Un Apunte FamiliarLlegué a casa esa tarde, intentando mantener la calma, pero era inútil. Luli me esperaba con el mate y tostadas en el living, Ainhoa dibujando en el suelo y Lorenzo gateando a sus anchas. Ella notó mi euforia al instante. "¿Qué pasó? ¿Te ascendieron de categoría en la cantera?", me preguntó, con una sonrisa. "Algo así", le dije, sentándome a su lado y tomándole las manos. "me hicieron una oferta para ser el entrenador del primer equipo del Hércules". Sus ojos se abrieron como platos. Hubo un momento de silencio, solo roto por las risitas de Lorenzo. "¿El primer equipo? ¿De verdad?", preguntó, con incredulidad y una mezcla de emoción y preocupación en su voz. Sabía lo que significaba la presión del fútbol, lo había vivido conmigo desde siempre. Le conté los detalles, el contrato, los objetivos. La miré, buscando su apoyo, su confirmación de que esto era real, de que no estaba loco por aceptar. Ella me abrazó fuerte. "Siempre lo supiste. Siempre fue tu sueño. Es una oportunidad que no puedes dejar pasar. Sé lo que significa esto para ti. Aquí estamos, juntos, como siempre". Ainhoa, que había estado escuchando con curiosidad, se acercó a nosotros. "¿Papá, vas a salir en la tele como los entrenadores de verdad?" Le sonreí. "Quizás, hija. Quizás sí." Esa noche, mientras los niños dormían, Lucía y yo hablamos hasta tarde. Había emoción, sí, pero también una gran dosis de incertidumbre. La estabilidad de mi trabajo en la cantera, la rutina que habíamos construido en Alicante, todo estaba a punto de cambiar drásticamente. Pero en sus ojos, vi la misma chispa de aventura que había visto en los míos. El descenso del Hércules era un drama para el club, pero para mí, era el inicio de un sueño. El Football Manager había sido mi escuela, ahora tocaba aplicar lo aprendido en el césped de verdad.
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