Marco Rafael "El Abeja" No sé qué firmé, pero tengo laburo ¿Vieron esas historias donde uno viaja con la familia y todo parece un plan perfecto desde afuera? Bueno, la mía fue todo lo contrario, un caos con risas nerviosas que aún no termino de procesar. Sucedió allá por junio en la tierra de mis viejos, los neerlandeses, cuando ni yo mismo entendía lo que estaba pasando. Íbamos caminando por el centro cuando entramos a una oficina que parecía una apuesta loca. Yo pensaba que estaba participando en un sorteo por unas camisetas del Ajax o algo por el estilo. Pues no. No entendía nada, nada de lo que me decían en ese lugar formal, y terminé firmando un contrato para ser manager de un club. Sí, manager. Y sin tener la menor idea de lo que eso implicaba. Les juro que fue como si me hubiera clavado en un laberinto sin mapas. Tenía en mis manos papeles gigantes, bolígrafos que parecían plumas de escritor oficial y una cara de “¿qué acabo de hacer?” impresionante. Mi viejo orgulloso, mi vieja preocupada y yo con la sensación de estar en otro planeta, sin saber bien si salir corriendo o quedarme a ver qué más pasaba. Y para colmo, ese contrato era sin salario. Así como lo escuchan, sin un mango. Pero con una licencia nacional C que saqué casi por casualidad, entre partidos en la plaza y mates interminables con los amigos, me lancé a la aventura. Ni experiencia, ni equipo, ni idea mínimamente clara sobre cómo dirigir algo. Solo la coraje, el humor y el mate. Por ahora estoy en ese limbo, sin sueldo, con mucha incertidumbre y una pila de papeles que no termino de entender. Pero así es la vida cuando uno no sabe demasiado: se aprende en la cancha, aunque la cancha sea de decisiones mal tomadas y la pelota se escape a cada rato. Al final, lo único que sé con certeza es que, como lateral derecho, uno corre aunque no tenga ni idea para dónde va. Y yo corro, con esperanza y muchas ganas, esperando que esta historia no termine en desastre.