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Zona de Política Argentina

Respuestas destacadas

El hace 3 minutos, dar_stor dijo:

No es una medida para defender la industria nacional porque aunque compres un Iphone aca o en EEUU, no estas defendiendo la industria nacional, nada de todo eso se hace aca. Lo unico que pretende es aumentar la recaudacion e intentar cuidar los intereses de venta de las empresas de telefonia

Está claro que la cosa era irónica. El Iphone no sé, pero las otras marcas se arman acá (en Tierra del Fuego) tanto como en EEU, con componentes que por costos laborales esclavos y contaminación se fabrican en el Este de Asia. Lo que sí defiendo yo son las fuentes de trabajo.

De cualquier forma lo que están defendiendo no es ninguna industria nacional sino que, casualmente, las más grandes empresas de Tierra del Fuego pertenecen a Caputo ;) 

Bueno, Boandío les dio otro título y fotos a los hijos de puta y a los boludos.

Dejando de lado la ilegalidad de las detenciones de De Vido y Boudou (sean o no culpables, en ningún caso acusados de corrupción en el gobierno, hay que aclarar), están en la misma situación en la que estaba Macri cuando fue procesado por las escuchas y no sólo nadie lo encerró sino que asumió como Jefe de Gobierno primero y como Presidente después, repito, estando procesado como De Vido y Boudou.

Pero lo de ahora es directamente vergonzoso. Veamos:

  1. La causa había sido archivada por la Cámara por inexistencia de delito. Bonadío la reabre en una flagrante violación de la Constitución.
  2. NO HAY DELITO. Legalmente los actos de gobieron no son judiciables.
  3. La acusación es absurda: El Memorándum fue votado por el Congreso, con votos de la oposición inclusive; el Memorándum jamás se aplicó; el petróleo iraní que supuestamente venía a cambio de las alertas rojas de la Interpol jamás vino porque, además, tiene demasiado azufre y no podía ser destilado en Argentina; los granos jamás fueron a Irán. Y, finalmente, el Congreso de Irán no lo aprobó. Es decir, en la práctica, el Memorándum nunca existió.
  4. El jefe de la Interpol confirmó que las alertas rojas jamás se bajaron, que el Gobierno Argentino jamás pidió que se bajasen y que, además, no podría porque EL ÚNICO QUE PUEDE PEDIRLO ES EL JUEZ DE LA CAUSA y éste tampoco lo hizo.
  5. Sólo hubo un caso de procesamiento por "Traición a la Patria" (que es la causa, no corrupción ni nada por el estilo) y fue Perón por parte de la Libertadora.
  6. Hay un sólo caso en la historia de un senador desaforado: fue en 1921, con un congreso dominado por los conservadores (¿casualidad?) un juez de Bahía Blanca pidió el desafuero del Senador Del Valle Iberlucea porque "un vecino lo oyó decir que estaba de acuerdo con la Revolución Rusa". En los absurdos, la historia se repite. Y la repiten los conservadores.

Un detalle: en la causa AMIA, Nissman pidió el apartamiento de Bonadío por encubridor.

No sé si ironía o hijoputismo.

Trump, Macri y el submarino

Por Joe Goldman *

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El comportamiento de Los Jefes de Estado se mide sobre todo en tiempos de crisis, por su reacción ante situaciones de desastre o peligro extremo.

Donald Trump y Mauricio Macri son dos presidentes con inmensos problemas para encarar la adversidad y las críticas.

Trump mostró su poco temple en numerosos momentos durante el primer año de su presidencia. Huracanes devastadores en Houston y Puerto Rico, incendios forestales en California, francotiradores en varios incidentes y el manejo de la crisis con Corea del Norte son algunas de las situaciones graves en las cuales a Trump se lo vio mal preparado.

Macri, en su respuesta (o falta de ella), por la desaparición del submarino ARA San Juan mostró algunas de las mismas características que Trump. En los primeros momentos el Presidente argentino actuó como si no existiera una situación de suma gravedad. Continuó con su agenda habitual, viajó a La Rioja para un tour de un emprendimiento solar, al Chaco para inaugurar una planta cloacal, visitó una escuela en Corrientes, habló en foros de inversión, reuniones de banqueros, asistió a encuentros con famosos en Olivos, y hasta se tomó tres días de vacación en Chapadmalal con su familia. Después, hasta se permitió bromear con el submarino perdido: en la escuela de Corrientes comparó cómo el Gobernador de esa provincia atajó un penal con el gigantesco avión ruso que buscaba al ARA San Juan, y en un discurso público que pronunció al día siguiente que la Armada comunicara que habían dado por muertos a los 44 tripulantes del submarino Macri dijo: “Le pido a los argentinos que buceen dentro de cada uno de Uds. qué es lo que los va a mover, en qué van a dar la vida para salir adelante”. 

En ningún momento de las primeras tres semanas desde la desaparición del submarino Macri demostró empatía con las familias de las víctimas. Ni tampoco se dirigió a la Nación en un momento tan duro. Dio una sola y breve conferencia de prensa, que duró tres minutos, en la que no aceptó preguntas de la prensa. Sus ministros no ayudaron, el único que habló fue Oscar Aguad, el Ministro de Defensa, que twitteó información errónea el primer día, se reunió con las familias una sola vez y reconoció en un programa de televisión que los 44 tripulantes estaban muertos, sin comunicar lo mismo previamente a los familiares.

Este es un gobierno que se construyó acusando a Aníbal Ibarra por su responsabilidad en las muertes de Cromagnon y a CFK por las de Once. Es un Gobierno que, a la vez que no hizo nada para esclarecer el incendio mortal de Iron Mountain, mostró desdén para las familias de los bomberos fallecidos.

La falta de cuidado hacia los familiares se notó en varios hechos, no menores. Cuando aún el Gobierno no había dado por muertos los 44 tripulantes del submarino, de repente cerraron sus cuentas bancarias, una señal de que sí los daban por muertos. Hace unos días la armada depositó 279 pesos en las cuentas de los tripulantes desaparecidos en concepto de “costos de navegación”. Y finalmente esta semana desalojaron a los familiares que estaban en hoteles de Mar del Plata.

Con mi mirada de norteamericano veo grandes similitudes con la manera en que Trump y Macri rehuyen la adversidad, como si la proximidad con ella los contaminara. Pero, al mismo tiempo, veo una gran diferencia entre ambos: el papel de la prensa y la justicia. Sin que Estados Unidos sea la panacea de la prensa libre, todavía quedan muchos medios serios, periodistas que investigan y ponen a Trump en evidencia. Y sin creer que nuestro sistema de Justicia sea perfecto está a años luz del de Comodoro Py. 

En Argentina todos elogian a Macri y su gobierno por la manera en que comunican. Pero en el caso del submarino desaparecido la responsabilidad de la comunicación quedó en manos del vocero de la Armada, el Capitán Enrique Balbi, quien en la adversidad ha hecho un trabajo maravilloso. Pero hay algo que me llama la atención –y tengo muchos años de experiencia en cubrir desastres y accidentes en toda América Latina– es la primera vez que veo a un Gobierno rehuir la tarea de informar a la población.

Para explicar la dificultad que tiene Macri con la adversidad se puede hacer un ejercicio hipotético: ¿que hubiera pasado si hubieran rescatado a los 44 con vida? ¡Hubiera entrado en escena Macri y los globos amarillos, y salido de escena el Capitán Balbi!

* Corresponsal en Argentina y América del Sur de ABC News, de la cadena de televisión norteamericana ABC.

  • 3 semanas más tarde...

Una de cal y una de arena:

Murió Griesa: un hijo de puta menos

Humor

A Macri, en sus vacaciones número 4500 desde que asumió diciendo que había que trabajar más, se le debe haber caído una lagrimita....

 

La mala:

Falleció el general retirado Juan Jaime Cesio

A los 91 años falleció el general retirado del Ejército Juan Jaime Cesio, uno de los fundadores del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida). “Los represores ganaron lo que llamaron guerra, pero perdieron la paz. Mataron, torturaron, capturaron niños, discriminaron, se apoderaron de vidas y haciendas como señores feudales, los convirtieron en esclavos de la gleba por afán de poder, ambición sin freno y desprecio con sus conciudadanos”, fueron sus palabras cuando el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner le restituyó el grado que le habían quitado los militares por denunciar las prácticas criminales de la dictadura.

  • 2 semanas más tarde...

Está claro que sólo les importan estas cosas cuando les tocan el culo a ustedes (el único post con respuesta fue la pavada de los celulares). Ya va a llegar mientras miran para otro lado.

Ésta es la clase de boludos que votaron:

La imagen puede contener: 1 persona, traje y texto

  • 1 mes más tarde...

Hubo una marcha multitudinaria de apoyo al gobierno

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(jabu) 

Cordero de la Patagonia brasilera :nuse:

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El hace 5 horas, KokoKevin dijo:

Cordero de la Patagonia brasilera :nuse:

A mi me preocupa mas que el granero del mundo importe comida. Y que aca existe, ni que estemos hablando de Nutella o chocolate Lindt.

Estamos hablando de cordero, que es un animal de mierda que va caminando por ahi, comiendo pasto o lo que sea que come un cordero, (caga de mientras), para que despues alguno lo decapite, lo faenen (o como se llame) lo corten en pedazos, pase lo que quedo a un frigorifico y termine en una bandeja en un supermercado o en una heladera de una carniceria

El problema es que, como todo, es mas barato traerlo de afuera. El Cordero va de aca a Brasil y vuelve y sale mas barato que "trabajarlo" aca xD.

  • 2 semanas más tarde...

90 años tarde

Murió el genocida multicondenado Luciano Benjamín Menéndez

Que no descanse en paz

Estaba internado desde el 7 de febrero por un cáncer en las vías biliares. Tenía 90 años. Durante la dictadura tuvo a su cargo diez provincias. Consideraba “blando” a Videla. Nunca se arrepintió de sus crímenes.

Para Luciano Benjamín Menéndez, las miles de personas secuestradas, torturadas, violadas, asesinadas y desaparecidas no constituían delito alguno.

Luciano Benjamín Menéndez, el genocida vivo de mayor rango militar, murió ayer poco antes del mediodía en una cama del Hospital Militar de Córdoba. Conocido como “el Cachorro, “el Chacal” o “la Hiena”, el ex general y ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército durante la última dictadura cívico-militar se llevó consigo el insólito récord mundial de condenas a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad: tenía 14, más otras dos a una veintena de años.

“Yo no tengo antecedentes penales. Los únicos que tengo son los que ustedes me pusieron en estos juicios, que son artificiales. Yo nunca he cruzado ni un semáforo en rojo”, dijo, con el hilo de voz que le quedaba, de pie ante el Tribunal Oral Federal 1, el pasado el 22 de noviembre. Esos eran sus parámetros. Las miles de personas secuestradas, torturadas, violadas, asesinadas y desaparecidas en las diez provincias que tuvo bajo su arbitrio y pulsión de muerte no constituían para él delito alguno. Nunca se arrepintió. Nunca dio ninguna pista sobre dónde están los cuerpos que ordenó desaparecer. Ni de los bebés robados a sus madres recién paridas. Nunca. Ni aun cuando desde 2008, en su primer juicio y condena a prisión perpetua y cárcel común, debió acostumbrarse a ver hasta en la sopa el rostro de la Abuela de Plaza de Mayo Sonia Torres, en su reclamo constante por el nieto que le arrebataron. O tuvo que escuchar la voz cantarina y plural de “la Emi” D´Ambra, quien esperó el final del Megajuicio La Perla Campo de la Ribera para morirse, y hasta el último día de sus 87 años le exigió que dijera dónde enterró a los más de 2.500 desaparecidos que masacraron en esos campos de concentración y exterminio.

No. Hasta ese último día de noviembre de 2017 en que se paró frente al Tribunal y los huesos de su espalda mostraron el ya afilado mapa de su esqueleto bajo el saco, no se arrepintió. Tampoco negó sus muertos. Los ninguneó.

El “duro”

Nacido en Lobos, provincia de Buenos Aires, el 19 de junio de 1919, el hombre que murió ayer perteneció a una familia castrense cuyos principales ancestros –cada quien en su tiempo histórico– fueron entusiastas genocidas junto a Julio Argentino Roca en la llamada Campaña del Desierto; o participaron del bombardeo y masacre de ciudadanos de a pie en la Plaza de Mayo en 1955 para derrocar al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón.

Llegado su turno, Luciano Benjamín Menéndez fue el brazo más duro de la dictadura presidida por Jorge Rafael Videla. Tanto fue así que en 1979 terminó preso en un cuartel en Entre Ríos cuando intentó derrocar sin éxito a su propio jefe al que consideraba “blando”. Y fue vox pópuli entre sus subordinados y cómplices que el propio Videla le temía. Una versión que terminó comprobándose durante el Megajuicio que duró casi cuatro años. Allí se supo que cuando las hordas de Menéndez secuestraron a Carlos Escobar, el hijo de un militar amigo de Videla desde los 13 años, ante los desesperados ruegos del padre ante su compañero de liceo, el dictador sólo atinó a disculparse: “si está en el área de Menéndez no puedo hacer nada”.

Ese es el Menéndez que el arriero José Julián Solanille vio desde la “Loma del Torito” en los campos de La Perla presidiendo el fusilamiento masivo de decenas de jóvenes maniatados. Y también el Menéndez que en abril de 2013 contempló –doblado sobre sí mismo, las mandíbulas tensas– cómo ese hombre de campo, ese “nadie” que solía herrarle los caballos en los tiempos en que su sólo nombre era sinónimo de poder absoluto; ofreció el testimonio judicial más contundente sobre sus crímenes.

“Estaba con otro compañero en la Loma del Torito –contó Solanille–. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos… Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable”.

Era el Menéndez que con sólo una palabra, o sólo un gesto podía dar vida o muerte. El que aterrorizada vio a los pies de su cama del Hospital Militar –el mismo en el que ayer murió el genocida–, la sobreviviente Teresita Piazza de Córdoba mientras la mantuvieron secuestrada. Durante el juicio, la mujer contó cómo la apalearon y le trompearon el vientre aún sabiéndola embarazada. Y cómo, cuando casi muere, la esposaron a una cama de hospital. “Me desperté y ahí estaba cuando abrí los ojos y lo ví. Era Menéndez. Me dijo que me porte bien y que si no lo hacía me llevarían de nuevo adonde estaba. Yo sólo lo miré. Me quedé en silencio”.

Ese era el Menéndez que paseaba el taconeo de sus botas lustradas por los mosaicos terracota de La Perla mientras los que iban a morir temblaban debajo de las vendas de sus ojos, con el hedor del miedo envolviéndolo todo. El Menéndez que ordenó el secuestro, tortura y decapitación del ex ministro del Interior del presidente Arturo Frondizi, Miguel Hugo Vaca Narvaja, de 59 años y padre de 12 hijos. El mismo que ordenó y permitió la exhibición de esa cabeza que fue mantenida en formol hasta que la arrojaron a las vías de un tren.

El Menéndez que mantuvo prisionero en las mazmorras de su propia estancia, dentro de los campos de La Perla, al abogado laboralista Salomón Gerchunoff, de quien el sobreviviente Piero di Monte contó que le ordenaron llevarle una sopa. “Estaba en muy mal estado. Le ayudé a tomarla. Le acaricié la cabeza y le dije que no lo matarían. Pero él no podía creerlo”. Menéndez usaba ese edificio con pretensiones de castillo medieval durante los fines de semana. Recién en 2014 se supo que está a pocos kilómetros (una hora de caminata) de los hornos de cal donde el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) encontró, el 21 de octubre de ese año, los restos óseos –cuasi molidos– de cuatro jóvenes militantes de la Juventud Peronista Universitaria: Lila Gómez Granja, Aldredo Sinópoli Gritti; Ricardo Enrique Saibene Parra y Luis Agustín Santillán Zevi. Hornos en los que un puñado de chicos había encontrado una mano mientras jugaban en 1977, y que fue motivo de que sus familias fuesen desalojadas de esos campos. Uno de esos pibes, Andrés Quiroga, casi cuarenta años después fue quien se animó a dar testimonio. Quien se acercó al Espacio Memoria La Perla, y dio la pista a los antropólogos.

El Menéndez poderoso de los fusilamientos y estaqueamientos a los 31 presos políticos de la UP1, en el invierno de 1976. El que se creyó impune. El que ordenó “que todos hagan todo”, para que nadie tuviese las manos limpias de sangre y el pacto de silencio sellara los crímenes que diezmaron una generación y dañaron para siempre a otras tantas.

Ya en democracia, y muy lejos de correrse de la escena, apareció el Menéndez de los actos públicos. Con Eduardo Angeloz coincidieron en las veladas de la peña El Ombú, adonde acudían muchos de los cómplices civiles y eclesiásticos de la represión; mientras que con el ex gobernador Ramón Mestre, el cardenal Raúl Francisco Primatesta y el actual funcionario macrista Oscar Aguad compartían palcos.

De hienas y dinosaurios

La lucha de casi cuarenta años de los organismos de derechos humanos, más la decisión política del gobierno de Néstor Kirchner que anuló las leyes de impunidad, lo llevó para siempre a los juicios, y lo convirtió en el militar más veces condenado.

En su pose pétrea, los párpados hinchados y semientornados que recordaban a los reptiles prehistóricos de la isla Galápagos, Menéndez pasó por los diez juicios que se le hicieron en Córdoba desde que el 24 de julio de 2008 recibió su primera condena a prisión perpetua en cárcel común.

En 2010, se lo vio dormir hombro a hombro con Videla durante el juicio por los fusilados en la cárcel UP1, y también defender todas las veces que pidió hablar, lo que él consideraba “una guerra mundial”.

Nada parecía sacarlo de su su eje. Su compostura lo distinguía de los demás reos. A veces, apenas parecía respirar. Su método de resistencia era la economía de movimientos. Un duermevela imperturbable. Sólo dos temas le quitaban la compostura: cuando lo llamaban ladrón, como ocurrió con el caso de la empresa Mackentor, el “papel prensa” cordobés; y cuando declaraba algún miembro de la familia Vaca Narvaja. En la audiencia en que Ana María, una de las hijas mayores del ex ministro decapitado mencionó que además de Cachorro “lo llamaban la Hiena” y leyó documentación de la Conadep sobre lo que había afirmado; Menéndez terminó descompuesto de la bronca, despeinado y golpeándose las rodillas con los muebles de la sala para llegar al estrado de su defensora oficial.

Hasta estos días, y según datos de la Procuradoría de Crímenes contra la Humanidad, Menéndez había sido condenado 16 veces: 14 de ellas a prisión perpetua. Estaba procesado en otras 49 causas, y en 13 de ellas esperaba juicio oral. También estaba bajo investigación en otros 25 expedientes.

Quién sabe si a los pies de su cama de hospital –como él hizo con Teresita– pudo ver los rostros o sentir la presencia de los muertos que mató. De lo que sí se tiene certeza es que Menéndez fue el brazo armado de una de las etapas más atroces de nuestra Historia. Una que tuvo y tiene cómplices civiles y eclesiásticos. Y que con él, ayer, la muerte se llevó a uno de sus mejores esbirros.

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Este hijo de mil putas tenía prisión domiciliaria.

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