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Respuestas destacadas

bua, muy buena la trama! estas consiguiendo que me enganche!

Me pasaré a menudo, igual no posteo pero te aseguro que la leere xD

  • Autor

Atendiendo al aficionado

'x.cheemaa.!: Te recuerda familiar? Jajaja, nose... Ahora mismo no caigo. Gracias x pasar!

volveremosaprimera: Me alegra saber que la trama te gusta ^^ Tranquilo, con que te pases a seguir la historia tengo sufuciente xD

Editado por lk2_89

hahahaha lo de familiar lo dije a coña por lo de que a Ramses le suenan la vecina y el conocido del medico xD

  • Autor

Atendiendo al aficionado

'x.cheemaa.!: Ahhhh! Jajajaja, vale vale. xD

  • Autor

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Capítulo VI: "Lo primordial será la confianza mutua"

Aquel nuevo y maravilloso día no tenía nada que ver con el anterior. Donde apenas horas antes reinaba el frío, la lluvia y el viento hoy solo había calor, sol y camisas cortas. Por fin el tiempo recuperaba la cordura y empezaba a mostrar su verdadera cara. Era el mes de Junio y el verano se prometía largo y caluroso. Para la cita con el doctor Fernno, Ramsés había escogido un pantalón negro y una camisa azul. Unas gafas de modelo aviador completaban la vestimenta. Había llegado al restaurante a las dos menos cuarto pues quería inspeccionar detalladamente la carta del menú para que, llegada la hora, no hiciese esperar a su acompañante a la hora de pedir. El maître se había encargado de acompañar a Ramsés hasta la mesa que tenía reservada el doctor. Este, llegó puntual a la cita.

- Doctor Fernno, soy Ramsés. Es todo un honor.- Ramsés se sintió por unos instantes contrariado. Aquel hombre no aparentaba tener más de su propia edad y, sin embargo, su aspecto era el de un hombre consumido por el trabajo.

- El honor es mío, Ramsés. Pero por favor, no me llames doctor. Llámame Luigi, a secas. Lo primordial para nuestras sesiones será la confianza mutua.

El almuerzo transcurrió sin sobresaltos. A decir verdad, el doctor no le había hecho ninguna pregunta sobre sus sueños. Pero como se había prometido a sí mismo, no lo juzgaría prematuramente. La sensación de que a aquel hombre lo conocía desde hacía muchísimo tiempo no se le quitaba de la cabeza, por lo que decidió esperar.

- Vaya. Hacía tiempo que no probaba una crema di piselli freschi tan rica. -Dijo el doctor, apurando el último trago de vino que le quedaba en su copa.- Bueno Ramsés, me gustaría tener la primera sesión hoy mismo.

- ¿Hoy? Vaya... Me coge usted de sorpresa.

- Tranquilo, solo será una primera toma de contacto. No me parecío correcto hacerlo aquí; además, habría sido una pena fastidiar esta fantástica comida hablando de trabajo. Es como si usted intentase explicarme como jugará su próximo equipo.

Ramsés se quedó atónito. Nunca habría sospechado que aquel consumido doctor le gustara el fútbol. Una vez más, se alegró de no haberlo juzgado.

- Me gustaría empezar cuanto antes con tu caso. Desde que mi colega, el doctor Giammattei, me comentó tus sueños no he podido dejar de pensar en ello. Creo que conseguiremos llegar al fondo de este asunto, ya lo verás.

Ramsés se sintió aliviado con las palabras del doctor. Por primera vez en mucho tiempo alguien se interesaba por aquellos malditos sueños que le acompañaban a diario. Además, la seguridad que transmitía el médico le hizo pensar que por fin entendería todo lo que le pasaba.

Tomaron un taxi hasta la consulta -y también casa- del doctor, situada en la Via de la Spiga norte della Catedral. A pesar de que no le gustaba coger ascensores, tuvo que hacer el esfuerzo, ya que no quería parecer maleducado. Una vez llegaron a la planta 12 y entraron en la casa, el doctor le pidió a Ramsés que se pusiera cómodo en la sala de consultas mientras Luigi cogía unas hojas limpias, un reloj de bolsillo, una pluma de color negro y otra de color rojo.

- Muy bien, Ramsés. Ahora que ambos conocemos algo del otro, vamos a empezar con nuestras sesiones. Quiero que tengas claro que antes que tu médico, soy tu amigo. Sientas lo que sientas, veas lo que veas, recuerdes lo que recuerdes... Debes decírmelo con una sinceridad absoluta. El paciente asintió. En ese momento, empezó una larga y profunda entrevista. El doctor anotaba todo lo que Ramsés decía con la pluma negra, mientras que con la roja hacía sus distintas observaciones personales.

  • Autor

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Capitulo VII:"Tú serás dueño de tus actos"

El tiempo había pasado muy deprisa en la consulta del doctor. Ya llevaban cinco horas de esa "primera toma de contacto". Pero ni a Ramsés ni al médico le importaba. Estaban avanzando con pasos agigantados. De vez en cuando, paraban para tomar una copa de vino. El joven doctor disponía también de una buena bodega; a los tragos, los acompañaban con queso.

- Vaya horas que son, Ramsés. Llevamos toda la tarde aquí. ¿Cómo te sientes?

- Perfectamente, Luigi. Creo que llevaba esperando esto mucho tiempo. ¿Podemos continuar?

- ¡Menudo aguante! ¿Qué te parece si llevamos esta primera sesión un poco más allá?

- ¿Qué quiere decir? - Ramsés no ocultó su intriga y esperaba que el doctor le diese una buena excusa. Realmente, estaba deseando continuar con aquello.

- Debido a que tú no controlas exactamente cuando aparecen los sueños, me gustaría someterte a hipnosis. Además de conocer en primera persona este sueño podré reprogramar tu subconsciente para que no abandones los sueños nunca más. A partir de hoy, deberás vivirlos completamente e ir comentándome todo lo que ocurra.

Ramsés se quedó atónito. ¿Hipnosis? El quería acabar con aquellos sueños de una vez o, al menos, descubrir su significado. Pero aquello de la hipnosis no le gustó. Tenía miedo. No sabía cuales eran sus consecuencias. El doctor se percató de que Ramsés dudaba.

- Ramsés, no debes tener miedo. Es una hipnosis limpia. En todo momento tú serás dueño de tus actos y, si te sientes mal, solo tienes que decirmelo. Ya te dije esta mañana que la confianza era necesaria. Debes confiar en mí. Te aseguro que después de la hipnosis, vas a verlo todo de una forma muy distinta.

Por primera vez, el paciente dudaba si aquello era buena idea. ¿Y si ese doctor solo era un farsante y quería contar a la prensa todo lo que le pasaba para desprestigiarle? No... Aquel hombre le había demostrado a lo largo del día que sabía de lo que hablaba. ¡Qué demonios! No tenía nada que perder. Ramsés accedió a la prueba. El doctor sacó su reloj de bolsillo y comenzaron con al hipnosis.

- Cuéntame, Ramsés... ¿Qué ves?

Pero Ramsés estaba demasiado mal como para hablar. Por primera vez en su vida, luchaba contra sí mismo para no volver a la realidad. Quería llegar al fondo de este asunto y descubrir la verdad.

-Veo... Veo...

- Dimelo, Ramsés. ¿Qué ves? - La expectación del doctor crecía por momentos.

El toro salvaje, inmóvil, miraba fijamente al joven Ramsés.

El animal era enorme; con las patas gruesas como columnas y largas orejas colgantes, una barba tiesa en la mandíbula inferior y el pelaje pardo y negro, acababa de sentir la presencia del muchacho. Ramsés estaba fascinado con los cuernos del animal, unidos y abultados en la base antes de curvarse hacia atrás y dirigirse hacia arriba, formando una especie de casco terminado en puntas aceradas, capaces de desgarrar la carne de cualquier adversario.

El muchacho jamás había visto un toro tan grande.

El animal pertenecía a una raza temible, que los mejores cazadores dudaban en desafiar; apacible en medio del rebaño, compasivo con sus congéneres heridos o enfermos, atento al cuidado de los toros jóvenes, el macho se convertía en un guerrero aterrador cuando se turbaba su quietud. Furioso a la menor provocación, embestía a una velocidad sorprendente y no se calmaba hasta abatir a su adversario.

Ramsés retrocedió un paso.

La cola del toro salvaje fustigó el aire; lanzó una mirada feroz al intruso que había osado aventurarse en sus tierras, unos pastos cercanos a un marjal en el que crecían altas cañas. No lejos de allí, una vaca paría, rodeada por sus compañeras. El gran macho reinaba en su manada y no toleraba ninguna presencia extraña.

El joven había confiado en que la vegetación lo ocultaría; pero los marrones ojos del toro, hundidos en las órbitas, no lo abandonaban. Ramsés comprendió que no tendría escapatoria.

Lívido, se volvió lentamente.

Ramsés volvió en sí con muchos sudores y con un doctor que le miraba con muchísima expectación.

Editado por lk2_89

Impresionante Trama... Te sigo sin dudarlo...

  • Autor

Atendiendo al aficionado

Lakasito: Me alegro que te guste. Gracias por pasar

  • Autor

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Capítulo VIII: "¿Crees que basta con el coraje para gobernar a los hombres?"

Ramsés estaba agotado. La imagen de aquel toro mirándole desafiante no ayudaba a que se tranquilizara. El doctor tenía un vaso de agua en la mano, sabedor que las primeras sesiones de hipnosis agotaban mucho.

- ¿Cómo te encuentras, Ramsés? - El doctor estaba preocupado. Nunca imaginó que la primera sesión tuviese de protagonista a un toro.

- Extasiado, doctor. Pero... Me gustaría continuar. Ese hombre que ví al volver mi cabeza... Necesito saber quien era.

- Ramsés, no es una buena idea. Tu mente necesita descansar, creeme. Eres el primer paciente que me pide continuar. - El médico fue incapaz de controlar su emoción.

- Por favor, doctor. Necesito saber de quién se trataba.

Luigi no estaba muy convencido pero la intriga pudo con él. Aunque no le dijo nada a su paciente, él también deseaba conocer la identidad de aquel hombre. Sacó de nuevo su reloj y empezó con la nueva sesión.

Lívido, se volvió lentamente... Hacia su padre.

Seti, el faraón de Egipto, aquel al que llamaban "el toro victorioso", se mantenía a unos diez pasos detrás de su hijo. Su sola presencia -se decía- paralizaba a sus enemigos; su inteligencia, aguzada como el pico del halcón, iba en todas direcciones y no había nada que ignorase. Esbelto, con el rostro severo, la frente alta, la nariz arqueada, los pómulos salientes, Seti encarnaba la autoridad. Venerado y temido, el monarca había devuelto a Egipto la gloria de antaño.

A los catorce años, Ramsés, cuya estatura era ya la de un adulto, se encontraba con su padre por primera vez.

Entre el animal salvaje y el faraón, ¿cuál era el más pavoroso? Tanto de uno como de otro se desprendía un poder que el joven Ramsés se sentía incapaz de dominar.

-Me ha descubierto -confesó con voz que quería ser resuelta.

-Tanto mejor.

Las dos primeras palabras pronunciadas por su padre resonaron como una condena.

-Es enorme, es...

-¿Y tú, quién eres tú?

La pregunta sorprendió a Ramsés. Con la pata delantera izquierda, el toro escarbaba furiosamente el suelo; garzas y garcetas remontaban el vuelo, como si abandonaran un campo de batalla.

-¿Eres un cobarde o el hijo de un rey?

La mirada de Seti traspasaba el alma.

-Me gusta luchar, pero...

-Un verdadero hombre llega al final de sus fuerzas. Un rey, más allá de ellas; si no eres capaz de ello, no reinarás y no volveremos a vernos. Ninguna prueba debe hacerte flaquear. Vete, si lo deseas; si no, captúralo.

Ramsés osó alzar los ojos y sostener la mirada de su padre.

-Me enviáis a la muerte.

El toro emitió un mugido; Ramsés dio la cara.

Seti entregó a su hijo una larga cuerda con un nudo corredizo.

-Su fuerza está en su cabeza; atrápalo por los cuernos y lo vencerás. En cuanto el toro oiga el silbido del lazo -advirtió el faraón- se abalanzará sobre ti; no falles, pues no dispondrás de una segunda oportunidad.

Irritado por el olor del hombre, el toro no esperaría mucho tiempo. Ramsés apretó la cuerda. Cuando el animal se sintiera capturado, necesitaría desplegar la fuerza de un coloso para inmovilizarlo. Ramsés hizo voltear el lazo; el toro se abalanzó con los cuernos por delante. Sorprendido por la velocidad del animal, el joven se aparto dando dos pasos hacia un lado, extendió el brazo derecho y lanzó el lazo, que onduló como una serpiente y golpeó el lomo del toro. Al terminar el movimiento, Ramsés resbaló en el húmedo suelo y cayó en el momento en que los cuernos se aprestaban a ensartarlo. Le rozaron el pecho sin que él cerrara los ojos. Había querido ver la muerte de frente. Irritado, el toro continuó su carrera hasta el cañizal y se volvió de un salto; Ramsés, que se había levantado, fijó su mirada en la del animal. Lo desafiaría hasta el último momento y probaría a Seti que el hijo de un rey sabía morir dignamente.

El impulso del monstruo fue atajado en seco; la cuerda que sostenía firmemente el faraón rodeaba sus cuernos. Loco de furia, sacudiendo la cabeza y exponiéndose a romperse la nuca, el animal intentó liberarse pero fue en vano; Seti utilizaba su enorme fuerza para volverla contra él.

-¡Agárrale el rabo! -ordenó a su hijo.

-¡Vos sois más fuerte que él!

-Ya no somos adversarios porque hemos cerrado un pacto.

Seti sacó un puñal de un estuche de cuero y, con un gesto rápido y preciso, cortó el rizo de la infancia.

-Padre mío...

-Tu infancia ha muerto; la vida empieza mañana, Ramsés.

-No he vencido al toro.

-Has vencido el miedo, el primero de los camino de la sabiduría.

-¿Y hay muchos otros?

-Sin duda más que granos de arena en el desierto.

La pregunta ardía en los labios del joven.

-¿Debo entender... que me habéis elegido como sucesor?

-¿Crees que basta con el coraje para gobernar a los hombres?

Ramsés volvió en sí. Lo que acababa de contemplar, aunque fuese en su subconsciente, lo había dejado paralizado. ¿Por qué? ¿Por qué encarnaba a un joven que tenía su mismo nombre? Miró al doctor para encontrar una respuesta... Pero Luigi estaba demasiado ocupado transcribiendo todo aquello en folios nuevos.

Editado por lk2_89

Un joven ejipcio hijo de un rey... Interesante... Muy interesante... Aver qué respuesta nos da el doctor... Y lo mas interesante todavía, ¿Que será lo siguiente?

Antepasados egipcios? Cuanto menos intrigante, quizás estemos ante un caso de reencarnación, la vecina posiblemente fuera la reina en su vida anterior. Lo siento, soy escritor y es inevitable buscar posibles causas a lo que lees cuando estás intrigado porque sabes como es este mundillo jaja. Pero lo más importante, la vecina está buena? :D.

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