Capítulo 27 – El último silbato No fue una decisión que tomé de golpe. Fue algo que se fue gestando en los silencios, en los paseos sin prisa, en las tardes en la panadería donde el fútbol no era tema, y donde la vida parecía tener otro ritmo. Después del ascenso, después de la copa, después de todo… me di cuenta de que lo que más deseaba no estaba en el banquillo. Estaba en los ojos de Elín cuando me miraba sin decir nada. Estaba en los desayunos compartidos, en los domingos sin partidos, en los inviernos que ya no quería pasar solo. El fútbol me ha dado todo. Me ha dado ciudades, idiomas, derrotas que me enseñaron más que las victorias. Me ha dado amigos, enemigos, noches sin dormir, y mañanas de gloria. Me ha dado sentido. Pero también me ha quitado cosas. Me ha robado tiempo, momentos, abrazos que no di, palabras que no dije. Y ahora, por primera vez, sentía que podía elegir. La mañana que lo decidí, fui al estadio. Estaba vacío, como si supiera que yo venía a despedirme. Me senté en el banquillo, ese lugar donde tantas veces grité, dudé, soñé. Miré el campo. No vi líneas tácticas ni esquemas. Vi recuerdos. Vi a Gudmunsson celebrando su primer gol. Vi a Sveinn con su carpeta. Vi a Sigurður colgando las botas. Vi a mí mismo, más joven, más terco, más solo. Luego fui al despacho de Jónas. Me recibió con su habitual sobriedad, pero con los ojos más cansados que de costumbre. —¿Qué te trae por aquí? —preguntó, aunque creo que ya lo sabía. —Vengo a decirte que no sigo —dije, sin rodeos. No hubo sorpresa. Solo silencio. Y luego, una frase que me acompañará siempre: —Has hecho historia aquí. Pero la historia también se escribe fuera del campo. Firmamos la rescisión. Sin drama. Sin prensa. Solo dos hombres que saben que el fútbol, como la vida, tiene ciclos. Esa tarde, fui a la panadería. Elín estaba amasando, con harina en las mejillas y música suave de fondo. Me vio entrar, se limpió las manos y me abrazó. No preguntó. No hizo falta. —¿Ya está? —susurró. —Ya está —respondí. Nos quedamos así, en silencio, mientras afuera empezaba a nevar. Y yo, que tantas veces viví finales como derrotas, entendí que este era distinto. Este era un comienzo. Porque retirarse no es rendirse. Es elegir. Y yo elegí estar con ella. Elegí aprender a vivir sin cronómetro, sin ruedas de prensa, sin tácticas. Elegí los bollos, los paseos, los inviernos compartidos. El fútbol me dio todo. Pero ahora, quiero todo lo demás. Despues de mas de un mes sin tocar la partida, y con la salida del FM26 a las puertas, ha llegado el momento de decirle adios a esta historia, con la que pretendía hacer algo distinto, subir el nivel de dificultad con esa endogamia de una pequeña localidad islandesa... pero que con los dos títulos ganados en la segunda temporada me hizo perder toda la motivación. Gracias a todos los que habeis pasado por la historia!!
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