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Zona Racing

Respuestas destacadas

El hace 2 horas, leamanager dijo:

Roja directa Koko, roja directa

Lo intenté pero no siempre se ve.

Tuvimos lo que nos merecíamos por amarretes. Ellos no fueron mejores pero lo de Racing últimamente es una mierda. No sé qué carajo pasa con Cocca pero este Racing cagón, pobre, que ni ataca ni defiende (aunque lo intenta más defendiendo que atacando) no tiene futuro.

Cocca es alérgico a la gente con buen pie? Si no no se entiende.

Ibargüen, Oroz, Ojeda, Zaracho, Pulpo, Lisandro... mirá si no tenés nombres para atacar. No podes salir con las formaciones que sacaste contra SMSJ y AAAJ.

Un DESASTRE el arranque del semestre por parte del técnico. Excluyo a los jugadores.

Cocca siempre fue una mentira, habla como Menotti y Juega como el Maestro Tabarez. 

Vive de un campeonato que siendo sinceros lo gano gracias a la copa sudamericana ya que River jugaba clásicos entre semana. ahora bien parece como si Cocca por ese Torneo de 6 meses tiene la Llave del club, todo por un torneo de mierda. un entrenador que anda en la "joda" y se por que lo digo. 

El hace 11 horas, LARRY_1986 dijo:

Cocca siempre fue una mentira, habla como Menotti y Juega como el Maestro Tabarez. 

Vive de un campeonato que siendo sinceros lo gano gracias a la copa sudamericana ya que River jugaba clásicos entre semana. ahora bien parece como si Cocca por ese Torneo de 6 meses tiene la Llave del club, todo por un torneo de mierda. un entrenador que anda en la "joda" y se por que lo digo. 

Yo no sé si tanto. En el campeonato que ganamos (es cierto que lo perdió River también) empezó jugando como lo hacía en DyJ y estuvo al borde de ser rajado porque la cosa no iba. Después fue armando el equipo más de atrás para adelante y Racing jugó partidos muy buenos.

Lo que me parece es que se enamoró de los resultados que obtuvo así y ahora no puede salir.

De lo que no hay duda es de que es un gran motivador, pero parece que ahora no alcanza. Ni Triverio es Bou ni Lisandro es Milito y no tenemos un Lollo ni mucho menos un Videla.

El hace 11 horas, LARRY_1986 dijo:

Cocca siempre fue una mentira, habla como Menotti y Juega como el Maestro Tabarez. 

Vive de un campeonato que siendo sinceros lo gano gracias a la copa sudamericana ya que River jugaba clásicos entre semana. ahora bien parece como si Cocca por ese Torneo de 6 meses tiene la Llave del club, todo por un torneo de mierda. un entrenador que anda en la "joda" y se por que lo digo. 

Yo no sé si tanto. En el campeonato que ganamos (es cierto que lo perdió River también) empezó jugando como lo hacía en DyJ y estuvo al borde de ser rajado porque la cosa no iba. Después fue armando el equipo más de atrás para adelante y Racing jugó partidos muy buenos.

Lo que me parece es que se enamoró de los resultados que obtuvo así y ahora no puede salir.

De lo que no hay duda es de que es un gran motivador, pero parece que ahora no alcanza. Ni Triverio es Bou ni Lisandro es Milito y no tenemos un Lollo ni mucho menos un Videla.

El técnico con mayor porcentaje de efectividad en la historia del club es una mentira?

No es solo el campeonato (en el cual se ganan 8 partidos en las últimas 9 fechas, gracias Copa Sudamericana (?)), es el rendimiento que tuviste en 2015 (le ganas la liguilla a tu clásico) y en el final del último torneo. Terminamos clasificando a la Libertadores cuando Racing dos meses antes estaba en tierra de nadie.

Cocca es un gran entrenador y estoy seguro de que va a revertir esto.

El Bocha al que quiere todo Racing

Tres décadas en la misma esquina, cuidando y lavando autos, lo transformaron en un personaje infaltable en la escenografía de Avellaneda cada vez que hay partido en el Cilindro.

Por Antonio Devoto

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Falta una hora para el comienzo del partido y los automovilistas que llegan a la esquina de Palaa y 9 de Julio, Avellaneda, a metros del Estadio Presidente Perón, hacen más o menos lo mismo: frenan, bajan el vidrio, estiran el cuello y asoman la cabeza para dar el grito. “¡Bochiiiii! ¡Bochita!”. Los que lo ven, le tocan bocina. Y los que no, esperan hasta que Bocha, 65 años de vida y 30 en este mismo lugar cada vez que juega Racing, aparezca. Son los propios automovilistas los que lo buscan. Por eso anda sin franela. Tampoco hace señas para que frenen ni vocifera que hay lugar.

“Amigo, ¿dónde querés que lo deje?”, le preguntan ni bien lo ven. Muchas veces se trata de hombres que lo conocieron cuando eran chiquitos. Sus papás también le dejaban los autos al Bocha. Después de algunas maniobras, se bajan y lo saludan con un beso. Algunos, hasta con un abrazo. Le pagan y reciben un almanaque con el escudo de Racing. Atrás, estampado con un sello, se lee: “Bocha, su cuidador”.

Mientras se acerca la hora del partido frente a San Martín de San Juan, hay escenas de todo tipo. La sensación es que, para estos hinchas, dejarle el auto al Bocha forma parte del ritual de ir a ver a Racing. A las 20:05, cuando el estadio revienta, aquí, en esta esquina, hay alguien que solo se entera de lo que pasa allá adentro por los gritos de la gente. Bocha saca de su bolsito dos de las llaves de los autos que cuida. Se las dejaron sus clientes, recién. Abre un Renault blanco, entra y enciende la radio. Y se pone a escuchar el partido. A pesar de que tiene una entrada en el bolsillo. Se la regaló otro cliente. Pero él, firme, afuera. No puede fallarle a su gente.

Hace algunos partidos, la Bonaerense se lo llevó demorado y los dueños de los autos intentaron impedirlo. Lo defendieron. Le aclaraban a los policías que Bocha era el único de todos los trapitos que se quedaba hasta el final del partido y que para ellos es un amigo más. Incluso dos personas se tomaron el trabajo de llamar a su casa para avisarle a la familia. El miércoles pasado, contra Corinthians, por la Copa Sudamericana, un cliente le dejó 600 pesos. El acompañante de ese auto, 300 más. “Para que comas un asado con la familia, Bocha”, le aclaró. Dos o tres de sus clientes hoy cuentan con el pase directo al estacionamiento del club, pero le son fieles y lo siguen eligiendo para dejarle el auto. Hace instantes, un cincuentón le pagó por el auto y le dio unos mangos de más: “Para la alcancía de tu nieto…”, fue la condición.

“Muchos partidos no puedo trabajar tranquilo…”. Lo dice en la esquina de siempre, con camiseta y visera de Racing, y las zapatillas celestes. “Yo lo que les propongo a los policías es que vengan y vean qué clase de persona soy, lo que me quiere la gente. No pueden meternos a todos en la misma bolsa. Fijate las otras cuadras: están vacías de autos. La gente me elige porque sabe que me quedo hasta el final del partido. Soy diabético y tengo 65 años. ¿Quién me va a dar un laburo? Gracias a esto uno de mis hijos es docente de Inglés y otro está estudiando Arquitectura”. 

Hay cosas que solo pasan en el contexto de un partido del fútbol argentino. Y hay varias de esas cosas que solo ocurren habiendo hinchas de Racing de por medio.

De esto va esta historia. 

Carlos Sarraf

* * *

Bocha se crió entre su casa de chapa y madera en Dock Sud y la sede de Racing. De chiquitito acompañaba al club a su padre, representante de la actividad Pelota y Paleta. Le gustaba quedarse en la sala de billar, comer en la confitería y estar cerca de papá. Los domingos iban a la cancha en familia, a la platea. Y los sábados a ver a San Telmo, los dos solos. Los problemas comenzarían a sus 9 años, cuando falleció la madre y la familia se separó. A Bocha lo internaron en un colegio y luego lo enviaron a Entre Ríos, donde vivía su abuela. Para el padre había sido imposible hacerse cargo de todos sus hijos. Moriría seis años después. Entonces, a sus 14, Bocha se había quedado sin papá, sin mamá y sin Racing. Volver al club y a la cancha, sin ellos, le generaba mucho dolor.

En Dock Sud trabajó en un puesto de diarios, en talleres, fue gomero y sodero, vendió cigarrillos importados y cambió medidores para Metrogas, entre tantas otras cosas. Vivía donde podía. A veces, en alguno de sus trabajos. Hubo épocas en las que se pasaba las noches en boliches, sin tener dónde dormir. El tiempo de antes en Racing, pasó a Dock Sud. El club estaba a la vuelta de su casa. Y gracias al Docke se reencontraría con la Academia. La leyenda cuenta que La Guardia Imperial se enteró que la barra de los de la dársena viajaba a los partidos de visitante en dos camiones en los que cabían 300 personas. Los capos buscaron a Bocha y sus amigos -que eran de la barra- y les pidieron el contacto para viajar en los mismos camiones. Entonces les dijeron que podían ir a ver a Racing cuando quisieran. Y Bocha volvió a su primer amor.

* * *

Para mediados de la década del 80, ya en pareja y con hijos, se quedó sin trabajo. Un amigo le propuso cuidar autos en la plaza Alsina, de Avellaneda. Como no tenía nada mejor, y en su casa había hambre, empezó a buscarse unos pesos así. Arrancó con el trapito de las seis de la tarde hasta la medianoche. Los primeros días no fueron fáciles. “Esperá a que te conozcan”, le recomendó su amigo, que llevaba años en el rubro. Con el tiempo las cosas fueron cambiando. Además de cuidar autos, también se ofrecía a lavarlos. Más adelante consiguió una changa más los fines de semana: cuidaba autos en un salón de fiestas. Desde un principio entendió que hacía la diferencia si se quedaba hasta que el dueño regresara por el auto.

“¿Vos para qué me pagás…? Si yo te cobro y me voy, no tiene gracia. Si vos me das de comer, ¿por qué tengo que fallarte e irme? Y si vos saliste y me encontraste, ¿a qué cuidador se lo vas a dejar la próxima vez?”, reflexiona Bocha en su casa, a pocas cuadras del Cilindro y de su esquina.

 En 1988 tomó una decisión difícil: dejar la tribuna y quedarse a la vuelta del estadio, en Palaa y 9 de julio. Aquella primera tarde la venía pasando mal. Su esquina parecía ser peatonal; no se acercaba un solo auto. Hasta que llegó el primero, y todo mal. Lo hizo enojado: decía que en el partido pasado le habían robado el pasacassette.

 “¿Te vas a quedar hasta el final del partido?”. Cuando escuchó la pregunta, Bocha, vivo, despierto, pillo, de la calle, fue por más. Le hizo una apuesta: si al salir de la cancha él estaba ahí, cuidando el auto, le iba a cobrar el doble. Y Bocha estuvo. Y al otro partido, ese hincha volvió. Hace 29 años que sigue volviendo. Fue el primero en comenzar a hacer correr la bola: había un trapito que además de ser de Racing, se quedaba hasta el final del partido. Además de cuidar los autos, los lavaba.

Con los años fue entregando suvenires. Hubo épocas de un banderín de Racing para cada integrante de un auto, otras de perfume de los lavaderos de autos, otras de un llavero, otras de fixtures, otras de almanaques o posters. Se puso de su lado hasta a los vecinos, que los días de partido estacionan sus autos de culata para que Bocha cuente con más espacio; hasta le ceden sus garajes para que pueda trabajar mejor.

No pasó mucho tiempo para que los hinchas lo buscaran. “¿Vos sos Bocha?”, le preguntaban al verlo. Y le dejaban su auto sabiendo de su atención. Además, empezó a disfrazarse de Papá Noel en el último partido de cada año. Y la bola se fue corriendo; tanto, que había otros cuidadores que mentían diciendo que trabajaban con él. 

“Es gente que me da, y me da, y me da… Creí que no iba a perder mucho y que iba a quedar bien retribuyéndoles con algo”, dice por los regalitos que entrega en cada partido. “Varios me invitan a entrar con ellos a la cancha, y yo me muero de ganas, si soy de Racing de toda la vida. Pero primero lo primero, que es mi trabajo”.  

 Además de ir a Racing, va a Dock Sud. También fue a Independiente, donde lo “adoptaron” aun sabiendo de su amor por la Acadé. Pero tuvo que dejar la vereda vecina porque en 2014 la barra lo amenazó para exigirle dinero, y nunca más volvió.

En el rubro de Bocha, lo más común es que los trapitos vayan a distintas canchas cada fin de semana. Lo mismo si hay recitales. Bocha dice que él prefiere seguir como está: trabajando en Racing y en Dock Sud, sus dos amores, y nada más. Solo pide poder hacerlo tranquilo; que no lo molesten. Y el que tenga alguna duda, ya sabe: que se pegue una vueltita por 9 de julio y Palaa y vea cómo lo trata la gente.

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  • 4 semanas más tarde...

Qué bueno es Lautaro.

De lo horrible que estamos jugando mejor ni hablemos.

No puedo entender qué le pasa al equipo. Juega como el orto con Sava, Zielinski y Cocca, y no son tan malos jugadores :nuse:

Olvidando por un rato el pedorro presente....

A medio siglo del gol de su vida

A 50 años del campeonato mundial que puso a Racing en lo más alto de la gloria futbolera, el protagonista inmortal de la Batalla de Montevideo recuerda con Engache su imborrable zatapazo y cuenta cómo se le corta la respiración cuando piensa en cuánto ama a la Academia.

Por Matías Fernández Burzaco

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Hola, Changuito”. Esa es la frase con la que saludan a Juan Carlos Cárdenas en la radio, en la televisión y cuando lo llaman por teléfono. Y es, también, la frase que le alegra las mañanas difíciles y la que, de algún modo, lo hace emocionar: a Juan Carlos le gusta –hoy, después de 50 años– ser el Chango Cárdenas. “Hola, campeón”, responde el campeón del mundo.

Desde su inmobiliaria que se llama, justamente, Cárdenas, que está tatuada de celeste y blanco, que está prácticamente abandonada, cuenta todos los detalles de la famosa Batalla de Montevideo: su batalla. La que ganó con un gol para un cuadrito: el mismo que mira desde su escritorio y que después de tanto tiempo ya no sabe, siquiera, quién se lo pintó. 

Habla con naturalidad de situaciones que para él son parte de su historia, pero que para un mortal no se explican en un puñado de palabras. El tiempo, incluso, a esasa anécdotas las potencia, multiplica la emociones, con cada relato a alguien se le vuelve a erizar la piel y en el aire se dibuja un arcoíris. Pero para él, no deja de ser una historia de las suyas. Eso de clavarla en un ángulo, levantar la pelota dorada, darle alegría a todo un país, es un lindo recuerdo. Un zurdazo al ángulo del arco del Celtic y de los uruguayos, que alentaban al conjunto escocés... “Yo era un jugador de raza”, dice.

–Aquella, fue una batalla deportiva...

–Una batalla deportiva hermosa fue –corrige–.

–¿Eras muy calentón?

–Yo era uno de los que pensaba que al fútbol hay que jugarlo siempre… Hacerse expulsar es jugar en contra del equipo. Me expulsaron una vez nomás. Era más de jugar. Además jugaba en la parte de creación y definición, no salía a defender. Tenía roces, pero ellos a mí, no yo a ellos. En el equipo yo era el más tranquilo. Es más, me concentraba mucho en los partidos... Se necesita mucha concentración, ya te olvidás si hay gente o no: entrás a cumplir una función dentro del plantel y, en tu función, tratás de hacerla lo mejor posible para estar entre los titulares. Nunca dejamos de ser complementos dentro de un sistema de equipo. Uno puede jugar más o menos, pero tiene que rendir para el equipo.

–Siempre fuiste el changuito del grupo.

–Era compañero de Pizzuti… Debuté con ellos: con Corbatta, Pizzuti, que ya eran campeones en el 61. Yo llego en el 62, en febrero, y me toman una prueba y me ponen de una con los campeones. Así nomás… Yo estaba acostumbrado a otro tipo de fútbol, a otros sistemas más precarios, de la provincia. Pero tuve la suerte de que siempre jugué bien, ya desde chiquito. Y allá, cuando andás bien, te ponen de muy joven en primera. Enseguida me pusieron: a los 15 años. 

A esa edad –por noviembre del 61– ya estaba en la Selección de Santiago del Estero. Se jugaban los campeonatos argentinos, que participaban las selecciones de cada provincia y se definía en un cuadrangular. En el primer partido, contra Comodoro, metió dos goles; en el segundo, contra Mendoza, metió otros dos. Y en el último, con Bahía Blanca, hizo uno. A esos campeonatos iban los dirigentes a buscar joyas.

–Ahí me sacaron a mí. Cuando me vieron jugar, pidieron prioridad. ¡Me querían los cinco grandes, eh! Cuando volvíamos de Bahía y pasamos por Buenos Aires, en el mismo micro venían el delegado de River y el delegado de San Lorenzo: los dos querían que me quedara en la concentración de los clubes. Y yo era menor de edad. Llamamos por teléfono a Santiago, le hablaron a mi papá a ver si me dejaban y no me dejaron. Entonces tuve que volver a Santiago. Y cuando volví apareció Independiente, Boca, Racing…

–Ahí elegiste, entonces, venir a Racing.

–Sí: de los cinco, me quedé con Racing. Yo era hincha de Racing. Decidí venir, pero pedía mucha plata, entonces al pedir mucho, medio que estaban en la duda de pagar. Vengo a Buenos Aires, a prueba. En el primer partido voy a la cancha, me presentan a todos los ídolos míos… fue increíble. Llego al vestuario, me estaba cambiando y me dan tanta ropa, claro, que yo nunca había usado en Santiago. Andaba con el bolsito. De repente, empiezan a llegar los jugadores y veo a todos los campeones del 61: Pizzuti, Corbatta, Federico Sánchez… todo el equipo. Yo me lo sabía de memoria porque en Santiago jugaba a las figuritas con ellos. No lo podía creer. Justo me estoy cambiando y se sienta al lado mío Corbatta, pero yo de casualidad me había sentado en la banqueta. Entonces me mira, me ve cara de tan pibe que me dice: “¿Vos te venís a probar?”. Sí, le digo. “¿Y cómo te llamás?” Cárdenas. 

En ese tiempo salía la revista Racing y antes de la llegada del Cárdenas a Avellaneda habían anunciado que llegaba un chico de Santiago a probarse. “Con Corbatta, me acuerdo que allá en el 59 (Racing había venido a jugar a Santiago), yo andaba juntando firmas de ellos, entonces él sabía que allá a todos nos decían Chango. Entonces Corbatta me dijo: “Vos sos el Chango Cárdenas”. Y ahí quedó…”

–¿Cómo te adaptaste?

–Bueno, llego a Racing. En la cancha auxiliar estaba el DT, que se llamaba Saúl Longardo y estábamos haciendo la entrada en calor. Fue un jueves. Yo cuando llegué paré en el Hotel Castelar, y justo los días jueves hacían fútbol en la cancha auxiliar. Y Longardo me pregunta de qué jugaba. Y yo le digo: ‘Mire: a veces juego de 8, de 10 o de 9’. Y me pregunta, ‘¿Pero qué es lo que a usted le gusta?’. Y yo no dudé y le dije: ‘Mirá, a mí me gusta hacer goles…’. Y me respondió: ‘Bueno, vos vas a ser el 9 de Racing’.

–Y así empezó toda la historia.

–Así empezó.

En un viaje a Medellín –antes de la final con Nacional, por Copa Libertadores–, cuando el Equipo de José transitaba sus primeros meses, el avión estuvo a punto de caer. Y el Chango lo pone –ese viaje, ese vértigo – en la lista de los momentos más duros. Pero estaba tranquilo: como ahora, mientras se reclina en su escritorio. Racing, de milagro, aterrizó en el aeropuerto. El mismo en donde 32 años atrás había muerto Carlos Gardel, hincha del club. Y la verdad es que El Chango jamás pensó que podía ser El Gardel de Racing.

–¿Qué pasó?

–Tuvimos que pasar momentos difíciles, duros, tuvimos viajes feos. En ese vuelo casi nos matamos en Colombia. Se metió adentro de una tormenta y agarramos un pozo de aire y se vino para abajo… Mamita… Yo estaba con los nervios naturales. No es fácil contarlo, comentarlo, pero son momentos muy feos. Pasa todo rápido y ya pensás que sos boleta, que te matás, pero bueno, Dios nos ayudó, ¿no? Así llegamos a la final de la Copa del Mundo.

–Después, antes de viajar a Escocia para la final del mundo, perdieron tres partidos. La prensa hablaba de imposibles, ¿no?

–La prensa fue muy dura con nosotros. Es normal, algunos van a estar a favor o en contra; lo que no tenía que hacer era leerlos. Yo les daba poca importancia a esas cosas: todos los domingos tenía revancha. Un domingo podía jugar bien, otro mal, otro regular… Es como la vida: no todos los días andamos bien. La prensa pensó que nosotros no teníamos las condiciones para salir campeones.

–¿Tu familia te seguía de acá?

–Yo tuve un papá maravilloso, muy rica gente. Siempre me siguieron, se vinieron todos de Santiago del Estero. Mi viejo iba a todos los partidos en todas las canchas. Al único que no fue es al de Montevideo, dijo: ‘No, me pongo muy nervioso: no quiero viajar’. Allá perdimos 1 a 0, que fue muy buen resultado. El partido más difícil fue acá, porque de local, con toda la gente, toda esa presión…

–Ese gol en el Cilindro, el segundo para forzar un tercer partido, ¿cuánto valió?

–Fue el más importante de todos. Le dan poca importancia, pero el gol más valioso fue ese… Aparte fue un gol tradicional, un gol lindo, de jugada, que yo estaba en el andarivel izquierdo, el del 10. La cancha ardía. Cuando entré sentí esa fuerza, tenía a los tipos adentro mío. Pero era partido chivo… ¿Sabés por qué? Porque era jugar de local y a los veinte minutos nos estaban ganando 1 a 0. Y justo en donde yo hago el gol estaba Tita (Mattiussi), la que me hacía el té con leche, la que fue como mi madre; estaba ahí y lo grité con ella.

–Del último, el zapatazo de la victoria en Montevideo para salir campeón, ¿Qué recordás?

–Fue espontáneo el tiro. Yo había hecho goles así, siempre le pegué bien a la pelota; no con mucha fuerza, pero sí con precisión. A Independiente le había hecho unos parecidos. Éste fue en una final: una final para un gol así. Es el gol para el que sueña ser futbolista, decir: cómo me gustaría jugar una final y hacer un gol. Ese gol lo gritaron todos los que les gusta el fútbol. ¡Hasta John Lennon lo gritó, porque era inglés! Argentina necesitaba un título del mundo y nosotros éramos, claramente, los campeones morales. Fue distinto a lo de Boca: no es lo mismo ser el primero que el tercero. Todo eso a mí me hizo muy feliz. A veces en la vida estamos medio elegidos, ¿no? Para hacer historia. A ese equipo le tocó, y a mí ser un partícipe importante con los dos goles justo en las dos finales. Es muy importante la dedicación, la perseverancia. Yo fui un jugador de conducta. Un jugador de raza. De la alta competencia. Y no todos llegan.

–Una señora, cuando volviste en los festejos, te paró en la calle y te dijo: ‘Gracias, Chango’, ¿Cómo fue eso?

–¡Ah, no! Muchos… Pero la verdad que esa historia me quedó grabada porque era una señora mayor. Yo vivía en Wilde. Había ido al centro y me intercepta en la calle y me dice: “Gracias Chango por todo lo que me diste, ahora me puedo morir tranquila”. Y me puso nervioso. La abracé, le di un beso, quedamos contentos. El recibimiento fue apoteótico. No solo la gente de Racing, sino la gente futbolera argentina nos recibió muy bien.

–¿Sentís que hoy el club te reconoce?

–Sí. Siempre hay un reconocimiento, hay un respeto. Siempre. En especial esta gente: Blanco nos protege. Estos dirigentes nuevos nos tienen siempre en cuenta, nos invitan a un lado, a otro, vamos a la cancha. Tenemos estacionamiento, nuestro palco... Nos dan todo. Oscar Martín trabaja. Pero todos trabajamos de alguna manera y asesoramos. Ya como que nos dicen ‘vengan cuando quieran: esta es tu casa’. Y es lindo. Yo soy re fanático de Racing, pero lo veo con la calma de ex.

–¿Qué pasa con vos cuando vas al club?

–Uy… ¡Sabés cuántas veces quisiera jugar! Mucho más ahora que está la tecnología. Antes había una sola cámara a 500 metros y hoy tenés cinco cámaras ¡Te apuntan de todos lados! Hasta en lo gesticular. Siguen al jugador. Cada vez que entro al Cilindro me acuerdo y pienso: me encantaría volver a… El Cilindro es mágico...

Se pierde la vista del Chango, se va y vaya uno saber a dónde. Aunque la sonrisa que se le dibuja en el rostro permite advertir que a uno de esos lugares a los que es difícil describir con un puñado de palabras. Ahí donde sólo los héroes saben cómo llegar. 

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https://www.pagina12.com.ar/73602-a-medio-siglo-del-gol-de-su-vida

 

Editado por KokoKevin

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