Comenzamos la segunda mitad de temporada y seguimos en carrera por la Copa Chile. Esta vez nos tocaba enfrentar a Santiago Wanderers. El primer partido sería en casa y luego visitaríamos el puerto. Mientras evaluábamos cómo encarar el encuentro, establecimos contacto con Alexis y su representante. Para mi sorpresa, Alexis no solo quería hablar con la dirigencia, sino también conmigo directamente. Cuando llegué al club, se acordó que las negociaciones estarían a cargo de la directiva y yo solo tomaría la decisión final. Ellos manejarían ventas y contrataciones. Sin embargo, Alexis pidió expresamente que yo estuviera presente. No era nada fuera de lo común: según supimos, hizo lo mismo con la junta que tuvo con el club rival. Así comenzamos a hablar. Alexis se mostró cercano, tanto que pidió conversar a solas conmigo en primera instancia: Alexis Sánchez: “Profe, ¿cómo está? Un gusto conocerlo.” Luis Bustamante: “Alexis, el gusto es mío. Por aquí todo bien. Es increíble tener esta oportunidad, no sabes cuánto celebré tus goles ni cuántas veces seguí tus partidos. Como fanático del fútbol, conocerte es un sueño.” Alexis Sánchez: “Gracias por sus palabras. ¿Cómo ha ido todo? Me enteré de la aventura que están viviendo en Universidad de Chile, de este joven entrenador que asumió después de una mala racha y una situación económica difícil.” Luis Bustamante: “Ha sido todo un aprendizaje. Han habido momentos duros, pero ser analítico me ha ayudado a tomar decisiones importantes. He aprendido mucho en poco tiempo, pero sobre todo me interesa el bienestar del club. Gracias por preguntar. ¿Y tú qué tal? ¿Pensando en volver a Chile? Las puertas del club están abiertas.” Alexis Sánchez: “Jajaja, me imagino. Pero por lo que me han dicho algunos amigos, has sabido mantener el ambiente del camarín. No es un misterio que me interesa volver a Chile, sobre todo a la U. Pero si me conoces, sabes de mi pasión y de mi alta competitividad.” Luis Bustamante: “Lo sé muy bien, y en eso no me quedo atrás. Quiero lograr todo con este club, llevarlo a lo más alto. Si deseas, puedo detallarte el proyecto que tengo, mis objetivos y metas. Poder contar contigo para sumar en esta etapa sería increíble.” Alexis Sánchez: “Algo he visto de la intensidad con la que juegan, del riesgo que asumen en cada partido. Me encanta la propuesta ofensiva que muestras. Me gustaría saber cómo me ves en el equipo, qué posición ocuparía y cómo planeas aprovechar mis cualidades.” Luis Bustamante: “No se trata solo del nombre, aunque te respeto mucho. No quiero quedarme con la imagen de la superestrella que todos quieren. He observado tus cualidades en el último año, y sinceramente, ya no eres ese jugador que bajaba constantemente a defender y luego subía a atacar sin parar, presionando en todo momento. En nuestro equipo la presión es muy alta, pero el problema aparece cuando el rival supera esa primera línea. Por eso, no es indispensable que hagas recorridos largos, pero sí que presiones a la defensa cuando puedas. Me interesa tu capacidad para generar juego y tu olfato goleador. Verás al equipo construir desde la defensa, por lo tanto, bajar a buscar el balón no será siempre necesario. Somos un equipo más que individualidades. Aprovecharía el dominio de balón de Estigarribia para que te filtres entre la defensa rival, arrastres marcas o filtres tú mismo un pase a contrabando. Nos darías una jerarquía enorme en el campo.” Alexis Sánchez: “¿Estás diciendo que ya no soy tan bueno corriendo? ¿No crees que puede ser una falta de respeto?” Luis Bustamante: “No era mi intención ofenderte. Disculpa si así lo sentiste. Pero no puedo mentir. Amo este deporte y este club, y por eso debo ser sincero. Si en algún momento necesito cambiarte al minuto 45 o 65 porque estás agotado o no estás rindiendo, lo haré sin dudar.” Alexis Sánchez: “Me gusta esa actitud, pero tendrás que entender que me molesta salir del campo. Siempre quiero estar y ayudar al equipo. Me gusta lo que veo en los partidos de la U.” Luis Bustamante: “Otra cosa: me encantaría que compartas tu experiencia con los más jóvenes, como Lucas Assadi, Fuentealba y otros talentos del plantel. Tienen condiciones innatas, pero necesitan un referente. ¿Estarías dispuesto a ayudarlos en esa faceta?” Alexis Sánchez: “Por supuesto, estaría encantado. El fútbol chileno necesita seguir creciendo, y si puedo aportar al desarrollo de los jóvenes, feliz de hacerlo.” Luis Bustamante: “¿Entonces es un sí? Sabes que no estamos en el mejor momento económico. El sueldo no será muy alto...” Alexis Sánchez: “¿Crees que el dinero es un problema? No te preocupes por eso. En este club ya ha habido jugadores que han bajado su salario solo por estar aquí. Si todo va bien entre mi representante y la dirigencia, nos veremos durante la semana para empezar a entrenar. Y si es así, estaré en el Nacional viendo el partido.” Luis Bustamante: “¡Muchas gracias, Alexis! ¡Qué alegría saber que podremos contar contigo! Por ahora me despido, debo seguir preparando el encuentro y todo lo que viene.” Alexis Sánchez: “Un gusto, profe. Estamos en contacto. ¡Nos vemos pronto!” Así sumábamos a una superestrella a nuestras filas. ¿Qué puedo decir? Llevábamos dos fichajes hasta ahora, ambos con un marcado carácter ofensivo y una calidad increíble. Su llegada abría un abanico de posibilidades en ataque. Sin embargo, no era el momento de pensar en eso: teníamos que enfocarnos en el partido de ida, y no sería fácil... Universidad de Chile vs. Santiago Wanderers El partido comenzaba muy reñido, con un rival que explotaba constantemente las bandas. Los balones a la espalda de nuestros defensores estaban causando estragos y generaban peligro. Aun así, nosotros también buscábamos el gol, pero no lográbamos concretar. Esa falta de efectividad alimentaba los contragolpes rivales. Fue así como, al minuto 13, Andrés Vilches quedó mano a mano con nuestro portero y marcó el 0-1. Pensé en hacer modificaciones, pero confiaba en mi formación y planteamiento táctico, así que decidí no cambiar nada. Esa decisión nos costó caro, ya que el guion se repitió: atacábamos sin éxito y, en una nueva contra, nos marcaron el segundo. Al minuto 30, el marcador se ponía 0-2. La dupla de Andrés Vilches y J. Duma nos estaba haciendo mucho daño, con dos goles prácticamente calcados. Esperaba una reacción de mis jugadores. Si iba a hacer algún cambio, sería en el entretiempo. El primer tiempo siguió con la misma tónica hasta que, en el minuto 45, Cristian Palacios marcó el descuento desde el punto penal. Nos fuimos al descanso con el 1-2 y un envión anímico importante. Para el segundo tiempo decidí hacer una modificación: saqué a un delantero y puse a un mediocampista que acompañara a Díaz, bajando a los extremos a la altura de estos dos para reforzar el medio. Para clarificar la situación, el esquema quedaría algo así: Esta fue la formación inicial con la que comenzamos el encuentro. Los números son solo de referencia: 1: Castellon Portero Cierre 2: Calderon libero en apoyo. 3: Ojeda libero defensivo 4: Zaldivia Libero en apoyo 5: Marcelo Diaz Mediocampista defensivo. 6 y 7: Hormazabal y Morales Extremos con función de apoyo. 8: J. Fuentealba como Enganche. 9: Pons como Delantero avanzado. 10: Estigarribia Delantero objetivo. 11: Cristian Palacios Ariete. Explicación táctica: La creatividad del equipo comienza desde el fondo. Los tres defensores, todos con rol de líbero (dos en apoyo y uno en defensa), son los encargados de iniciar la salida limpia del balón, apoyando constantemente al número 5, quien cumple el rol de conector entre la línea defensiva y los jugadores más ofensivos (6, 7 y 8). El número 5 se ubica estratégicamente para desahogar el juego, facilitando transiciones hacia los extremos y el enganche. El número 8, como enganche, es clave en la generación del juego más vertical y directo, buscando filtrar balones en cuanto ve una oportunidad clara. En la delantera, los números 9, 10 y 11 se ubican principalmente dentro del área rival, aunque ocasionalmente se abren a las bandas para dar amplitud o generar espacios. Esta estructura busca una ofensiva constante: cuando el rival se repliega, el equipo prácticamente defiende con un solo central (el número 3, líbero defensivo), permitiendo que los otros dos centrales (2 y 4) se adelanten incluso hasta el borde del área rival, llegando a posiciones de remate si es necesario. El mediocampista defensivo (5) se mueve hacia el sector del balón, ofreciendo apoyo. En encuentros cerrados, el número 10, nuestro delantero objetivo, tiene la responsabilidad de aguantar el balón, pivotear o filtrar hacia el 9 o el 11. También puede servir de apoyo para que el número 8 llegue de segunda línea o filtre él mismo el pase final. Los extremos (6 y 7) tienen una función literal de extremos: cuando atacamos, lo hacemos prácticamente con 9 jugadores. Buscan llegar a línea de fondo para centrar o mantener amplitud. Sin balón, suelen aparecer por el costado opuesto del área, generando presencia ofensiva constante. Esta propuesta ofensiva nos deja muy expuestos en transición. Si perdemos el balón y el rival logra salir con limpieza, especialmente por las bandas, nos toma mal posicionados. Aun así, si el rival intenta salir jugando, usualmente conseguimos recuperar rápido o forzarlos a enviar el balón al lateral, lo que nos da tiempo para replegar. Sin embargo, en este partido nos estaban superando. El rival salía limpio, no nos daba tiempo para presionar ni reorganizarnos, y nos causaban muchos problemas por las bandas. Fue entonces cuando decidí cambiar la formación, volviendo al esquema que habíamos entrenado para situaciones en las que estuviéramos ganando... Los cambios… Los números 6 y 7 pasaron a desempeñarse como carrileros, es decir, comenzaban desde una posición más retrasada y se mostraban como opción de pase desde el fondo. Si el número 6 se proyectaba al ataque y alcanzaba la línea de fondo con balón dominado, el número 7 se quedaba resguardando para cubrir un posible contragolpe, simulando así una línea de cuatro defensores, con el bloque defensivo cargado hacia la derecha. Y viceversa: si era el 7 quien subía, el bloque se desplazaba hacia su banda. Esta dinámica nos permitió cubrir mejor esos molestos pelotazos a nuestras espaldas que tanto daño nos habían hecho. Sé que esta formación estaba pensada originalmente para utilizarse cuando estuviésemos en ventaja, con el objetivo de controlar el juego. Sin embargo, en esta ocasión era necesaria. De no haber ajustado, corríamos el riesgo de recibir muchos más goles si nuestros ataques no terminaban en gol. A pesar del cambio, no perdimos poder ofensivo: el número 11 comenzó a cumplir funciones de un segundo volante ofensivo. En lugar de estar siempre fijo en el frente de ataque, pasaba a sorprender llegando desde atrás, lo que generaba confusión en la defensa rival. Obviamente, este ajuste requería que saliera un delantero y entrara un jugador capacitado para desempeñar ese nuevo rol. 1: Castellon Portero Cierre 2: Calderon libero en defensa 3: Zaldivia libero en apoyo 4: I. Tapia Libero en defensa 5: Marcelo Diaz Mediocampista defensivo. 11: Ojeda como segundo volante 6 : Hormazabal como carrilero por derecha 7: Morales como carrilero por izquierda 8: J. Fuentealba como Enganche. 9: Palacios como Delantero avanzado. 10: Estigarribia Delantero objetivo. Así fue como salimos a disputar el segundo tiempo… y funcionó. El rival no volvió a generarnos peligro, y la ofensiva fue completamente nuestra. El empate llegó en el minuto 67, gracias a un cabezazo de Estigarribia. El grito del triunfo, sin embargo, se nos ahogó en tres ocasiones sobre el final: uno por posición de adelanto, y los otros dos por remates al travesaño. El partido terminó 2-2. No fue el mejor resultado posible, pero me quedo con la reacción del equipo: de ir 0-2 abajo a empatarlo con carácter y fútbol. Estoy satisfecho con eso. Universidad de Chile 2 - 2 Santiago Wanderers Así nos veíamos obligados a salir en busca del triunfo en terreno ajeno. Solo realizamos un cambio: el ingreso desde el primer minuto de Alexis Sánchez, nuestra nueva estrella. Y vaya si estuvo a la altura: convirtió dos goles y entregó tres asistencias. Fue elegido, merecidamente, como el mejor jugador del partido. Desde el arranque dominamos el juego. Saltamos a la cancha con nuestra formación habitual, y esta vez logramos marcar desde el comienzo, lo que nos permitió tomar el control total del encuentro. El resultado final fue 8-3 a nuestro favor, una verdadera exhibición de fútbol que nos permitió seguir avanzando en Copa Chile. Santiago Wanderers 3 - 8 Universidad de Chile Luego de ese gran triunfo, se asomaba el desafío mayor: el Superclásico contra Colo Colo. Pero antes, debíamos recibir a Ñublense. Este partido sería una prueba clave para enfrentar un desafío que nos perseguía hace 23 años: ganar en el estadio de nuestro clásico rival. Sí, 23 años sin lograrlo… por lo mismo, al preparar el duelo contra Ñublense, teníamos la mente puesta también en esa meta histórica. Universidad de Chile - Ñublense Como siempre, salimos a la cancha con el apoyo incondicional de nuestra gente, conscientes de que no podíamos permitirnos empatar ni perder. Estábamos peleando el liderato partido a partido, y la noticia del empate de Everton, que los dejaba con 32 puntos, nos daba la motivación adicional: si ganábamos, los igualábamos en la tabla, a la espera del resultado de Colo Colo, que jugaban después de nosotros. El partido se jugó a mitad de semana, y tres días después debíamos enfrentar el Superclásico. Por eso, tomé la decisión de alinear un equipo completamente alternativo, salvo Alexis Sánchez, quien jugaría como titular solo los primeros 45 minutos para seguir tomando ritmo competitivo. No quería exigirlo en exceso; necesitábamos que llegara en óptimas condiciones al clásico. El equipo respondió de gran forma. A los 4 minutos, tras pase de Mateos, Cristian Palacios abrió el marcador con un potente derechazo. Luego, el propio Mateos anotaría el 2-0 con un impecable tiro libre desde fuera del área. Ya en el segundo tiempo, Palacios marcaría el tercero tras centro de Maxi Guerrero, y para cerrar el resultado, Estigarribia anotaría de cabeza el 4-0 definitivo. El equipo mostró valentía, carácter y una clara identidad de juego. La plantilla completa está impregnada del estilo: presión alta, vocación ofensiva, convicción. Así llegamos al Superclásico del fútbol chileno… con nuestros jugadores descansados, motivados y listos para dar la batalla en la cancha. Introducción al Superclásico: Una historia escrita con sangre, goles y orgullo Hay partidos que se juegan con el alma. Que van más allá de la tabla de posiciones, de los puntos o del momento futbolístico. En Chile, ese partido tiene nombre propio: el Superclásico del fútbol chileno, el eterno enfrentamiento entre Universidad de Chile y Colo Colo. Desde su primer cruce oficial en 1938, este duelo ha sido el termómetro del fútbol nacional. Más de 200 encuentros oficiales entre albos y azules, marcados por triunfos épicos, remontadas históricas, goles inolvidables y batallas que se juegan dentro y fuera de la cancha. Un clásico que no solo divide a dos equipos: divide ciudades, familias, generaciones. Y que une, cada cierto tiempo, a todo un país frente a una pelota. Colo Colo, el equipo más ganador del país, ha mantenido durante décadas una supremacía estadística sobre la "U", acumulando más triunfos en los enfrentamientos directos. De hecho, hasta hoy, los albos cuentan con 110 victorias en el historial, mientras que Universidad de Chile ha ganado cerca de 63 veces, con 71 empates cerrando el conteo. El marcador más abultado en favor de la "U" fue un 4-0 en 1999, mientras que Colo Colo se impuso por 6-0 en 1992, en una de las páginas más duras para los azules. Pero el dolor más persistente para la hinchada azul tiene una fecha específica: 9 de septiembre de 2001. Ese fue el último día en que la "U" logró ganar en el Estadio Monumental, la casa de su archirrival. Desde entonces, han pasado 23 años de sequía, una generación entera que ha crecido sin ver a su equipo vencer en esa cancha. Han sido más de 20 partidos, con derrotas, empates agónicos, goles postreros y más de una ocasión en que el sueño pareció cerca, solo para volver a escaparse entre los dedos. Esta vez, sin embargo, algo parecía diferente. El equipo llegaba sólido, convencido, con una identidad clara y una ofensiva afilada. Alexis Sánchez, el hijo pródigo del fútbol chileno, se vestía de azul para liderar el ataque. El equipo venía de golear en Copa Chile, de ganar con autoridad ante Ñublense, y lo más importante: la plantilla completa creía. Era más que un partido. Era una cruzada contra la historia. Una oportunidad de romper el maleficio, de escribir una nueva página, de devolverle la alegría a una hinchada que nunca ha dejado de creer, a pesar de los años, las frustraciones y las lágrimas. El escenario estaba listo. El Monumental esperaba. Y Universidad de Chile estaba preparada para pelear. Colo Colo – Universidad de Chile Llegaba la hora. Los nervios estaban a flor de piel. El Estadio Monumental, con su cercanía a la cancha, se transforma en una olla a presión distinta, asfixiante. Repleto de hinchas rivales, el ambiente era intimidante, pero nosotros teníamos claro nuestro objetivo: mostrar nuestro juego. El estilo táctico que veníamos desarrollando los últimos meses, valiente, sin miedo al ataque ni a la presión alta. Queríamos que la garra, que poco a poco se había impregnado en nuestros jugadores y en la institución, brillara con más fuerza que nunca. Los once guerreros encargados de cambiar la historia serían: Castellón en portería. Línea de tres en el fondo: Calderón por derecha, Ojeda como central y Zaldivia por izquierda. En el mediocampo, un diamante abierto con Marcelo Díaz como volante defensivo, J. Gómez como interior por derecha, M. Morales por izquierda y J. Fuentealba como enganche, ya consolidado en lugar del lesionado Lucas Assadi. En delantera, Pons por derecha, Alexis Sánchez por izquierda y Estigarribia como pivote ofensivo. El pitazo inicial nos vio tomar el control. Dominábamos el balón, presionábamos alto. Colo Colo no esperaba esta actitud. Se replegaban, lanzaban pelotazos largos buscando el contragolpe, resistiendo como podían. Nos generábamos ocasiones, pero el gol se nos negaba. Pasado el minuto 15, comenzaron a aparecer los espacios a nuestras espaldas. Zavala, rápido y punzante por la derecha, nos causaba dolores de cabeza. Tanto, que pensé seriamente en cambiar la formación. Pero hacerlo tan pronto, y en campo rival, habría sido entregar la iniciativa. Era un ida y vuelta constante, el gol parecía inminente, pero incierto. Sabíamos que el primero en marcar podría inclinar la balanza. Y entonces, en una corrida explosiva, Zavala cae. Desgarro en su pierna derecha. Se va al minuto 31. Y con él, se va también el principal argumento ofensivo del local. Desde ahí, el partido se inclinó completamente a nuestro favor. Colo Colo perdió chispa, y nosotros ganamos confianza. Atacábamos por todos los frentes, y Cortés se erigía como figura. Pero tanta insistencia debía dar frutos. Minuto 44: Alexis Sánchez, con una visión privilegiada, mete un pase filtrado al corazón del área. Fuentealba llega desde atrás, controla, y de derecha saca un remate cruzado que vence a Cortés. ¡Golazo! El Monumental enmudecía. El golpe justo antes del descanso. En el entretiempo, los recibí en el camarín con un aplauso cerrado. Lo que habían hecho era heroico, pero aún no era suficiente. Les dejé claro: no podíamos replegarnos, no ahora. El segundo gol no era un lujo, era una necesidad. Si queríamos romper esta racha que parecía maldita, había que ir por más. Salimos con el mismo ímpetu. Dominábamos el juego, buscábamos el segundo, pero no lo encontrábamos. Y como era de esperarse, Colo Colo comenzó a presionar. Desde el minuto 61, su ímpetu crecía y empezaban a generar peligro. Era un momento crítico. Y entonces, en medio de la tensión, apareció la magia. Marcelo Díaz filtra un pase perfecto al espacio para Alexis. El 77 se perfila, y define como en sus mejores días, con clase, al estilo de Mesut Özil: remate bajo que pica justo antes de Cortés y lo supera en elevación. Golazo. El segundo. Minuto 68. Estallamos en la banca. Jugadores y cuerpo técnico nos fundimos en un grito común. Sabíamos lo que significaba. Con el resultado en mano, hicimos ajustes tácticos. Replegamos a los extremos, sacamos un delantero y metimos a Poblete para fortalecer el mediocampo. “Cerrar el rancho”, como decimos. Colo Colo intentó reaccionar. Llenó el área de centros, buscó de media distancia, pero no lograban generar verdadero peligro. Sus intentos morían antes de nacer. Resistimos con inteligencia, con alma, con dientes apretados. Minuto 90+… el árbitro se lleva el silbato a la boca. ¡Pitazo final! El Monumental, mudo. Universidad de Chile, victorioso. Después de años de frustraciones, después de tanto dolor, rompíamos la racha. Y no solo con un triunfo, sino con una victoria contundente y merecida. Los abrazos entre los jugadores, los cánticos en la cancha, el cuerpo técnico emocionado. Una fiesta azul nacía entre lágrimas de alegría. Habíamos conquistado un clásico y dado un golpe sobre la mesa. Y ahora, con la fe intacta, con la confianza renovada, sabíamos que el camino estaba claro: el título dependía de nosotros, y solo de nosotros. Colo Colo 0 – 2 Universidad de Chile
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