Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni (La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni) Kapitel 8 – Saison 23/24 - Runda 1 - II (Capítulo 8 – Temporada 23/24 - Rueda 1 - II) Teil 51 – Grillfest in Pradl und Familientreffen (Parte 51 – Asado en Pradl y Reencuentro Familiar) En Prado, Innsbruck, Austria La frustración del 1-0 ante el Längenfeld, con el 5.45 de xG desperdiciado y la lesión de Damm, se disolvió en cuanto el autocar del Wacker regresó a Innsbruck. Matthias Schall sabía que la mejor forma de resetear la mente, tanto la propia como la de su círculo más cercano, era recurrir a las anclas emocionales. Apenas llegó a casa, tomó su teléfono y comenzó a organizar una juntada familiar para el día siguiente. Así, el Domingo al mediodía, el moderno complejo habitacional de Pradl se llenó de un olor inconfundible y reconfortante: el del asado argentino. La parrilla, improvisada en un rincón del patio común (ante la curiosa mirada de los vecinos austriacos), era el centro neurálgico del evento. Matthias se movía con una soltura que contrastaba con su habitual tensión en el banquillo, cortando la carne y sirviendo. A su lado, su compañera Angeles se aseguraba de que todos tuvieran bebida y que la mesa estuviera bien puesta. La escena era íntima pero concurrida: Ingrid (su madre), Lara (su hermana, quien había llegado en las últimas semanas junto a Ingrid y Angeles para el inminente traslado al nuevo housing complex), su amiga Clara, y sus amigos y colaboradores más cercanos: Daniel Iril y Fernando Pino. La inclusión de Kevin, su segundo entrenador y único asistente en el último partido, era una señal de su integración al círculo de confianza. Mientras Matthias le daba la vuelta a una tira de asado, su madre, Ingrid, lo observaba con cariño, con ese orgullo ligeramente preocupado que solo una madre puede tener. — Matthias, ¿de verdad estás durmiendo bien con este doble trabajo? — preguntó Ingrid, mientras le acercaba un vaso de vino tinto que, para sorpresa de todos, era un malbec traído directamente de Mendoza. Matthias rió, sacudiendo la cabeza. — Duermo bien, Mutti. La cabeza está a mil, pero eso me hace sentir vivo. Además, Daniel y Fernando cubren todo en el Wacker. Y la ÖFB es un sueño que Toni nunca pensó que vería. Daniel Iril, sentado frente a él con un choripán en la mano, intervino con su habitual pragmatismo: — El problema es que ahora los viajes a Viena y los amistosos de las juveniles se sumarán a la liga y la copa. Vamos a tener que ser más robots de lo que ya somos, Mat. Lo bueno es que al menos la comida es decente. Necesitábamos este respiro de la cocina austriaca, Angeles, ¡gracias! Angeles, sonriendo, se inclinó. — No es solo comida, Dani. Es combustible emocional. Necesitan el olor a casa para recordar por qué están aquí. Lara, la hermana menor de Matthias, que tenía una perspectiva más fresca sobre el fútbol, miró a Fernando Pino. — Fernando, ¿es verdad que el equipo disparó 28 veces y solo ganó 1-0? Mi hermano se enojó mucho, ¿no? Fernando Pino soltó una carcajada. — Tu hermano se enojó, Lara, pero con calma, que es peor. Nos dijo que si disparamos 28 veces y fallamos, es porque pensamos que ya ganamos antes de jugar. Es la mejor lección que podíamos recibir. Clara, la amiga que los acompañaba desde el inicio de esta aventura tirolesa, levantó su copa. — Por el Wunderteam. El viejo Toni estaría orgulloso. ¡Pero solo si ganan la próxima semana! Matthias levantó su copa, mirando a todos. El calor del asado, el acento argentino mezclado con el alemán de Kevin, el orgullo de su madre y la presencia de su hermana y Angeles le recordaron que el proyecto del Wacker no era solo fútbol. Era una red de contención. — Por el equipo. Y por el doble de trabajo. Y sí, Clara. La próxima semana ganamos, o volvemos a entrenar con pelotas de tenis, ¿verdad, Kevin? Kevin, el más silencioso, levantó su mano en señal de aprobación, disfrutando en silencio de un trozo de entraña y del ambiente cálido y familiar. El sol comenzó a descender detrás de los tejados de Pradl, tiñendo el cielo con tonos naranjas y rosados, pero nadie en la mesa sentía la necesidad de apurar el adiós. Matthias miró a su alrededor, absorbiendo cada risa, cada comentario y cada gesto de apoyo. Sabía que la semana que venía, con la presión del liderazgo en la liga, sería exigente. Pero con este círculo de personas a su lado, la complejidad de su vida en la ÖFB y el Wacker se sentía, al menos por unas horas, perfectamente sostenible. La lección del día ya no era sobre fallar goles, sino sobre no fallar a quienes te sostienen.
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