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Zona Sevillista

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@Bezoya Bah, ya nos hemos traido a Falcon de alli. No se que pensar

Pregunta en el Hércules a ver. Lástima es poco.

Shhhhh calla que nos estropeas la venta

  • 3 semanas más tarde...

Peleando a la contra
Pongamos una noche cualquiera. Primaveral, que siempre queda mejor en estos casos. Tú, más o menos seguro de ti mismo, más o menos guapo, más o menos todo, la divisas entre el gentío. Hace unos años la hubieses considerado inaccesible nada más verla, pero un par de experiencias pasadas te compelen a que te replantees tus propias certezas. Es casi imposible, pero… Ese pero, tan perjudicial en otros enunciados, es el que diferencia a los derrotados de antemano de los que aún conservan algo que decir. Total, que te acercas a ella. Y la cosa va, poco a poco, pero va. Cada vez mejor. Hay momentos en los que todo parecía perdido, o demasiado cuesta arriba, pero se acaba remontando y la conversación, los acercamientos, fluyen. Las horas vuelan en los relojes de la madrugada, pero a ti te queda tiempo para el último asalto. Tras un largo tanteo, culminas. Y triunfas.
Abres los ojos. Desconoces si ha sido un sueño repetido, pero giras la cabeza y comprendes que todo ha sido de verdad, otra vez. Y ya que estás en esa privilegiada situación, intentas repetir. No llevará aparejado tanto esfuerzo como la noche anterior, pero, si se dan las circunstancias adecuadas, también puede ser placentero. La Supercopa de Europa es el polvo mañanero, pero en plan limpio. Con mucho boato, focos, lujo y elegancia. Con los dos sin resaca, sin sudores ni olores, y hasta con los dientes limpios. Aprovechemos que hemos llegado hasta aquí y, como quien no quiere la cosa, vamos a acercarnos al objetivo, no vaya a ser que volvamos a tener la suerte de sentirnos campeones una vez más.
Y las oportunidades llegan cuando el destino te las planta delante, aunque caigan en fechas tan poco asociadas al fútbol de alta competición como un martes de agosto. Pero bueno, si algo tenemos los sevillistas es que nos calentamos rápido. Los sentimientos de mayor importancia suelen reconocerse por dos aspectos fundamentales; primero, por estar enterrados en
y en segundo lugar y paradójicamente, por salir a la superficie rápidamente a poco que haya algo que nos lo recuerde. Eso ocurre con el orgullo de ver al Sevilla, de pleno derecho, en el escenario reservado a los grandes de Europa y, cómo no, por el odio que rezumamos ante todo lo que huela al Real Madrid. Vale que es agosto, vale que es un martes pero, con esa mezcla, a ver quién es el osado que no se sienta a las 20.45 delante del televisor con los ojos entornados y sosteniendo la cerveza con ambas manos para disimular el tembleque.
A los afortunados que vayan a Cardiff, no hay que decirles nada que no sepan ya. A los que este partido les pille en Sevilla, que llenen la noche como cuando toca una de las grandes, y que disfruten de que siempre vienen del único lado del que pueden venir. Pero a los que estén de vacaciones, en el camping o en el hotel, en el paseo marítimo de cualquier ciudad costera, en un bar perdido de la mano de dios, en cualquier rincón de este país en el que te sientas un extranjero futbolístico, no queda sino disfrutar. Se gane o se pierda, hay algo más importante que todo eso. Saber que, gracias a la ciudad en la que te tocó nacer, o gracias a las elecciones que hiciste siendo niño, tú no eres uno de ellos. Y si se pierde, pues la cabeza seguirá estando altísima, porque no hay mayor orgullo que el nuestro y haber llegado hasta ahí siendo nosotros. Y si se gana, ay como se gane.
Está el personal estos días previos a la cita con la lógica preocupación de la falta de equidad en los medios nacionales a la hora de informar y opinar sobre la final. Dejadlos que hagan lo que acostumbran, lo único que saben, lo que les dictan sus amos. Este es su circo, y nosotros no tenemos más tarea que intentar joderles la función. En la pasada ceremonia de los Goya, el justamente premiado David Trueba (el bizco no, el otro), dejó una gran frase en uno de sus agradecimientos ante los galardones recibidos. “¿Qué sería la vida si no nos insultara la gente que nos debe insultar?”, se preguntaba el guionista y director. Pues nosotros exactamente igual. A ver qué respeto voy a demandarle yo a un puñado de tipos a los que no respeto lo más mínimo. Su discurso es el que es, y está enfrentado al nuestro. Que lo rebajen para una cita puntual no sería más que adoptar una actitud hipócrita, que ya es lo que les faltaba a estos muchachos.
Así que aquí estamos, peleando a la contra, como rezaba aquella antología del viejo Charles. Sabiendo lo que somos, seguros de nosotros mismos y dispuestos a rematar la faena majestuosa de aquella noche de mayo. Ya estamos despiertos, seguimos siendo grandes de Europa. Eso no nos lo puede quitar ningún rival, por muchos cientos de millones de euros que tenga en la cuenta corriente. Ahora han organizado una fiesta en la que, aún teniendo entrada, sabemos que van a mirarnos mal. Pues vamos a vomitar en la piscina, mear en las bebidas y llevarnos hasta las cucharas largas con las que remueven sus gintonics. Vamos a enseñarles que estamos vivos, tan vivos, que ni somos ni queremos ser como ellos. Que la vida es muy corta para elegir ser de los pobres de espíritu. Y en Cardiff, como se hizo en tantos otros puntos del continente, estamos obligados a demostrar lo que somos. No puede ser de otra manera. A la contra, sí, pero peleando siempre.

Peleando a la contra
Pongamos una noche cualquiera. Primaveral, que siempre queda mejor en estos casos. Tú, más o menos seguro de ti mismo, más o menos guapo, más o menos todo, la divisas entre el gentío. Hace unos años la hubieses considerado inaccesible nada más verla, pero un par de experiencias pasadas te compelen a que te replantees tus propias certezas. Es casi imposible, pero… Ese pero, tan perjudicial en otros enunciados, es el que diferencia a los derrotados de antemano de los que aún conservan algo que decir. Total, que te acercas a ella. Y la cosa va, poco a poco, pero va. Cada vez mejor. Hay momentos en los que todo parecía perdido, o demasiado cuesta arriba, pero se acaba remontando y la conversación, los acercamientos, fluyen. Las horas vuelan en los relojes de la madrugada, pero a ti te queda tiempo para el último asalto. Tras un largo tanteo, culminas. Y triunfas.
Abres los ojos. Desconoces si ha sido un sueño repetido, pero giras la cabeza y comprendes que todo ha sido de verdad, otra vez. Y ya que estás en esa privilegiada situación, intentas repetir. No llevará aparejado tanto esfuerzo como la noche anterior, pero, si se dan las circunstancias adecuadas, también puede ser placentero. La Supercopa de Europa es el polvo mañanero, pero en plan limpio. Con mucho boato, focos, lujo y elegancia. Con los dos sin resaca, sin sudores ni olores, y hasta con los dientes limpios. Aprovechemos que hemos llegado hasta aquí y, como quien no quiere la cosa, vamos a acercarnos al objetivo, no vaya a ser que volvamos a tener la suerte de sentirnos campeones una vez más.
Y las oportunidades llegan cuando el destino te las planta delante, aunque caigan en fechas tan poco asociadas al fútbol de alta competición como un martes de agosto. Pero bueno, si algo tenemos los sevillistas es que nos calentamos rápido. Los sentimientos de mayor importancia suelen reconocerse por dos aspectos fundamentales; primero, por estar enterrados en
y en segundo lugar y paradójicamente, por salir a la superficie rápidamente a poco que haya algo que nos lo recuerde. Eso ocurre con el orgullo de ver al Sevilla, de pleno derecho, en el escenario reservado a los grandes de Europa y, cómo no, por el odio que rezumamos ante todo lo que huela al Real Madrid. Vale que es agosto, vale que es un martes pero, con esa mezcla, a ver quién es el osado que no se sienta a las 20.45 delante del televisor con los ojos entornados y sosteniendo la cerveza con ambas manos para disimular el tembleque.
A los afortunados que vayan a Cardiff, no hay que decirles nada que no sepan ya. A los que este partido les pille en Sevilla, que llenen la noche como cuando toca una de las grandes, y que disfruten de que siempre vienen del único lado del que pueden venir. Pero a los que estén de vacaciones, en el camping o en el hotel, en el paseo marítimo de cualquier ciudad costera, en un bar perdido de la mano de dios, en cualquier rincón de este país en el que te sientas un extranjero futbolístico, no queda sino disfrutar. Se gane o se pierda, hay algo más importante que todo eso. Saber que, gracias a la ciudad en la que te tocó nacer, o gracias a las elecciones que hiciste siendo niño, tú no eres uno de ellos. Y si se pierde, pues la cabeza seguirá estando altísima, porque no hay mayor orgullo que el nuestro y haber llegado hasta ahí siendo nosotros. Y si se gana, ay como se gane.
Está el personal estos días previos a la cita con la lógica preocupación de la falta de equidad en los medios nacionales a la hora de informar y opinar sobre la final. Dejadlos que hagan lo que acostumbran, lo único que saben, lo que les dictan sus amos. Este es su circo, y nosotros no tenemos más tarea que intentar joderles la función. En la pasada ceremonia de los Goya, el justamente premiado David Trueba (el bizco no, el otro), dejó una gran frase en uno de sus agradecimientos ante los galardones recibidos. “¿Qué sería la vida si no nos insultara la gente que nos debe insultar?”, se preguntaba el guionista y director. Pues nosotros exactamente igual. A ver qué respeto voy a demandarle yo a un puñado de tipos a los que no respeto lo más mínimo. Su discurso es el que es, y está enfrentado al nuestro. Que lo rebajen para una cita puntual no sería más que adoptar una actitud hipócrita, que ya es lo que les faltaba a estos muchachos.
Así que aquí estamos, peleando a la contra, como rezaba aquella antología del viejo Charles. Sabiendo lo que somos, seguros de nosotros mismos y dispuestos a rematar la faena majestuosa de aquella noche de mayo. Ya estamos despiertos, seguimos siendo grandes de Europa. Eso no nos lo puede quitar ningún rival, por muchos cientos de millones de euros que tenga en la cuenta corriente. Ahora han organizado una fiesta en la que, aún teniendo entrada, sabemos que van a mirarnos mal. Pues vamos a vomitar en la piscina, mear en las bebidas y llevarnos hasta las cucharas largas con las que remueven sus gintonics. Vamos a enseñarles que estamos vivos, tan vivos, que ni somos ni queremos ser como ellos. Que la vida es muy corta para elegir ser de los pobres de espíritu. Y en Cardiff, como se hizo en tantos otros puntos del continente, estamos obligados a demostrar lo que somos. No puede ser de otra manera. A la contra, sí, pero peleando siempre.

Así me gusta, tirando de discursos braveheartianos en la previa para automotivarse, solo falta que los jugadores del Sevilla les enseñen el culo a los del Madrid en el calentamiento :hat:

https://www.youtube.com/watch?v=I7cJxt9FBYo

Esto no tiene precio

Eso es parecido al YNWA del Liverpool (salvando las distancias)

Eso es parecido al YNWA del Liverpool (salvando las distancias)

Y tanto. Salvando las distancias, tu lo has dicho.

Eso es parecido al YNWA del Liverpool (salvando las distancias)

Y el del Celtic. Dicen que suena mejor en The Paradise que en Anfield

Con la afición comepipas del Real Madrid tampoco es complicado que se te oiga mejor...

Bueno, no hablemos de repasos que a unos que yo me se los tuvimos calladitos todo el partido siendo inferioridad numérica hasta que se acabó el partido y empezaron a darse golpes de pecho demagógicos para salir en Deportes Cuatro.

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