Jump to content

Respuestas destacadas

Publicado

El Torino fue el equipo que dominó el fútbol en los años 40. En Italia había ganado 5 campeonatos de Liga consecutivos entre 1943 y 1949, todos salvo los de las temporadas 1943-44 y 1944-45 que no se disputaron por la Segunda Guerra Mundial. Su predominio del fútbol italiano era tal que 10 de los 11 jugadores de la escuadra azzurra pertenecían al Torino.

Pero este fantástico equipo desapareció en un infortunado accidente aéreo el 4 de mayo de 1949, al estrellarse el avión que lo traía de Lisboa donde habían jugado un amistoso contra el Benfica. Perecieron 18 jugadores del equipo, los dos técnicos, 2 directivos, 3 periodistas y los 6 miembros de la tripulación.

                                                                                                                               thump_9669433la-tragedia-de-super.jpg

                                                                                                                               El trágico accidente de Superga en 1949

La del Gran Toro es la más hermosa historia que el fútbol escribió. Aquel equipo ganó todos los campeonatos que disputó, cinco, y dejó de hacerse con los otros dos porque la guerra impidió la competición.

Todo menos el final estaba en el mejor de los sueños de un mediano industrial de Turín, antiguo jugador grana, Ferruccio Novo, que llegó a la presidencia del club en 1939. Novo pretendía hilar la nueva historia con lo mejor de la antigua, la que llevó al primer scudetto, aún no reconocido pero del Toro, y al segundo bajo el mando del príncipe Enrique Eugenio Marone Cinzano.

Novo tenía una ambiciosa idea de club y un gran instinto para elegir jugadores. La plantilla era casi inamovible: los pocos futbolistas que se incorporaban eran casi siempre jóvenes llamados a ir formándose al lado de las figuras para sustituirlas luego. Respecto a los técnicos, pretendía la excelencia y para ello, si era preciso, lo buscaba en un campo de concentración nazi. ¿Qué el Arsenal inglés tenía un sistema arrollador y sus jugadores volaban? Se iba a Londres y convencía a Lesley Lievesley, el segundo de Chapman, para hacer lo mismo en Turín. ¿qué el técnico más imaginativo que había conocido era un húngaro judío llamado Egri Erbstein, y ahora estaba atrapado en un campo de concentración nazi? Nadie sabe cómo, preparaba su huida, le ayudaba a refugiarse en la embajada sueca de Budapest, y al poco, lo tenía otra vez con el chándal y a su preciosa hija estudiando música en el conservatorio de Turín.

El joven Erbstein, mánager de fútbol y agente de bolsa, era un avanzado. Solo se dejaba aconsejar para los fichajes del seleccionador Vitorio Pozzo, torinista fanático. La contratación de Mazzola cambió todo… En la 1945-46, el once del Toro es casi el que canta la hinchada todavía, con la sustitución de Ferraris IV por el extremo Menti. Gana el scudetto. Y vuelve a ganarlo el año siguiente con 108 goles a favor y 35 en contra, una barbaridad que se supera en la posterior temporada: 65 puntos en 40 partidos, 29 victorias, 21 jornadas sin perder, máxima diferencia al segundo, 16 puntos, y mayor goleada de la historia, 10-0 al Alessandria. Un mes y medio antes del final era campeón con 125 goles a favor y 33 en contra. Récords vigentes en el calcio italiano que nadie pudo batir.

                                                                                                                                    thump_9669436mazzola-y-erbstein.jpg    

                                                                                                               Mazzola y Erbstein: Dos grandes leyendas del Torino

De esa campaña es el partido  que mejor refleja el espíritu del Gran Toro. A los 20 minutos de la primera parte perdía 0-3 en el estadio Filadelfia ante un sorprendente Cagliari. Justo en ese momento entró en el estadio Oreste Bolmida. Ya venía mosqueado el gordito, que era factor en la estación y el retraso del tren le había robado la primera media hora. No se paró ni a dejar la corneta de avisos en su taquilla; en cuanto partió el tren salió pitando para el campo. Al llegar no daba crédito: ¿palmando… y cero a tres? Si es que cuando la semana está de piojos no vale con cambiarse la camisa… Sin saber por qué, allí mismo, plantado en el pasillo de la grada, en medio del sorprendente silencio del Fila hizo sonar su trompeta. Sonó la trompeta, Mazzola miró hacia él, un segundo, toda una vida. Se subió las mangas de su camiseta Il Capitano, gritó alé y uno tras otro hasta cuatro cayeron los goles del Toro para ganar otra vez. A partir de ese día, cuando las cosas se ponían difíciles, Oreste Bolmida, Il Trombettiere de Filadelfia, daba al aire la nota enérgica de su trompetilla ferroviaria, el capitán Valentino se arremangaba, gritaba alé y comenzaba el Cuarto deHora del Toro: 15 minutos de presión arrolladora, incontenible para cualquier equipo del mundo, incontenible. 

                                                                                                                                     thump_9669437oreste-bolmida.jpg

                                                                                                                                     Oreste Bolmida, el alma del Torino en la grada

Fuente: El mejor toro vuela, de José Antonio Martín Petón

Hermosa y emotiva historia :thumbsup:

  • Autor

@KokoKevin !Bienvenido a la historia, compañero! Me alegro de que te haya gustado el comienzo y veremos a ver la suerte que le depara al Torino en esta nueva aventura. Saludos y gracias por opinar ;)

  • Autor

El primer enemigo de las grandes escuadras es que sus futbolistas aparten las botas de cuero y den en calzar botines de oro: que pierdan el hambre de victoria cansados de tanto éxito. Contra esa cercana tentación el Toro tenía un par de antídotos; el primero era el carácter de su tropa con Mazzola, ganador compulsivo, al frente; el otro, que después de haber vivido la crueldad de una guerra competían por la gloria, sin más aliciente. Todos menos uno trabajaban además de jugar al fútbol: solo Castigliano, rico de cuna, se dedicaba exclusivamente al balompié. Había funcionarios, repartidores que llevaban su mercancía por el Piamonte, vendedores de seguros y hosteleros. A veces era el club el que conseguía el trabajo para ellos. El dinero era lo segundo. Estaban bien pagados; no había millonarios. Su felicidad era ganar.

La plantilla era una suma de aventuras personales, alguna de ellas insólita. El portero titular era Bacigalupo, 25 años, no muy alto pero valiente y agilísimo. Sus compañeros, que le tenían una fe cerrada, le hacían bromas con el partido que jugó ante Hungría la selección italiana. Aquella tarde, la azzurra derrotó por uno a cero al combinado magiar que con Puskas, Kocsis, Czibor, era el equipo nacional del momento. Italia fue el Toro de azul… menos el portero. Jugaron los diez torinistas de campo, pero Bacigalupo se quedó sentado junto al seleccionador que alineó a Sentimenti IV, el guardameta de la Juventus. La rivalidad de Sentimenti y Baciga, como lo llamaba la hinchada, era tremenda.

                                                                                                                                thump_9669876valerio-bacigalupo.jpg

                                                                                                                                 Valerio Bacigalupo, el cancerbero del gran Torino

Atrás formaban Aldo Ballarin y Maroso, y entre ellos, retrasando su posición a la de falso central, Mario Rigamonti. Ballarin, 26 años, era el jefe de la defensa, un tipo afable y ordenado que en el campo se movía con alto rigor: guardaespaldas jerárquico de Mazzola. Por la izquierda Maroso, 23 años, el único que salía de la cantera del Toro, estaba cambiando un concepto del fútbol tradicional con sus incorporaciones al ataque; de su larga zancada, y una técnica que no se les exigía a los técnicos de aquel tiempo, nacía una forma distinta de entender esa posición que luego tendría continuidad en el Facchetti interista. Entre los dos Rigamonti, 25 años, un personaje: el apuesto Mario Rigamonti dedicaba las vacaciones a perderse con su moto por las carreteras de Italia, hasta el extremo de llegar al primer partido de la temporada un rato antes de que empezara, con el presi Novo y el míster Erbstein esperando en la puerta de Filadelfia hasta ver aparecer por la curva la motocicleta polvorienta y sobre ella, casco de cuero y manga corta, a su futbolista. Los compañeros ya estaban en el vestuario. Contaron los que estaban allí esperando el asesinato del arrogante stoppper que Rigamonti se quitó el casco, saludó a su presidente y al técnico (“disculpen, llego un poco tarde, les compensaré en el campo”), se calzó las botas, la maglia granata y salió a jugar: fue el mejor.

                                                                                                                                          thump_9669880mario-rigamonti.jpg

                                                                                                                               Mario Rigamonti, una de las figuras del equipo

El medio campo lo sostenían el triestino Grezar, 30 años, y Castigliano, 25. Dos privilegiados tácticos, ambos guardaban la llave del secreto: la pelota siempre en movimiento, no se para jamás. Ella se mueve, nosotros también. Que se mueva el balón y que le llegue limpio a Valentino. Mazzola jugaba por delante de ellos; por delante, por detrás, a los costados… Un todocampista como lo fue después D Stéfano, con tanto gol que varias veces fue capocanonnieri del calcio. Valentino era un jovencito rubiato que trabajaba en la factoría milanesa de Alfa Romeo y jugaba con el equipo de la fábrica cuando le llamaron al servicio militar. Su destino fue la Marina y por ella Venecia. Cruzaba los canales al llegar y con la vista buscaba el bosque frente al Lido donde se alzaba el estadio veneciano, en el último rincón de la isla. El Venecia le firmó casi por azar, pero el recluta se convirtió en su estrella antes de hacer la segunda guardia. Duró allí lo que duró la mili, porque el Torino de Ferruccio Novo le estaba esperando y compró su pase. Tardó en hacerse jefe lo que tardó en soltarse: nada. Su vida matrimonial no era tan firme y la relación se quebró. Valentino tenía dos peques que luego serían futbolistas: el mayor, Sandrino, estrella mundial, tenía una taquilla al lado de la de su padre en el vestuario del Fila y, tras mudarse, salía de la mano del capitán en cada partido y se hacía la foto con el once: quien iba a ser la bandera del Inter era la mascota del Toro. Además del fútbol, Valentino Mazzola, 30 años, daba nombre a una firma de artículos deportivos y con sus balones jugaba la selección, a veces en diputa con los de la competencia que casualmente eran los del capitán de la Juve.

Arriba, a la derecha, la habilidad imposible de Romeo Menti, un zurdo en banda cambiada al que el campo gritaba, Meo, Meo, cada vez que había un golpe franco. Menti, de 29 años, es un hombre desdoblado: toda la alegría que transmite en el campo con su juego, se troca en melancolía e introversión fuera de él; es como si se supiera el verso suelto de una tragedia y la estuviera esperando. Lanzando a Menti, y llegando por detrás, un tipo duro, Loik. La grada le adoraba: Loik, Loik, le grita y le llama El Elefante por su forma de moverse en el campo. Llegó desde Venecia con Valentino, su gran amigo. Su carácter de indestructible lo comenzó a forjar en la niñez. Trabajó tanto y desde tan pequeño para ayudar a su familia que a Loik, a sus 29 años, nada le parecía incómodo, nada imposible.

En punta y por la izquierda los socios, los dueños del Bar Vittoria, Gabetto y Ossola, los anunciantes de gomina que terminan los partidos sin despeinarse y con el pelo brillante. Gabetto es el delantero centro de goles nunca vistos. Turinés de cuna, rescatado de la Juve que le ha echado por viejo, más el asilo al que ha llegado, al otro lado del corso Re Umberto, le permite seguir empalmando balones en el aire con un curioso desatino, resulta que tan mayor, 33 años, lo hace aún mejor que antes y vuelve a la selección italiana.

En la esquina su par zurdo, Franco Ossola, con aire de galán y juego de galán, hermano de un pequeñín llamado Aldo que luego va a ser as del baloncesto en la Ignis de Varese; Ossola es un ala finísimo que además se pirra por marcar goles. Gabetto le tutela desde que llegó. Es su ahijado en el campo y su socio en el Bar Vittoria, un sitio que reunía a la gente del deporte y la del arte, la del espectáculo y el despunte social: el lugar de moda. Franco, 26 años, le idolatra. Todo lo que hace el viejo le parece bien, incluso cuando los carabinieri detienen el autobús del Toro para hacer una requisa en busca de tabaco de contrabando. Lo encuentran, era otro de los negocietes de Gabetto el vivales. Sale sin cargos porque es el centro delantero del Grande Torino y le tapan. Los camaradas le querían linchar. Ossosla se reía.

                                                                                          thump_9669882gabetto.jpg         thump_9669883ossola.jpg

                                                                                          Gabetto y Ossola formaron una dupla eléctrica

El autobús del Toro es otro personaje. Pintado de rojo subido, oscuro y neto, es tan elegante que a su paso por la bota itálica le dan un nombre, Il Conte Rosso, a la altura triunfadora de sus pasajeros. Entre ellos viajan también los menos habituales, algunos de los cuales parecen los dueños del futuro por lo que comentan los veteranos. El más jovencito, con 21 años, es el bambino Fadini, al que Mazzola considera su heredero. Danilo Martelli, de 25, el mediocampista y cantante del trío Niza, que forma junto a Bacigalupo y Rigamonti, en las noches de pocholeo. El bondadoso Dino Ballarin, con 25 años cargados de paciencia, risueño guardameta suplente. Los delanteros franceses de origen italiano, Bongiorni, 28, que desafía al elegante y poderoso Racing de París para poder subir al Conte con el mejor equipo del mundo, y Grava, el goleador culturista. El zaguero Operto, un chaval de 23 años, que acaba de cumplir su sueño, firmar por el Toro, su equipo. Y Schubert, de 26, el vagabundo del fútbol, austríaco, húngaro y checo, internacional al que conoce Erbstein y quién sabe si alguien más, que ha sorprendido por su talento. Con ellos, el último en incorporarse, Sauro Tomá, que a los 20 años ha ganado un sitio en el titular cada vez que falta un defensa. Tomá está muy disgustado porque el técnico le ha llamado a su caseta y le ha dicho que prefiere que se recupere de la lesión de rodilla que no pinta bien y por eso no va a viajar a Portugal…

                                                                                                                             thump_9669885il-conte-rosso.jpg

                                                                                                                    El mítico Il Conte Rosso, el autobús granate del club

Podía permitirse el Toro actuar en gran club y acudir entre semana a Lisboa para hacer bueno el gesto de su gran capitán. Francisco Ferreira, el estandarte del Benfica, le rogó a Mazzola que acudiera con su equipo, el mejor del mundo, a su homenaje. Lo prometió Valentino tras una comida entre las dos selecciones la última vez que se enfrentaron. Y cumplió. Tenía fiebre pero subió al avión y salió al estadio lisboeta el 3 de mayo al frente de su equipo con el banderín del Toro en la mano. El Benfica derrotó al Torino 4 a 3 en la emotiva exhibición de despedida de Ferreira. El retorno comenzó a media mañana del 4 de mayo, con la cabeza puesta en el partido de verdad, el del domingo, último escalón para un nuevo scudetto. El avión FIAT N 212 que transportaba a los 18 jugadores, Erbstein, Lievesley, el masajista Cortina, la secretaria del club, un par de directivos, varios periodistas y la tripulación, debía aterrizar en Milán haciendo escala en Barcelona. La umbría primavera turinesa, de niebla y lluvia, aconsejaba hacer el viaje hasta Malpensa y de allí por carretera setenta kilómetros de vuelta a casa. Parece que los propios jugadores convencieron al piloto de que lo intentara en el aeropuerto de Turín. A las cinco y cuatro minutos el comandante avisó a la torre de control: “Estamos ya”.

Un minuto después un trueno de sangre retumbó desde Superga por toda la ciudad. Contra la basílica que domina el valle sobre el Po, acababa de romperse el mejor equipo de la historia.  Ruido, silencio y después lágrimas. Hierros torcidos, motores desvencijados, un zapato de Ossola, unas botas atadas por los cordones, papeles de Valentino, la cartera de Bacigalupo, un Sagrado Corazón asomando de ella junto a ¡la foto de su rival en la selección, el Juventino Sentimenti IV ¡. Y los muchachos quietos, los muchachos quietos. Cayeron todos.

Al día siguiente casi un millón de personas se echó a la calle bajo la lluvia para encender el alma torinista en la despedida. Percorso Vittorio Emmanuele llegaba la riada humana que abarrotaba el centro de Porta Nova a Piazza Castello. Y allí, flanqueando la entrada al Palacio Madama, los miles que pudieron agolparse para hacer un pasillo gigante por el que entró flamante y vacío, primero, il Conte Rosso, y tras él, uno a uno, los catafalcos con los futbolistas. Sobre el estrado alzado, el presidente de la Federación Italiana, Ottorino Barassi, anunció que el scudetto de la 48-49 lo había ganado el Toro por decisión unánime de los equipos de la Liga, rendidos ante la seguridad de que hacía justicia a un triunfo seguro. Los “primaveras” que se enfrentaron en las cuatro fechas restantes a sus juveniles oponentes hicieron mayor el homenaje ganando todos. Tras anunciar la consecución del campeonato, Barassi dijo: “Capitano Valentino, he aquí la quinta copa, la copa del Torino, guárdala cuán grande es, contiene el corazón de todo el mundo”.

Y, como el “speaker” del Fila, comenzó a nombrar la alineación titular. Así, por su orden de salida al campo: con el uno Bacigalupo, con el 2… fueron entrando los féretros en la capilla ardiente.

Sauro Tomá, miembro del equipo, sí vivió porque una lesión de rodilla le impidió que viajara en aquel trágico accidente. La tristeza le quitó para siempre las ganas de superar su lesión.

Vive cerca del estadio Filadelfia, pasea por allí todos los días y siempre se acuerda de sus compañeros. Al acordarse le sobreviene una amargura que le viene de dentro y le crece sin poderlo evitar. Es la certeza de que lleva setenta y siete años de más: Todo este tiempo lo vivió con algo peor que la nostalgia; con el dolor de no haberse ido con sus amigos subido al avión que pilotaba un aviador llamado Luigi Meroni. Hoy tiene 91 años. Aquella lesión le brindó la oportunidad de vivir muchos años, aunque su alma y su corazón están para siempre con sus compañeros del gran Toro.

                                                                                                                           thump_9669895sauro-tom.jpg

                                                                                                              Sauro Tomá arropado con el cariño de su afición

Fuente: El fútbol tiene música, de José Antonio Martín Petón

Confieso que se me cayó alguna lágrima, o más.

Mucha suerte con el Torino, un equipo que fue grande y que lastimosamente tuvo una tragedia...

pero yendo a la historia, esperemos que te enganches, lindo equipo con muy buenos jugadores, MUCHA SUERTE.

  • Autor

@KokoKevin La historia del Torino está llena de momentos emotivos. Leer su historia consigue, irremediablemente, que ames a este equipo por tantas penurias que ha pasado a lo largo de su carrera. Me alegro de que la historia te llegue al corazón. Es más difícil hacer llorar que hacer reír ;)

@DamiHerrera101 !Muchas gracias y bienvenido a la historia, compañero! Esta historia seguro que me engancha :) Saludos.

  • Autor

El Torino, el equipo más grande del mundo, con 5 Scudettos consecutivos, había desaparecido en un accidente en Superga, en la colina que domina la ciudad de Turín. 18 futbolistas perecieron. El equipo tardó 15 años en volver a ser algo parecido, de la mano de un chaval de 22 años que venía del Génova, un futbolista distinto, un extremo como George Best, el George Best italiano.

 

                                                                                thump_9670626gigi-meroni.jpg           thump_9670627george-best.jpg

                                                                               Gigi Meroni y George Best: dos estrellas del fútbol mundial con un gran derroche de talento

El piloto de aquel trágico avión de Superga se llamaba Luigi Meroni, le llamaban Gigi. El futbolista que había llegado para redimir al Torino desde Génova se llamaba Luigi Meroni, Gigi Meroni. Aquel año por fin consiguó meterse en Europa. Los goles, la imaginación, el arte de Meroni había llevado al equipo a reconquistar posiciones pasadas. Comienza el campeonato y vencen a la Sampdoria 4-2. Quedan concentrados para jugar un partido el miércoles de competición europea. El entrenador, muy severo, les dice que se queden en el hotel. Él, con su compañero Poletti, pide permiso para ir a tomar un helado: Míster, per favore, un gelato”. El míster le mira y dice: “Este, que es pintor y poeta, que ha sido capaz de presentarse en una iglesia y cuando el cura pregunta a una chica que se llama Cristiana: ¿Hay alguien que objete algo? Él dijo: Sí, yo, que me quiere a mí. La cogió del brazo y se la llevó. Él, que fue el primero en no querer cortarse el pelo a pesar de que el seleccionador se lo imponía. Él, que paseaba por las calles de Turín y llevaba al final de la correa no un perro, sino una gallina. Él, Gigi Meroni, la estrella dentro y la estrella fuera, consigue del entrenador que le deje ir a tomar un helado enfrente, a  Corso Re Umberto, la misma vía turinesa donde se fundó la Juventus. El entrenador les dejó dicho: “Pero en diez minutos aquí”. Llegan a la heladería y al volver un Fiat balilla le atropella, agoniza y esa noche muere rodeado del cura del oratorio que le enseñó a jugar al fútbol, de un par de amigos, entre ellos Poletti, y de su novia. Con tan solo 24 años se despedía para siempre. Volaba para siempre la mariposa granate, apodo por el que era conocido: 'La Farfalla Granata' .

                                                                                                                  thump_9670629fabrizio-poletti.jpg               

                                                                                          Fabrizio Poletti: amigo y compañero de Meroni y testigo de la tragedia
 

El chico que conducía el Fiat balilla tenía 19 años, se acababa de sacar el carné, era hijo de un conocido médico turinés, fanático del Toro y fanático de Gigi Meroni. Vestía como él, llevaba el pelo como él, se dejaba el bigote como él y su habitación estaba empapelada con los posters del jugador. El chico que le atropelló y que le había visto triunfar aquella tarde se llamaba Attilio Romero. Quien fue nombrado presidente del Torino en el año 2000 fue Attilio Romero. 

Gigi Meroni vio, desde el cielo, cómo las calles de Turín levantaban un monumento para él. De vez en cuando, alguien coloca siete rosas rojas en honor a su dorsal. Toda la afición turinista estuvo allí.                                                                                                             

 

                                                                                                                    thump_9670630monumento-a-meroni.jpg

                                                                                     Una parte dorada y trágica de su historia: el monumento a Meroni     

Fuente: Gigi Meroni. Lennon jugaba de extremo, de José Antonio Martín Petón                          

que loco che, el mejor jugador del momento, Meroni fue atropellado accidentalmente por su mayor admirador y posteriormente presidente del club, las cosas de la vida, bueno una noticia interesante la cual no sabia y da gusto escucharla.

SUERTE CRACK

Me uno a esta historia que ya me llego al corazón, no sabia de la trágica historia del Torino... 

  • Autor

@DamiHerrera101 No deja de ser curioso todo lo que rodea a la historia del Torino. El mayor admirador se convierte en el asesino involuntario de la mayor estrella del equipo. Me alegro de que hayas disfrutado la historia leyéndola y gracias por pasarte ;) 

@CeroFutbol !Sé más que bienvenido a la historia, compañero! La tragedia está unida a la historia del Torino y , al leerla, provoca que tengamos un sentimiento de cariño a ese club. En el próximo post hablaré de Attilio Romero, para que veas cómo continuó la historia. !Saludos y gracias por pasarte! ;)

Únete a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte después. Si ya tienes una cuenta, accede ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a este tema...

viendo esta sección 0

  • Ningún usuario registrado viendo esta página.