-PRÓLOGO - LIBERTAD CONDICIONAL-
Mi querido apartamento
Junio de 2018, Aparecida de Goiania, Brasil
Acerté a la primera a abrir la puerta de mi apartamento y lancé las llaves al cuenco que hacía las veces de llavero y ensaladera y que reposaba sobre la cutre encimera de la cocina americana. Miré el desvencijado sofá que presidía la sala principal de apenas 10mts cuadrados con una mueca de asco. El único mueble que había en el salón aparte de una mesa de jardín con una silla plegable y, sobre la mesa, el periódico de la mañana anterior y los restos de la comida de anoche. La jornada laboral de casi 12h descargando cajas y paquetes en el almacén me había dejado destrozado. Me iba a romper la espalda cualquier día de estos.
Fracaso. Frustración. Ansiedad.
Son las tres palabras que me repetía día tras día cada vez que entraba en casa. Bueno, si a este zulo donde vivo se le puede llamar casa. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Quiero decir, no soy estúpido ni estoy borracho, sé cómo he llegado. Era una pregunta un tanto más retórica. Quizá debería plantearla de otro modo ¿Cómo ha cambiado tanto mi vida en tan poco tiempo? ¿Qué he hecho para terminar perdido en un rincón de Aparecida de Goiania?
La vida no me ha sonreído, pero tampoco es que me haya dado la espalda. Con el trabajo de mi padre tuve la suerte de conocer varios países, dos continentes, culturas diferentes, ganar dinero, conocer mujeres… El tener doble nacionalidad debido a mis raíces brasileñas y españolas también me ha servido labrarme un pequeño nombre en el fútbol de segunda línea brasileño antes de que las lesiones y la falta de oportunidades me hicieran dejarlo (ya… la típica historia, ¿verdad?). Decidí entonces pedirle trabajo a mi padre, un empresario tan importante, que influía en el mercado del petróleo, se codeaba con jeques árabes y se movía con soltura en las bolsas más prestigiosas del mundo debía necesitar, aunque fuera, un recadero. Pero ahora, a mis 34 años me encuentro sólo, perdido y sin poder salir de aquí. Es lo que pasa cuando estás una temporada en la cárcel, que te cuesta mucho más encontrar trabajo.
¿Qué cómo he llegado entonces hasta este antro? Me tomo una cerveza y os lo cuento. Aunque ni la cerveza enfría este pseudofrigorífico que tengo en casa. Bueno veamos… ¿Por dónde empezar? No os voy a relatar toda la historia de cómo mi padre decidió invertir en un trozo yermo de tierra de la zona norte de Brasil y terminó descubriendo uno de los mayores yacimientos petrolíferos del continente, ni como su empresa se expandió a nivel internacional en cuestión de dos años. Tampoco os voy a contar toda la historia de mi pasado futbolístico. Me retiré hace 8 años tras haber jugado apenas un puñado de partidos a nivel profesional en el Brasileirao Serie B repartidos entre el Ponte Preta y el Goias. La historia de los representantes que se lucran a costa del talento de jugadores jóvenes para luego dejarlos en la estacada cuando no llegan a la élite está muy manida y no es el núcleo de la historia. Tampoco viene al caso que conozcáis mi entrada al negocio de mi padre, la Goiana Petroleum, como ejecutivo medio, lo que me permitió viajar a España con frecuencia y visitar a la familia de mi madre, a la que hacía años que no veía, entre negocio y negocio. Aunque, pensándolo bien, os he hecho un buen resumen. Realmente mi descenso y caída en desgracia ocurrió mucho después de todo eso. Hace apenas poco tiempo. Y ahora que lo pienso, en realidad ya nos conocemos…
¿No os acordáis de mí? Tampoco me extrañaría, tuve un paso fugaz, apenas una conversación en Lanzarote con un entrenador de éxito que me contó sus hazañas con su club, el Recreativo de Huelva. ¿Se os va refrescando la memoria? Pongámonos en situación.
Julio de 2017, Lanzarote - Islas Canarias, España.
Mi estancia en España no sería muy larga esta vez, atrás habían quedado los viajes de negocios en los que pasaba una semana de reunión en reunión y de fiesta en fiesta. Cuando uno tiene poder y dinero se puede permitir cualquier cosa. Pero cuando comienza a ver tratos turbios y que el dinero comienza a desviarse hacia países de oriente medio con los que poco o nada le gustaría que lo relacionaran, hay dos opciones: o continúas haciendo oídos sordos y llenándote los bolsillos con el altísimo riesgo de terminar muy mal, o lo dejas. Y yo me decidí por lo segundo.
No podía seguir dando la espalda al hecho de que mi padre llevaba muchos años amasando su fortuna a costa de servir como entidad financiera de grupos armados que operaban en zonas en guerra. La multinacional petrolífera era el espejo perfecto para reflejar todas las sospechas y que los negocios turbios quedasen en la oscuridad. Pero no había que ser muy avispado para darse cuenta de que existían multitud de contabilidades B en la empresa y dinero que se perdía sin saber a dónde iba. Es por ello que, finalmente, terminé por oír el consejo de mi madre, que se había separado de mi padre años atrás harta de sus mentiras y se había vuelto a su Lanzarote natal, huyendo de un posible futuro muy negro. Yo sin embargo había decidido quedarme en Brasil ya que comenzaba a despuntar en esto del fútbol y mi representante me decía que me convertiría en el próximo Rivaldo. Pero me quedé en el camino. Finalmente abandoné el fútbol y me dediqué a ganar dinero en la empresa de mi padre. Ahí comenzaron las advertencias de mi madre.
Y en esta ocasión, aterrizaba en Lanzarote para contarle a mi familia que lo había dejado. Que me había despedido de la empresa de mi padre y que mi idea era tratar de probar suerte en el mundo del fútbol de nuevo, como entrenador, preparador, utillero… lo que fuera. Quería tener la sensación de estar ganando el dinero de forma limpia. Me encontraba recogiendo mi equipaje para salir de camino al hotel (mi familia no sabía que venía) en lo que un toque en el hombro me sacó de mis pensamientos.
- Perdona que te moleste. ¿Eres entrenador?
La mochila del colegio de entrenadores me había delatado. Me giré y reconocí un rostro que me resultaba familiar.
- Pues sí. Renato Ribeiro, un placer.
Le tendí la mano mientras mi interlocutor me dijo su nombre. Rubén Polo, el entrenador de moda en el fútbol español. A pesar de no vivir en el país, seguía la Liga Española ya que, ¿por qué no? Si finalmente se me terminaba dando bien lo de entrenar, podía ser un buen destino para terminar.
- ¿Qué tal Rubén? Tanto gusto. Toda una hazaña la conseguida este año con su equipo.
- ¿Me conoces?
- Bueno, no en persona, pero desde Brasil sigo el fútbol español. Soy mitad español y viajo mucho por negocios. ¡Así que nunca está de más estar informado!
- Pues no. La verdad que no. Y tú, ¿te encuentras entrenando actualmente?
- No, acabo de dejar un trabajo en una empresa en la que no estaba demasiado contento y me dispongo a volver a Brasil para aventurarme en el mercado laboral. Será mi primera experiencia en los banquillos así que no espero gran cosa.
- Bueno, por algún lado has de empezar, trata de buscar un buen club cantera que te de proyección. Si pudiese ayudarte en algo lo haría… pero mis contactos en Sudamérica son nulos. Es más, nunca he estado allí.
- Muchas gracias por la ayuda, se tiene en cuenta. Disfruta entonces de tus vacaciones, yo apenas estaré un par de días. ¡Mucha suerte en tu nueva temporada!
- Y a ti en tu búsqueda de trabajo.
Actualidad
¿Ya nos hemos puesto en situación? ¿Aún no? Vamos que os lo tengo que dar todo triturado listo para engullir…
https://www.fmsite.net/forums/topic/82109-¡despierte-abuelo-hay-luz-al-final-del-túnel/?page=12&tab=comments#comment-2628606
¿Ahora? Menos mal… Pero claro, aún así todavía queda todo ese tema de la cárcel… la ausencia del dinero que había ganado y demás… Os estaréis preguntado ¿Qué habrá hecho este Robinho de tres al cuarto, esta medianía del fútbol para acabar con su crisma en una cárcel brasileña? Pues no es muy complicado, en realidad ya podréis haberlo deducido. Tras pasar unos días en Lanzarote con mi familia y comunicarles la alegre noticia, tomé un vuelo de vuelta a Brasil donde la Policía Federal estaba preparada para darme un cálido recibimiento.
Me leyeron mis derechos y se me informó de que me detenían por blanqueo de capitales y fraude fiscal. ¿Cómo? Diréis. No, no evadí impuestos. No yo al menos. Sí mi padre, sí su empresa. Pero también figuraba yo en los documentos firmados de muchas operaciones fraudulentas llevadas a cabo en Oriente Medio. La investigación de la Policía Federal Brasileña en conjunto con la Interpol llevaba en marcha más de dos años y, junto conmigo, otros 5 cargos medios de Goiana Petroleum fueron llevados a juicio. Todos inocentes, todos manchados por los de arriba, que se salvaron de la quema y sus manos siguieron limpias a ojos de la opinión pública. Dos de ellos amenazaron con tirar de la manta y hacer caer a los peces gordos, pero tras la visita de un par de tipos sospechosos a la casa de ambos, asumieron su culpa y la condena de un año de prisión. Al pobre Fabiano, al tener antecedentes penales (aún no sé como entró a la empresa habiendo sido acusado de atraco a mano armada un año antes de su entrevista de trabajo) le cayeron 4 años entre rejas. Y tanto Osvaldo como yo salimos mejor parados y al tener la hoja de antecedentes limpia sólo tuvimos que cumplir 6 meses, más otros 6 con el pasaporte retenido para evitar fugas.
Y aquí estoy, sin dinero tras haber sido intervenidos todos mis bienes, con antecedentes penales, sin pasaporte y con el único trabajo de mierda que me dieron en el programa de reinserción que ha conseguido que en 4 meses haya perdido como 6 años de esperanza de vida. No obstante son las 4 de la madrugada y aquí estoy: recién llegado de trabajar, en calzoncillos tirado en un sofá que se lo comen las chinches, con una cerveza en la mano y hablando con vosotros. ¿Qué más se puede pedir?
Fracaso. Frustración. Ansiedad… Y el teléfono que vibra indicando una llamada entrante. Un número desconocido a una hora intempestiva. Nada bueno pasa después de las 2.
- ¿Qué tal Renato? ¿Te acuerdas de mí?
20 de junio de 2018, 04.00 de la madrugada. Aparecida de Goiania.
- ¿Cómo olvidar tu asquerosa voz de mentiroso? Filho da puta ¿Cómo cojones tienes este número y qué coño haces llamando a estas horas?
- Sigues teniendo el mismo mal carácter. No has cambiado en todo este tiempo. ¿Qué pasa garoto? ¿Cómo te trata la vida?
- Corta el rollo Leonardo. ¿Para qué coño me llamas?
¿Os acordáis de la historia que os he contado acerca del representante que deja tirado al jugador? Pues su nombre era Leonardo.
- Qué pasa, ¿Un viejo amigo no puede acordarse de su representado?
- Tú y yo dejamos de ser amigos en el momento en el que decidiste dejarme tirado, chupasangres. A qué vienes ahora ¿a reírte de mí?
- Tranquilo garoto, de verdad, que vengo en son de paz. No te conviene hablarme así, quizá venga para ayudarte.
- Tú no me has ayudado en la vida, sólo te has aprovechado de mí, del poco o mucho talento que pude haber tenido para llenarte los bolsillos a mi costa. Y en cuanto te salió uno mejor, patada en los huevos y a que me buscase la vida.
- Las cosas no son exactamente así, y además yo no tuve la culpa de tu accidente de coche, pero no te llamo para eso. El pasado es pasado, han transcurrido 8 años ya y tu vida ha cambiado bastante.
- Y tanto…
- Por eso. No te preocupes que me conozco toda tu historia. Sé que volvías a Brasil para buscar trabajo y sé lo que pasó con las empresas de tu padre. Te juro que mi intención era llamarte nada más llegases a Brasil para tratar de echarte un cable. Intentar entrenar a un club por primera vez nunca es fácil y yo aún conservo algunos contactos.
- Dos preguntas. ¿Por qué debería creerte? Y ¿por qué ibas a querer ayudarme?
- Bueno, digamos que necesito quemar un poco de mal karma y sé de sobra que no me porté del todo bien contigo. No quiero decir que ese traspaso frustrado al Palmeiras acabase con tu carrera… pero parte de culpa tuvo.
- ¿Traspaso frustrado? Te lo inventaste cabrón. Todo. Te inventaste que el Palmeiras me quería para que el Goias me renovase el contrato y llevarte pasta en comisiones. La directiva no se lo tragó y no me dio tiempo de mandarte a la mierda antes de que me despidiesen por conducta desleal.
- Tal y como lo explicas tú suena mucho peor. La cuestión es que te iba a llamar porque había varios clubes de la Liga Brasileña y Argentina que hubiesen estado encantados de contar contigo la temporada pasada. El All Boys, el Fortaleza… nada de primera línea, pero en Argentina y Brasil, la punta de lanza del fútbol sudamericano. Habría sido un gran comienzo para ti.
- ¿Y qué me cuentas con todo esto? Para qué me dices qué equipos me querían. ¿Qué más me da eso ahora?
- Renato, intento decirte que hay hueco para entrenadores como tú en el fútbol. Que a los equipos les gusta la gente que ha tenido pasado como futbolista y más aún si tienen el carácter que tienes tú. Pero en tu situación actual, entrenar en Brasil se ha puesto muy complicado. Salvo que quieras entrenar en Cuarta División, donde no pagan ni las nóminas.
- Para eso me quedo en el almacén. No cobro mucho, pero al menos cobro.
- Por eso, sin embargo, buceando un poco en el mercado extranjero, podemos encontrar algo.
- Me quedan 10 días para que me devuelvan el pasaporte. No puedo viajar aún.
- Lo sé, por eso tienes mañana una videoconferencia a las 11.30 de la mañana. No hace falta que me des las gracias.
- ¿Videoconferencia? ¿Qué? ¿Con quién?
- Con alguien que quiere apiadarse de ti, garoto. Muestra tu mejor cara y saldrás del bache pronto. Los caídos también merecen resurgir.
- ¿Apiadarse? Qué es esto ¿la iglesia?
El clic al otro lado de la línea indicaba que la llamada se había terminado. Genial, casi las 5 de la mañana, sin poder pegar ojo y ahora con la cabeza funcionando a 1000 por hora por culpa de la llamada del puto Leonardo. Me quedaban 6h para tratar de dar una cara al menos agradable. No estaría de más lavar y adecentar una camisa, los pantalones… da igual. No me van a ver las piernas.
A la mañana siguiente
Me miré en el sucio espejo y el reflejo que me devolvió indicaba que hacía tiempo que había pasado mi mejor momento. La temporada en la cárcel había servido para que volviese a ponerme en forma, pero ya no soy el que era. La cicatriz que surca mi tobillo izquierdo, me recuerda que salí bien parado de aquel accidente de coche que me dejó sin jugar durante casi un año, poco antes de retirarme. El tobillo fracturado por tres sitios es mejor que el trozo de carrocería que casi me seccionó la arteria Femoral y que habría hecho que muriese desangrado antes de que los servicios de emergencia pudiesen rescatarme. Tres operaciones, 2 placas de titanio y 4 tornillos, 5 meses de rehabilitación con los fisios del Goias y “como nuevo”. Me sentía con ganas de seguir jugando, pero poco después vino la traición de Leonardo y decidí abandonar.
La razón por la que podía verme los tobillos es porque había cumplido con mi premisa de la noche anterior: me había duchado, afeitado y peinado, lavado y adecentado una camisa, pero pasaba de ponerme pantalones. Iba a estar sentado. El teléfono vibró con fuerza a la hora acordada, la videollamada iba a comenzar y salí corriendo hacia la sala principal, sujeté el teléfono con un botellín de cerveza de la noche anterior y me senté en la silla a la vez que pulsaba el botón de descolgar. Un hombre de mediana edad, piel morena y traje de chaqueta me esperaba.
- Buen día.
- Buenos días señor.
- Como su representante le habrá dicho, estamos interesados en conocer su disponibilidad para entrenar a nuestro club. Mi nombre es Jair Barragan y soy presidente de La Piedad.
La Piedad, ahora entendía el juego de palabras de mi “representante”. Que gracioso el filho de puta. La Piedad… no me sonaba ese nombre de ningún equipo del Brasileirao. Además, es un nombre español, no portugués…
- Sí señor Barragán, hablé anoche con… mi representante y me dijo que hoy hablarían ustedes conmigo.
- ¿Le dijo algo del club? ¿De mí?
- No señor… ¿debería haberme dicho algo?
- No necesariamente. Cuando Leonardo nos ofreció sus servicios para entrenar a los Reboceros de la Piedad, le pregunté que si usted tenía conocimientos sobre la liga mexicana. Él me dijo que pocos aparte de que compartió usted vestuario con un compatriota en su época del Ponte Preta.
- Pues sí, está usted bien informado.
- Mucho Renato. Acá en Mexico vivimos el fútbol con mucha pasión, quizá no tanta como ustedes allá en Brasil, pero amamos este deporte. Y yo siempre he sido un gran seguidor del Brasileirao. Lo ví jugar, me lamenté mucho cuando se accidentó y decidió retirarse.
- ¿Usted me vio jugar? ¿A mí?
- Sí. Conozco toda su trayectoria y conozco su situación actual.
- Entonces sabrá que no puedo viajar a Mexico en estos momentos.
- No hasta dentro de 10 días.
- Exacto.
- Nosotros tardaremos unos 3 o 4 en tomar la decisión. Si es usted seleccionado aún le queda tiempo de preparar su equipaje e incorporarse el día 1 de Julio. Eso sí, tendría trabajo por hacer desde Brasil.
- ¿Qué tipo de trabajo?
- Queremos conformar un plantel para copar los puestos tranquilos en la Liga de Ascenso Mexicana. ¿Conoce cómo funciona el sistema de liga de acá?
- Más o menos.
- Para ello necesitamos caras nuevas. Nuestro equipo es muy joven y cuenta con pocos jugadores en propiedad. Tendría que formar un equipo casi desde cero y en pocos días.
- ¿Y eso por qué?
- La fecha máxima para inscribir jugadores nacidos en el país es el 5 de julio.
- ¿¡Cómo!? ¿Tendría 5 días para construir una plantilla?
- No si comienza a trabajar desde allá.
- Bueno, algo se podrá sacar de la cantera. Me gusta formar un equipo con gente de la casa.
- Nosotros no contamos ni con instalaciones adecuadas ni con una base sólida. No al menos esta temporada.
- Osea que me tengo que buscar la vida.
- Si acepta el puesto sí. El sueldo será superior al que cobra ahora en el almacén y nuestra ciudad es más segura que ese suburbio donde vive ahora.
- ¿Cómo sabe eso? Ah… ya… Leonardo.
- Nos ha puesto al día de lo que no sabíamos. Usted quiere un trabajo, nosotros no vemos con malos ojos que entre a trabajar aquí. Un entrenador extranjero, de mano dura, puede venirnos muy bien para enderezar a los jóvenes. ¿Qué me dice? ¿Le incluimos en la lista de candidatos?
- No tengo alternativa…
- Muy bien, en unos días tendrá noticias nuestras. Buen día señor Ribeiro.
- Buen día señor Barragán.
Colgué la videollamada y mil preguntas surcaron mi cabeza. ¿Por qué Leonardo sigue queriendo ayudarme? ¿Por qué le habrá contado a gente de México que trabajaba para malvivir? ¿Cómo un tío que no me conoce de nada y que preside un club de otro país ha seguido mi carrera? Y lo que es peor ¿cómo iba a hacer para fichar jugadores en 5 días y sin ayuda?