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NUEVO DESTINO

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Basalo se paseaba por los alrededores de la ciudad deportiva. Era ya su segundo día desde que había aterrizado en la ciudad del nuevo equipo. El día anterior había sido muy ajetreado: los periodistas, las caras nuevas, el contrato... Gracias a Dios que el presidente había aceptado su oferta de tomarse unos días de vacaciones antes de entrar en la planificación del equipo para la próxima temporada. Se preguntaba: “¿Por qué se habían dado tanta prisa por ficharme?” En la mitad de la semana mismo, antes del último partido de la liga, habían despedido al antiguo mánager y le habían enviado la oferta, junto a la de otros muchos equipos. Al final se decantó por éste.

“¡Qué buen día hacía!” Un fabuloso sol iluminaba las calles, pero nada tenía que ver con Badajoz. Se había pasado parte del día en el puerto, viendo el mar, donde le asolaron recuerdos de la infancia. Ahora, abría cuidadosamente la puerta de las instalaciones del equipo. Hacía ya tiempo que los jugadores se habían marchado, y la verdad es que Basalo no tenía ganas de encontrarse con nadie.

Se quedó maravillado con lo que encontró dentro. El gimnasio... Los equipos... Todas las infraestructuras... Le habían dicho que era de las mejores instalaciones del país y del mundo, pero no se lo creyó hasta que lo vio por él mismo. No había ni punto de comparación con las del Cerro Reyes. Aún recordaba las discusiones que había tenido con el presidente para que mejorara un poco aquella pocilga.

De repente se dio cuenta de que una señora de la limpieza lo estaba observando. Ella le saludó. Pensó: “Vaya, un día aquí y ya soy famoso”. Cortésmente respondió el saludo, con un tímido “Bonjour”, esperando que no se fijara en el acento africano del francés que había aprendido durante sus dos años como seleccionador de Camerún. Afortunadamente, la conversación no fue a más.

Recordaba sus palabras del día anterior en rueda de prensa: “Mi objetivo es llevar este club a lo más alto a nivel nacional, y conseguir triunfar en la máxima competición europea”. Se le escapó una risa. Desde luego, era obvio que le gustaba hablar por hablar y más tarde reflexionar en lo que había dicho. ¿Cómo se había atrevido a decir aquello cuando ni había echado un vistazo a la plantilla? Lo único que sabía era que el equipo había estado dando tumbos en la parte media-alta de la tabla, sin ni siquiera muchas veces haber logrado la clasificación europea. Pensó que un equipo con esa historia, habiendo llegado a lo más alto del fútbol mundial a principios de los 90, no podía permitirse aquello.

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Se fue afuera y permaneció contemplando los campos de fútbol de las instalaciones. Repasaba lo que tenía que hacer hoy. Llamar a los miembros del equipo técnico del Cerro que quieran compartir esta nueva aventura y apresurarse a contratar una red de ojeadores. Hoy mismo había decidido lo que iba a hacer con el club. Una plantilla cuya media de edad era de 30 años... Jugadores al final de su carrera cobrando la escalofriante cifra de 5 millones al año, sino más... Jugadores que, además, no habían hecho nada por el equipo durante todos estos años... Menudo despropósito... Estaba claro que iba a traer una auténtica revolución. Sí, los iba a vender a todos o a casi todos. Llegó el momento de hacer un equipo a su manera. Tenía que traer a jóvenes, jóvenes que aprovechasen todo lo que el club podía dar de sí, todas aquellas instalaciones, todo el maravilloso equipo técnico que iba a traer, jóvenes que permanecieran en el club y se criaran en él y lucharan por él... Iba a ser fácil. ¿Cuánto le darían por toda la vieja guardia que había actualmente en el club? Seguro que mucho más de lo que necesitaba para fichar a esos jugadores, es más, seguro que el problema iba a ser encontrar a algún equipo que quiera pagar esos salarios...

Se levantó, mientras salía de las instalaciones se encontró con el segundo entrenador, ahora al mando del equipo hasta el último partido. Su último partido en este club, ya que no había ninguna duda que iba a rescindir su contrato. Se sentó en la terraza de una cafetería y pidió un café. Le dolía la cabeza de pensar en toda la inmensa labor que le faltaba por realizar en aquel club. Al fin y al cabo, era su trabajo. Tuvo que recordar que no se trataba de ningún hobby, aunque así lo pensase. Y además, un trabajo muy bien pagado, diez veces mejor pagado que cuando estaba en el Cerro Reyes. Amagó una sonrisa. Hacía tan sólo 8 años que había empezado en esto del fútbol. Hasta entonces sólo había sido un aficcionado que había jugado en los equipos juveniles de su ciudad en Galicia. Un pobre sin trabajo, acabados de cumplir los treinta y sin muchas esperanzas en su vida de hacer algo útil. Totalmente solo, los amigos que tenía por entonces no hacían más que incordiarle. Le hastiaba la gente, le hastiaba su propia vida. Estaba claro que tenía que hacer algo, que tenía que cambiar de sitio. Por eso se fue a Badajoz a entrenar aquel equipucho sin entrenador y prácticamente al borde de la desaparición.

Tomó un trago.

Y es cierto que ahora seguía solo, pero, por lo menos, había hecho algo con su vida, y por lo menos, tenía un largo, largo camino que recorrer en este nuevo proyecto que había fijado en su carrera deportiva: Olympique de Marseille... Sonaba bien, ¿verdad?

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Como te comuniqué en el otro hilo debes continuar la historia allí, ya que se trata de la misma partida y no cumple aún los requisitos para considerarla bien terminada. Cualquier cosa a las órdenes, saludos!

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