Capítulo 1: La Llamada InesperadaEl sol del mediodía caía como un manto de fuego sobre las calles polvorientas de El Cairo. Hassan Safar, con sus 36 años a cuestas, caminaba por el bullicioso mercado de Khan El Khalili, sorteando vendedores de especias y turistas embelesados con las joyas de plata. Sus pasos eran firmes, pero su mente vagaba por los recuerdos de un pasado glorioso en los campos de fútbol. Había sido un centrocampista implacable, un héroe nacional en equipos como el Al Ahly y el Zamalek, donde sus pases precisos y su visión de juego habían llevado a victorias inolvidables. Pero las lesiones, esas traidoras aliadas del tiempo, lo habían obligado a colgar las botas hace dos años. Ahora, se ganaba la vida como analista deportivo en una cadena local, comentando partidos con una pasión que ocultaba su frustración por no estar en el banquillo. Hassan se detuvo frente a un puesto de té, pidiendo un vaso humeante de hibisco. Mientras sorbía la infusión roja como la sangre del Nilo, su teléfono vibró en el bolsillo de su camisa blanca, empapada de sudor. Miró la pantalla: un número desconocido con prefijo de Abu Dhabi. Frunció el ceño, pero algo en su instinto de exjugador le dijo que respondiera. -¿Sí? -dijo, con voz grave y cautelosa. -Hassan Safar, ¿verdad? Soy Salem Al-Shamsi, presidente del Pyramids FC. Hassan casi deja caer el vaso. El Pyramids FC era uno de los clubes emergentes de la Premier League egipcia, financiado por inversores emiratíes y con una ambición que rivalizaba con los gigantes tradicionales. Al-Shamsi era conocido por su astucia en los negocios y su mano dura en las negociaciones. ¿Qué querría de él? -Señor Al-Shamsi, es un honor. ¿En qué puedo ayudarlo? La voz al otro lado era suave, casi sedosa, con un acento que mezclaba el árabe egipcio con toques del Golfo. -Hassan, he seguido tu carrera. Eres un hombre de fútbol puro, no de esos entrenadores de moda. Nuestro equipo necesita un líder como tú. Quiero ofrecerte el puesto de entrenador principal. Inmediatamente. Hassan parpadeó, sintiendo un cosquilleo en la nuca. ¿Entrenador? Había soñado con eso, pero no esperaba que llegara tan pronto, ni de un club como el Pyramids. Se imaginó en el banquillo del Estadio 30 de Junio, dirigiendo a estrellas en ascenso, reconstruyendo un equipo con su visión táctica. Pero algo no encajaba. El Pyramids había tenido un entrenador hasta hace poco; los rumores hablaban de despidos abruptos y escándalos financieros. -¿Por qué yo? -preguntó, tratando de sonar calmado-. Hay nombres más grandes en el mercado. Al-Shamsi rio, un sonido seco y calculado. -Porque tú entiendes Egipto, Hassan. Entiendes el alma del fútbol aquí. Y porque... bueno, digamos que necesitamos a alguien discreto. Alguien que no haga preguntas innecesarias. Hassan sintió una punzada de inquietud. ¿Discreto? Caminó hacia un rincón más tranquilo del mercado, alejándose del ruido. -Señor, estoy halagado, pero necesito detalles. ¿Qué pasa con el contrato? ¿El staff? ¿Los jugadores? Hubo una pausa, como si Al-Shamsi estuviera midiendo sus palabras. -El contrato es generoso: hasta el 31 de julio de 2027, con bonos por títulos. Tendrás carta blanca para el entrenamiento. Pero hay una... sorpresa. El club ha recibido una sanción de la FIFA. No podemos fichar jugadores hasta el 31 de diciembre de 2027. Tendrás que trabajar con lo que hay, Hassan. Construir desde dentro. Hassan se apoyó en una pared antigua, el corazón latiéndole fuerte. ¿Una sanción? Eso explicaba los rumores: deudas ocultas, transferencias irregulares, quizás algo más oscuro. ¿Por qué no se había hecho público? Y ¿por qué él, un exjugador sin experiencia como entrenador principal, era la elección para navegar esa tormenta? -¿Qué tipo de sanción? -insistió, su voz bajando a un susurro. Al-Shamsi suspiró. -Detalles menores, nada que no podamos manejar. Pero necesito tu respuesta pronto. ¿Estás dentro, Hassan? Esta oportunidad no espera. Hassan miró al horizonte, donde las pirámides de Giza se erguían como guardianes eternos. Algo en esa llamada olía a misterio, a secretos enterrados bajo la arena. Pero el fútbol era su vida, y esta podía ser su redención. O su ruina. -Lo pensaré -dijo finalmente-. Deme 24 horas. -Bien. Pero recuerda, Hassan: en el desierto, las sombras se alargan rápido. La línea se cortó. Hassan guardó el teléfono, el té ahora frío en su mano. No sabía que esa llamada era solo el comienzo de una red de intrigas que lo arrastraría al corazón oscuro del fútbol egipcio, donde el poder, el dinero y los antiguos secretos se entretejían como las vendas de una momia. Y su decisión estaba tomada: iba a entrenar al Pyramids FC.
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