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Capítulo 1: Azul es el sueño

Santiago de Chile.
Me llamo Luis Bustamante, tengo 34 años y nací con el corazón teñido de azul. No vengo de la élite del fútbol, ni tengo vitrinas llenas de medallas. Pero si algo me sobra, es pasión. Pasión por este escudo. Por esta camiseta. Por este club que, para mí, lo es todo.

Nunca fui jugador profesional, aunque estuve cerca. Pasé por varios juveniles, y si bien nunca destaqué por habilidades extraordinarias, mi camiseta siempre quedaba empapada en sudor. Daba hasta el último aliento. Mi último intento fue en la universidad. Fue mi última bala… y fallé. Las lágrimas caían sin poder contenerlas. Sabía que no bastaba solo con el esfuerzo.

Pero algo valioso salió de todo eso. Cuando me despedía de mi sueño, el entrenador se me acercó y me dijo algo que nunca olvidé:

“Tienes una visión interesante del campo. Sabes dar instrucciones, moverte sin balón, anticipar jugadas… quizás lo tuyo sea dirigir.”
Y ahí lo supe. No sería protagonista dentro del campo. Pero sí podía ser el arquitecto desde la banda.

¿Y cómo olvidar el momento en que lo entendí por completo?
Un partido cualquiera... para muchos. Para mí, el momento exacto en que mi mente se alineó con lo que el corazón venía gritando desde que nací.

El estadio estaba lleno. La gente empujaba con alma. El balón apenas se movía en el centro del campo y ya lo veía todo con claridad:
Un pase al delantero centro, que se carga hacia la banda derecha. El central y el lateral salen a marcar. Él pivotea al “10”, que de primera filtra un balón al lateral. Este mete el centro y el extremo izquierdo aparece solo para meter un frentazo certero: gol.
Gol del 2‑1. Gol de la victoria.
Y así, tal cual lo imaginé, ocurrió.
Ese día, supe que mi lugar en el fútbol tenía otra forma. Que lo mío era ver antes de que ocurriera.
Ese día empecé a soñar con ser técnico.

De chico, mi viejo me llevaba al Nacional. No teníamos mucho, pero cuando la U jugaba, éramos millonarios en ilusión. Yo miraba a los Salas, a los Goldberg, a los Johnny Herrera... soñando, sí, pero no con hacer goles o tapar penales.
Me habría encantado estar dentro del campo, asistiendo, filtrando balones, marcando el ritmo. Pero lo mío era diferente. Mientras otros jugaban, yo dibujaba partidos en mi cabeza. Calculaba espacios, leía jugadas antes de que ocurrieran.
Ya fuera dentro o fuera del campo, soñaba con llevar a la U a lo más alto.

Hoy ese día llegó.


El club de mis amores

Universidad de Chile.
Un gigante dormido.
Un club con historia, gloria y mística... pero también con heridas abiertas que aún duelen. La U no es solo un equipo, es una forma de sentir, de vivir. Es un amor que duele, que te arranca lágrimas, pero que también te regala abrazos eternos en la galería.

Es el club de Leonel, de Lucho Musrri, de Salas, de Diego Rivarola, de Johnny Herrera. El club que tocó el cielo en 2011, cuando el mundo conoció esa máquina azul de Sampaoli. Pero también es el club que ha tocado fondo una y otra vez.
Si no se sufre, no es la U.

Los últimos años han sido rudos. Temporadas marcadas por la incertidumbre, con directivas que van y vienen, con promesas que nunca se cumplen, con técnicos que duran menos que una ovación y jugadores que no entienden el peso de esta camiseta.
Y en medio de todo eso… el hincha. Siempre el hincha.

El hincha azul ha aprendido a vivir con el alma hecha pedazos. Ha ido al estadio con miedo al descenso, con la garganta apretada por la impotencia. Ha mirado cómo se apagan las luces de su historia, mientras otros se burlan o dan la espalda. Pero aún así, vuelve. Siempre vuelve.

Porque ser de la U no es una elección. Es una convicción. Es pararte en la galería con lágrimas en los ojos y cantar más fuerte que nunca. Es bancarte cada derrota y abrazarte con extraños cuando llega la victoria.
Es recordar que en medio del caos, en medio de la oscuridad, la U siempre vuelve a levantarse. Porque en los momentos difíciles, el león herido ruge… y es más peligroso y más fuerte que nunca.
Porque este club nació del pueblo, y el pueblo no se rinde.

No es el mejor momento para la U. El equipo arrastra temporadas de sufrimiento, con más dudas que certezas. Algunos se fueron. Otros están, pero sin alma. El hincha quiere volver a sentirse orgulloso, quiere volver a gritar con el pecho inflado, quiere volver a ser feliz.

Y yo… yo también.


El llamado

Lejos estaba yo de ser técnico profesional. Sin títulos, sin cámaras, sin reflectores. Pero había un lugar donde sí podía cumplir mi sueño: Football Manager. Ese juego no era solo un pasatiempo, era mi pizarra, mi laboratorio, mi escape… mi forma de vivir el fútbol como siempre lo soñé: desde el banco, como estratega, como guía.

Ahí podía dirigir al equipo de mi vida. Poner a la U en lo más alto. Imaginaba sistemas tácticos, ensayaba formaciones, corregía errores, potenciaba talentos. Me dejaba llevar por ese fútbol que siempre admiré: el inglés, con partidos de ida y vuelta, donde defender era atacar, donde cada jugada era un grito contenido, una adrenalina constante. Intenso. Agotador. Apasionante.

Y entonces apareció en mi vida el loco. Bielsa.
Ese técnico que me marcó.
Ese que no temía cambiar a una leyenda si no podía presionar. Ese que no se casaba con nombres, sino con ideas. Que elevaba lo táctico a lo sagrado.

Mis equipos, aunque fueran virtuales, ya tenían identidad. Intensidad, presión alta, valentía. No siempre ganaba, pero siempre dejaba el alma. Y mientras muchos soñaban con levantar copas, yo soñaba con ser el que diseñara el camino.

Hasta que un día, en medio de la rutina, leí un nombre: Will Still.
Un joven, como yo. Un apasionado del fútbol, como yo. Un tipo que también empezó dirigiendo desde un computador… y que terminó en un banco profesional.
Y ahí, algo dentro mío despertó: ¿y si no es tan imposible?

La U seguía en caída libre. Técnicos con renombre, extranjeros, chilenos con experiencia: nada funcionaba. El club se hundía. Y entonces, en una reunión interna, alguien lanzó una idea que para muchos fue una locura:
—“¿Y si probamos algo distinto?”—
Mi nombre apareció.

No hubo contrato millonario. Ni cámaras. Ni alfombra roja.
Solo una conversación honesta:

—“¿Estás listo para esto?” —me preguntaron.
“Estoy listo desde que tengo memoria.”

La prensa no tardó en lanzar dardos:
“Técnico sin experiencia en Primera”.
“El parche antes de la herida”.
“El experimento”.

No me importó. No estoy aquí por ellos. Estoy aquí por la gente que canta aunque perdamos. Por los que lloran de rabia y vuelven igual al estadio. Por los que se tatúan el escudo. Por los que viajan con lo que no tienen. Por los que sueñan, como soñé yo.


El sueño azul

Como todo hincha enamorado de su club y del arte del fútbol, mi ambición no se limita a ganar partidos: quiero hacer realidad el anhelo de millones de corazones azules. Mi misión no empieza en el marcador, sino en el espíritu de esta institución. Antes de buscar victorias, tenía que devolverle el alma a la U, impregnar de amor por este escudo a cada jugador y convencerlos de que, sobre todo, mojen la camiseta.

No vine a salvar la temporada.
Vine a devolverle el alma a este club.

Sueño con un equipo que se entregue sin reservas: que corra hasta vaciarse, que juegue con rabia y con belleza, que acepte la derrota si es necesario, pero nunca sin darlo todo. Quiero caminar hacia la Galería Sur al pitazo final y ver en esos rostros el orgullo de cada segundo luchado.

Anhelo un título, claro que sí. Pero más allá de levantar una copa, mi deseo es devolverle la dignidad a esta camiseta. Que mi hija crezca viendo a la U como la vi yo: invencible en su entrega y valiente en su estilo.

Este no es solo un trabajo: es una misión.
Y aunque me cueste el corazón, la voy a cumplir.

Mis objetivos están claros:

  • Igualar y superar a nuestro eterno rival en la lista de campeonatos.

  • Dar el paso definitivo y garantizar un estadio propio que sea el hogar que la U merece.

  • Forjar un legado de orgullo y unión que trascienda generaciones.

Porque el Sueño Azul no se mide solo en trofeos, sino en la fuerza de una hinchada que jamás abandona. Y juntos, lo haremos posible.

  • Autor

Era 25 de diciembre de 2023.
Mientras muchos abrían regalos junto al árbol, a mí me llegaba uno distinto, uno que llevaba esperando toda la vida.
Ese día firmé el contrato.
Ese día comenzó mi historia con la Universidad de Chile.

Un sueño que nació en las tribunas, que creció en las consolas con Football Manager y que ahora tomaba forma en el papel.
Pero este sueño no comenzaba en la gloria.
Comenzaba en las cenizas.

Porque en 2022 la U tocó fondo.
El León, ese que alguna vez rugió en Sudamérica entera, parecía agonizar. Tres entrenadores desfilaron por la banca. La dirigencia era un caos. El equipo, sin alma ni rumbo. El descenso estuvo a un suspiro. Y sin embargo… sobrevivimos.
En los últimos minutos.
A lo U.

Y como decimos nosotros:
“Si no se sufre, no es la U.”

2023 prometía ser diferente, pero fue más de lo mismo. Altibajos, frustraciones y una institución que aún no encontraba su norte.
Fue entonces cuando sonó mi nombre. Una apuesta. Un salto al vacío.

La dirigencia aceptó, aunque con condiciones:
Ellos controlarían las ventas, sin mi consentimiento.
Un golpe duro. Pero entendible. El club necesitaba estabilidad económica. Yo acepté… pero puse un límite claro.
Los fichajes los decidía yo.
Porque si el objetivo era devolverle el alma al club, no podía aceptar que cualquiera se pusiera esta camiseta.

Y así empezó el 2024.
Sin promesas vacías, sin luces de televisión.
Solo una verdad ardiente en el pecho: Pasión, disciplina y esfuerzo.

Esa es mi bandera. Eso es lo que voy a transmitir. Porque el León no está muerto.
Está volviendo a rugir.

Y ahora, más fuerte que nunca.

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El rugido de un nuevo comienzo

A veces, las decisiones más importantes se toman en soledad. Durante semanas, mi cabeza no hizo otra cosa más que imaginar formaciones, combinaciones, perfiles. Las hojas del cuaderno ya no tenían margen. Garabateadas por la duda, llenas de flechas, líneas y nombres. Soñaba con cómo se moverían, cómo presionarían, cómo se asociarían. Aún no veía a mis jugadores. Aún estaban de vacaciones. Pero yo... ya jugaba los partidos en mi mente.

¿Línea de 4 o línea de 3?

Era la pregunta que me perseguía incluso mientras intentaba dormir. Sabía que la respuesta no estaba solo en lo táctico. Estaba en lo que sentía que podía representar: una U ofensiva, valiente, que se jugara el todo por el todo. Decidí ser fiel a mi convicción: presión alta, posesión insistente, tiros desde fuera del área, triangulaciones rápidas. El León no volvería a rugir desde la prudencia. Volvería a rugir desde la osadía.

Así nació mi primer once.


Formación Titular – La U versión audaz

Portero: Gabriel Castellón – firme, seguro, tranquilo. Mi primer muro.
Defensas: Zaldivia, Ojeda, Calderón – tres guerreros, valientes, con salida limpia y buen juego aéreo.
Mediocampo en diamante abierto:

  • Marcelo Díaz como mediocentro defensivo: la brújula, el capitán espiritual.

  • Marcelo Morales (izquierda) y Fabián Hormazábal (derecha) como extremos de ida y vuelta: vértigo puro.

  • Lucas Assadi como enganche: el genio, el diferente, el que ve donde nadie ve.
    Delanteros:

  • Cristian Palacios (izquierda): intensidad, rebeldía, magia.

  • Leandro Fernández (centro): el tanque, el pivote, el que da la pelea.

  • Luciano Pons(derecha): el gol hecho persona.

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No tenía dudas: ese sería mi equipo A. Pero una sombra me rondaba: el plantel era corto. Muy corto.


Adaptarse o caer

Las reglas económicas del club me ataban de pies y manos. No podía salir al mercado como quisiera. A lo sumo, un esfuerzo puntual. Pero era arriesgado. Por eso, la respuesta no estaba en traer… sino en adaptarme. Cambiar el esquema, mutar, proteger.

Así creé mi equipo B. Una versión más contenida, más clásica, pero igualmente competitiva.

Portero: Toselli – el sabio, el experimentado.
Defensa en línea de 4:

  • Gómez (derecha), Tapia y Salazar (centrales), Castro (izquierda).
    Mediocampo en rombo cerrado:

  • Israel Poblete como ancla.

  • Guerrero y Mateos por los costados.

  • Sepúlveda como enganche.
    Delantera:

  • Renato Huerta y Nicolás Guerra – juventud, chispa, hambre.

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Dos equipos. Veintidós guerreros. No el plantel más largo, pero sí uno que podía construirse desde el corazón.


Primer entrenamiento – El inicio de todo

Y llegó el día.

Los jugadores comenzaron a llegar. Algunos curiosos. Otros con reservas. Me vieron joven, tal vez demasiado. ¿Quién es este? ¿Otro más que viene a prometer? Leí esas preguntas en sus miradas. Pero también vi esperanza. Algunos estaban dispuestos a escuchar, a creer. Y eso me bastó.

Establecimos las normas. Claras, firmes, sin ser opresivas. Seriedad, respeto, hambre. Les hablé de aspiraciones: luchar el campeonato. No todos lo tomaron bien. Vi cejas levantadas. Vi dudas. La primera grieta.

Entendí, en ese momento, que mi trabajo no solo era táctico. Era emocional, psicológico, humano. No solo había que ordenar un equipo. Había que unir un vestuario roto.

Y para empezar a hacerlo, les propuse lo más simple… lo más puro:
Juguemos un partido. Volvamos a lo básico. Al fútbol.

Y así comenzó la pretemporada 2024 de la Universidad de Chile.

No sé lo que traerá el futuro. Pero sí sé esto:
Yo no vine a sobrevivir. Vine a levantar a un gigante dormido.

Editado por Sephiwolf

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CAPITULO 2: Pretemporada Enero

Todo comenzaba con un amistoso entre el equipo, los del primer plantel vs los juveniles, una charla técnica a todos incluyendo juveniles, aquí todos tendrían una oportunidad, y deberán mostrar la convicción que quiero que tenga el equipo, así fue que en un partido de ida y vuelta tanto los del primer equipo como los juveniles se "mataron" corriendo dentro de la cancha, presionando y yendo al ataque, el resulta al final fue para los del primer equipo, decantaron la experiencia y la calidad técnica, pero no quedaron tan tranquilos después de todo, los juveniles le metieron 3 goles y le metieron presión. Es así que se programaron 4 partidos más en este mes de enero, ganando todos y cada uno de los partidos, contra san Antonio y deportes iberia fueron los titulares, mientras que contra Fernández Vial y Deportes Melipilla salto a la cancha un equipo alternativo el equipo B, todos dieron resultados y aunque contra Deportes Iberia parece haber sido un partido apretado no fue para nada asi el trámite del partido, el equipo domino de principio a fin pero como era lógico el equipo aun no está del todo afinado, esto fue el resumen de

  • Partidos amistosos:

    • vs Juveniles: 6-3 (Palacios 2, Pons, Fernández 3)

    • vs San Antonio Unido: 7-2 (Palacios 4, Pons 2, Assadi)

    • vs Fernández Vial: 3-1 (Sepúlveda, Huerta, Guerra)

    • vs Deportes Iberia: 3-2 (Calderón, Fernández, Palacios)

    • vs Deportes Melipilla: 3-0 (Sepúlveda, Tapia, Guerra)

  • Rendimiento del equipo:

    • 5 victorias en 5 partidos

    • 22 goles a favor – 8 en contra

    • Goleadores destacados:

      • Cristian Palacios (9 goles)

      • Leandro Fernández (4)

      • Luciano Pons (4)

      • Nicolás Guerra y Sepúlveda (2 c/u)

    https://imgur.com/a/XeHLeey

  • Autor

Febrero, amistosos fallidos y un debut inolvidable

El mes de febrero se suponía que comenzaría con un partido de alto nivel: un amistoso contra Corinthians de Brasil. Era la oportunidad perfecta para medirnos ante un rival de jerarquía internacional y ajustar los últimos detalles antes del inicio del campeonato. Pero, como suele pasar en el fútbol, algo de último momento ocurrió y el amistoso se cayó. Cancelado.

No había tiempo que perder. Necesitábamos ritmo competitivo, probar cosas, aceitar automatismos. Así que, casi desesperadamente, antes de que se revelara el calendario oficial del torneo, buscamos alternativas. Logramos cerrar dos partidos de preparación: uno para el equipo B y otro para el equipo titular. No eran rivales cualquiera. Eran equipos que, más temprano que tarde, enfrentaríamos en el torneo. Elegimos a Everton de Viña del Mar y Unión La Calera. Ambos aceptaron sin problemas.

Dudas saltaron a la vista, no nos fue como esperábamos.

Everton nos ganó bien. Fue un 2-0 que dolió, porque nuestro equipo alternativo nunca logró entrar en ritmo. Y aunque entiendo que son jugadores que necesitan minutos, me preocupó ver la falta de reacción. El equipo titular, por su parte, comenzó bien ante La Calera. Mostramos intensidad, goles, buen juego. Íbamos ganando 4-2 y pensé: “Ya está, esto es lo que quiero ver”. Pero el fútbol te enseña humildad en un abrir y cerrar de ojos. Nos empataron sobre el final. 4-4. Otra vez, desconcentraciones, errores no forzados, y una sensación amarga de no haber cerrado el partido como debimos.

Pero algo quedo de estos dos encuentros, los jugadores no dejaron de insistir, de correr, de presionar, estaban impregnándose de esta filosofía de juego, algo dentro mío se emocionaba.

Y en medio de todo eso… se publica el calendario oficial.
¿Y el primer rival? Nada más y nada menos que Colo Colo. Nosotros como Locales.
Sí, nuestro clásico rival. El equipo que históricamente nos ha sacado una amplia diferencia, tanto en títulos como en partidos ganados. El más difícil de todos.
Ese sería mi debut.

No lo voy a negar: no era lo que esperaba. Tenía otros escenarios en mente para comenzar este proceso, algo más progresivo, menos expuesto. Pero en el fútbol no se eligen los momentos, se enfrentan. Y si Dios había dispuesto que ese fuera mi primer desafío, lo tomaría como lo que era: una prueba de fuego.

Una prueba para mí, para mi cuerpo técnico, y sobre todo, para mis jugadores.
¿Creían en lo que estábamos haciendo? ¿Realmente confiaban en mí?
Esa semana previa fue intensa, llena de trabajo táctico, de charlas, de ajustes… pero, sobre todo, de sembrar convicción. Porque si íbamos a enfrentarnos al gigante, no podíamos dudar ni un segundo.


Universidad de Chile – Colo Colo : el rugido del León

Y llegó el día.

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El estadio Nacional explotaba. Lleno hasta la bandera. Azul por donde se mirara. No era solo un partido. Era el Superclásico. Era mi debut oficial. Era todo junto. Y cuando el árbitro pitó el inicio, lo entendí: era el momento.

Los primeros 5 minutos fueron de vértigo. Un ida y vuelta que parecía sacado de la Premier. Ellos llegaron primero con un remate elevado. Nosotros respondimos de inmediato con un disparo de Cristian Palacios que dio en el vertical izquierdo. Luego de los primeros 10 minutos vertiginosos el dominio era nuestro. Se sentía. Se notaba. Pero el fútbol tiene esos detalles que cambian todo: una jugada por su banda derecha, desborde de Bolados, Zaldivia queda atrás, centro al segundo palo, Parra engancha, remata... y gol, si empezábamos perdiendo el partido, el torneo, el super clásico....

0-1. Otra vez asomaban los fantasmas. Pero no bajé los brazos. Me acerqué al borde de la línea y grité:
“¡Sigan creyendo! ¡Sigan jugando como hasta ahora! ¡Mojen la camiseta!”
Y me escucharon.

Minuto 26. Centro desde la derecha de Gómez, lo controla el Chorri Palacios, amaga el remate, levanta la cabeza y mete un centro cruzado perfecto. Luciano Pons entra con todo y mete un frentazo que deja sin opción al arquero. Gol. 1-1. El estadio explota.

No nos detuvimos. Seguimos presionando, dominando, proponiendo. Minuto 33, otra vez Gómez por derecha, pase filtrado para Pons, este manda un centro rasante, y aparece Leandro Fernández para empujarla. 2-1. Lo dábamos vuelta.

Pero aún quedaba mucho. Y no todo era perfecto. Zaldivia estaba sufriendo por su banda. La velocidad le pasaba factura. Minuto 41, comete una falta y ve la amarilla. En el entretiempo no lo dudé: lo saqué. Entró Ignacio Tapia. No íbamos a regalar una expulsión.

Ajusté también el rol de Morales, más defensivo, para proteger esa zona. Dejé que los delanteros y Assadi tuvieran libertad para moverse arriba. El equipo entendió.

Minuto 75. Nuestro capitán ya no podía más. Exijo mucho, sí, pero el desgaste era total. Entró Poblete, para dar aire y orden. Y todo siguió funcionando. Colo Colo no encontraba espacios, no lograban penetrar. Nosotros sí. Aunque sin claridad, las ocasiones eran nuestras. Pero la tensión se sentía. Minuto 91, ellos tuvieron una chance clara. La erraron. Salida rápida de Castellón, pase a Poblete, de ahí a Assadi, este para Pons, centro raso… y Palacios define. 3-1. Minuto 92. La locura.

Hubo reclamos por un supuesto offside, el VAR lo revisó, todo válido. Un minuto más de agregado. Y en ese minuto, como si fuera un mensaje para todo el país, llegó el golpe final: falta, centro, y Ojeda de volea mete el 4-1.

Silencio en la mitad rival. Gritos, abrazos, lágrimas en la nuestra. Final del partido.
Mi debut. Nuestro rugido. Universidad de Chile 4 – Colo Colo 1.
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Entrevista post partido – TNT Sports

Marcelo Díaz:
—Hola Luis, primero que todo felicidades por tu triunfo en el super clásico, es tu primer partido dirigiendo de forma oficial y lo haces frente al eterno rival de tu club y de qué forma. ¿Tenías pensado un triunfo por esta diferencia de goles?

Luis Bustamante:
—Hola Marcelo, muchas gracias. En mi mente siempre visualicé un triunfo, uno sueña con esto. Pero sería mentiroso decir que esperaba un 4-1. Sabía que podíamos hacer daño si aplicábamos lo que veníamos trabajando, y hoy los jugadores lo llevaron a cabo de forma brillante.

Marcelo Díaz:
—¿Cómo lo viviste desde el banquillo? ¿Se plasmó lo que querías en cancha?

Luis Bustamante:
—Fue una montaña rusa. Emoción, nervios, adrenalina. Pero a la vez, mucha confianza en este grupo. Desde el primer día les pedí que crean, que se esfuercen, que no den una pelota por perdida. Hoy se vio una presión alta, líneas adelantadas, fútbol ofensivo… nuestra idea se empieza a notar. Esto recién comienza, pero vamos por buen camino.

Marcelo Díaz:
—Comenzaron perdiendo, ¿sentiste presión en ese momento? ¿Pensaste en cambiar la estrategia?

Luis Bustamante:
—Sí, sentí el golpe, no te lo niego. Pero no dudé. Les transmití calma y les pedí seguir creyendo. No vinimos a especular, vinimos a recuperar nuestra identidad. Y eso significa luchar, proponer y dar espectáculo. No quiero un equipo que se rinda. Y ellos respondieron con creces.

Marcelo Díaz:
—Muchas gracias por tu tiempo, Luis. Que este sea el inicio de una gran campaña.

Luis Bustamante:
—Gracias a ti, Marcelo. Y un mensaje para toda la hinchada azul: gracias por repletar el estadio, por el aliento, por no abandonar. Esto recién comienza, pero les aseguro algo… el León volverá a rugir. Y más fuerte que nunca.

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Así terminaba mi primera jornada, mi primer partido, con una victoria. Pero no había tiempo para relajarse. Ahora debíamos pensar en nuestro siguiente rival: Ñublense. Trabajamos la semana con la misma intensidad. Nos enfocamos en corregir errores, en fortalecer lo bueno, en seguir construyendo.

El partido fue muy parecido al anterior en cuanto al dominio. Tuvimos el balón, las ideas, las llegadas. Pero las desconcentraciones, una vez más, nos costaron caro.

A los 12 minutos tuvimos la gran chance de abrir la cuenta desde el punto penal. Nuestro capitán tomó la responsabilidad, pero falló. Y no fue solo un gol perdido. Fue un golpe anímico. No logró recuperarse del error. Aun así, el equipo no se cayó. Seguimos atacando, buscando, insistiendo. Y al minuto 40, tras un centro de Gómez, Leandro Fernández logró empatar el marcador con un buen remate. Pero la alegría duró poco. Ñublense nos empató tres minutos más tarde, con un gol de J. Campusano.

Así se fue el primer tiempo, 1-1. En el segundo tiempo salimos decididos a ganarlo.

A los 68 minutos, J. Gómez, que venía teniendo un gran partido, se destapó por derecha, vio el espacio y no dudó: remató cruzado y marcó el 2-1. Golazo. Seguimos empujando. Y a los 74, Leandro Fernández volvió a decir presente, marcando el 3-1. Todo parecía definido.

Pero el fútbol, otra vez, nos enseñó que no se puede regalar nada.
Hicimos dos cambios: Poblete por Díaz e Ignacio Tapia por Zaldivia. Y justo en ese momento, en dos jugadas puntuales, Ñublense nos empató. Primero Oyarzo descontó a los 75. Y luego, otra vez él, marcó el 3-3 a los 80.

El golpe fue duro. No lo esperábamos. Habíamos hecho todo para ganar. Pero no supimos cerrar el partido. El pitazo final dejó una sensación amarga.

Así terminó el mes de marzo. Con 4 puntos, un inicio de ensueño ante Colo Colo y un empate que nos deja una lección clara: en este equipo no se puede bajar la intensidad ni un segundo. Debemos seguir trabajando día a día. Esto recién comienza.

Editado por Sephiwolf

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Abril: Clásicos, ajustes tácticos y unión de equipo

Llega el mes de abril, y con ello, incluido el clásico universitario. Partido importante para los hinchas azules. Si bien no está al nivel de nuestro otro clásico rival, sigue siendo una cita clave para nosotros. Nos preparamos con antelación, ya que el duelo se jugaría en la tercera semana del mes, dándonos margen para tomar decisiones y seguir agarrando ese ritmo que tanto anhelamos consolidar.

Universidad de Chile – Audax Italiano

Con nuestra gente apoyando, esperábamos tener un partido bajo control, pero nos vimos sorprendidos. Audax fue el primer equipo que nos complicó en el tema de posesión de balón. Estuvo muy reñido desde el inicio. No comenzábamos bien y, aunque al minuto 38 tuvimos un penal a favor, lo desperdiciamos. Así nos fuimos 0–0 al descanso. El segundo tiempo arrancó cuesta arriba: G. Ríos marcó el 0–1 a favor de la visita a los 50 minutos. Sin embargo, reaccionamos. L. Fernández, M. Díaz de penal y C. Palacios nos dieron la victoria con un 3–1 trabajado, pero merecido.

Resultado final: Universidad de Chile 3 – Audax Italiano 1

Cobresal – Universidad de Chile

El siguiente partido no sería fácil. Tocaba visitar a Cobresal, en El Salvador. Más allá del nivel actual que puedan tener, jugar en su casa siempre es complejo por el calor y la altura. Mi primera vez en la ciudad. El estadio, ubicado a 2.200 metros sobre el nivel del mar, me recibió con un aire que escaseaba. Pensé en cambiar nuestra manera de jugar; sabía que la alta intensidad que exijo podría pasarnos factura con el correr de los minutos.

¿Cuánto aguantaríamos así? ¿15, 30 minutos? ¿Y el segundo tiempo, tendríamos que resistir como fuera? No podía pensar así. Nuestra idea de juego venía recién dando frutos. No podía ceder tan rápido, pero tampoco podía ser terco. Les pedí a mis jugadores que mantuvieran más tiempo el balón, aunque eso significara retroceder y empezar de cero desde Castellón en portería. Intentábamos rotar el balón con calma.

Contra todo pronóstico, resultó. El equipo se vio firme. Al retroceder el balón, Cobresal presionaba y dejaba espacios. La altura terminó afectándolos más a ellos. Supimos aprovechar los balones largos y los remates de distancia. Así, nuestra joya, L. Assadi, se destapó con dos golazos desde fuera del área. Emanuel Ojeda hizo lo propio y, desde el punto penal, L. Fernández selló un triunfo importantísimo.

Resultado final: Cobresal 2 – Universidad de Chile 4

Universidad de Chile – Universidad Católica (Clásico Universitario)

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Llegaba finalmente el clásico universitario. El primer duelo entre ambos fue en 1937 y desde entonces se han disputado 194 partidos oficiales: 74 victorias para nosotros, 61 para ellos. Imposible no recordar el clásico de 2011, esa final de Apertura que quedó marcada en nuestra historia. Perdimos la ida 0–2 en casa y Católica llegó al partido de vuelta con cotillón, “celebrando” anticipadamente. Pero la U salió a ganar desde el primer minuto. Con un triplete de G. Canales, dimos vuelta el marcador, cerrando un 4–3 global inolvidable.

Hoy, una vez más, saltábamos a la cancha. Esta vez con ciertas modificaciones. Sabía que el partido sería complejo. Intuía que habían planeado algo similar a lo que Audax hizo semanas atrás. Con los mismos once del 3-4-3, cambié a un 4-4-2 en rombo, como lo habíamos hecho con el equipo B. La presión constante funcionó: no nos generaron peligro.

En el segundo tiempo, decidí volver a nuestra tradicional 3-4-3. Los mismos once, distinto dibujo. La decisión fue clave. Católica no supo cómo responder. Marcamos dos goles consecutivos al 59’ y 60’ por Mateos y Assadi. Un error defensivo permitió a Zampedri descontar tras un fallo de Zaldivia, dejando las cosas 2–1. Para calmar las aguas, volvimos al 4-4-2 y, de nuevo, Assadi marcó. Nuestro pequeño talento se está puliendo.

Fue un partido estratégico, el primero en que utilicé dos formaciones con los mismos jugadores. Ajustes que resultaron decisivos.

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Resultado final: Universidad de Chile 3 – Universidad Católica 1

O’Higgins – Universidad de Chile

El último partido del mes sería como visitantes ante O’Higgins. Un duelo extraño. Comenzamos ganando con un gol de cabeza de F. Calderón tras un córner ejecutado por L. Fernández. Un minuto después, expulsión por doble amarilla para ellos y penal a nuestro favor. M. Díaz lo falló, y como si fuera castigo divino, vino el empate.

Para quienes conocen el fútbol, saben que jugar con uno más a veces se vuelve complejo según cómo se den las cosas. Pero el equipo mostró jerarquía. M. Díaz, pese al penal fallado, filtró un pase magistral para L. Fernández, quien puso el 1–2. Antes de terminar el primer tiempo, Pons marcó el 1–3 desde el punto penal. Esta vez, con inteligencia, nuestro capitán decidió cederle el penal a alguien que venía volviendo de una lesión. El segundo tiempo fue puro trámite, con dominio absoluto de nuestra parte.

Resultado final: O’Higgins 1 – Universidad de Chile 3

Así terminamos abril. 12 de 12 puntos posibles. Y llegó el primer informe desde la directiva y la voz de la hinchada.

La directiva estaba feliz. Valoraban el liderazgo que estaba mostrando. Felices de haber apostado por mí. Satisfechos con los partidos jugados, con la flexibilidad táctica mostrada ante Universidad Católica y con la cohesión creciente del grupo. Ganar dos clásicos fue un impulso anímico importante, no solo para mí, sino para el vínculo entre los jugadores, que cuando llegué, estaba completamente roto. Hoy se notaba otra cosa. Y eso me alegraba más que los resultados en sí.

Los hinchas, por su parte, estaban ilusionados. Disfrutando las victorias y esperanzados con lo que vendrá en el mercado de fichajes. Algunos soñaban con nombres de renombre. Pero mi foco, sinceramente, estaba en quiénes podrían partir. Algunos jugadores ya habían dejado claro que su continuidad estaba en duda desde que llegué. Perderlos en mitad de temporada sería muy duro, más aún considerando que no contamos con gran presupuesto para reemplazarlos.

Por eso miro la cantera. Como he dicho, la táctica está por sobre las individualidades, aunque éstas son necesarias. Pero si se van, tendremos que buscar la solución dentro del club. Porque lo que estamos construyendo, no se puede detener.

Editado por Sephiwolf

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Comienza mayo, y el fútbol nos lanza su primer desafío:

Como si se tratara de una profecía oscura, ambos porteros se lesionaron: Gabriel Castellón, nuestro titular, y Cristopher Toselli, el suplente. Tres semanas de baja, en principio. En un equipo con un juego tan intenso y arriesgado como el nuestro, la figura del arquero es clave: experiencia, temple y reflejos. Virtudes que muchas veces solo vienen con los años… y el talento.

Los nervios me tomaron por sorpresa. No había margen. Había que mirar hacia abajo, a los juveniles. Y ahí estaba él: Garrido. Un joven con minutos en las formativas, ahora con la responsabilidad de defender el arco de un club gigante. Su estreno sería nada menos que ante Cobreloa.
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Universidad de Chile vs Cobreloa

Llegábamos con una racha de seis partidos sin perder: cinco triunfos y un empate. Un equipo en alza, con confianza. Y en medio de todo, el debut de un portero que no sabía de presiones, pero sí de sueños.

Apenas a los 6 minutos, Emmanuel Ojeda soltó un verdadero misil desde fuera del área y desató la alegría de las 35 mil almas presentes en el Nacional. Era un comienzo soñado.

El duelo era de ida y vuelta. La calma pudo llegar antes, pero nuestro capitán, Marcelo Díaz, falló un penal. Sin embargo, se mantuvo firme. No bajó la mirada, no dejó que la decepción lo quebrara. Sabía que debía sostener, con su temple, al chico del arco. Y eso hizo. Garrido respondió: tres atajadas de gran nivel evitaron el empate visitante.

A los 71’, Leandro Fernández estiró la ventaja tras una gran habilitación de Díaz. Y en los descuentos, Lucas Assadi selló el triunfo con un gol a los 92’.

Resultado final: Universidad de Chile 3 - 0 Cobreloa.
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Visita complicada: Unión La Calera vs Universidad de Chile

El siguiente reto sería como visitante. El estadio menos familiar, el calor de la presión, y la carga de mantener el invicto: siete partidos, seis victorias, un empate, y la cima del torneo con 19 puntos.

Yo no conocía la derrota como entrenador. Era un inexperto con ilusiones. Y por primera vez me pregunté: ¿qué pasará cuando el equipo caiga? ¿Podré levantar al grupo? ¿O me hundiré con ellos?

Y no era que desconfiara de Garrido, al contrario. Creo firmemente en formar desde la cantera. Era a mí a quien no le creía del todo mi mente. ¿Cómo puede uno pensar en perder cuando todo va bien?

Me paré frente al plantel, y les hablé con convicción: “Salgamos con la misma intensidad, la que nos ha devuelto el respeto que nunca debimos perder”.

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El partido

A los 3’, Luciano Pons abrió el marcador con un golazo. Parecía el mismo libreto de siempre. Pero el fútbol es caprichoso.

Minuto 18: un centro, un mal rechazo, y Calderón termina anotando en contra. Apenas nos reponíamos, y en el 21’, un error de Garrido permitió a Hauche dar vuelta el marcador. 2-1. Silencio.

Aún así, el equipo mantuvo la actitud. Palacios empataba a los 31’, pero el VAR nos negaba el festejo. Y luego, una dura expulsión a Fernández a los 38’ nos dejó con 10 hombres.

Debía actuar. Llamé a Hormazábal, y el sacrificado fue Nicolás Guerra. Entendí su molestia, pero el equipo necesitaba equilibrio.

En el segundo tiempo, otra vez Palacios marcaba, y otra vez el VAR anulaba el grito por un offside milimétrico. Hasta que al 68’, por fin, Palacios empataba legítimamente: 2-2. El esfuerzo del equipo era épico.

Todo indicaba que nos llevaríamos un punto o incluso más, pero erramos una clara, y como dicta la ley del fútbol: el que no los hace, los ve pasar. Soldano nos golpeó en el 93’ con el 3-2 definitivo.
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Después del golpe

En el camarín, la derrota se sentía espesa. Mi cabeza era un torbellino. ¿Debí cerrar el partido? ¿Meter el freno? ¿Replegar?

Estaba nervioso, pero algo inesperado ocurrió: recibí un respaldo total de los jugadores. Confían en este proceso, en el trabajo, en la idea. Y eso me devolvió la fe.

Apenas han pasado cuatro meses, pero ya estoy dejando una huella. Ellos me lo demostraron. Y yo seguiré trabajando por ellos.

Resultado final: Unión La Calera 3 - 2 Universidad de Chile.

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Ya de vuelta en casa y preparando el partido contra Huachipato, me llegó la noticia de que Toselli podría estar disponible. Eso me hizo pensar: ¿forzarlo al arco o mantener a nuestro joven cancerbero? Después de todo, en los dos partidos anteriores solo había tenido un error, y los errores también forman parte del crecimiento. Arriesgar a Toselli, teniendo a Garrido ganando confianza, me dejaba en una verdadera incertidumbre.

Llegado el fin de semana, finalmente me decanté por Garrido. Le servirá seguir sumando minutos. Sí, otra vez jugábamos de visita, pero él necesita confianza. Conversamos y le di todo mi apoyo.
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Huachipato vs Universidad de Chile

Venimos con una pequeña herida. Queríamos sanarla cuanto antes, y sabíamos que una victoria sería el mejor remedio. Todo empezó bien para nosotros.

Cristian Palacios abrió el marcador a los 19 minutos, seguido por Marcelo Morales a los 31. Un 0-2 cómodo... pero en el fútbol se dice que ese es el marcador más peligroso. Y lo comprobamos. A los 39 minutos, Palmezano descontó para Huachipato. Nos fuimos al descanso 1-2 arriba.

En el entretiempo animé a los chicos a mantener el ritmo. Que no decayeran. Volvimos al campo con la misma convicción, y Palacios marcó su segundo gol para el 1-3. Debería haber sido suficiente, pero Huachipato no se rindió. El segundo tiempo fue una verdadera locura: ida y vuelta constante, sin defensas, sin control. Mi error. No supe gestionar el resultado.

Palmezano descontó otra vez al 56’, y Mario empató a los 66’. 3-3. Era el momento decisivo. El León debía rugir.

Mis jugadores sacaron el alma. A los 74 y 78 minutos, Pons y Guerra pusieron el 3-5 a nuestro favor. Quedaban 12 minutos. 12 minutos en los que debí haber hecho cambios. Pero no lo hice. No gestioné. Y en apenas 7 minutos, Huachipato nos dio vuelta el partido. Briceño (80’), C. Torres (82’) y Montes (87’) sellaron una remontada brutal.

Huachipato 6 - 5 Universidad de Chile.

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A la mañana siguiente, los titulares no se hicieron esperar:
¿Fue todo una ilusión?
¿La U entra en crisis?
¿Luis Bustamante debe seguir?

Todo cuestionamiento. Nada de análisis constructivo. Pero yo tenía otras prioridades. Fui al camarín, cerré la puerta y hablé con mis jugadores. Me disculpé. Soy joven, un novato como DT. No preparé variantes tácticas para cerrar partidos. Solo tenía dos formaciones: una para el equipo titular y otra para el alternativo. Faltaba una de transición.

Pero también reafirmé mi filosofía: no renunciar al ataque. Podría cambiar a un 3-5-2 o un 4-5-1 para administrar partidos, sí, pero nuestra esencia sería siempre ir hacia adelante.

Silencio. Hasta que habló Marcelo Díaz. El capitán. Me brindó su apoyo. Me recordó mis propias palabras: “Si merecemos perder, perderemos. Pero no dejaremos de atacar”. Sentí orgullo. Estábamos construyendo algo con identidad.


Universidad de Chile vs Deportes Copiapó

Jugábamos de local contra Deportes Copiapó. El clima mediático era denso, y la presión altísima. Pero mis jugadores lo entendieron: era matar o morir. La hinchada respondió. Estadio lleno. Apoyo incondicional.

Y el equipo respondió. Pons, Assadi (x2), Calderón de cabeza, Palacios y Marcelo Díaz marcaron los goles. Un 6-1 categórico. Volvimos a sonreír. Volvimos a creer.

Universidad de Chile 6 - 1 Deportes Copiapó.
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Así cerramos mayo: 2 victorias y 2 derrotas. Las primeras de esta nueva era. No serán las últimas. Pero tengan por seguro algo: este equipo dejará el alma en cada partido. Como nuestra hinchada deja la voz en cada tribuna.

Editado por Sephiwolf

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Continúa el camino hacia el objetivo. Ya encaminados hacia el final de la primera mitad de temporada y tras superar dos derrotas consecutivas, veníamos con más hambre que nunca. Nuestro próximo objetivo: Coquimbo. Teníamos que ir a su casa a afrontar este encuentro. Ya con todos recuperados, pensábamos en ir a mostrar nuestro ritmo, nuestro juego. Todo resultaría de forma positiva.


Coquimbo Unido - Universidad de Chile

Saltábamos a la cancha con la convicción de siempre: ir y presionar, asfixiar, sofocar al equipo rival. Con el equipo titular ya afianzado en su forma de jugar, todo parecía funcionar como un reloj suizo. Hasta que llegó el minuto 9 y B. Valenzuela marcó el primer gol del partido. Los fantasmas asomaban, pero solo sería un mal momento, ya que Nico Guerra, con la garra que siempre pone en el campo, marcaría el empate provisorio a los 29 minutos. Fabián Hormazábal, a los 36 minutos, pondría el 1-2 a nuestro favor, dejándonos en ventaja al terminar la primera mitad.

En el segundo tiempo, el equipo no perdió la templanza, y a los 63 minutos Franco Calderón, tras un tiro de esquina, marcó de cabeza el 1-3. De los errores se aprende, y esta vez tomé resguardos: saqué a Nico Guerra e ingresó el defensor Ignacio Tapia. El central zurdo se ubicó como stoper por izquierda, moviendo a Saldivia como defensa central y dejando a Calderón por derecha. La línea de tres se mantenía. En el medio, junto a Marcelo Díaz, subí a Ojeda. Ambos, uno al lado del otro, darían salida y defensa al equipo, mientras que los extremos los bajé a una zona de carrileros, a la altura de Ojeda y Díaz. Assadi mantendría su ubicación, y en delantera quedarían solo los dos atacantes: Pons y Palacios.

Así, al minuto 88, José Castro, que recién había ingresado, marcó el 1-4 definitivo. Victoria para nosotros.

Coquimbo Unido 1 - 4 Universidad de Chile
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El siguiente encuentro sería de local frente a Unión Española, con nuestra gente en el estadio apoyándonos como siempre.


Universidad de Chile - Unión Española

Por primera vez puedo decir que perdimos un partido de manera tan injusta. Dominamos de principio a fin: tuvimos más remates a portería, dominio absoluto del balón... pero el resultado no lo reflejaría.

A los 26 minutos, Uribe marcó el primero del encuentro tras una contra rápida y eficaz. Increíblemente, en su segunda llegada, marcaron el segundo, nuevamente Uribe, esta vez a los 62 minutos. Por mucho que el equipo insistió, no hubo caso. La pelota no quiso entrar. Pero la gente de la U no paró de alentar, eso me dio calma. Al final del partido, igualmente aplaudieron a los jugadores por su entrega en cada segundo.

Lamentablemente, perdimos un partido clave, pero no quedaba de otra que seguir avanzando. El equipo no jugó mal, pero algo ya podía ver: no estábamos convirtiendo las situaciones claves. El mercado de fichajes se acercaba y tendría que buscar opciones para reforzar la plantilla. ¿La ofensiva? Una opción. Un delantero más no estaría de más. Aunque no era para encender alarmas, este sería el primer partido sin anotar. Sin embargo, considerando la cantidad de veces que llegábamos al arco rival, cierta preocupación recaía en mí.

Universidad de Chile 0 - 2 Unión Española
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Tras la derrota y conversar esperanzadamente con los chicos, poníamos nuestra mirada en Palestino, nuestro próximo rival a visitar.


Palestino - Universidad de Chile

Llegábamos con las ganas de quitarnos la espina y la vista puesta en la próxima semana. Si ganábamos este partido, llegaríamos como punteros al enfrentamiento clave contra el segundo en la tabla: Everton de Viña del Mar.

Así fue como saltamos a la cancha con la convicción de ganar. Tendríamos que ir desde atrás, ya que al minuto 4 J. Marabel marcó el primero tras una desconcentración defensiva. Aunque no sería mucho el sufrimiento, ya que Cristian Palacios puso el empate a los 12 minutos tras centro de Morales por la banda izquierda.

Lamentablemente, y como balde de agua fría, caería el segundo para el equipo local tras un autogol de E. Ojeda. Nos íbamos al camarín con ciertas preocupaciones, pero la charla técnica ayudó a que los jugadores mostraran el hambre por la victoria. Así, Franco Calderón marcó el empate a 2 al minuto 51, dejando espacio para que Cristian Palacios a los 71 y Marcelo Díaz, con un bombazo desde fuera del área a los 73 minutos, marcaran el 2-4 definitivo a nuestro favor.

Palestino 2 - 4 Universidad de Chile


Llegábamos con ilusión. A dos fechas de terminar la primera rueda, nos enfrentábamos en un duelo clave contra Everton. Con nuestra gente, con un envión anímico, teníamos todo para enfrentar el encuentro… pero no todo sería bueno. Algo ocurriría, y esa tarde-noche fue sorpresivamente horrible.


Universidad de Chile - Everton de Viña del Mar

Por primera vez desde que dirijo, no tuvimos opciones: ni posesión de balón, ni remates, ni segundos balones. Fuimos totalmente superados. Assadi, completamente anulado. Los delanteros no podían ver un balón. Aunque no era presión en nuestro campo, en mitad de cancha era una guerra total, y ahí perdíamos el balón.

Se notó mi inexperiencia. No tuve reacción. Quizás debí haber sacado un delantero y poner un defensa para liberar a Ojeda, como lo hice contra Coquimbo Unido, y así tener más opciones desde el fondo. Pero no lo hice. Quedé congelado.

Al minuto 32 todo se rompió. Hasta ese momento todo era más parejo, pero ese gol cambió todo. F. Martínez puso el 1-0 y luego B. Martínez convirtió el segundo justo antes del descanso. Ese gol, creo, fue el declive. Con un solo gol de diferencia habría sido distinto.

Pero no hubo tiempo: a los 51 minutos nos convertían el 3-0, nuevamente B. Martínez, y sin dejarnos respirar, a los 53 F. Martínez anotaba el 4-0. Aunque el equipo lo intentaba, parecíamos niños corriendo detrás del balón. No podíamos tenerlo. En el minuto 92 nos convierten lo que sería, hasta hoy, la máxima humillación de mi dirección técnica: un 5-0 de K. Méndez.

El estadio alentaba sin parar. Eso nos causaba emoción, impotencia por no poder responder a tiempo. Pero con la cabeza fría, luego de ese 5-6 contra Huachipato, este 0-5 era distinto. Más humillante, sí, pero distinto. No estuvimos en el terreno de juego. Desaparecimos. Era algo diferente. Nos afectaría anímicamente. Con ciertos reclamos, nos iríamos a pensar en el próximo encuentro.

Universidad de Chile 0 - 5 Everton de Viña del Mar
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Enfrentando a Iquique cerraríamos la primera mitad. Si ganábamos, igualmente quedaríamos en condición de empate con nuestro rival de pelea, Everton. Pero no sería el único en meterse en la lucha. Colo Colo, sí, nuestro archirrival, se colaba en la pelea...


Deportes Iquique - Universidad de Chile

Desconcertados por el partido anterior, aunque con la esperanza de reponernos, salimos a la cancha a intentar ganar, pero el equipo no reaccionaba. No lográbamos generar chances claras de gol. En el minuto 28, nos chocamos contra un muro: R. Henríquez marcó el primer gol.

A raíz de esto, el equipo parecía venirse abajo. Por lo que restaba del primer tiempo, el equipo solo aguantó. Fue entonces que, por primera vez, traté con dureza a mis jugadores. Estábamos mostrando debilidad. No estábamos corriendo. Estábamos perdiendo de vista el propósito de este equipo. Los animé a recordar los grandes momentos, cómo todo comenzó con ese superclásico. No podíamos tirar la toalla ahora.

Y así, en el segundo tiempo, saltó a la cancha un equipo distinto. Dominamos absurdamente el encuentro, y de tanta presión, al minuto 61 llegaría el empate… pero no por medio nuestro, sino por un autogol de J. Novillo. El equipo insistía, pero no hubo caso: los delanteros no estuvieron finos.

El partido terminaría 1-1.

Deportes Iquique 1 - 1 Universidad de Chile
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Al llegar a Santiago, vimos la tabla de posiciones al cierre de la primera mitad de la temporada:

  1. Everton – 31 puntos

  2. Colo Colo – 30 puntos

  3. Universidad de Chile – 29 puntos

  4. O'Higgins de Rancagua – 23 puntos

Si hubiéramos ganado, estaríamos empatados con Everton en la cima. Dejamos escapar una gran oportunidad. Pero lo más sorprendente fue no haber prestado suficiente atención al panorama completo: Colo Colo se metió de lleno en la lucha por el título. Podemos pensar que el campeón saldrá entre nosotros tres, ya que el cuarto está a seis puntos de distancia. Claro, aún puede meterse en la pelea, pero nosotros tres estábamos en un toma y dame constante, donde cualquier error podía permitirle al otro escalar.

Así terminó el mes de mayo y comenzó junio: con muchas preguntas… y apenas tres fichajes.

El acotado margen de fichajes que tengo es un problema. Sin embargo, veía con buenos ojos a un jugador que había sido desechado por su club y no estaba siendo considerado. No podía ficharlo de forma definitiva en este momento, pero sí podía intentar una cesión. Me refiero a Marcelo Estigarribia, delantero argentino de 29 años, 1,80 metros de estatura y un excelente cabezazo. Justo lo que necesitaba: juego aéreo ofensivo.

Así comenzaron mis primeras negociaciones por un jugador. Nos juntamos, le presenté mi proyecto, y le llamó la atención. Esta Universidad de Chile que quería dominar Chile y Sudamérica lo entusiasmó. Quería formar parte de este club. Y así, llegamos a un acuerdo y cerramos nuestro primer fichaje.
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