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La historia comienza en los años 60. Viktor Maslov aplicó conceptos como el pressing y el marcaje zonal dirigiendo al Dinamo de Kiev. Revolucionó el fútbol soviético. Anteriormente había triunfado en el Torpedo de Moscú. Tuvo sus diferencias con un joven extremo llamado Valeri Lobanosvky, por lo cual el jugador abandonó el Dinamo. Las diferencias que tuvieron eran metodológicas.

Cuando el mítico Lobanovsky decide probar fortuna como entrenador, parte de la premisa de establecer la cientificidad en el juego, con el objetivo de reducir todo lo posible la intervención del azar. ¿A quién podía conseguir que se convirtiera en su mano derecha y le ayudara en la confección de los entrenamientos?  A Anatoly Zelentsov, un experto en bioenergética. Tres años tardaron en ascender al Dnipro a la máxima división soviética: la Soviet Top League. En la máxima división fue muy elogiado. En 1974 el Dinamo de Kiev llama a su puerta. Se le presenta la oportunidad dorada que estaba esperando.

Cuando Lobanovsky llega al equipo de sus sueños, Maslov se había marchado tan solo cuatro años antes. Entremedias, el técnico Alexander Sevidov se había hecho cargo. Relegó el pressing y la zona e incorporó la coordinación total de movimientos de sus jugadores, controlar la posesión, combinar largas posesiones con explosiones hacia el área y anulación de los balones colgados al área. Lobanovsky se interesó por ello y bebió también de Sevidov. Era una esponja. El grupo de entrenadores había crecido ya hasta cuatro. Zelentsov preparaba los entrenamientos individualizados para cada jugador, Bazylevich era el entrenador de facto y Oshemkov elaboraba informes en torno a bases estadísticas, que luego serían estudiadas para la continua corrección de entrenamientos y jugadas. Lobanovskiy, básicamente, lo controlaba todo. Cada jugador tenía un entrenamiento técnico particular para ser capaz de responder a las demandas que el entrenador le hacía, se preparaban jugadas y movimientos individuales específicos para cada partido. Ningún rival podía adaptarse al Dinamo, porque el equipo era distinto y actuaba distinto en cada encuentro. Esa era la base del pensamiento de Lobanovskiy. Individualmente buscaba la universalidad. Jonathan Wilson nos explica cómo era el ambiente del centro de entrenamientos del Dinamo, en su imprescindible Inverting the Pyramid: “En uno de los muros del centro de entrenamiento del Dinamo había colgadas listas de lo que quería Lobanovskyi de cada jugador. De los 14 objetivos defensivos hay que destacar que cuatro eran concernientes a la distribución de la pelota y el establecimiento de posiciones de ataque una vez el balón era recuperado. No existía el concepto de “despejar la pelota”, ya que ello significaba perder –aunque solo fuese momentáneamente- la posesión de la misma y tener que regresar a las posiciones defensivas. En los 13 objetivos de ataque destacaban el pressing y el intento de recuperar la pelota lo más arriba posible junto a la insistencia en mover la pelota lejos de las zonas donde el rival concentraba más hombres.”

El énfasis sobre la posesión era extremo, ya que era la clave para elegir cómo, dónde y cuándo atacar o defender. El concepto no era llegar al extremo de una posesión defensiva, como hemos visto recientemente con el Barcelona de Guardiola o la selección española, sino seguir dominando el partido en cada fase del juego. Poder pasar con naturalidad de acaparar la pelota a cederla sólo para asestar un mortal contragolpe. La naturalidad, el trabajo combinado de los 11 hombres sobre el campo era la clave. Continúa Wilson a este respecto: “La más radical de estas listas es la que podíamos definir como tareas mixtas, que englobaban conceptos defensivos como la trampa del fuera de juego y ofensivos como los carrileros doblando a los interiores. Para atacar –decía Lobanovskyi- es necesario quitarle la pelota al contrario, ¿cómo es más fácil hacerlo, con 5 jugadores o con 11? Lo más importante en el fútbol es lo que hace un jugador en el campo cuando NO tiene la pelota, no al revés. Así que, para nosotros, un gran jugador es 1% de talento y 99% de trabajo duro”.

Casi todos los jugadores de sus equipos estaban técnicamente bastante dotados. Dada su idea de que primero se elige la táctica o estilo de juego y luego se hace encajar a los jugadores, muy probablemente el pensamiento del viejo zorro soviético no estuviese muy alejado de aquel del totaalvoetbal, que exigía la excelencia técnica de todas las partes del conjunto.

El caso es que el Dinamo tuvo un éxito inmediato. El club había pasado tres años a la sombra de clubes secundarios que se habían alzado con el campeonato, como Zorya Voroshilovgrado (hoy Lugansk), o el Ararat Erevan. En su primer año con Lobanovskiy, se ganó el doblete. Al siguiente, 1975, se volvió a ganar la liga. Liderados por Blokhin, el Dinamo fue un rodillo en la Recopa de Europa hasta llegar a ganarla Pero esta fue la temporada en que por primera vez el Dinamo sorprendió a Europa. Liderados por Blokhin, que se había convertido en un extremo centelleante, capaz no solo de superar a cualquier marcador sino de conseguir también cifras goleadores destacadas, el equipo fue un rodillo en la Recopa de Europa. CSKA Sofía (2-0), Eintracht Frankfurt (5-3), Bursaspor (3-0) y el potente PSV Eindhoven (4-2), sucumbieron ante los soviéticos camino de la final de Basilea. Allí esperaban los húngaros del Ferencvaros. Ya no estaba el gran Albert, pero había comenzado a despuntar el centrocampista Tibor Nyilasi, aunque llegaban con la baja –capital- del central Lazslo Balint, uno de los mejores defensas húngaros de la historia. El Dinamo jugó con Konkov ejerciendo de ancla en el centro del campo –una figura implementada por primera vez en la URSS por Maslov- y con Blokhin y Onischenko como pareja de ataque. Estos dos, ambos velocísimos, caían a banda liberando espacio para la llegada de tres trenes de mercancías como eran Muntian, Kolotov y Buryak.Le asestaron un 3-0, convirtiéndose en el primer equipo soviético en ganar un título europeo. Además, vencieron en la Supercopa de Europa al todopoderoso Bayern München de Beckenbauer.

Al año siguiente, inevitablemente, el Dinamo era considerado uno de los grandes favoritos para ganar la Copa de Europa. Llegó sobradamente a cuartos de final y en la ida, jugada en Simferopol –por condiciones climáticas- el Dinamo derrotó 2-0 al St.Ettiene. La vuelta fue uno de los partidos más míticos de la historia del torneo, con Les Verts remontando el resultado en la prórroga en su camino hacia la final que perderían con el Bayern.

En el año 77, de nuevo el conjunto de Lobanovskiy –que venía de ganar el bronce en los JJOO en su primera experiencia con la selección soviética- fue portada de la prensa europea, al acabar con el reinado del Bayern, eliminando a los alemanes en cuartos de final. El bloque se mantenía, pero algunas piezas como Konkov u Onischenko estaban lejos de su mejor forma. Las semifinales aguardaban, y había que medirse a otro equipo de la Alemania Occidental, el potente Borussia Mönchengladbach. El Dinamo pareció recuperar sensaciones ganando la ida 1-0, pero en la vuelta todos los malos presagios se cumplieron. Berti Vogts fue enviado a secar a Blokhin, y el terrier completó otro de sus históricos marcajes mientras sus compañeros remontaban la eliminatoria para viajar a Roma a enfrentarse al Liverpool.

El Dinamo a partir de aquí entró en un período oscuro, y con él, el fútbol soviético. El dominio en la liga se trasladó al Cáucaso, con el Dinamo de Tblisi, y a Moscú, con el Spartak. Es cierto que el Dinamo ganó un par de ligas y copas, pero el equipo ya no daba para competir en Europa. Lobanovskiy alternaba períodos en la selección, sin demasiado éxito. Blokhin se mantenía como una figura destacada, logrando éxitos individuales, pero parecía que su carrera había enfilado la cuesta abajo. Sólo la selección o una –improbable- salida a Europa occidental podrían revivirla. Los métodos de Lobanovskyi y su equipo, cada vez más radicales, incluían la evaluación cuantitativa del trabajo del jugador tras cada partido. El método estadístico permitía que tras cada encuentro se evaluase públicamente a cada jugador, y si este no había cumplido con lo que el método de Lobanovskiy exigía, era castigado de una u otra manera. Por ejemplo, si al día siguiente de un partido un centrocampista había completado 60 acciones técnicas y tácticas se iba a pasar un buen rato haciendo flexiones. Tenían que completar, al menos, cien.

Sin embargo, para 1985 cuando el fútbol le daba por muerto, el entrenador había reconstruído el equipo totalmente, y estaba de nuevo dispuesto a salir a Europa. Blokhin seguía allí, pero ahora el peso del equipo caía en otros jugadores: la capacidad táctica de los centrales Bessonov y Kuznetsov, la banda izquierda formada por Demyanenko y RatsBlokhin y Lobanovskiy volvieron a ganar la Recopa aplastando al Atleti de Aragonés –poseedor de un disparo tremendo-, la capacidad para ir de un área a otra de Yaremchuk y Yakovenko, la creatividad del menudo Alexander Zavarov y la velocidad e instinto goleador de Igor Belanov. La competición, como 10 años antes, era la Recopa, y el camino también fue triunfal hacia la final: Utrecht (5-3), Universitatea Craiova (5-2), Rapid de Viena (9-2) y Dukla de Praga (4-1), no fueron rival para un equipo que no daba tregua a sus rivales. La final, en Lyon, les midió contra el Atlético de Madrid de Luis Aragonés. Para estudiar a su rival, Luis se desplazó hasta la capital ucraniana. Cuando llegó al entrenamiento, el panorama era desolador. Los jugadores iban cada uno a su ritmo. De repente, de un Mercedes negro que le llevó hasta el borde del campo, se bajó Lobanovskyi. La plantilla empezó a trabajar con carreras, ejercicios físicos y con balón. De repente, el entrenador comenzó a dar palmadas con distinta frecuencia. A cada una, los jugadores comenzaban a hacer movimientos con y sin balón que dejaron a Luis impresionado. “Vámonos, que perdemos seguro, pero no les cuentes nada a los chicos antes de la final”.

La exhibición que los rojiblancos presenciaron en primera persona fue de las que hacen historia. La manera de mover la pelota de los soviéticos, a una velocidad increíble y con una precisión casi irreal hizo que a nadie sorprendiera el 3-0 final. Zavarov, Blokhin y Yevtushenko fueron los estiletes del equipo. Por si en Madrid no había quedado clara la cosa, ese mismo verano el Dinamo participó en el Trofeo Santiago Bernabeu donde procedió a la demolición de una Quinta del Buitre que venía de ganar su primera liga. El grueso del equipo fue seleccionado por el propio Valeri para formar parte de la selección soviética que participó en Mexico 86 (doce de los veintidós convocados eran del Dinamo), y causó sensación, destruyendo a Hungría, tuteando a la campeona europea Francia y a la que solo un lamentable arbitraje del sueco Frederiksson contra Bélgica pudo eliminar del Mundial. El Dinamo participando como selección se vería otra vez en la Euro 88, donde se llegó a la final del torneo, siendo derrotada por una Holanda a la que se había vencido en la primera fase. Para la historia queda el baño tremendo a Italia en semifinales.

La historia parecía repetirse para Lobanovskyi y su equipo. Al año siguiente de ganar la Recopa, eran los grandes favoritos en la Copa de Europa. Beroe Stara y Celtic no fueron rivales para ellos. Tampoco el Besiktas, al que un rotundo 7-0 global apeó en cuartos. El rival en semis era el Porto, que no era uno de los favoritos. En Portugal, Futre, Madjer y Gomes lideraron la corta victoria por 2-1. La vuelta vio cómo los portugueses ganaban increíblemente 0-2 a los 10 minutos. Mikhailitchenko recortó a los 11, pero a partir de ahí el Dinamo fue un manojo de nervios al que cada contra liderada por Futre ponía en serios apuros. Se esfumaba la gran posibilidad de ganar una Copa de Europa. Blokhin se iría a Austria el verano siguiente. Comenzaba la primera salida de jugadores soviéticos a occidente: Zavarov y Alejnikov a la Juve, Khidiatulin al Toulouse, Belanov al Borussia MG, Dassaev al Sevilla…

Lobanovskiy dio por finalizada su etapa en el equipo de la capital ucraniana en 1990, tras fracasar con la URSS en el Mundial de Italia. Se iba a los Emiratos Árabes y luego a Kuwait en lo que parecía un paso previo al retiro. Aún no. Volvió –y cómo- para llevar de nuevo al Dinamo a unas semifinales de Copa de Europa y forjar a su tercer jugador Balón de Oro en la figura de Shevchenko. Y para dejar claro que la escuela soviética seguía viva.

Fuente: https://www.ecosdelbalon.com/2012/10/dinamo-de-kiev-blokhin-lobanovskiy/

 

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Uno de los soldados destacados del coronel Lobanovski fue sin duda Igor Belanov. Durante cuatro temporadas militó en el Dinamo de Kiev. Era el clásico delantero de la antigua Unión Soviética: movilidad, desmarque, velocidad y un disparo seco y potente, aunque tenía una gran virtud que no suele verse mucho y que era la mejor virtud de Johan Cruyff: el cambio de ritmo. En los años 80 fue uno de los jugadores más destacados en un Dinamo que mandaba con solvencia en la liga soviética. Era uno de los integrantes de la final de la Recopa de Europa de 1986 en la que vencieron al Atlético de Madrid por 3-0. Ese mismo año se convirtió en el jugador más destacado de la URSS en el Mundial de México 86. Este delantero ucraniano nos regaló los mejores cambios de ritmo de aquel Mundial celebrado en México, con permiso de Maradona, protagonista absoluta de aquella cita. Belanov venía del otro lado del Telón de Acero, donde el fútbol seguía la misma lógica que una industria metalúrgica, con equipos robotizados y muy disciplinados, pero que fabricaban pocas figuras.

La URSS completó una primera fase fantástica en el torneo disputado en tierras aztecas. La banda roja sonaba a samba interpretada con la hoz y el martillo. El equipo había causado furor con su veloz y entretenido fútbol de ataque.

Valeri Lobanovski, que se había hecho con el timón de la selección pocas semanas antes de la fase final, decidió tirar por la borda los planes de su predecesor, Eduard Malofeev, y convocar a los jugadores de su propio club, el Dinamo de Kiev.

En aquel conjunto figuraban jugadores de calidad excepcional. Resaltaba el habilidoso Zavarov, aquel mediocampista frío, bajito y con algo de gol en los bolsillos que había superado a Belanov en la elección del Jugador Soviético del Año, y el veterano Oleg Blokhin.

La calidad se impuso desde el primer partido, en el que destrozaron con un 6-0 a Hungría. A continuación, empataron a 1-1 con el campeón de Europa, Francia. En octavos esperaba Bélgica. En claro contraste con los soviéticos, el combinado de los Diablos Rojos de Guy Thys se había metido en la segunda ronda como uno de los mejores terceros y apenas había obtenido una poco convincente victoria contra Irak.

Los soviéticos, que se habían puesto por delante en dos ocasiones a lo largo de aquella tarde calurosa y tempestuosa, debían intentarlo de nuevo. No lo consiguieron. Los belgas lograron su primera ventaja en el partido en pleno alargue. Eric Gerets recibió el balón de un saque de esquina en corto y lo colgó hacia el segundo poste, donde De Mol se abalanzó para enviarlo al fondo de las mallas de un potente cabezazo.

Bélgica acariciaba ya la victoria y a diez minutos del final Claesen se encargó de encarrilarla. Pero ahí no acabó todo. Poco después Belanov provocó y transformó el penal que completaba su tripleta. A pesar de esos tres goles los belgas lograron uno más y la lógica del marcador se impuso a la justicia deportiva. Un partido que, llamativamente, fue el de mayor cantidad de goles de todo el torneo.

La selección belga celebró a lo grande el primer pase a cuartos de final de su historia. Llegó el final de su aventura en semis, donde cayeron ante la eventual campeona Argentina. Dos años después, la selección de la Unión Soviética alcanzó el subcampeonato del Europeo pero luego, a principios de la década siguiente, la situación encontraba al país ya en pleno proceso de desintegración.

En Italia 1990 el planeta fútbol contempló por última vez aquellas célebres camisetas rojas con la inscripción CCCP, que nunca brillaron con tanto fulgor como lo hicieron en México, donde la actuación de Belanov se convirtió en uno de los regalos de despedida más memorables de la historia de los Mundiales. Igor alcanzó a disputar con su selección 33 partidos y a marcar ocho goles, la mitad de ellos en aquel verano fantástico del 86.

Belanov se vio beneficiado por la antigua regla que regía en la elección del Balón de Oro, por la cual sólo lo podían recibir jugadores europeos. De no haber sido así, el galardón se lo hubiera llevado Diego Armando Maradona tras su apoteósis azteca.

 Como en aquel tiempo el Balón de Oro premiaba exclusivamente a jugadores europeos, Maradona no pudo obtenerlo, así que por la Liga, la Recopa y su buena actuación con la URSS, Igor Belanov se convirtió en el ganador inesperado del trofeo. Este hecho provocó el interés de las grandes ligas europeas por ficharlo, y en 1989, cerca de cumplir veintinueve años,  quien se hace con sus servicios es el Borussia Mönchengladbach (La URSS no permitiía trabajar fuera del país hasta no cumplir veintiocho años). Era el momento de su declive. No logró triunfar en el equipo alemán y solo marcó 5 goles en su única temporada. No tuvo la oportunidad de resarcirse en una segunda temporada porque su mujer fue acusada de robar en una tienda y aquello supuso un escándalo. Se marchó al Eintracht Braunschweig y estuvo durante cuatro temporadas sin pena ni gloria, para acabar regresando a su querida Odesa en las filas del Chernomorets Odesa a punto de cumplir los treinta y cinco y retirándose en la siguiente temporada en las filas del Metalurg Mariúpol. Pese a esa etapa de declive desde que sale del Dinamo de Kiev, tuvo la oportunidad de disputar la Eurocopa de 1988 y llegar a la final. Una final que enfrentaba a la Holanda del genio Rinus Michels con la URSS del genio Lobanovsky. Los holandeses se impusieron y Belanov bebió del sabor amargo de la derrota fallando un penalti.

Igor Belanov tiene la espina clavada de no haber podido triunfar como jugador en Alemania. Nos encontramos en el verano de 2011, y el Borussia Mönchengladbach viene de coquetear toda la temporada con el descenso, finalizando en la decimosexta posición. Un reto mayúsculo se le presenta a Igor Belanov al ser nombrado nuevo técnico. No solo se enfrenta a las dudas de una afición bastante dividida por su incorporación. Llega además en una situación delicada tanto a nivel de resultados como económicamente. Y, por si no bastase solo con eso, querrá implantar el modo de jugar al fútbol que conoce: aquel que le transmitió su maestro Valeri Lobanovski.

Fuentes: https://unoodostoques.blogspot.com/2009/02/futbolistas-de-leyenda-igor-belanov.html

https://thelinebreaker.net/igor-belanov-o-la-sombra-de-maradona/

 

Te debo admitir que me emocioné, me declaro seguidor del estilo de Lobanobsky y su mítico Dinamo de Kiev y pasar de ese virtuoso flashback a enfocarte a uno de sus discípulos directos como Belanov, me recuerda que usé a Lobanobsky para inspirarme en una corta pero bien recordada historia de Uzbekistan.

Por todo el relato pensé que sería una eventual historia con el Dinamo de Kiev, pero ahora veo Alemanes y el Borussia Mönchengladbach

No sé a donde vayas, pero sí eres tan fan de Lobanobsky, te seguiré

Vete imprimiendo mi abono de temporada!!!

Increíble introducción, deseando saber cuál será el destino.

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@Polimares !Bienvenido a la historia, compañero! Me alegro de que te guste el estilo de Lobanovsky. Es uno de los estilos de la historia del fútbol que me gustan, aunque nunca antes había tratado de reproducirlo en el juego. Recuerdo tu buena historia de Uzbekistán porque fue una de las que seguí.

Al principio había pensado en el Dinamo de Kiev, pero finalmente opté llevar su fútbol a otro país con un reto más dificultoso si cabe, porque el Dinamo podría dominar con facilidad el fútbol nacional. A ver qué tal le sale su estancia en Mönchengladbach xD

!Gracias por pasrte y comentar! ;)

@barlocc Por mi parte, ya tienes el abono concedido, compañero :) M ealegro de que te guste la introducción. El destino es Mönchengladbach, un equipo que busca recuperar su esplendor de antaño. !Gracias por pasarte y comentar! ;)

  • Autor

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Con la llegada de Igor Belanov al banquillo del Borussia Mönchengladbach, se hace necesario conocer de primera mano la filosofía que tratará de implementar en el club alemán:

Teorías del fútbol científico:

1-Superposiciones continuas para crear superioridad numérica e imprevisibilidad: Si pretendemos dominar el juego de fútbol y ser portadores de la pelota, deberemos  buscar y generar constantemente situaciones ventajosas en las que, claramente, tengamos mayor número de jugadores que el equipo rival, eligiendo los mejores espacios o zonas del campo en donde observemos los puntos débiles del contrario, bien sea para progresar o bien para crearles peligro según la distancia a la que nos encontremos de la portería a atacar.

2-Jugadores muy cercanos entre sí, con el balón jugado en raso y con velocidad y con rápidos movimientos de desmarque: Esencial para cumplir con dos objetivos primordiales: la posesión del balón y al mismo tiempo la explosión de un  ataque vertiginoso llevando siempre el balón hacia adelante. Una combinación que bien llevada sorprende al rival.

3-Balones en largo hacia jugadores de banda rápidos: Rompe varias líneas de presión del rival y facilita un ataque rápido.

4-Con la premisa de llevar el balón hacia adelante se pueden dar movimientos muy rápidos y automatizados que recuerden al rugby: La meta es la portería rival, y si se puede llegar con rapidez, mejor.

Principios para llevar a cabo el método:

-Presión y marcaje zonal.

-Aplicación del fuera de juego, salvo en los momentos en los que por las características del rival, se prefiera optar por cederles el balón y esperar atrás para sorprenderles con un rápido contraataque.

-Juego fluido, que no significa anarquía. Las líneas son estrechas y los jugadores no tienen más de 2 metros de distancia a lo ancho y 4-5 metros en la longitud.

-Al tratar de llevar el balón hacia adelante, el movimiento de desmarque es crucial. Requiere también unos niveles de condición física exigentes.

-Fuerza/Defensa/Tácticas/Ataque/Control de balón son los entrenamientos más importantes y hay que mantenerlos en un nivel alto.

Características de las tácticas:

-Ritmo alto para llevar el balón hacia adelante y avanzar en el campo.

-Pases en corto y con compañeros siempre cerca: Una buena forma de mantener la posesión.

-Anchura estrecha y línea defensiva adelantada: De este modo, necesitaremos menos campo para jugar y facilita los apoyos de los compañeros.

-Perder tiempo en un nivel alto: Para no rifar el balón “a lo loco”.

Atributos necesarios en los jugadores para desarrollar el fútbol científico:

-Velocidad, fuerza, resistencia, lucha, trabajo en equipo, determinación, valentía y agresividad: Esencial para la gran preparación física, el fútbol rápido y vertical, el espíritu de equipo y la lucha hasta la extenuación.

-Salto: Muy importante para alcanzar los balones en largo que pueda enviar el rival.

Forma natural: La forma de mantener el nivel físico y prevenir las lesiones.

Órdenes esenciales desde el banquillo para tratar de reproducir el fútbol científico:

Llevar el balón hacia adelante, pases al hueco, presionar más arriba, molestar a los rivales, explotar las bandas y jugar menos abiertos.

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