Ahora mismo con La luz que no puedes ver de Anthony Doerr, que establece un interesante paralelismo entre la opacidad y la visibilidad de las líneas de causalidad que integran la urdimbre de la trama de los destinos personales, y esa misma opacidad y visibilidad pero del espectro electromagnético (espectro visible y espectro invisible para el ojo humano) que determina los colores que percibimos y toda aquella luz que existe pero que no podemos ver. Vamos como si todo estuviera predestinado en su desarrollo, pero nosotros pobre miopes, sólo pudiéramos apreciar parte minúscula de las relaciones causales que determinan aquello que nos afecta. Y la analogía entre la física del espectro electromagnético y la metafísica monista del destino, viene dada a cuento de que el muchacho alemán y la muchacha francesa que partiendo de lugares no solo diversos sino antagónicos como la Francia y la Alemania enfrentadas en la segunda guerra mundial, y que entretejen sus vidas a través del amor, se dedican respectivamente a la física electromagnética él, y a sobrellevar como mejor pueda su ceguera ella. Una ingeniosa analogía, aunque por mi parte repudio los ecos leibnizianos de la metafísica monista del destino que se hayan sustentándola en segundo plano.
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