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Sergi Vidal Badenes - La revolución ha llegado

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Capítulo 1 - El mando lo tengo yo

Gandía es una pequeña localidad al sur de Valencia. Cerca de 80.000 habitantes la llenan día a día, aunque en verano, la multitud acude en masa a visitar la hermosa playa de la que dispone, llegando a alcanzar los 320.000 habitantes. Yo me he criado allí. La localidad ha tenido siempre un equipo de fútbol, aunque, últimamente, anda escaso de éxitos. La pasada campaña volvimos a ascender a Segunda B, aunque ese ascenso no se está llevando muy bien.

El juego que propone Vicente Medina está bien para Tercera, donde con un equipo con un poco de nivel, predomina sobre el resto y tiene relativamente fácil lograr un ascenso, no obstante, su idea de mantener el bloque en gran medida es lo que nos lleva a no durar ni una sola temporada en la división de bronce. La directiva le estima mucho, la afición le está muy agradecida, pero él, ha decidido esta mañana dar un paso adelante, dimitir y permitir que otro logre lo que él ya piensa que no va a conseguir. Yo ya llevo tres años a su vera, aprendiendo y ayudando en lo que puedo. El staff es corto, y muchas veces nos tocaba realizar funciones que prácticamente no sabíamos.

El Gandía es un club modesto, con cerca de 900.000€ en caja. Sin deuda alguna frente a la que hacerse cargo. El estadio es pequeño, pues únicamente es capaz de albergar a unos 4800 espectadores, con unas infraestructuras bastante básicas. Hoy por hoy, el club no tiene ningún interés en invertir en ellas, ya que probablemente supondría un gasto ante el cual seríamos incapaces de hacer frente. Como humildes que somos contamos con dos cabezas visibles en el proyecto, aunque hay alguna persona detrás de él. El presidente, Dioniso Ollero se desvive por el club, y Marcos, el secretario técnico, lleva ya mucho tiempo siendo su mano derecha. Ellos fueron quienes me dieron el mando del juvenil hace tres años, cuando entré aquí, y logré que los chavales diesen la cara logrando un 7º puesto impresionante. La pasada campaña doblé mis funciones, pues entre entrenamiento y entrenamiento, ayudaba a los mayores. Logré una meritoria 9ª plaza. Esta temporada, Paco González, el segundo de a bordo de Medina, tomó el mando del juvenil y yo pasé a ser un miembro de pleno derecho del cuerpo técnico del primer equipo. Si Paco era su mano derecha, yo era la izquierda.

El equipo jugaba bien, tenía una idea de juego, pero tal vez, la pelotita no quisiese entrar. 2 victorias, 7 empates y 3 derrotas eran el balance que firmábamos. 13 puntos en 12 jornadas. Si preguntan un punto positivo, lejos de casa no conocíamos la derrota. ¿Uno negativo? Estábamos en descenso.

Eso había hecho, que después del empate del domingo ante el Alzira, Vicente nos reuniese a los integrantes del staff en su totalidad para el día siguiente, dando la mañana libre a los jugadores. Los cuatro técnicos, el fisio y el ojeador hablamos largo y tendido sobre la situación, hasta que Vicente nos sorprendió dándonos el resultado de la reunión. Al día siguiente dimitiría, dejando el cargo a disposición de la directiva. Fue una auténtica sorpresa para todos. Vicente tenía claro que el equipo necesitaba savia nueva, un cambio, y que su continuidad a lo único que abocaba al equipo era a otro fiasco. Debía buscar una reacción, y parece ser que encontró en su solución el efecto buscado. Jugadores, directiva, afición y cuerpo técnico sorprendidos.

Pero esa no fue la única sorpresa. Cuando todos dábamos por hecho que esa misma tarde Paco sería confirmado como nuevo entrenador, la directiva nos llamaba a los dos para una reunión ese mismo mediodía. El presidente nos informó de que quería que fuésemos el nuevo tándem visible para la dirección del equipo, pero no en el orden que ambos creíamos. El elegido para ser el entrenador era yo, él seguía de segundo. Ninguno supo que decir. Teníamos hasta las 8 de la tarde para pensarlo. Paco dimitió como miembro. Yo acepté la misión, aunque informé a la directiva de la necesidad de contar con alguien de plena confianza para que fuese mi mano derecha. El elegido tenía que tener unas características clave: buscaba alguien conocido para mí, que hubiese sido futbolista profesional, y que, por tanto, supiese mejor que yo, como tratar en determinados momentos a los jugadores, por lo tanto, tener un trato personal excelente. Un antiguo compañero del curso de entrenador, con quien hice muy buenas migas, aceptó el desafío. Fue Rubén Suárez, que acababa de retirarse en el Levante y tenía fijada su residencia cerca de aquí.

Marcos, el secretario técnico, me llamó para una reunión el día siguiente, con el tema principal de conocer presupuestos y darme el objetivo de la directiva. Hablamos largo y tendido, ambos coincidimos en que el objetivo era obvio, evitar el descenso. Para ello, habían decidido apretarse los machos y concederme 140.000 euros para fichar, aunque, muy probablemente, no se utilicen. Contábamos con 450.000 euros para sueldos, de los cuales usábamos cerca de 280.000 euros. Queríamos mantener esa línea.

Ya en el vestuario, tras la despedida de Vicente y Paco de los chavales y su posterior rueda de prensa, me tocó mi turno. El capitán era Adílson, un mediocentro guineano de 31 años, y el segundo, Sanjulián, un central veterano. Con 4 y 5 campañas al mando. Puse al mando a Bordas, fichado esta campaña, y Óliver, fichado la pasada, con 33 y 32 años respectivamente. El primero con el brazalete, el segundo, su oficial. No eran tipos de la casa, pero eran jugadores fieles a mí, y con más experiencia que el resto, por lo que los elegí, al menos hasta final de temporada, cuando tuviese al grupo unido, como mis hombres de confianza en la plantilla. Tuve que encarar una ligera conversación con Sanjulián, para advertirle que yo era quien tomaba el mando, pues era un ídolo en el club y tenía mucho poder, y no parecía confiar en mí. No aceptaba mis métodos revolucionarios desde el primer momento, y tuve problemas con él cuando era un simple preparador. Mis 28 años, no le daban la seguridad de que podía darle órdenes, de que tenía más grado que él, y al parecer, le molestaba, pero esperaba que se implicase en el futuro del club.

Ah, por cierto, olvidaba presentarme: me llamo Sergi Vidal Badenes, soy un gandiense de pro, nacido el 26 de enero del 86. Llevo tres años en este club, acabo de ser contratado, y a pesar de mi amor por el club de mi localidad, soy un ferviente valencianista, y por raro que parezca, levantinista. Criado en el fútbol defensivo presentado por el conjunto ché, durante los finales de la década de los 90 y el princpio de los 2000. Ahora, yo soy la estrella... la revolución ha llegado.

Bueno, al fin una MLB con el Gandía, espero que consigas mantenerlo en la 2º División B y asentarlo en la categoría, para con un poco de suerte poder pelear en un futuro por cotas más altas.

Mucha suerte y mucho ánimo para hacer crecer a este club.

Uno que vive cerca, que tiene amigos alli y que este sabado bajara a su playa se une. Ademas de valencianista, por si no se nota, y simpatizante granota

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