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Decía mi padre que los soñadores eran los responsables de lo peor que acontecía en el mundo; la caída era más dura cuando la realidad te golpeaba de lleno y sin tapujos en el ring de la vida.

Quizá por eso me enroló en el ejército y dinamitó mis primeros accesos de actor.

Al final me salí con la mía. No pegué un tiro en mi vida ( salvo el de mi ex esposa y ese, por desgracia, fue con balas de fogueo), no continué con mi carrera de actor -por suerte para muchos, incluido el teatro- y acabé con mis carnes en el periodismo deportivo, otro de mis sueños juveniles, de los muchos que tuve.


Así que no me puedo quejar. Me permito soñar a diario y la cosa me va yendo bien.

Por eso, cuando veo a esta pandilla de jugadores que cada día sale a Goodison Park comiéndose la hierba, echándose a la espalda Liverpools, Atléticos y demás rivales de abolengo, a uno le entran como mariposas en el estómago, como cuando le roba el corazón una belleza y no acaba de créerselo.


Cada fin de semana, veo jugar a los hombres de Martin y me permito soñar, porque, qué coño, sin soñar, las caídas nunca fueron tan dulces.



Chris Morrison. Liverpool. BBC Sports

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