HISTORIA DEL MERTHYR TOWN (II) Hijos de la posguerra: la vida y muerte del Merthyr Tydfil FC (1945–2010) Cuando las sirenas de la guerra por fin callaron y el humo dejó paso a un tímido cielo gris, Merthyr Tydfil necesitaba algo más que pan y trabajo. Necesitaba esperanza. Y esa esperanza volvió a nacer, como tantas veces lo hizo en el valle, sobre el césped de Penydarren Park. Corría 1945 cuando el fútbol regresó oficialmente a la ciudad, esta vez bajo un nuevo nombre que resonaría durante seis décadas: Merthyr Tydfil Football Club. Había urgencia por reconstruirlo todo: las casas, las fábricas, las familias… y también el espíritu colectivo. El club se convirtió en una de las primeras instituciones sociales en resucitar tras la guerra. Para muchos, el balón volvió a rodar antes incluso de que la vida terminara de colocarse en su sitio. Los primeros años del Merthyr Tydfil FC fueron un torbellino de entusiasmo. El equipo fue inscrito en la Southern League, heredando el lugar simbólico que había dejado Merthyr Town. Penydarren Park se llenaba de obreros que aún cargaban con el polvo del carbón en la piel. La posguerra era dura, pero el fútbol devolvía calor. El club demostró desde el principio un carácter fiero, trabajador, muy del valle. No eran profesionales a tiempo completo, pero jugaban con una intensidad que hacía temblar a equipos de ciudades mucho más ricas. Los años 50 fueron el primer gran capítulo de gloria. Merthyr Tydfil ganó varias veces la Southern League, consolidándose como un gigante del fútbol semiprofesional. Sus duelos contra Hereford, Cheltenham o Yeovil eran auténticos choques de trenes en campos embarrados donde el viento cortaba como un cuchillo. Los aficionados aún recuerdan los sábados donde el estadio se llenaba con más de diez mil almas. Había poco espectáculo fuera del fútbol, y por eso Penydarren Park se convertía cada fin de semana en un santuario. Además, ganarían en dos ocasiones la Welsh Cup, en 1949 y 1951, derrotando a dos de los grandes del país, Swansea y Cardiff. Pero las décadas no perdonan. El sur de Gales empezó a sufrir las primeras sombras del declive industrial. Las minas cerraban una tras otra. El desempleo crecía. La asistencia bajó. Las arcas del club se resentían. En los años 60 y 70, Merthyr Tydfil vivió una existencia de altibajos: grandes rachas, grandes apagones. Cambios de directiva, de entrenadores, de ilusiones. Sin embargo, algo se mantuvo inquebrantable, su relación con la comunidad. Cuando las fábricas cerraban, el estadio seguía abierto. Cuando faltaba dinero, los hinchas organizaban colectas. Cuando la ciudad parecía desmoronarse, el equipo jugaba como si defendiera algo sagrado. Toda historia merece un capítulo legendario. El de Merthyr llegó a finales de los años 80. En 1987, Merthyr Tydfil ganó la Welsh Cup por tercera vez ante el Newport, un logro enorme que le dio derecho a participar en la Recopa de Europa. Y ahí, bajo el cielo continental, ocurrió lo imposible: el Merthyr Tydfil derrotó al Atalanta italiano por 2–1 en Penydarren Park, en los dieciseisavos de final. La noche fue épica. El estadio explotó en un rugido que aún hoy se cuenta como un mito en los pubs de Merthyr. Aunque la eliminatoria se perdió en Bérgamo por 2-0, con un global de 3-2 a favor de los italianos, aquella victoria quedó grabada como un símbolo de lo que un club pequeño, alimentado por pasión y terquedad, podía lograr. Era una época donde el fútbol del valle parecía eterno. Pero los años 90 trajeron nuevos desafíos. Mientras el fútbol inglés entraba en la era del dinero, Premier League, televisiones y patrocinadores, los clubes modestos como Merthyr quedaban atrás. El mantenimiento del estadio era costoso. Los sueldos aumentaban. Las ayudas públicas disminuían. El club sobrevivía más por amor que por solvencia. Aun así, resistió. Porque Merthyr siempre supo resistir. El nuevo milenio llegó con promesas que nunca se cumplieron. Hubo intentos de atraer inversores, proyectos urbanos que no encajaron, directivas con más ilusión que medios. Se pagaban facturas con retraso; los jugadores cobraban tarde; el estadio necesitaba reparaciones que parecían imposibles. Los aficionados notaban que algo fallaba. Penydarren Park seguía siendo el corazón del pueblo, pero ya latía más lento. El final comenzó con pequeños síntomas: deudas acumuladas, pérdida de categoría, disputas internas y una gestión económica cada vez más débil. En 2009, el club se hundía. Y en mayo de 2010, un tribunal declaró su liquidación. Merthyr Tydfil FC, el equipo que durante 65 años había sido la voz deportiva del valle, desaparecía. La noticia golpeó como un mazazo emocional. Muchos hinchas lloraron abiertamente. Para una ciudad que ya había perdido minas, fábricas y empleos, perder también su club era demasiado. Y sin embargo… como siempre ocurrió en Merthyr, la historia no terminó en la oscuridad...
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