Han pasado quince años desde que pisé Palma por última vez. Bueno… siendo honestos, fueron ocho, pero aquellas vacaciones fugaces de cuatro días no pueden compararse con los dos años que viví aquí. Tenía apenas 18 años cuando llegué por primera vez, con la maleta medio vacía y la cabeza llena de incertidumbres. No sabía muy bien cómo vivir por mí mismo, cómo construir una rutina, cómo encontrar mi lugar en el mundo. Pero lo encontré. Lo encontré en esta ciudad, en sus calles, en sus atardeceres, en sus silencios y en su ruido. Lo encontré, sobre todo, en el Estadio Balear, cada dos domingos, alentando al Atlético Baleares como si mi voz pudiera empujar el balón hasta la red. Dos años después, volví a Ejea siendo otro. No mejor ni peor, simplemente distinto. Más consciente, más curtido, más lleno de recuerdos que me acompañarían toda la vida. Recuerdos dulces y amargos, como todo lo que realmente importa. Palma me enseñó a crecer, a equivocarme, a levantarme. Me enseñó a amar el fútbol no solo como afición, sino como forma de vida. Hoy, quince años después, regreso. Y aunque la ciudad sigue llamándose Palma, cuesta reconocerla. El turismo, que ya era intenso en mi época, ahora parece haberlo invadido todo. Las calles que antes caminaba con calma ahora se desbordan de visitantes, y los rincones que guardaban mi intimidad parecen haber cambiado de dueño. Incluso el Estadi Balear, mi refugio, ha cambiado. Clausurado en 2013, renació en 2019 con otra piel, pero con el mismo latido. El Estadi Balear, nuestra casa en esta nueva aventura Y el Atlético… ay, el Atlético. Qué montaña rusa de emociones. De ser un equipo puntero en la extinta Segunda B, de rozar el sueño del ascenso al fútbol profesional, a caer en una espiral que lo llevó hasta la Segunda RFEF. Por el camino, perdió parte de su esencia obrera, de ese carácter combativo que lo hacía único, tras la compra del club por Ingo Volkmann, un empresario alemán del mundo de la hostelería. Pero si algo no ha cambiado, si algo permanece intacto, es el alma de su afición. Ruidosa, fiel, incansable. Y la rivalidad con el Mallorca, claro, que sigue latiendo como siempre, como una llama que nunca se apaga. ¿Y yo? ¿Qué ha sido de aquel chaval de 20 años que se marchó con lágrimas en los ojos y sueños en el bolsillo? He crecido. Me he formado. Me he convertido en entrenador. Y hoy, no cruzo la puerta del Estadio Balear como aficionado. Hoy la cruzo como el nuevo entrenador del equipo que me enseñó a sentir. Hoy no empieza un partido. Hoy empieza una historia. Mi historia. Me llamo Alberto Ansodi. Y he vuelto a Palma para hacer historia. Para devolverle al Atlético Baleares lo que una vez me dio. Para que esta ciudad vuelva a latir como entonces. Saludos y bienvenidos a esta nueva historia!! Estrenamos el FM26 desde la “comodidad” de lo conocido. Y como mi querido Real Zaragoza ya ha protagonizado suficientes historias en mis manos, el equipo elegido es el Atlético Baleares, que también fue protagonista de una de mis primeras historias, pero en el que no conseguí los objetivos que me marqué antes de empezar a labrarme mi fama de “culo inquieto” al pasar por varios equipos en esa aventura Asi pues, os invito a tomar asiento en el Estadi Balear y disfrutar de lo que el FM26 nos permita hacer en esta nueva historia!!