias como si fueran reales. Cada partida es un universo que me permite soñar despierto, experimentar la emoción del fútbol sin restricciones, y también reflexionar sobre liderazgo, paciencia y resiliencia.

A lo largo de los años, he escrito historias: algunas largas, otras cortas, algunas leídas por muchos, otras guardadas solo para mí. Cada una ha sido una manera de vivir otras vidas, recorrer destinos de forma imaginaria, descubrir personajes y equipos, rescatar hechos históricos y explorar emociones que la rutina cotidiana no siempre permite. Pero hoy siento que necesito contar algo distinto, algo más profundo.

Tal vez sea la última historia que escriba. Tal vez no. Pero sé que necesito hacerlo para sentirme pleno, para mantener esa chispa de felicidad que se enciende cada vez que combino la pasión, la creatividad y la nostalgia. Contar esta historia es una forma de reconciliarme con el tiempo, con mis recuerdos y con los sueños que aún quiero alcanzar.

Escribirla no es solo un acto de diversión o entretenimiento. Es un acto de rebeldía frente a un mundo que puede volverse gris a diario, una manera de reclamar tiempo y espacio propios, de desafiar la monotonía y las obligaciones que insisten en acallar la imaginación. Es una necesidad, un ritual que me recuerda quién soy, qué me importa y por qué sigo corriendo detrás de una pelota, ya sea en la vida real o en un campo imaginario.

Porque al final, contar historias es también un juego: exige estrategia, imaginación, paciencia y corazón. Y mientras haya historias que contar, mientras haya mundos que crear, seguiré haciéndolo. Porque eso me mantiene vivo, me mantiene pleno y me mantiene feliz.

Bienvenidos a la historia de Matthias.

Editado por John Smith

Bonita intro... me ha gustado. Me siento identificado en ella.

Ganas de conocer a Matthias.

  • Autor

Hola Lineker bienvenido, me alegra que te guste el prologo ahora vamos a conocer a Matthias lentamente meternos en su mundo, su historia y finalmente su destino. Saludos.

  • Autor

Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni
(La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni)

Kapitel 1 – Matthias Schall
(Capitulo 1. Matthias Schall)

Teil 1 – Der Brief des Vaters
(Parte 1. La carta del padre)

OJt3NPR.jpegj1qHNz7.jpeg

En algún lugar de Argentina.

El teléfono sonó temprano en la mañana. Matthias Schall, todavía medio adormilado, vio en la pantalla el número de su madre. Un presentimiento extraño lo invadió mientras contestaba.

—Matthias… —la voz de Ingrid, rota por el llanto, apenas se escuchaba—. Es tu padre… ha fallecido.

El mundo pareció detenerse. No hubo ruido, solo el silencio pesado del departamento en Buenos Aires, y el eco de la noticia que le rompía el pecho. Karl Schall, su padre, su referente, su conexión directa con la historia familiar, ya no estaba.

Tomó el primer vuelo a Bariloche. El viaje fue largo, gris y silencioso. Miraba por la ventanilla los lagos y montañas, recordando los veranos de su infancia, cuando corría detrás de la pelota con su padre en los pastos de la ciudad, escuchando sus consejos y su pasión por el fútbol. Nunca había sentido tanta mezcla de vacío y nostalgia.

Al llegar a la casa familiar, el olor a madera húmeda y a leña recién encendida lo recibió. Su madre, Ingrid, lo abrazó con fuerza, sosteniendo entre las manos un pañuelo empapado en lágrimas. Lara, su hermana menor, se acercó con los ojos rojos y la respiración entrecortada.

—Ven, Matthias —dijo Ingrid—. Antes de que te vayas, tu padre quería que tuvieras esto.

Le entregaron un sobre cerrado, con la caligrafía firme y elegante de Karl Schall. Matthias lo sostuvo entre sus manos, sintiendo el peso de cada palabra sin siquiera abrirlo. La carta parecía latir con la memoria de su padre, con todos los años de consejos, risas, advertencias y amor silencioso.

Se sentó en el sillón junto a la ventana, dejando que la luz tenue del atardecer iluminara el papel en sus manos. La nieve comenzaba a caer suavemente sobre los techos de Bariloche, y Matthias sintió un nudo en la garganta. Sabía que sus experiencias, sus viajes y aprendizajes, ahora tenían un nuevo significado.

Todo su pasado y sus decisiones previas parecían conducirlo hacia un único punto. El sobre cerrado en sus manos era más que papel: era un puente hacia algo que él aún no comprendía del todo, una responsabilidad y un llamado que debía responder.

Ingrid y Lara se sentaron a su lado, en silencio. No hacían falta palabras; la carta de Karl ya hablaba por sí misma, aunque todavía nadie más la hubiera leído. Matthias respiró hondo, sintiendo cómo el peso de la pérdida y de la promesa contenida en ese sobre empezaba a marcar el inicio de un camino inevitable.

Afueras, la nieve cubría las calles y el lago reflejaba un cielo gris plomizo. Matthias cerró los ojos, sabiendo que algo estaba a punto de cambiar para siempre.

Editado por John Smith

qué coño es eso?

  • John Smith cambió el título a Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni
  • Autor

Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni
(La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni)

Kapitel 1 – Matthias Schall
(Capitulo 1. Matthias Schall)

Teil 2 – Der Platz der Erinnerungen
(Parte 2. El lugar de los recuerdos)

14wzk9A.jpeg

En algún lugar de Bariloche, Argentina.

La carta permanecía sobre la mesa, intacta, como si respirara por sí sola. Matthias la observó un instante más, pero no estaba listo. El silencio de la casa se volvió denso, y decidió salir antes de que el peso de la ausencia lo aplastara.

Tomó su campera, bajó los escalones de madera y dejó que el aire frío de Bariloche le mordiera el rostro. Caminó sin rumbo fijo, siguiendo el impulso de sus pasos hasta que, casi sin darse cuenta, se encontró en la Ruta 40, frente al portón oxidado del Estadio Teófilo Teodoro Knell.

El cartel de Alas Argentinas colgaba torcido, golpeado por el viento, pero para Matthias seguía siendo un símbolo sagrado. Empujó la reja con un leve chirrido y entró. El olor a pasto húmedo y a tierra revuelta lo envolvió al instante. El campo estaba vacío, pero su mente se llenó de voces, risas, gritos de aliento y el eco lejano de una pelota golpeando el travesaño.

Caminó hasta el centro del campo. Desde allí, el lago Nahuel Huapi brillaba a lo lejos, reflejando los últimos tonos anaranjados del atardecer, y las montañas dibujaban sombras azules sobre el horizonte. El viento traía consigo el eco de viejos inviernos y veranos interminables.

Recordó su primer entrenamiento, cuando tenía apenas ocho años. Los botines le quedaban grandes y el corazón, más grande aún. El entrenador gritaba su nombre, y Karl, su padre, observaba desde la tribuna con una sonrisa que ahora dolía recordar.

Matthias se vio a sí mismo corriendo por la banda, el balón pegado al pie, dejando atrás a los rivales. Jugaba de extremo, rápido, escurridizo, con esa mezcla de instinto y alegría que solo tienen los niños. Cada vez que marcaba un gol, levantaba la vista hacia su padre, buscando su aprobación.

Der Tödliche”, le decía Karl entre risas. “El mortal.” Así lo había bautizado después de un clásico contra Cruz del Sur, cuando Matthias había marcado tres goles en la cancha embarrada y se había ido a dormir con las medias todavía llenas de barro y orgullo.

El apodo quedó para siempre, como una marca secreta entre ellos. Matthias sonrió al recordarlo, pero la sonrisa se quebró rápido.

Se sentó en el borde del área, mirando hacia el lago. El viento movía la red del arco, como si el tiempo siguiera jugando un partido que él ya no podía disputar. Sacó el sobre de su bolsillo. Lo sostuvo un momento, sintiendo el temblor en los dedos, pero volvió a guardarlo. No era el momento. Aún no.

El sol se escondió detrás de las montañas, y el estadio quedó envuelto en un silencio casi reverente. Matthias respiró hondo y levantó la vista al cielo. Por primera vez en días, no lloró. Solo dejó que el aire helado le recordara que estaba vivo, que aún tenía un camino por delante, aunque no supiera cuál.

Mientras salía de la cancha, una brisa suave levantó polvo del suelo. Por un instante, creyó escuchar la voz de su padre en la distancia, llamándolo como cuando era niño. Matthias se detuvo, miró atrás, y luego siguió caminando hacia la oscuridad, con la carta en el bolsillo y el peso de una historia que recién empezaba.

Editado por John Smith

Únete a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte después. Si ya tienes una cuenta, accede ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a este tema...
¿Cómo adjuntar imágenes? Súbelas a postimages y copia el "Enlace directo" en el mensaje.

viendo esta sección 0

  • Ningún usuario registrado viendo esta página.

Configure browser push notifications

Chrome (Android)
  1. Tap the lock icon next to the address bar.
  2. Tap Permissions → Notifications.
  3. Adjust your preference.
Chrome (Desktop)
  1. Click the padlock icon in the address bar.
  2. Select Site settings.
  3. Find Notifications and adjust your preference.