En una ciudad marcada por el contraste entre el lujo turístico y la vida cotidiana de sus barrios, el Atlético Baleares se alza como un símbolo de resistencia, identidad y pertenencia. Fundado en 1920, este club no nació en despachos ni en salones de élite, sino en talleres, calles polvorientas y patios donde los trabajadores soñaban con algo más que jornadas interminables: soñaban con fútbol. Un club nacido del pueblo El origen del Atlético Baleares está profundamente ligado a las clases populares de Palma. Su antecesor, el Mecánico FC, estaba formado por obreros del taller de reparación de trenes, y esa raíz obrera no solo definió su estilo de juego —intenso, aguerrido, sin concesiones— sino también su filosofía. Mientras el RCD Mallorca representaba a las capas más acomodadas de la ciudad, el Baleares se convirtió en el equipo del barrio, del trabajador, del que no tenía más que su voz y su pasión para hacerse notar. Son Canals: cuna de identidad El barrio de Son Canals no es solo el lugar donde el club echó raíces; es el corazón que lo alimentó durante décadas. Allí, entre edificios humildes y calles estrechas, se vivía el fútbol como una extensión de la vida. El antiguo campo de Son Canals era más que un estadio: era un punto de encuentro, un espacio de comunidad, donde los vecinos compartían alegrías, frustraciones y sueños cada domingo. Aunque el club se trasladó al Estadio Balear en 1960, el espíritu de Son Canals sigue vivo en cada cántico, en cada bandera, en cada mirada nostálgica. La afición: voz del barrio Pocas hinchadas en España pueden presumir de una fidelidad tan férrea como la del Atlético Baleares. No importa la categoría, el resultado o la gestión: los balearicos están ahí, alentando con fuerza, defendiendo su identidad. Son familias que han pasado el testigo de generación en generación, vecinos que crecieron con el murmullo del estadio como banda sonora, trabajadores que encontraron en el fútbol una forma de expresión y de lucha. La afición no solo acompaña: exige. Exige respeto por la historia, por el barrio, por los valores que hicieron grande al club. Y cuando el Atlético Baleares fue adquirido en 2014 por el empresario alemán Ingo Volckmann, muchos temieron que esa esencia obrera se diluyera entre intereses comerciales. Pero la afición se mantuvo firme, recordando que el club no es propiedad de nadie más que de su gente. Más que fútbol: una causa El Atlético Baleares ha sido, a lo largo de su historia, un refugio para quienes no se sienten representados por el fútbol moderno. En sus gradas no hay postureo, hay pasión. En sus calles no hay marketing, hay memoria. El club ha servido como plataforma para reivindicar valores como el esfuerzo, la humildad, la solidaridad y el arraigo. Ha sido testigo de luchas sociales, de cambios urbanos, de transformaciones culturales… y ha sobrevivido a todas ellas sin perder su esencia. El futuro: entre la memoria y la ambición Hoy, el Atlético Baleares se encuentra en una encrucijada. Con una infraestructura renovada, un estadio modernizado y una gestión profesionalizada, el club aspira a volver al fútbol profesional. Pero ese camino no puede recorrerse a costa de su alma. El reto es crecer sin olvidar, avanzar sin renunciar, competir sin dejar de ser el equipo del barrio. Porque el Atlético Baleares no es solo un club. Es una historia que se escribe con sudor, con voces roncas, con manos callosas. Es el eco de Son Canals, el rugido de una afición que no se rinde, el símbolo de una Palma que aún conserva su corazón obrero.