Die Geschichte von Matthias - Der Enkel des Kleinen Toni (La historia de Matthias - El nieto del pequeño Toni) Kapitel 3 – Der Endgültige Kurs (Capítulo 3 – El Rumbo Definitivo) Teil 16 – Innsbruck: Das Endziel (Parte 16 – Innsbruck: El Destino Final) En las afueras de Salzburgo, Austria. El sol se alzó sobre Salzburgo, tiñiendo las cumbres cercanas con una luz dorada y suave que auguraba un nuevo comienzo. Matthias, a pesar de las pocas horas de sueño tras el viaje nocturno, se despertó con una alegría que hacía mucho que no vivía. Era la sensación profunda de un hombre que, tras meses de planificación, estaba a punto de ejecutar su estrategia maestra. La incertidumbre había sido reemplazada por una certeza gélida. Era un domingo de junio bien temprano, y el B&B HOTEL Salzburg-Nord aún dormía en la quietud de la mañana. Matthias se vistió con ropa informal pero impecable, bajó al lobby y se sirvió un café rápido. Sabía que sus compañeros, agotados por la adrenalina y las vicisitudes del viaje nocturno, tardarían en aparecer. El tiempo era perfecto para su jugada. Se sentó en una mesa apartada, con el teléfono móvil en la mano. El timing era crucial: quería que su llamada fuera lo primero que interrumpiera la tranquilidad dominical. Respiró profundamente. No había nervios, solo la concentración precisa de un cirujano antes de la incisión. Marcó el número que había guardado en Viena, aquel que pertenecía a aquella misteriosa persona que lo acercaría al gigante dormido. La conversación fue breve, mezclada con risas y anécdotas. No fue una presentación formal, sino el reencuentro de conocidos. Matthias no necesitó justificar su currículum; solo deslizó la necesidad de un encuentro urgente para hablar de "cierto club". Del otro lado, la voz se escuchaba divertida y sorprendida, pero sobre todo, complacida. La reunión no se estaba negociando, sino agendando. Matthias terminó la llamada con una pregunta que no permitía un "no": el lugar y la hora exactos. Colgó el teléfono. Su rostro reflejaba una euforia contenida, la satisfacción de haber movido la pieza más difícil del tablero. Justo en ese momento, Daniel y Fernando bajaban a desayunar, arrastrando los pies y el cansancio. Daniel llevaba una gorra de béisbol, y Fernando se frotaba los ojos, buscando la cafetera. —¡Buen día! —saludó Matthias, irradiando energía. —¿Qué tiene de bueno? Es domingo, estamos en un hotel de autopista y no sabemos dónde vamos —gruñó Fernando, acercándose a por el panecillo más grande. Daniel se dejó caer en la silla, mirando a Matthias. —¿Hiciste la llamada, Wunderkind? ¿O te acobardaste con la luz del día? Matthias tomó un sorbo de café y apoyó el teléfono sobre la mesa, con la pantalla hacia abajo, como un trofeo. —La llamada está hecha, muchachos. Al mediodía tenemos la reunión. Preparen el análisis, porque el rumbo definitivo ya tiene coordenadas. El desayuno fue rápido y silencioso. La excitación de Matthias contrastaba con la ansiedad de sus colaboradores. Recogieron sus pocas pertenencias y, en menos de media hora, el tridente se dispuso a subirse al coche nuevamente, las mochilas ajustadas en el maletero. Daniel, el piloto de siempre, encendió el motor. Salió del estacionamiento del hotel, deteniendo el coche en la salida principal. Miró a Matthias, esperando la orden que definiría el resto del día. —¿Adónde vamos? —preguntó Daniel, con la paciencia casi agotada. Matthias se acomodó el cinturón de seguridad. Sus ojos, fijos en el horizonte del sur, apuntaban hacia las grandes montañas que dominaban el paisaje. —Vamos a Innsbruck. Fernando, desde el asiento trasero, se inclinó bruscamente, el impacto de la ciudad tirolesa resonando en su mente. —¡Innsbruck! ¿Ese es nuestro destino final? ¿El Wacker Innsbruck? Matthias sonrió levemente, un gesto misterioso. Miró por la ventana, observando cómo la luz matutina rompía la neblina alpina. —Así parece —contestó Matthias, dejando que el silencio, cargado de promesas y de secreto, hablara por él.
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